Carta de Lectores

Basureros Nucleares

Luis Ramón Molina, corresponsal de Ciencia Hoy en Trelew, hizo legar un escrito con trece firmas, cuyos principales conceptos rezan:
Los abajo firmantes, habitantes del Chubut, solicitan que Ciencia Hoy dedique espacio a la basura radiactiva y los repositorios de residuos de alta, media y baja actividad, en la Argentina y el mundo. Uno de los suscriptos solicitó hace cinco años que se tratase el tema, relacionado con la zona chubutense de Sierra del Medio (más conocida por Gastre ) y, si bien la revista reconoció que el asunto merecía un análisis cuidadoso, nunca publicó nada. A partir de esa fecha, han aparecido muchos artículos relacionados con la cuestión nuclear, que reflejaron diversos puntos de vista, incluso el de profesionales de la CNEA.

Creemos que en este momento, en que el Congreso discute la privatización de las centrales nucleares y la probable instalación de un repositorio de alta actividad, Ciencia Hoy puede contribuir a llevar claridad a quienes deban tomar decisiones o puedan verse afectados por dichos hechos. Nos gustaría que se produjese un debate amplio y fructífero sobre el repositorio, desde los puntos de vista técnico, ecológico y político, asÍ como también tener un panorama de lo que ocurre en el resto del mundo, que desmitifique la cuestión y plantee la verdad al desnudo, por dura que sea.

Los editores coinciden con la preocupación de los solicitantes y han pedido sendas notas a personas que pueden expresar los puntos de vista
técnico, ecológico y político, las que tienen intención de publicar tan pronto las reciban.

Pinturas Coloniales y Tratados Europeos

A propósito del artículo Experiencias barrocas con pigmentos en el finisterre americano, aparecido en el número 35, Sergio Barbieri escribió desde Córdoba para señalar que, en diciembre de 1987, publicó con su mujer, Iris Gori, un artículo en El Tribuno, de Salta, en el que atribuyeron un grupo importante de pinturas del altiplano jujeño a Matheo Pisarro. También propone agregar a las lecturas sugeridas el libro de la Academia Nacional de Bellas Artes que da a conocer el patrimonio de bienes artísticos muebles de Jujuy (Buenos Aires, 1991). Por su lado, Alejandro Bustillo, restaurador que dirige el taller de la fundación TAREA, manifestó:

Como lector aficionado de tratados de pintura, y por conocer a los autores de la nota, por quienes tengo la más alta consideración, me sorprendió leer que: …sólo Antonio Palomino recomendó el uso del smalte, mientras no parece que Carducho y Pacheco lo hayan siquiera tenido en cuenta… Tanto Pacheco como Carducho nombran al smalte en sus tratados (por lo menos en las versiones que he podido consultar): Yo soy de la opinión de que los azules se labren claros y que lo más oscuro sea el mismo azul puro, y cuando mucho se ayude lo más oscuro, no con negro, no con morado de carmín y menos con añil, sino con un poco de buen esmalte… (Francisco Pacheco, Arte de la Pintura. L.E.D.A. editores, Barcelona, 1982, p.116; edición original 1649); …para la pintura al óleo se gastan […] esmaltes, esmaltines y añil… Al fresco se gastan […] esmalte, esmaltines…(Vicente Carducho, Diálogos de la pintura, su defensa, origen, esencia, definición, modos y diferencias, Ediciones Turner, Madrid, 1979, p.382; edición original 1633).

Los autores Seldes, Burucúa y Jáuregui respondieron: En efecto, tiene razón Bustillo acerca de las referencias que hicieron Carducho y Pacheco sobre el smalte. Su aporte, y otros hallazgos realizados en los mismos textos por Andrea Jáuregui, contribuyeron a despejar las dudas expresadas en el parece que… Por otra parte, hemos recibido una amable nota de Ovidio Núñez, con una serie de consideraciones botánicas por las que hemos podido corregir algunas caracterizaciones de nuestro artículo, en particular, el que indigofera es el nombre de un género de plantas de la familia de las pailionáceas, y que el principio colorante del índigo o añil (C16H10N2O2) no existe en el vegetal sino que se origina por un proceso enzimático de hidrólisis y oxidación del glucósido indicán (C14H1706N). Agradecemos a nuestros corresponsales las indicaciones que han hecho llegar, pues ellas permiten corregir errores y demuestran, una vez más, las bondades de un sistema científico basado en la publicación frecuente y periódica de los resultados provisorios de la investigación.

Vacas Locas

Rubens Juan Archiprêtre, de Bragado, escribió acerca de la enfermedad de la vaca loca y de un reportaje radial sobre la cuestión, realizado al doctor Patricio Garrahan:

He escuchado en el programa Raíces, por radio Municipal, que, hasta el mes de abril, esta grave enfermedad había causado diez muertos en Inglaterra, entre personas jóvenes (edad promedio 27 años). Tengo conocimiento de la revista Ciencia.

Hoy, mencionada en el programa, y de que salió en ella un artículo sobre el tema en enero de 1996, que seguramente servirá para aclarar muchos interrogantes y disipar reticencias en el consumo de carne por mi parte. En un quiosco de Liniers me informaron que podrían conseguirme la revista, ya que no está en los locales que venden esas publicaciones en Bragado. Pero para pedirlo necesito saber en qué número salió la nota. Tengo en mis manos el 35, que compré en la Capital y estoy leyendo; lo encuentro muy interesante; en la actualidad difícilmente aparezcan en otras publicacion es artículos tan instructivos. Aprovecho la oportunidad para enviar mis felicitaciones al grupo de colaboradores de la revista.

Los editores agradecen al nombrado sus conceptos y su interés por Ciencia Hoy. Esperan que encuentre las respuestas a sus dudas en el número 32 (“El prion: un agente infeccioso no convencional”, p.43-51), que le han enviado. Como la investigación está progresando a un ritmo muy rápido y algunos de los conceptos allí explicados parecen estar sufriendo alteraciones, igual que lo hicieron en el número 34 (“Priones y vacas locas”, p.9-13) ­cuando también la tapa de la revista se dedicó al tema, con una imagen que fue objeto de vívida polémica­, en esta entrega publican otra actualización, sobre todo acerca del fenómeno que preocupa al lector Archiprêtre (y seguramente a todos los demás): la posibilidad de transmisión a humanos, es decir, la propagación de nuevas formas de la enfermedad de Creutzfeld-Jacob entre la población humana debido al contagio de bovinos afectados por la encefalopatía espongiforme transmisible, que se conoce como locura bovina o, por el nombre que más ha difundido la prensa últimamente: enfermedad de la vaca loca.

¿MAYUSCULITIS?

Desde que, en el número 30 de Ciencia Hoy, salió una carta de la lectora Alicia Iribarren reclamando por la falta de acentos en pronombres demostrativos, seguida de una impecable, ilustrativa y hasta humorística respuesta de los editores, me he deleitado con los esfuerzos de la revista por cultivar la corrección de la lengua en todos sus aspectos. Pero, igual que la mencionada lectora con sus pronombres, sufrí un sobresalto cuando leí la reseña de La lógica de las extinciones, aparecida en el número 36 con la firma de Paulina Nabel, porque, a diferencia de otros artículos sobre temas geológicos (por ejemplo, “Sudamérica: un mosaico de continentes y océanos”, 33:24-29), en la nota en cuestión aparecen los nombres de los períodos geológicos con mayúscula. ¿Qué pasó? ¿Trátase de un repentino ataque del virus de la mayusculitis? ¿Cuál es la grafía correcta?

Graciela Sobeslawsky, Córdoba

No se alarme la gentil lectora mediterránea. Los nombres de los períodos geológicos se escriben con minúscula. Así pueden encontrarse en el diccionario de la Real Academia (búsquese, por ejemplo, la palabra cuaternario). En José Martínez de Sousa, Dudas y errores de lenguaje (Paraninfo, Madrid, 1983), se lee: [se escriben con minúscula] …los nombres de períodos o estratos geológicos: pleistoceno, oligoceno, holoceno, cretáceo, jurásico, pérmico. En el caso de la reseña en cuestión, la autora pidió expresamente el uso de las mayúsculas, para no apartarse de las prácticas usuales entre su grupo de pares, y los editores – que hubiesen preferido ceñirse a la ortodoxia gramatical castellana – accedieron. Podría recordarse aquí el comentario de María Moliner (Diccionario de uso del español, Gredos, Madrid, 1990, t.2, p.372): [en castellano]… el uso de la mayúscula tiene más valor reverencial que gramatical (lo tiene gramatical en alemán); puede decirse que es un signo psicológico.

Los editores

MÁS SOBRE EL DISEÑO DE CIENCIA HOY

Omar I. Nelson escribió, acerca de la carta de Guido Pastorino publicada en el número 35:

Dice Pastorino: …He criticado el nuevo diseño, pero creo que se ha hecho oídos sordos a mis reclamos, los cuales, a juzgar por los comentarios de mis colegas… ¿Por qué la revista habría de cambiar según el gusto personal del zoólogo Pastorino y de algunos de sus colegas? Un gusto personal es sólo eso. Es legítimo que a alguien no le agraden las composiciones de Mozart, pero descalificarlas como obra musical resulta un tanto aventurado. Tampoco me explico lo de sumamente difícil relacionar el título del trabajo con el de la sección y la ilustración correspondiente, aplicado a Contenidos (antes del número 35): el misterioso número junto a la ilustraciónes el mismo que el número de página que aparece junto al título del artículo.

Con respecto al célebre burro, que tanto parece desvelar al firmante de la carta comentada, pienso que el objetivo poco claro es rotundamente evidente y tiene la contundencia de un editorial: ese será el resultado de una educación equivocada. Acerca del comentario sobre Fármacos naturales, amén de temeraria y cuasi agraviante, la suposición que formula Pastorino carece de importancia, por lo menos para cualquiera que no limite su lectura a las páginas cuatro y cinco de la revista (y no estoy de acuerdo en que sólo las intenciones cuentan, ya que ello justificaría cualquier cosa).

Finalmente, quiero manifestar que prefiero la actual presentación de la revista, entre otras razones porque tiene más aire entre las líneas lo que hace más descansada la lectura y un bien logrado equilibrio entre el texto principal, recuadros e ilustraciones. Claro que lo que antecede quedaría desvirtuado si se alega que la mía no es una visión normal, pero esto no me preocuparía: siempre podría convencerme de que soy el patrón de la normalidad. Como seguramente existen quienes no concuerden con Pastorino ni conmigo, me permito sugerir a los editores la impresión de revistas personalizadas, según los gustos de los distintos lectores, tal como cuenta Saramago, en El año de la muerte de Ricardo Reis, que se hacía con un único ejemplar del New York Times, que contenía sólo buenas noticias, para no enturbiar la placentera longevidad del primer John D. Rockefeller, ya retirado de los negocios.

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