Inmunología: Moléculas con memoria

Ciertas noticias que han tomado estado público recientemente relatan hechos experimentales que parecen inexplicables dentro de los cánones científicos habituales. Se trata de experimentos inmunológicos que pueden resumirse de la siguiente manera: las células sanguíneas humanas de la serie blanca denominadas polimorfonucleares basófilas leucocitos, tienen en su superficie anticuerpos del tipo E (inmunoglobulinas E, IgE). Cuando estas células son puestas en contacto con anticuerpos contra la IgE (anti-anticuerpos), reaccionan liberando histamina, lo cual se detecta histológicamente porque se observa una degranulación de las mismas. Lo notable es que este fenómeno aparentemente ocurre igual con diluciones de la anti-lgE comprendidas entre 103 y 10120 veces. En este rango se detectan respuestas sucesivas de degranulación que varían regularmente entre 40 y 60% a pesar de que en las mayores diluciones ya no es posible que existan moléculas anti-lgE presentes en el medio. Recordemos que el número de Avogadro establece que en una molécula-gramo de una sustancia hay sólo 6,23 x 1023 moléculas. Es además destacable la fluctuación rítmica de la actividad de las diluciones sucesivas (véase figura).

Degranulación inducida en leucocitos humanos por diluciones sucesivas de antisuero IgE (•) (anticuerpos específicos, ensayo) o antisuero IgG (°) (anticuerpos inespecíficos, control). La línea punteada indica el nivel de degranulación por encima del cual la respuesta es estadísticamente significativa. (Adaptado de Nature.)
Degranulación inducida en leucocitos humanos por diluciones sucesivas de antisuero IgE (•) (anticuerpos específicos, ensayo) o antisuero IgG (°) (anticuerpos inespecíficos, control). La línea punteada indica el nivel de degranulación por encima del cual la respuesta es estadísticamente significativa. (Adaptado de Nature.)

Estos trabajos, realizados por un equipo encabezado por el biólogo francés J. Benveniste, han dado lugar a una artículo publicado en Nature* con expresas reservas de los editores. Los experimentos que conducen a estos extraordinarios resultados han sido hechos tomando grandes precauciones para evitar artificios. Por ejemplo. se descartó la influencia del operador haciéndolo trabajar a ciegas de la naturaleza de las muestras que ensayaba y las diluciones se realizaron utilizando distintas pipetas en cada operación para evitar arrastres inadvertidos de material. Además se comprobó que, aunque el anticuerpo responsable de la degranulación de los leucocitos es retenido por filtración a través de una membrana cuyos poros no permiten el pasaje de moléculas de peso molecular mayor de 10.000 (el peso molecular de la anti-lgE es 150.000), estas mismas membranas no detienen la actividad presente en las diluciones altas del anticuerpo (1032 omayores).

Los resultados de estos experimentos y otros adicionales, que fueron realizados en seis laboratorios de cuatro países (Francia, Italia, Israel y Canadá), no tienen aún una explicación física, aunque Benveniste y sus colaboradores adelantan una hipótesis también extraordinaria. La misma toma en cuenta los siguientes hechos:

a) para que las diluciones sean activas es indispensable someterlas a una agitación mecánica vigorosa durante 10 segundos. por lo menos. Según los autores este tratamiento podría inducir una organización sub-molecular del agua;
b) si las diluciones activas se calientan a 70° – 80°C o se someten a la acción de ultrasonidos, o bien se congelan y descongelan, la actividad desaparece como si estos tratamientos entrópicos hubieran destruido una estructura compleja muy lábil.

De acuerdo con todo lo expuesto, los autores proponen que ninguna molécula de anti-lgE original está presente en las diluciones altas y que, por lo tanto, durante el proceso de dilución y agitación debe haberse transmitido información específica (de la macromolécula al agua) que origina un molde ácueo de la macromolécula basado en una red de uniones hidrógeno y/o campos eléctricos y magnéticos. Este molde se autoduplica (¿periódicamente?) en las diluciones sucesivas y es el responsable de la actividad biológica detectada. El agua, y otros líquidos similares como los alcoholes, por ejemplo, tendrían esta capacidad que podría denominarse ”memoria”.

Como ya dijimos, aún no existe una base física para validar estas hipótesis que, aparentemente, sacuden las bases de la biología molecular y que podrían justificar terapéuticas no convencionales como la homeopatia.

Los editores de Nature han dado difusion mundial a estos experimentos (en los cuales aún no creen, como la mayoría de los expertos consultados) por dos razones fundamentales: (a) para que la información sea consida en forma veraz por la comunidad científica y el resto del mundo, y (b) para que aquella comunidad se aboque a buscar una explicación, cualquiera sea ésta. Además, para estimular este proceso, los editores han enviado al laboratorio de Benveniste a tres investigadores independientes que repitieron los experimentos relatados, en su lugar de origen. Las conclusiones de los ”investigadores” (J. Maddox. editor de Nature; W. Stewart, del National Institute of Health, experto en los problemas del fraude científico, y J. Randi, experto en ”magia”), de acuerdo con los datos aparecidos en la prensa** son negativos. Según ellos la hipótesis de que el agua tiene memoria está basada en una serie de experimentos defectuosamente controlados, posiblemente afectados por errores sistemáticos y/o influidos por los deseos, involuntarios, de los investigadores, quienes pueden haber seleccionado aquéllos resultados favorables a la hipótesis. Desde luego, Benveniste rechaza estas conclusiones.

No es la primera vez que el mundo científico se enfrenta con este tipo de problemas cuya solución definitiva llegará tan sólo cuando investigadores independientes traten de repetir los experimentos. Se cumplirá así lo que Nature se propuso al publicar la nota de Benveniste y sus colaboradores:
establecer 1(5 más rápidamente posible la verdad y evitar hacer perdurable un error o una fantasía.

* Davenas E., Beauvais F., Amara J., Obermann M., Robinzon B., Miadonna A., Tedeschi A., Pomeranz B., Fortner P., Belou P., Sante-Landy J., Poitevin B. y Benveniste J., (1988), Nature 333, 816-818

** The New York Times, 27 de julio: Newsweek, 7de agosto.

Alejandro C Paladini

Alejandro C Paladini

Instituto de Química y Fisicoquímica Biológicas. (Universidad de Buenos Aires – CONICET)

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