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Volumen
12 Nº 71
Octubre - Noviembre 2002 |
![]() Figura 1. Mapa de la región donde actualmente se construye el Observatorio Auger, en las afueras de Malargüe. Cada punto azul corresponde a uno de los 1600 detectores de superficie, que se repartirán sobre 3000km2, con un espaciamiento de 1,5 kilómetros entre tanques vecinos. Los carteles amarillos en la periferia señalan la ubicación de los cuatro edificios que albergarán telescopios de fluorescencia. |
En las afueras de Malargüe, en la provincia argentina de Mendoza, científicos de más de 18 países construyen un singular observatorio que se extenderá sobre una superficie de 3000 kilómetros cuadrados. Su objetivo es resolver un apasionante enigma de la astrofísica contemporánea: qué son y de dónde vienen las partículas más veloces que se conocen. |
Ingomar
Allekotte Instituto Balseiro y Centro Atómico Bariloche, UN de Cuyo y CNEA Diego Harari Departamento de Física, FCEyN, UBA |
Con una energía cien millones de veces superior a la que se puede impartir a una partícula subatómica en los más potentes aceleradores, nuestro planeta está siendo bombardeado por partículas cuya energía supera a las de cualquier otro fenómeno natural observado hasta ahora. No solo se ignora de qué tipo de partículas se trata, sino que los científicos desconocen su lugar de origen y el mecanismo capaz de impartirles semejantes velocidades. Se trata de misterios que desafían todas las previsiones.
Estas enigmáticas partículas, así como otras de menor energía, llegan a la Tierra desde el espacio exterior, y por ello se las denomina rayos cósmicos. Las de menor velocidad y energía son predominantemente protones y otros núcleos atómicos, por lo cual sería más apropiado llamarlas partículas cósmicas, pero se mantiene el nombre de rayos por razones históricas (ver recuadro ¿Rayos o partículas? El campo magnético resuelve el enigma).
Los rayos cósmicos son muy abundantes y se los detecta en un rango enorme de energía (ver recuadro ¿Cuánta energía es la mayor energía?). Aproximadamente diez mil partículas bombardean por segundo cada metro cuadrado de las capas superiores de la atmósfera. Pero cuanto mayor es su energía, menor es su abundancia. Los enigmáticos rayos cósmicos con mayor velocidad y energía son una fracción muy pequeña del total: solo unos tres o cuatro por siglo impactan en cada kilómetro cuadrado de la atmósfera terrestre haciendo muy difícil su detección.
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