El artículo de E. Davenas y sus colaboradores aparecido en Nature* y comentado por nosotros anteriormente (véase "Moléculas con memoria", en Ciencia Hoy, N° 1, pág. 62) ha desatado una serie de reacciones en el mundo científico que vale la pena examinar. Como se recordará, los experimentos realizados por el grupo de inmunólogos dirigidos por Jacques Benveniste en Francia, Israel, Canadá e Italia, aparentemente indican que las moléculas de un soluto (anticuerpos, antígenos, enzimas, etc.) imponen su imagen al solvente de tal manera que, cuando aquellas moléculas ya no se encuentran presentes (por ejemplo, una vez que se ha diluido muchas veces la solución), su reactividad aún puede detectarse.
Los editores de Nature aceptaron publicar aquel artículo, que ponía en duda conceptos clásicos en ciencia (teoría atómica, número de Avogadro, estructura del agua) con la condición de tener la oportunidad de visitar el laboratorio de Benveniste, repetir allí bajo control los experimentos y publicar sus propias conclusiones. Sin embargo, el mundo científico no estuvo muy de acuerdo con este procedimiento y así lo expresó en numerosas cartas enviadas a Nature y en comentarios aparecidos en otros medios.
La composición del equipo que pasó una semana en el laboratorio de Benveniste y que, como veremos, fue objetado severamente, estaba integrado por J. Maddox, editor de Nature, W.W. Stewart, experto en problemas de fraude científico, y J. Randi, experto en "magia". Como resumen de su visita, el equipo de Nature concluyó que los resultados de Benveniste no deben ser aceptados.** A su entender ha comprobado, por ejemplo, que el cuidado y las precauciones tomadas para hacer los experimentos no estuvieron a la altura del extraordinario carácter de su interpretación; que los fenómenos descriptos no son reproducibles; que no se han realizado esfuerzos serios para eliminar errores y que el clima del laboratorio fue hostil para realizar una evaluación objetiva de los datos.
Nature dio lugar en sus páginas a la defensa de Benveniste, pero ésta tiene un tono fuertemente emocional y polémico que quita fuerza científica a sus argumentos. Según él, los miembros del equipo adoptaron la aptitud propia de científicos amateurs y de policías por vocación, en busca de las pruebas de un fraude. Sospechas constantes, temor y presión psicológica e intelectual, sostiene Benveniste, fueron ejercidas sobre su laboratorio. Incompetencia, caza de brujas y persecuciones macartistas forman el núcleo de su defensa.
Varios corresponsales de Nature justifican la reacción de Benveniste, quien se siente falsamente acusado. Sin embargo, como señalan G. A. Petsko y M. Johnson, del Instituto Tecnológico de Massachussetts, EE.UU. ***, éstas no son respuestas razonables de una persona a la que sólo se le ha señalado su error. La atmósfera (¿circense?) que se creó alrededor de todo este asunto, enfatizan Petsko y Johnson, hace poco favor a los científicos: polariza las discusiones, origina un clima más emocional que intelectual para la investigación y sugiere al público en general que la ciencia es una institución monolítica y hostil frente a nuevas ideas.
Si bien varios científicos coinciden con Nature en cuestionar la magnitud de los errores en las medidas de Benveniste, otros señalan posibles explicaciones normales para los aparentemente extraordinarios resultados: así, K. Suslick, de la Universidad de Illinois, Urbana, EE.UU., sugiere que la degranulación observada por Benveniste resulta del daño celular causado por moléculas altamente reactivas producidas por la turbulencia de la fuerte agitación de las diluciones, etapa crucial en los experimentos. Por su parte, J. L. Glick, de la corporación Bionix, EE.UU., responsabiliza, en principio, a un polisacárido de configuración helicoidal, Ia heparina, que está presente en todas las diluciones. Esta sería la molécula con memoria y no el agua... Una explicación similar es ofrecida por M. J. Escribano, del Centro Nacional para la Investigación Científica de Villejuif, Francia. Pero hay otras: J. Lasters y M. Bardiaux, de Plant Genetic Systems, Bruselas, responsabilizan a una contaminación de las diluciones sucesivas por aerosoles.
Sin embargo, como señala D. R. Stanworth, de la Unidad de, Investigación y Alergia en la Universidad de Birmingham, Inglaterra, las células usadas por Benveniste son muy frágiles y se degranulan por estímulos no específicos; son muy escasas en la circulación, y además la cantidad de IgE que fijan varía con los individuos. Por todo ello sugiere emplear las células basófilas del tejido conectivo llamadas mastocitos. Estas pueden obtenerse por cultivo en cantidad abundante en forma pura y con ellas puede medirse directamente la liberación de histamina (o serotonina) en forma controlada.
De manera coincidente, e independientemente de lo propuesto por Stanworth, tres laboratorios han hecho exactamente lo que él propone para intentar reproducir los resultados de Benveniste: H. Metzger y S. C. Dreskin, del Instituto Nacional de la Salud de Estados Unidos, J. C. Seagrave, de la Escuela de Medicina de Nueva México, EE. UU., y S. Bonini y sus colaboradores de la Universidad de Roma. Todos ellos obtuvieron resultados sistemáticamente negativos con diluciones superiores a 10-4 del anticuerpo a pesar de respetar las condiciones de Benveniste y utilizar grandes cantidades de células para obtener cada uno de los valores experimentales (aproximadamente 106 células en lugar de 60 a 120 como en las experiencias cuestionadas).
El mundo científico comienza a sentirse aliviado: cualquiera sea la causa de los resultados de Benveniste, al menos sus experimentos no son fácilmente reproducibles y no se ve razón, todavía, para concluir que las teorías y los datos químicos acumulados durante más de 200 años son erróneos.
Nature trata de responder a sus críticos con un editorial que titula "Cuándo publicar pseudo-ciencia", señalando que la ciencia real no es perfecta y que la verdad es más complicada que lo que sus críticos creen. Maddox sostiene que Nature es una revista general cuya función no es sólo publicar excelente ciencia original sino también mantener bien informada a una audiencia muy amplia y diversa, y se atreve a señalar que la ciencia excelente no es toda la ciencia.
La revista hace además dos consideraciones interesantes. Por una parte recuerda que no es la primera vez que publica algo científicamente espurio: en el año 1972 se anunció que en el cerebro de ratas especialmente entrenadas para recorrer con éxito un laberinto existía una proteína, denominada escotofobina, que cuando se la inyectaba a ratas no entrenadas las hacía tan diestras como las primeras. En aquel momento Nature publicó una versión del trabajo, junto con una severa crítica de W. W. Stewart (el mismo que luego integró el equipo que investigó a Benveniste) y a partir de ese momento el supuesto descubrimiento, que no pudo ser confirmado, cayó prácticamente en el olvido. Ahora el editor sostiene que éste es su mérito y su función en ciencia general, aunque a menudo una cierta atmósfera circense no pueda ser evitada.
La segunda consideración de Nature se refiere a la repercusión inevitable de las afirmaciones de Benveniste en la medicina homeopática. De hecho, su investigación está parcialmente subsidiada por empresas famacéuticas homeopáticas. Dice Nature que desde la emergencia de la medicina homeopática, a comienzos del siglo XIX, antes de que la teoría atómica estuviera adecuadamente establecida, la actividad biológica de las grandes diluciones era una teoría en busca de su verificación. Sería ingenuo, sostiene, esperar que tal búsqueda se suspendiera simplemente porque la revista no le publique su trabajo a Benveniste. Por otra parte, el 25% de los médicos franceses prescriben medicamentos homeopáticos, lo cual señala la magnitud de lo que está en juego.
Finalmente, vale la pena mencionar que algunos científicos no han perdido su sentido del humor en medio del torbellino que este asunto ha creado. Así, A. Nisonoff, de la Universidad Brandeis, EE.UU., ironiza en su carta que el trabajo de Benveniste aclara un problema de larga data: cómo hacía James Bond para saber si sus Martinis habían sido preparados en una coctelera ("shaken") o en un vaso ("stirred"); M. Friedjung, del Instituto de Astrofísica, en París, dependiente del Consejo Nacional de Investigaciones de Francia, sugiere, siguiendo la práctica de Nature, usar magos profesionales para verificar todos los resultados experimentales que aparecen en la revista; finalmente Metzger y Dreskin, cumpliendo con una larga tradición de citar a Lewis Carroll, comparan la permanencia del efecto de los anticuerpos cuando no están más presentes sus moléculas, con el fenómeno del gato de Cheshire, cuyo cuerpo desaparecía gradualmente y sólo su sonrisa seguía dialogando con Alicia en el País de las Maravillas
* Davenas, E. y col. (1988),Nature, vol 333, págs. 816-818.
** "News and Views" (1988), Nature, vol 334, págs. 287-290. Aportes al debate, mencionados en nuestro artículo, aparecen en el mismo volumen en las págs. 291, 285-286, 367, 375-376, 559, 646.
***Petsko, G.A. (1988), Nature, vol.335, pág. 109. Johnson, M. (1988), Nature, vol. 335, pág. 392. En este volumen aparece otra contribución al tema, mencionada en nuestro artículo, pág - 382.
Nota agregada en pruebas. En el número de Nature del 27 de octubre de 1988 han aparecido nuevos escritos de los protagonistas principales de esta polémica: Benveniste reafirma sus dichos anteriores agregando que los experimentos con mastocitos no son válidos; Maddox resume sus objeciones conocidas y concluye que los errores de muestreo presentes en los resultados de Benveniste invalidan sus conclusiones. Para Nature el asunto, está cerrado. Para Benveniste evidentemente no.