Volumen 6 Nº34 1996 |
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Revista de Divulgación Científica y
Tecnológica de la |
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ARTICULO Desnutrición y
Dismorfismo Sexual |
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1CENTRO
DE INVESTIGACIONES EN GENÉTICA BÁSICA Y APLICADA, F. DE CIENCIAS
VETERINARIAS (UNLP) La
desnutrición,
aun cuando actúe por igual sobre ambos sexos, puede alterar
la manifestación de algunos caracteres sexuales secundarios. J.W.Goethe 1779 Determinación de la altura de reclutas
Las
diferencias morfológicas, fisiológicas, bioquímicas y de
comportamiento de machos y hembras se denominan, en su conjunto,
dimorfismo sexual. Cuando los rasgos físicos diferenciales, o rasgos
dimórficos, están directamente vinculados con la reproducción
como es el caso de testículos, ovarios, hormonas gonadales, etc. se los
denomina caracteres sexuales primarios, mientras que otras
notorias diferencias entre los sexos, los caracteres sexuales
secundarios que se relacionan con el tamaño corporal, el desarrollo
muscular y esquelético, la distribución del tejido adiposo subcutáneo,
etc. no están ligados a la función reproductora (véase
recuadro "Herencia y caracteres sexuales primarios") HERENCIA
Y CARACTERES SEXUALES PRIMARIOS Una diferencia genética muy importante
entre los organismos consiste en que sus células pueden tener un
solo conjunto de cromosomas (células haploides) o dos copias
de estos (células diploides). La mayoría de los organismos
unicelulares son haploides, mientras que la mayoría de los
organismos multicelulares el hombre entre ellos son diploides. Así,
en las células de la especie humana encontramos 46 cromosomas,
constituidos por 22 pares de autosomas y un par de cromosomas
sexuales, que pueden ser de tipo X o de tipo Y. En la mujer, los
cromosomas sexuales son XX; en el varón, XY. Durante la gametogénesis
(formación de las gametas, que poseen un solo conjunto de cromosomas,
o sea, son haploides) las mujeres producen óvulos que llevan un
cromosoma X; en cambio, en los hombres, la mitad de los
espermatozoides tienen un cromosoma X y la otra mitad, un cromosoma Y
(véase "Cómo se construye un organismo animal", CIENCIA
HOY 31:10, 1995). La presencia de dos cromosomas X en la mujer no
significa que esta posea una dotación doble de genes activos con respecto
al varón, ya que, en los primeros estadios del desarrollo de un
embrión femenino, uno de los cromosomas X se inactiva. En forma
aleatoria, en ciertas células es bloqueado el cromosoma X heredado
del padre, mientras que en otras lo es el proveniente de la madre.
La inactivación del cromosoma X en una célula se transmite a su
progenie, en la que el cromosoma inactivo se puede observar al
microscopio como un cuerpo denso denominado corpúsculo de Barr. La
inactivación del cromosoma X en las mujeres hace que el 50% de sus
células tenga el cromosoma X de origen materno y el otro 50%, el de
origen paterno, lo cual las iguala a los hombres en cuanto a su dotación
de genes. Sin embargo, la presencia de dos cromosomas X activos en los
primeros estadios del desarrollo embrionario parece necesaria para una
maduración normal, puesto que, en las niñas X0 aquellas que, por un
defecto genético, no reciben los dos cromosomas X, los ovarios no se
desarrollan normalmente y resultan estériles (es el denominado síndrome
de Turner). La presencia de un cromosoma Y hace que un embrión se
diferencie como macho y se desarrollen testículos y no ovarios. Este
hecho indica que deberían existir genes propios del sexo masculino
en el cromosoma Y, que no estarían presentes en el X. Recientemente se ha identificado
un gen en el cromosoma Y denominado SRY que no tiene su
contrapartida homóloga en el cromosoma X ni en ninguno de los
otros. En los mamíferos, este gen está presente en los machos pero
no en las hembras, y ha permanecido invariable durante el largo
proceso evolutivo de los mamíferos placentarios. Una de las
evidencias de que este gen incide en la determinación sexual surgió
de los estudios realizados en individuos en los que no concuerdan el
sexo genético y el fenotípico (sus características físicas). Así,
el gen SRY fue detectado en el genoma de algunos individuos XX con
fenotipo masculino y no se halló cuando el fenotipo era femenino pero
la constitución genética era XY. Para que un embrión se diferencie
como de sexo masculino es no obstante necesaria, pero no suficiente,
la presencia del gen SRY. El desarrollo testicular dependerá de una
serie de sucesos en los que interactúan el gen SRY con genes autosómicos
y otros ligados al cromosoma X. En forma inversa, la ausencia del gen
SRY permitirá el desarrollo de los ovarios mediante una secuencia
en la que participarían los mismos genes autosómicos y del cromosoma
X que actuarían en el macho. En este sentido, se comprobó que una
asincronía en la interacción de estos genes puede alterar el
desarrollo embrionario de ratones, con la consiguiente aparición de
ovarios en individuos XY Aunque
la clasificación de los caracteres sexuales en primarios y secundarios
es útil y parece inobjetable, existen situaciones en las que no resulta
fácil establecer si se trata de unos u otros. Hace ya más de un siglo,
Darwin planteó este problema en The Descent of Man and Selectian in
Relation to Sex, Londres, 1889, y lo resolvió como era de esperar desde
una perspectiva dinámica: mientras los caracteres sexuales primarios
serian producto de la selección natural, los secundarios resultarían
de la selección sexual (véase recuadro
"Selección natural y selección sexual"). Decir
que un carácter sexual es producto de la selección sexual puede
parecer redundante, pero ocurre que existen rasgos dimórficos que no
están vinculados con la reproducción. En esta categoría se ubican
tanto los rasgas neutros como aquellos asociados con alguna actividad
ajena a la reproducción. Las diferencias de coloración existentes en
ciertos animales que no pueden distinguir los colores, las varias formas
relacionadas con el hermafroditismo y las diferencias de comportamiento
de algunos invertebrados que no pueden desplazarse constituyen ejemplos
de carácter sexual neutro. Sin embargo. este dimorfismo neutro debe
integrar el conjunto de caracteres sexuales secundarios, porque todos,
de una forma u otra, son seleccionados durante la evolución. La selección
natural es también responsable del polimorfismo sexual, o sea, las
diferencias de caracteres secundarios en un mismo sexo. En estos casos
actúa la llamada selección diversificante, que incrementa la
variabilidad de la población y favorece la aparición de grupos de
individuos de un mismo sexo con caracteres propios. La
concepción darwiniana del dimorfismo sexual es producto de una paciente
y rigurosa observación de la naturaleza; está también
sorprendentemente cerca de la interpretación actual de este problema.
En la época de Darwin ni siquiera se conocían las leyes básicas de la
herencia, pues, a pesar de que contemporáneamente vivía Mendel, los
resultados de los experimentos de este sólo fueron ampliamente
difundidos a principios del siglo XX, por lo que Darwin SELECCIÓN
NATURAL Y SELECCIÓN SEXUAL Aunque el concepto de selección
no haya perdido vigencia como forma de explicar la evolución,
experimentó cambios importantes desde su gestación darwiniana
hasta el presente. El concepto transformista de selección consideraba
que un organismo sobrevive y, por lo tanto, deja descendencia si
tiene capacidad de adaptación. El concepto moderno se centra en la
cantidad de descendencia dejada por un individuo, la cual será
mayor en los organismos que mejor se adapten al medio. Sin embargo, las dos posturas no
serían contrapuestas. Darwin imaginaba a la selección natural de
la siguiente forma (op. cit. 1889): En la descendencia dejada por
cada individuo aparecerán desviaciones en torno a la forrma
central de un carácter, las cuales dependerán de la
variabilidad intrínseca de la especie. Según su función, estas
desviaciones serán perjudiciales, inocuas o beneficiosas para el
organismo. En este último caso, el cambio asegurará la reproducción
y, por lo tanto, incrementará la frecuencia de dichos rasgos en las
generaciones subsiguientes. Como puede verse, el concepto de
reproducción diferencial estaba implícito en la idea darwiniana,
aunque esto sólo pudo ser establecido por la teoría sintética. Actualmente se admite que la
selección implica un cambio en la frecuencia relativa de genotipos
(constitución genética de una célula u organismo), debido a
diferencias de posibilidad de sus fenotipos (características
observables de una célula u organismo) de ser representados en las
generaciones subsiguientes. La selección sexual es una variante de la
natural; fue ideada por Darwin para aclarar la diferencia entre
machos y hembras de una especie, que no podía ser explicada por la
selección natural. Si bien se tienen dudas sobre la importancia que
Darwin asignaba a este proceso, en la actualidad la mayor parte de
los biólogos lo aceptan. La diferencia entre la selección sexual y
la seleción natural radica en que, mientras esta actúa sobre todos
los miembros de una comunidad, la primera sólo lo hace sobre uno de
los sexos. Para que se produzca la selección
sexual deben cumplirse algunos requisitos en la población. El más
importante es que haya una organización social diferente de la de
tipo parental un padre y una madre, con mayor proporción de machos
que de hembras o, en su defecto, que haya una clara condición de
poligamia (véase recuadro "Dimorfismo sexual y organización
social"). Darwin distinguía dos formas de
selección sexual. En la primera, la selección se producirla como
consecuencia de las luchas entre los machos por la posesión de las
hembras; en ella predominarían el tamaño, el vigor físico y la
capacidad de ataque y defensa. En la segunda, la selección se
realizaría al optar las hembras por los machos que les resultasen más
atractivos. En este caso tendrían predominancia los caracteres
ornamentales, modalidad muy frecuente entre las aves. no
los conoció. Sin el auxilio de la genética era imposible saber la
verdadera causa de la variación aleatoria y, por lo tanto, no se podian
considerar los procesos de diferenciación el sexual incluido como
producto de una interacción genéticoambiental. El fenotipo de cada
individuo el conjunto de sus características observables es producto de
su herencia genética y de la acción modificadora del ambiente. Hoy, esta
acción ambiental reside, por ejemplo, en el cambio de hábitos
alimentarios, la contaminación creciente, malnutriciones de diverso tipo
e intensidad y las situaciones de tensión que encontramos en la sociedad
moderna, cada vez más competitiva y compleja. Si la medición de un parámetro
corporal reflejara directamente la interacción genéticoambiental, se
podría evaluar la influencia de cada uno de los factores mencionados.
Pero simples comparaciones estadisticas no permiten extraer conclusiones
de ningún tipo; es necesario realizar otra clase de estudios. Entre las
aproximaciones experimentales accesibles al investigador se cuentan las de
genética cuantitativa, que pueden distinguir entre la influencia genética
y la del ambiente. También cabe realizar experimentos, de tal forma que
se analice el efecto particular de cada factor; las observaciones
obtenidas se vuelcan luego a un modelo general. En resumen, podríamos
afirmar que la concepción evolutiva moderna permite concebir el
dimorfismo sexual como un fenómeno de población, resultante de una
interacción genéticoambiental factible de ser estudiada sobre la base de
comparar ciertos caracteres, observaciones que luego deben ser
corroboradas en forma experimental. Sabemos que la mayoría de los
conceptos evolutivos básicos son aplicables a los seres humanos, con la
diferencia de que las poblaciones humanas transmiten también patrones
culturales de conducta. Tal transmisión, que se realiza durante muchas
generaciones, obedece a mecanismos diferentes de los de la herencia
natural, pues los humanos, debido a los factores socioculturales,
alteramos nuestro ambiente físico y, en consecuencia, nuestros propios
patrones evolutivos. En la adaptación humana no sólo intervienen
factores del medio natural; se trata de un complejo proceso que nos lleva
al concepto de gran ambiente. Esto implica considerar como factores del
medio a un conjunto heterogéneo de fenómenos, desde prácticas
consagradas por la costumbre, que se remontan a la noche de los tiempos y
que aún perviven hasta lo inverosímil, hasta complejas relaciones de la
sociedad moderna que, en forma no menos inverosímil, justifican la
existencia, en un mismo tiempo y lugar, tanto de la opulencia de los que
pueden comer sin alimentarse piénsese en nuestros mercados atiborrados de
menús light y productos diet como de la miseria de los que deben
alimentarse deficientemente por falta de recursos económicos. Las
condiciones socioeconómicas adversas que soportan los segundos van
configurando subpoblaciones sometidas a condiciones adaptativas propias de
un ambiente nutricionalmente deficitario. Estas subpoblaciones permanecen
inmersas en la población mayor, pero sus caracteristicas se acentúan
mientras perdura la acción nociva del medio y se trasladan por vía no
genética a la descendencia. Un niño que nace en un medio económicamente
pobre se verá obligado a desarrollar hábitos y comportamientos que le
permitan sobrevivir en ese medio adverso, hábitos que atentarán contra
una educación eficiente y contra su normal aptitud para competir en la
obtención de empleos y otros medios que, llegado a edad adulta, le
permitirian mejorar su posición. Por otro lado, una persona que nace en
un ambiente de abundancia e hipernutrición parece orientada a cuestiones
de otro orden, como adoptar la última moda en materia de regimenes dietéticos
tan sólo para acceder o conservar una forma corporal acorde con los
criterios estéticos de su tiempo y estrato social. Estas manifestaciones
extremas de comportamiento social son producto de una divergencia
progresiva de miembros de una misma sociedad, y podrían configurar un
caso particular de evolución diversificante. Las curvas de crecimiento de
varones y niñas pertenecientes a los llamados bolsones de pobreza no sólo
evidencian valores más bajos que los normales sino, también, presentan
una nueva relación de equilibrio entre los sexos. Aun en ambientes
semejantes, la desnutrición de los varones puede ser mayor que la de las
mujeres. Si se considera que los primeros son, por lo general, de mayor
tamaño, puede ocurrir una inhibición o, a veces, hasta una inversión
del dimorfismo sexual secundario. Esto provoca que las niñas presenten
mayor peso y estatura que los varones durante el desarrollo puberal, y que
se observe un retraso en el desarrollo corporal de los varones, lo cual se
advierte en las respectivas curvas de crecimiento. No todos los órganos
y tejidos responden por igual a la desnutrición crónica; resultan más
afectados aquellos de desarrollo lento y constante, mientras que los de
crecimiento rápido presentan mayor resistencia al cambio. DIMORFISMO SEXUAL Y ORGANIZACIÓN SOCIAL Se han efectuado numerosos intentos de
relacionar la diferenciación de caracteres sexuales secundarios con
rasgos biológicos (como un incremento en el tamaño corporal) o con
factores más o menos complejos del medio (como la especialización
alimentaria y las distintas formas de organización social). Puesto que, por lo menos, una parte de los
caracteres secundarios está sometida a selección sexual, es lógico
suponer que las formas de organización social relacionadas con la vida
familiar cumplan una función importante si no decisiva en la
diferenciación. Los primates, aunque no sean los únicos animales que
viven en sociedades complejas, muestran mayor variabilidad y diversidad
que cualquier otro orden de mamíferos. Esta flexibilidad permite
asegurar su supervivencia en condiciones ambientales fluctuantes,
sobre todo si se tiene en cuenta la estrecha relación que existe entre
los recursos alimentarios a disposición de una población en un momento
dado y su organización familiar. La distribución de los alimentos explica
por qué, mientras algunas especies de primates son monógamas, otras se
organizan en grupos mayores y más complejos. Cuando el alimento es
abundante y está homogéneamente repartido, se originan sociedades monógamas
(familia parental). Por lo contrarío, cuando los recursos son escasos,
impredecibles, y se encuentran en zonas discretas, las organizaciones
sociales de mayor tamaño que la familia parental constituyen la mejor
estrategia de supervivencia. La selección sexual sólo puede actuar
sobre una organización supraparental, con un escalonamiento progresivo
que comprende a un grupo familiar formado por un macho y varias hembras
(tropa poligínica), hasta la tropa poliándrica o multimasculina,
integrada por más de un macho en edad reproductiva, pasando por un
estado intermedio en el cual se encuentran conjuntos de machos
estratificados por edad. Un estudio realizado en monos americanos
comprobó que la organización social poligámica conduce al dimorfismo
sexual. Se analizó el dimorfismo craneano sexual en varias especies de
primates amazónicos y se halló que, en cinco especies monogámicas, no
había dimorfismo, mientras que en diez, organizadas en tropa poligámica,
el dimorfismo craneano sexual era evidente. El perímetro del brazo, por ejemplo (Fig. 1), está influenciado tanto por la cantidad de tejido óseo como de muscular y adiposo. Si se hacen las correcciones correspondientes, puede calcularse la influencia de cada uno de estos tres componentes en niños normales y en desnutridos. Aunque la comparación directa de los valores de los perímetros arroje cifras similares, puede suceder que exista mayor desarrollo muscular, combinado con menor acumulación adiposa, en niños normales, mientras que los carenciados presenten menor desarrollo muscular y mayor reserva relativa de grasa; se trata, por lo tanto, de un movimiento compensatorio que permanece oculto.
La aseveración de que una deficiencia
nutricional puede alterar las diferencias entre los caracteres sexuales
secundarios o sea, desencadenar una inhibición dimórfica puede resultar
algo difícil de entender, ya que la desnutrición actuaría por igual
sobre ambos sexos. Sin embargo, sabemos que, ante un factor adverso, las
mujeres exhiben mayor resistencia que los varones a inhibir su
crecimiento, y que se mantienen en lo posible dentro de sus respectivos
canales de normalidad. Sometidos a las mismas condiciones de carencia, los
varones muestran una disminución más importante de peso corporal y
cambios en su constitución esquelética, reserva adiposa y/o desarrollo
muscular Figura
2.
Veamos cómo la hipótesis anterior la mayor resistencia femenina a un cambio ambiental adverso pudo ser comprobada en la población carenciada de Villa IAPI (véase CIENCIA HOY, 30:41, 1995). En la figura 2 se muestra un resumen de las observaciones realizadas, las que nos llevan a postular la existencia de dos tipos de patrones dimórficos, el temprano y el tardío. En el patrón dimórfico temprano, la diferencia entre los sexos comienza a manifestarse en etapas prepuberales, como sucede, por ejemplo, con el perímetro craneano y los pliegues subcutáneos tricipital (medido en el músculo tríceps, en la parte posterior del brazo) y subescapular (medido debajo del omóplato). Se observa que, mientras el perímetro craneano es mayor en los varones que en las mujeres, los valores de los pliegues subcutáneos están significativamente disminuidos en los primeros. El incremento de grasa subcutánea en las mujeres se explica por la necesidad de contar con un reserva energética para futuros embarazos. El patrón dimórfico tardío aparece en la etapa puberal; por ejemplo, a partir de los doce años tanto el peso corporal como la longitud del tronco es menor en los varones que en las mujeres. Otras variables normalmente dimórficas, como la estatura total y el perímetro del brazo, no presentaron dimorfismo sexual. El perímetro craneal fue la única variable que, en Villa API, permaneció normal, es decir, fue mayor en varones que en mujeres, indicio de que la masa encefálica no resultaría afectada por la desnutrición cuando esta se instala después de la lactancia. Se observó, además, que la estatura promedio era mayor en las mujeres que en los varones, y que no se producía el cambio hacia el predominio masculino, como debería haber ocurrido antes de los catorce años. Con el propósito de corroborar en forma experimental este tipo de observaciones, realizamos una serie de ensayos con animales. Preparamos dos lotes de ratas albinas de uno y otro sexo: uno para fines de control, que fue alimentado con una dieta normal, y otro que recibió cantidades normales de una dieta pobre en proteínas (lote de ratas desnutridas). Después de cierto tiempo, observamos que el dimorfismo craneano sexual, normal entre animales del grupo control, fue inhibido significativamente en los animales desnutridos, lo cual corroboraba la diferencia entre sexos observada en el ser humano (Fig. 3).
Efecto de la desnutrición sobre el dimorfismo craneano en la rata. Craneos de machos (A) y hembras (B) normales y cráneos de machos (C) y hembras (D) desnutridas. En un trabajo posterior estudiamos el efecto de la castración de los machos sobre el dimorfismo craneano de las ratas, y observamos que este procedimiento producía una inhibición semejante al efecto de la desnutrición (Fig. 4).
Efecto de la administración de testosterona en machos sobre el dimorfismo craneano sexual en ratas desnutridas Administramos entonces testosterona la hormona masculina producida por los testículos a ratas macho desnutridas y encontramos que se corregía la inhibición del dimorfismo producida por la malnutrición. Estos resultados experimentales corroboran la hipótesis de que las alteraciones dimórficas observadas en los niños de Villa IAPI sean la resultante de una disfunción de las gónadas masculinas. La última etapa consistió en estudiar el efecto de otro probable intermediario, la hormona de crecimiento (secretada por la hipófisis, glándula situada debajo del encéfalo) sobre el dimorfismo producido por la malnutrición. Comparamos ratas normales y desnutridas, machos y hembras, con administración de hormona de crecimiento y sin ella, y hallamos que, mientras el dimorfismo en normales no fue influido por la hormona, esta lo restituyó a sus valores normales en los animales desnutridos (Fig. 5).
Concluimos que, si bien la disfunción gonadal
masculina es responsable directa de la inhibición del dimorfismo craneano
producida por la desnutrición, su efecto está relacionado con la
actividad de la hipófisis. El tema que hemos abordado no está de ninguna
manera agotado. En primer lugar, debe tenerse en cuenta que no sólo las
carencias calóricoproteicas afectan el crecimiento; deficiencias en
elementos como calcio, zinc y fósforo y aun de algunas vitaminas pueden
inhibir el desarrollo psíquico y corporal (véase
CIENCIA HOY, 3:14,1991). En segundo lugar, existen factores
socioculturales ligados a un tratamiento discriminatorio de los sexos que,
por favorecer primordialmente a los varones en etapas tempranas de su
crecimiento, también conducen a una alteración del dimorfismo sexual. De
todos modos, la evidencia experimental permite arriesgar una generalización
acerca de la dinámica del dimorfismo sexual: si un hecho observado en el
ser humano es experimentalmente corroborado en otro mamífero, existe
fundamento biológico para inferir la existencia de un modelo general de
comportamiento válido para todos los seres de, por lo menos, el mismo
nivel taxonómico. |
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