Riesgos y desastres naturales. Un signo de nuestro tiempo

Los riesgos y desastres naturales, lo son en tanto y en cuanto afectan a la gente. Un sismo de grado 8 en una isla desierta representa un riesgo nulo, mientras que en una zona poblada ese riesgo es alto.

Frecuentemente los medios de difusión nos entregan noticias acerca de diferentes desastres naturales. Así, las escenas de inundaciones, terremotos, deslizamientos de laderas y otras catástrofes que vemos por televisión nos conmueven y a menudo nos hacen sentir impotentes ante las fuerzas de la Naturaleza. Paralelamente, no es menos cierto que la velocidad con que recibimos esas imágenes es comparable a la rapidez con que dejan lugar a otras, reemplazando velozmente esa conmoción e impotencia por preocupaciones cotidianas, muchas veces al amparo de la sensación de seguridad que nos brinda el entorno conocido.

riesgo

Desde tiempos remotos el hombre ha aprovechado y también sufrido muy diversos fenómenos naturales; debió procurarse calor y refugio durante los períodos glaciales, utilizó las crecidas del Nilo, sucumbió en Pompeya y Herculano ante el volcán Vesubio. A pesar de todo, la relación del hombre con la Naturaleza ha sido más o menos armoniosa desde los albores de la sociedad organizada hasta bien entrado el siglo XX. Aunque históricamente existen cuestiones puntuales (basta recordar la tala de bosques en Europa durante la Edad Media), no fue sino hasta la década de 1960 que la problemática ambiental atrajo la atención generalizada de la Humanidad. Es habitual hacer coincidir la aparición en escena de la “temática del medio ambiente” con algunos hechos clave; entre ellos, la publicación del libro de Rachel Carson Silent Spring a principios de los ’60, la promulgación en 1970 de la ”National Environmental Protection Act” (NEPA) en Estados Unidos que actuó como detonante de otras en Europa y el desarrollo de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente (Estocolmo, 1972). Por otra parte, es de destacar la influencia que tuvo la crisis energética de comienzos de los ’70; tal como menciona el prestigioso ecólogo Gallopin “la crisis energética, que teóricamente es una crisis de los recursos naturales no renovables, fue el evento más importante en cuanto a los recursos naturales renovables y en cuanto al ambiente en general”.

Es entonces a partir de fines de los ’60 cuando se empieza a hablar de una “problemática ambiental” que poco a poco fue convirtiéndose en una “problemática ambiental global”, en la cual los procesos relacionados con riesgos y desastres naturales ocupan un importante lugar.

Si bien el término “desastres naturales” tiene amplia difusión y es de uso práctico, debería cambiarse por “desastres asociados a procesos naturales”, ya que la sociedad no solo altera el medio natural, potenciando así la posibilidad de ocurrencia de muchos fenómenos, sino que además se desarrolla bajo un modelo socio-político-económico que deja a vastísimos sectores con muy baja capacidad de respuesta ante un fenómeno catastrófico. Es por esto que es prudente hacer una distinción entre los “acontecimientos iniciadores” (escasez o exceso de lluvia, huracanes, movimientos sísmicos, etc.) que pueden considerarse como naturales, y las catástrofes asociadas con los mismos debidas en gran parte al hombre. Para citar un ejemplo, un fuerte terremoto ocurrido en una zona desértica difícilmente será considerado una catástrofe, en cambio uno mucho más leve pero en un pueblo de casas de adobe, bien puede serlo. Cabe preguntarse, entonces, hasta qué punto el desastre es resultado del movimiento sísmico, o desde otro ángulo: ¿qué es más efectivo, invertir dinero en métodos de predicción del terremoto o en la construcción antisísmica de las viviendas? Sin duda estas dos opciones, que no son únicas, resultan perfectamente compatibles.

Héctor E. Massone

Héctor E. Massone

Centro de Geología de Costas y Cuaternario. Universidad Nacional de Mar del Plata

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