Los Volcanes Afectan el Clima del Planeta

Las erupciones de los volcanes diseminan en la atmosfera enormes cantidades de substancias químicas que pueden tener marcados efectos sobre el clima de la Tierra.

Desde hace siglos, los científicos se han interesado en el estudio de los cambios del clima causados por las enormes cantidades de compuestos químicos lanzadas a la atmósfera durante las erupciones de los volcanes. Como consecuencia de estas se pueden producir fenómenos como el Niño, y es posible que contribuyan al calentamiento global y al adelgazamiento de la capa de ozono, atribuidos comúnmente a la contaminación producida por el hombre.

Desde hace tiempo, los efectos de las erupciones volcánicas sobre el clima han atraído la atención de los científicos. El asunto fue abordado por primera vez por Benjamín Franklin, quien, en una conferencia pronunciada en 1784 en la Sociedad de Filosofía de Manchester, relato sus observaciones sobre la reducción de la radiación solar en el verano de 1783 y la atribuyo a una erupción del volcán Laki, situado en Islandia, que se había producido ese año. Franklin suponía que las cenizas expulsadas por el volcán formaron una niebla seca a gran altura, y que esta causó los fuertes fríos registrados en el este de los Estados Unidos y el oeste de Europa en el invierno de 1783-84 (acceda a: ,en Internet, y encontrará la versión completa de esa conferencia, con el titulo Meteorolagical lmaginations and Conjectures, by Benjamin Franklin, LL.D., FRS and acad. reg. Scient. Paris Soc. Communicated by Dr Percival. Read December 22 1784).

Existen, en esencia, dos tipos de volcanes: los difusivos y los explosivos. Los primeros humean continuamente y dispersan a baja altura gases, lava y cenizas. Por eso afectan solo a su entorno inmediato y no modifica mas que el microclima local. De esta clase es el Merapi, situado en Java central, que esta en actividad desde el año 1006 y, en promedio, expulsa diariamente doscientas toneladas de azufre (en forma de bióxido de azufre, SO2), treinta de cloro (en forma de acido clorhidrico, HCL) y una y media de bromo (en forma de acido bromhidrico, HBr); consecuentemente, la lluvia es extremadamente ácida en diez kilómetros a la redonda, pero la vegetación, en una zona tropical húmeda, se ha adaptado a tales circunstancias.

Los volcanes explosivos se caracterizan por sufrir periódicamente erupciones súbitas y violentas, con suficiente energía como para impulsar polvo y Compuestos químicos directamente hasta la estratosfera, es decir, hacerlos llegar a una altura de entre veinte y cuarenta kilómetros por sobre el nivel del mar. Ello significa que puede resultar afectado el clima global. La intensidad de las erupciones se estima mediante un índice de explosividad volcánico (lEV), basado en factores como el volumen de ceniza y de fragmentos de roca expulsados, la altura de la columna nubosa y las características de la explosión. El IEV va de 1 a 8; en los últimos diez mil años no se ha registrado ninguna erupción que alcanzara el nivel de 8 y, en términos generales, para que alguna pueda afectar el clima global debe asignársele por lo menos un lEV de 4.

Las partículas que llegan a la estratosfera descienden rápidamente, de modo que, a los cinco o seis meses de una erupción violenta, menos del 10% de la cantidad inicial estimada de ellas puede aún permanecer en el aire. En cambio, el S02 reacciona con el vapor de agua y produce ácido sulfúrico (S04H2), que queda en suspensión en la estratosfera por hasta dos años, en forma de pequeñas gotas llamadas aerosoles. Tal lapso es suficientemente largo como para que esos aerosoles se dispersen por toda la atmósfera y ocasionen una merma del flujo de radiación solar que líe-ga a la superficie del planeta, con lo que este se puede enfriar algunas décimas de grado. En consecuencia, el efecto de las erupciones volcánicas en el largo plazo depende, principalmente, de la cantidad de bióxido de fre incorporado a la estratosfera.

Por ese motivo, erupciones cuyo lEV resulte entre 2 y 3 y que expulsen más bióxido de azufre que lo habitual pueden producir efectos similares a otras de mayor explosívidad. El aumento de aerosoles en la estratosfera, ocasionado por sucesivas erupciones volcánicas, puede generar efectos sobre el clima que se extiendan por décadas y aun por siglos.

Utilizando variados datos preexistentes y mediante el uso de modelos matemáticos, Peter Lamb y John Mítchell calcularon un índice de polvo volcánico velador (PVV) para el lapso que va desde el inicio del siglo XVII hasta hoy; se trata de un indicador de la opacidad óptica del polvo volcánico. El resultado de sus estimaciones se muestran en la figura 1, en la que se aprecia que la actividad volcánica fue intensa entre 1810 y 1900, resultó prácticamente nula entre 1920 y 1950 y reapareció en las últimas décadas en forma moderada, pero se intensificó con la erupción del monte Pinatubo (IEV 6) en las Filipinas, enunio de 1991, la mayor registrada desde el inicio de las observaciones satelítales de la atmósfera. Nótese en el gráfico la del Tambora, en la isla de Sumbawa (una de las Sunda menores de Indonesia), que ocurrió en 1815 y es considerada la mayor de los últimos cinco milenios; con ella el PVV superó el limite superior de la escala con que se lo mide.

FIG 1 INDICES DE POLVO VOLVANICO VELADOR (PVV) 1600-1980. LOS VALORES, DE 0 A 600, SON INDICES ARBITRARIOS QUE MIDEN LA DENSIDAD DEL PVV PERO CARECEN DE UNIDADES. FIGURA PUBLICADA EN 1976 POR ALAN ROBOCK
FIG 1 INDICES DE POLVO VOLVANICO VELADOR (PVV) 1600-1980. LOS VALORES, DE 0 A 600, SON INDICES ARBITRARIOS QUE MIDEN LA DENSIDAD DEL PVV PERO CARECEN DE UNIDADES. FIGURA PUBLICADA EN 1976 POR ALAN ROBOCK

La figura 2 (gráfico A) indica la densidad de aerosoles en la atmósfera, lo que proporciona una estimación de la profundidad óptica, o transparencia, de esta; los cálculos fueron realizados para el lapso de un siglo, desde 1880. Los datos concuerdan con los de la figura 1 y con el gráfico B de la figura 2, que indica las erupciones con IEV igual o superior a 3, y sugieren que la estratosfera estuvo más ‘limpia’ en el período 1920-1950, en algunos de cuyos años la profundidad óptica fue inferior a 0,04 gramos por centímetro cuadrado, valor muy bajo en comparación con el promedio actual de 0,07g/cm2 (véase la leyenda de la figura para conocer el significado de las unidades).

Fig.2.- PROFUNDIDAD ÓPTICA DE LA ATMÓSFERA. B 1. NUMERO DE ERUPCIONES POR AÑO CON UN Lev IGUAL O MAYOR QUE 3. oFIGURA PUBLICADA EN 1980 POR BRYSON Y zGOODMAN. LA PROFUNDIDAD ÓPTICA ES TANTO AMAYOR CUANTO MAYOR SEA, EN PROMEDIO, LL CAMINO QUE UN FOTÓN RECORRE ENTRE DOS COLISIONES; SE EXPRESA EN G/CM2 PORQUE SU CALCULO TIENE EN CUENTA LA VARIACIÓN
Fig.2.- PROFUNDIDAD ÓPTICA DE LA ATMÓSFERA. B 1. NUMERO DE ERUPCIONES POR AÑO CON UN Lev IGUAL O MAYOR QUE 3. oFIGURA PUBLICADA EN 1980 POR BRYSON Y zGOODMAN. LA PROFUNDIDAD ÓPTICA ES TANTO AMAYOR CUANTO MAYOR SEA, EN PROMEDIO, LL CAMINO QUE UN FOTÓN RECORRE ENTRE DOS COLISIONES; SE EXPRESA EN G/CM2 PORQUE SU CALCULO TIENE EN CUENTA LA VARIACIÓN

La presencia de aerosoles de origen volcánico en la estratosfera afecta la temperatura de la superficie terrestre y el régimen de lluvias. En la figura 3 (gráfico A) se consignan las temperaturas del aire desde 1790 en adelante, medidas en la estación climatológica del Hohenpeissenberg, ubicada a mil metros de altitud en los Alpes bávaros. A pesar de que se podría cuestionar la validez de mediciones realizadas en un único lugar, se trata de un registro confeccionado ininterrumpidamente durante un extenso periodo, en una región que prácticamente no ha sufrido cambios en los últimos dos siglos. Los resultados señalan que la temperatura del aire cayó alrededor de 1,5ºC en cerca de un siglo, desde fines del siglo XVIII hasta 1880, y que luego volvió a subir y se aproximó a los valores iniciales a finales de la década de 1950; desde entonces permaneció prácticamente constante. Si esos registros se comparan con los de la figura 1, puede postularse que, con un pequeño retardo, los cambios de la temperatura se correlacionan bien con las variaciones del índice de polvo volcánico velador.

EL NIÑO Y LA OSCILACIÓN DEL SUR

En el siglo XIX, pescadores del puerto peruano de Paita notaron que, cerca de Navidad, cesaba la habitual corriente fría del océano Pacífico (llamada corriente de Humboldt), que en esas latitudes se mueve hacia el norte en forma paralela a la costa sudamericana, y en su lugar aparecía otra cálida que avanzaba hacia el sur. Dieron a la segunda el nombre de corriente del Niño, en alusión a la festividad religiosa. Hacia fines del dicho siglo, geógrafos peruanos comprobaron que, periódicamente, la corriente del Niño se hacia más intensa, se extendía más al sur, duraba más de lo habitual y estaba asociada a lluvias torrenciales en el desierto del norte de Perú (probablemente fue la causa de la inusual lluvia que se produjo en 1525, cuando Francisco Pizarro desembarco en ese desierto para conquistar el imperio Inca). Hoy se habla del Niño para designar a los fenómenos de mayor magnitud, más que para hablar del episodio anual, de corta duración y escasos efectos, del que proviene el nombre.

A principios de este siglo, el director general de los observatorios meteorológicos británicos de la India, Sir Gilbert Walker, descubrió otro fenómeno natural, que llamó oscilación del sur (OS). Se trata de anomalías en la presión atmosférica registrada en el océano Pacifico, en la superficie del mar, consistentes en una correlación inversa de los cambios que tienen lugar en el Pacífico occidental (habitualmente medidos en Darwin, Australia) con relación a los del suroriental (habitualmente registrados en Tahiti). En otras palabras, si sube la presión en Darwin, baja en Tahiti y viceversa. La intensidad de la OS se define por un índice de oscilación del sur (IOS), que resulta de restar de la presión atmosférica registrada en el este del Pacífico la medida en el oeste. Con un lOS positivo, se facilita la existencia de vientos de este a oeste, mientras que estos disminuyen cuando el IOS adquiere valores cercanos a cero o negativos.

Actualmente se acepta que el Niño y la OS constituyen respectivamente los componentes oceánico y atmosférico del mismo proceso. Por ello, se tiende ahora a no hablar del Niño sino de ENOS, combinación de los acrónimos de las dos caras del fenómeno. En años con lOS positivo, los vientos alisios empujan el agua superficial del Pacifico hacia el oeste; como consecuencia, el nivel del océano en las Filipinas resulta sesenta centímetros mas alto que en la costa sur de Panamá. El agua superficial despIazada por los vientos se calienta: en el Pacifico occidental alcanza temperaturas habitualmente superiores a los 280C y, a veces, de hasta 31,5ºC, las más altas del planeta. Tales temperaturas favorecen la evaporación del agua y determinan que algunas regiones del Pacifico occidental, como Indonesia, tengan precipitaciones que se cuentan entre las mayores de la Tierra. En las zonas oceánicas vecinas a la América ecuatorial, el desplazamiento del agua superficial por los alisios determina que la capa de agua caliente sea más delgada, lo que permite la surgencia de aguas profundas frías, ricas en nutrientes del plancton (véase ‘Aguas de surgencia’, Ciencia Hoy, 34:45-52, 1996), y explica la extraordinaria riqueza pesquera de la comarca.

En los años en que tiene lugar el fenómeno ENOS, el IOS es bajo o negativo, de modo que los vientos alisios resultan menos intensos y el agua superficial en las zonas vecinas a la costa sudamericana del Pacifico no se desplaza al oeste; ello impide la surgencia de aguas frías, lo que afecta dramáticamente la abundancia de pesca y otras formas de vida dependientes de los peces. Por ejemplo, en el episodio ENOS de 1982-83, probablemente el más severo del que se tenga registro, la población de anchoas se redujo a un décimo de lo normal y ello llevó a una substancial reducción de la producción de guano, por la disminución del número de aves predadoras de los peces. Los cambios producidos por ENOS afectan el clima de América Central, Sudamérica, parte de Norteamérica, Asia, África y Oceanía. Según el caso, se producen sequías o lluvias torrenciales con inundaciones, aumento o disminución de la temperatura, huracanes y otros trastornos climáticos. Por ejemplo, como consecuencia del citado ENOS de 1982-1983 tuvieron lugar:

* sequías en Sudáfrica, el sur de la India, Sri Lanka, Filipinas, Indonesia, Australia, el sur del Perú, el oeste de Bolivia, México y América Central;
* lluvias intensas e inundaciones en Bolivia, Ecuador, el norte del Perú, Cuba, los Estados Unidos y la zona del golfo de México;
* huracanes en Tahiti y Hawaii.

La fase opuesta del ENOS (con IOS muy positiva), por ser el extremo contrario al Niño, a veces se ha denominado la Niña: aumentan los vientos que soplan hacia el oeste y, entre otros fenómenos climáticos, hay lluvias torrenciales e inundaciones en Australia. El ENOS, sus causas y la predicción temprana de su aparición son objeto de intenso estudio, por su extraordinaria importancia en la determinación global del clima.

Para completar la visión superficial proporcionada, se puede recurrir a la lnternet, por ejemplo a las páginas del departamento de meteorología de la universidad de Maryland: http://wwv.meto.umd.edu las de National Administration of Ocean and Atmosphere:http://www.pmel.noaa.gov o las de la oficina de meteorología de Australia http://amdisa.ho.bom.gov.au/climate/glossary/elnino

Ciencia Hoy

FIG 3 A. TEMPERATURA MEDIA ANUAL DEL AIRE, MEDIDA DESDE 1790 EN LA ESTACION METEOROLOGICA DEL MONTE HOHENPEISSEN, SITUADA A 1000 METROS DE ALTITUD EN LOS ALPES BAVAROS (SE TOMO PROMEDIO DE 30 AÑOS PARA SUAVIZAR LA CURVA) B. VARIACION DE LA TEMPERATURA MEDIA GLOBAL DEL AIRE. CALCULADA POR JONES Y SUS COLABORADORES EN 1988 Y TOMADA DE UNA PUBLICACION DE ROTH DE 1991
FIG 3 A. TEMPERATURA MEDIA ANUAL DEL AIRE, MEDIDA DESDE 1790 EN LA ESTACION METEOROLOGICA DEL MONTE HOHENPEISSEN, SITUADA A 1000 METROS DE ALTITUD EN LOS ALPES BAVAROS (SE TOMO PROMEDIO DE 30 AÑOS PARA SUAVIZAR LA CURVA). B. VARIACION DE LA TEMPERATURA MEDIA GLOBAL DEL AIRE. CALCULADA POR JONES Y SUS COLABORADORES EN 1988 Y TOMADA DE UNA PUBLICACION DE ROTH DE 1991

Las mediciones efectuadas en la estación de Baviera también se pueden comparar con una estimación de los cambios de la temperatura media global del aire realizada en 1988 para el período que se extiende entre 1880 y el presente (Fig. 3 B). Los valores de esta muestran un crecimiento continuo a partir del momento inicial indicado. Luego de comparar entre silos gráficos A y B de la figura 3, se ha sugerido que el debate actual sobre el calentamiento global, normalmente atribuido a la acumulación de anhídrido carbónico (C02) en la atmósfera producido por incendios en las selvas tropicales y por el uso de combustibles fósiles-, seria diferente si las estimaciones citadas sobre cambios de la temperatura media global del aire se hubieran extendido hasta abarcar algunas décadas antes que 1880. El gráfico A de la figura 3 parece indicar que hacia 1840 la temperatura era similar a la actual, lo que autorizaría a preguntarse si la disminución de la cantidad de aerosoles de origen volcánico suspendidos en la atmósfera no seria una explicación más adecuada del calentamiento del planeta que el uso de combustibles fósiles y los incendios de bosques tropicales (ver ‘Agresión al ambiente’, Ciencia Hoy,. 9:26-48, 1990).

Esta posibilidad podría resultar avalada por las estimaciones de los cambios de la temperatura media global que consigna la Fig. 3, según las cuales un 80% del calentamiento global de la tierra se produjo antes de 1950, esto es, cuando los incendios de bosques tropicales y el consumo de combustibles fósiles era mucho menor que hoy, y cuando la concentración de C02 en la atmósfera era inferior a 315 partes por millón, comparada con la actual de 356ppm. Para reflexionar sobre la actividad volcánica como causante del calentamiento global debe tenerse en cuenta que el tiempo transcurrido entre el comienzo del siglo XIX y 1880 fue de gran actividad volcánica, lo que se correlaciona bien con la calda de la temperatura del aire. Algunos años después de la erupción del Krakatoa (IEV 6) en Java, en 1883, la actividad volcánica se redujo, la estratosfera se tomó más limpia y la temperatura media del aire aumentó, hasta que, a partir de 1960, después de la erupción del Pinatubo y con el retorno de la actividad volcánica, volvió a disminuir.

FIG 4 EVOLUCION DE LAS TEMPERATURAS MEDIAS DE LOS DOS HEMISFERIOS DE LA TIERRA ENTRE 1989 Y 1993. MUESTRA LOS EFECTOS DE LA ERUPCION DEL VOLCAN PINATUBO.
FIG 4 EVOLUCION DE LAS TEMPERATURAS MEDIAS DE LOS DOS HEMISFERIOS DE LA TIERRA ENTRE 1989 Y 1993. MUESTRA LOS EFECTOS DE LA ERUPCION DEL VOLCAN PINATUBO.

Cuando la estratosfera está más limpia, la mayor cantidad de energía solar que llega a la superficie de la Tierra aumenta la evaporación del agua y conduce a que haya mayores lluvias, lo que inicialmente se manifiesta en los océanos subtropicales. El caso opuesto tiene lugar luego de largos períodos de actividad volcánica, cuando el aumento de aerosoles en la estratosfera reduce la cantidad de radiación solar que llega a la superficie del planeta, con la concomitante caída de la temperatura y de las precipitaciones. Estas suposiciones tienen su verificación empírica en datos que se han podido reunir sobre lluvias caídas en el hemisferio norte, que se resumen en la figura 5 y comprenden un periodo menor (1850-1985) que el abarcado por la serie de temperaturas medias del aire. Muestran, sin embargo, que en ese lapso existió una buena correlación entre temperatura y lluvia. La cantidad total de precipitación en el hemisferio (gráfico A) tuvo un valor mínimo en 1857-1858, creció hasta mediados de la década de 1870 -cuando alcanzó sus registros máximos-, disminuyó a partir de 1920, volvió a aumentar para alcanzar otro máximo a comienzos de la década de 1960 y luego se registró otra declinación. Los años entre 1949 y 1964 fueron los más húmedos de los últimos 130 en ese hemisferio. El gráfico B de la figura 5 muestra que, entre los 35º y 70º de latitud norte, después de un pico de lluvias acaecido poco antes de 1880, la región se mantuvo seca hasta 1959, pero desde 1920 sobrevino una tendencia al aumento de las precipitaciones. En las latitudes más cercanas al trópico de Cáncer, entre 5º y 35º de longitud norte (Fig. 5 C), se registró un periodo húmedo entre 1875 y 1900, luego una época más seca hasta el final de los años veinte de este siglo, más lluvias entre 1930 y 1940 y, a partir de mediados de la década de 1950, una tendencia constante a que llueva menos. La zona entre el ecuador y los 5º de longitud norte (Fig. 5 D) fue relativamente seca hasta 1870, recibió crecientes lluvias hasta mediados de la década de 1880, las que luego disminuyeron algo y se mantuvieron relativamente constantes hasta 1950, para experimentar entonces un modesto aumento y una declinación a partir de mediados de la década de 1960. Tomados en su conjunto, los gráficos de la Fig. 5 muestran que el hemisferio norte fue mas húmedo entre 1930 y 1960, cuando la estratosfera estaba más limpia porque había disminuido la Concentración de aerosoles de origen volcánico.

FIG 5 INDICES DE PRECIPITACION PLUVIAL EN EL HEMISFERIO NORTE. LOS DATOS ESTAN EXPRESADOS EN UNA ESCALA ARBITRARIA QUE VA DE 0 A 1.
FIG 5 INDICES DE PRECIPITACION PLUVIAL EN EL HEMISFERIO NORTE. LOS DATOS ESTAN EXPRESADOS EN UNA ESCALA ARBITRARIA QUE VA DE 0 A 1.

En lo precedente se han comentado efectos de largo plazo. Es mucho más difícil determinar las consecuencias de la actividad volcánica sobre cambios climáticos producidos en el término de uno o dos años, porque en tal lapso el clima está sometido a la influencia de muchos otros factores, como variaciones en las capas de nubes y en la acumulación de nieve o hielo en los casquetes polares. Además, todavía no es posible disponer de un registro completo de la actividad volcánica de la Tierra. Se estima que, sólo en este siglo, han ocurrido cerca de 3600 erupciones y que, en promedio, tuvieron lugar 45 de ellas por año, muchas de las cuales pasaron inadvertidas, aun en plena era de satélites. Ejemplo de lo último fue la del volcán Nyamuragira, en Kenia, en diciembre de 1981: los aerosoles que impelió a la atmósfera fueron registrados por el observatorio de Mauna Loa, en Hawaii, en enero de 1982, pero su origen no fue identificado sino cuatro años después.

La naturaleza del material expulsado durante una única erupción también dificulta identificar sus efectos climáticos. Cuando se compone de poco S02 y muchas partículas, las consecuencias probablemente no se extiendan más allá de seis meses del momento en que se produjo, mientras que si hay abundante S02 las repercusiones sobre el clima pueden durar más de dos años. Otra variable importante es la dirección de los vientos que transportan los aerosoles en la estratosfera. Por ejemplo, en los primeros meses siguientes a la erupción del Chichón, en México (lEV 4), los aerosoles permanecieron en una banda comprendida entre los 5º y los 35º de latitud norte, mientras que en el caso del Pinatubo cubrieron rápidamente un área más amplia y alcanzaron su mayor concentración inmediatamente al sur del Ecuador. Pat Minnis y sus colaboradores mostraron que, en 1993, unos meses después de la erupción de ese volcán, en algunas áreas hubo un aumento de 2% al 3% de la fracción de luz solar reflejada por la Tierra (es decir, del albedo de esta, término que expresa la razón entre energía incidente y reflejada), lo que implicó una merma de la radiación solar absorbida por el planeta de más de 10 vatios por metro cuadrado. En junio de 1982, después de la erupción del Chichón, se registró en Mauna Loa una reducción de alrededor de 7,7% en el mismo tipo de radiación (o cerca de 30W/m2).

Los aerosoles se dispersan rápidamente en el sentido de los paralelos y rodean la Tierra en dos o tres semanas, llevados por vientos que circulan en esa dirección; en el de los meridianos, en cambio, tardan más en desplazarse: los producidos por erupciones cercanas al ecuador demoran hasta seis meses en llegar a los polos. El efecto de los aerosoles de origen volcánico es desigual en diferentes lugares de la Tierra. En principio, las regiones tropicales resultan más afectadas, por recibir la mayor parte de la radiación solar; en ellas no se producen diferencias térmicas apreciables entre continentes y océanos, a pesar de que los segundos responden más lentamente a las variaciones de la radiación solar. Tales diferencias se hacen más notables cuando los aerosoles flotan sobre zonas más cercanas a los polos. El 40% de la superficie del hemisferio norte está ocupada por continentes, pero sólo el 19% de la del sur, lo que determina que este tenga mayor capacidad de conservar constante su temperatura y reaccione más lentamente a los cambios de irradiación causados por los aerosoles. Otro factor importante es el momento del ciclo anual del clima en que el material volcánico entra en la atmósfera. Tiene mayor efecto si coincide con la fase de calentamiento de la Tierra, como sucedió con la erupción del Chinchón, que tuvo lugar entre el 30 de marzo y el 3 de abril de 1982, a diez grados de latitud norte. La Fig. 6 muestra que, en junio de ese año, los aerosoles ocupaban una banda entre los 5º de latitud sur y los 40º de latitud norte, en el momento del ciclo anual de temperatura en que los continentes del hemisferio norte se estaban calentando. En ese mes, la radiación solar recibida por la superficie terrestre situada entre esas latitudes se redujo entre 3% y 4% (es decir, entre seis y ocho vatios por metro cuadrado). La figura también muestra que sólo en mayo del 1983, esto es, más de un año después de la erupción, los aerosoles alcanzaron una distribución más uniforme en las distintas latitudes, con una relativa concentración en las más elevadas del hemisferio norte. Su mayor presencia, en la primavera y el verano boreales, entre los 10º y 40º de latitud norte, donde se ubican la mayoría de las masas continentales de ese hemisferio, redujo el calentamiento de la superficie terrestre y disminuyó también el ascenso de masas de aire húmedo y caliente que originan las nubes llamadas cúmulos y cumulonimbos. En tales condiciones, aumenta la presión atmosférica sobre los continentes y se reduce la diferencia de presión entre estos y el mar, con la consiguiente merma de la transferencia de aire continental al océano. Ello torna menos intensos los anticiclones (áreas de alta presión atmosférica) del hemisferio norte, disminuye la intensidad de los vientos alisios (en ambos hemisferios, los alisios soplan de este a oeste y hacia el ecuador -de NE a SO en el hemisferio norte, de SE a NO en el sur-, desde una zona de anticiclones subtropicales que está ubicada a 30º de latitud). Lo descripto da lugar a un menor desplazamiento hacia el sur, en el Atlántico, de la llamada zona de convergencia intertropical (ZCIT), en la que los alisios de ambos hemisferios se encuentran sobre el océano y generan una región de aire ascendente que rodea el ecuador. La ZCIT se caracteriza por sufrir frecuentes tormentas eléctricas con lluvias, y por la presencia de regiones de aire superficial calmo.

FIG 6 DIFUSION EN LA ATMOSFERA DE LOS AEROSOLES GENERADOS POR LA ERUPCION DEL VOLCAN CHINCHON, QUE SE INICIO EL 30 DE MARZO DE 1982. LOS VALORES QUE MIDEN LAS ORDENADAS ESTAN EXPRESADOS EN MILIARMOSFERAS.CENTIMETRO. UNA MILIATMOSFERA EQUIALE A UNA CAPA DE GAS DE UN CENTIMETRO DE ESPESOR EN CONDICIONES NORMALES DE TEMPERATURA Y PRESION.
FIG 6 DIFUSION EN LA ATMOSFERA DE LOS AEROSOLES GENERADOS POR LA ERUPCION DEL VOLCAN CHINCHON, QUE SE INICIO EL 30 DE MARZO DE 1982. LOS VALORES QUE MIDEN LAS ORDENADAS ESTAN EXPRESADOS EN MILIARMOSFERAS.CENTIMETRO. UNA MILIATMOSFERA EQUIALE A UNA CAPA DE GAS DE UN CENTIMETRO DE ESPESOR EN CONDICIONES NORMALES DE TEMPERATURA Y PRESION.

El autor de este articulo ha comprobado que el enfriamiento de los continentes con relación a los océanos, por menor absorción de radiación solar, en particular en el sur de Eurasia, se corresponde con la fase negativa de la llamada oscilación del sur. (Se sugiere al lector no familiarizado con este término leer el recuadro ‘El Niño y la oscilación del sur’ antes de continuar con el texto.) Esa correspondencia llevó a Paul Handler, de la universidad de Illinois en Urbana-Champaign, a sugerir que el fenómeno del Niño -hoy preferentemente denominado ENOS- se iniciaría y mantendría por la presencia de aerosoles volcánicos en el momento adecuado del ciclo anual de temperaturas. Handler comprobó que, entre 1882 y 1988, ambos acontecimientos ocurrieron de manera coincidente doce veces; calculó, también, que la probabilidad de que esas coincidencias hubieran resultado del azar es muy baja (entre dos y cinco en diez mil), y mostró que el índice de la oscilación del Sur (lOS) resultaba positivo desde un año antes hasta un mes después de una erupción, y se convertía en negativo hasta dieciséis meses después de ella. Sus observaciones proporcionan fuertes evidencias de que la presencia de aerosoles en la estratosfera, en el hemisferio norte, en zonas vecinas al ecuador, puede provocar el fenómeno ENOS, que, a su vez, es capaz de afectar el clima de todo el planeta. El mismo autor sostiene que en el hemisferio sur los aerosoles también inducen fenómenos ENOS, pero de menor intensidad y duración, según dedujo estudiando los efectos de la erupción del volcán Agung (IEV 4), ubicado en Bali, también parte de las Sunda menores de Indonesia, a 8º de latitud sur.

En contraste con estos procesos, cuando no hay aerosoles de origen volcánico cerca del ecuador sino sólo en latitudes superiores a los 30º norte, se producen disminuciones anómalas en la temperatura del Pacifico oriental y se registran IOS positivos, lo que da lugar a un fenómeno opuesto al del Niño: el de la Niña. Sucede que, en esa ubicación, los aerosoles ocasionan el enfriamiento relativo de los continentes, en particular el sur de Eurasia, provocan el descenso (llamado subsidencia) de masas de aire (que se calientan por compresión) y hacen aumentar la diferencia entre la presión atmosférica de los continentes y del Océano, con el consiguiente incremento de la transferencia de masas de aire desde los primeros hacia los anticiclones subtropicales ubicados sobre el segundo. Ello da lugar a la intensificación tanto de los anticiclones como de los vientos alisios, que aumentan la surgencia de aguas profundas en el Pacífico a lo largo de la costa oeste de América del Sur y conducen a una mayor penetración de la ZCIT en el Atlántico sur.

Lo anterior sucedió cuando la erupción del volcán Novarupta, situado en Alaska a 58º de latitud norte, en junio de 1912: el año siguiente descendió la temperatura del Pacifico oriental. Cuando las erupciones tienen lugar en latitudes semejantes del hemisferio sur, los aerosoles ocasionan efectos similares, que se materializan con meses de atraso, como sucedió con la erupción del Quizapu, en 193 1, en Chile, a 35º de latitud sur. El retraso en la respuesta a los aerosoles del hemisferio sur se debería a la gran capacidad de retener calor de los océanos, que ocupan el 81% de la superficie de dicho hemisferio. Tal hipótesis fue corroborada con una probabilidad estadística cercana al 95% por el mencionado Handler, quien estudió veinte erupciones, dieciséis acaecidas entre los 30º y los 60º sur, y cuatro entre los 35º y los 40º sur.

¿SE PUEDEN PRONOSTICAR LAS ERUPCIONES VOLCÁNICAS?

Se ha postulado que las mareas lunares y solares, que son previsibles, podrían favorecer las erupciones volcánicas. En el Sol pueden distinguirse tres ciclos: el primero, de cerca de once años, se refiere a la variación de la actividad del astro y al mayor o menor numero de manchas solares; el segundo, de veintidós años, corresponde a la inversión de su campo magnético, y el tercero, de 80-90 años, llamado ciclo de Gleisberg, está ligado al numero máximo de manchas solares (que varían entre unas cuarenta y doscientas). Durante el último mínimo del ciclo de Gleisberg, entre 1897 y 1929, se registró una intensa actividad volcánica y sísmica, y en el mismo periodo ocurrieron grandes perturbaciones climáticas globales, incluyendo las sequías del nordeste del Brasil de los años 1898,1900, 1903-1904, 1907-1908, 1915 y 1919. Otros factor que puede influir en que se produzcan erupciones volcánicas es la proximidad de Júpiter, cuya masa es 320 veces mayor que la de la Tierra. Es sabido que tanto la disminución de la actividad solar como la cercanía de Júpiter -que completa una revolución alrededor del Sol en 11,9 años terrestres- perturban la órbita de la Tierra y causan que oscile sobre su eje. Si una o mas placas tectónicas estuvieran a punto de dislocarse, la aproximación de Júpiter podría generar el empuje final capaz de desencadenar una serie de erupciones volcánicas que, a su vez, den lugar a cambios climáticos. Por otro lado, se han registrado periodicidades de años (o sus múltiplos) en las series pluviometricas correspondientes a Fortaleza, lo que sugiere que las sequías del nordeste brasileño podrían acontecer en intervalos regulares. Ya en 1950 se había sugerido que podría haber una relación entre dichas sequías y las manchas solares; también se han descubierto ciclos de 13 y 24-26 años, que resultaron estadísticamente significativos. Pero la comunidad científica todavía no acepta tales periodicidades solares como método de pronóstico climático, porque no existe aparentemente una causa física que las relacione con las sequías. Tal causa podría ser la intensificación de la actividad volcánica.

Si se comprobara que dicha intensificación de las erupciones de volcanes es una consecuencia de las perturbaciones en la órbita terrestre que se originarían en la reducción de la actividad solar, el periódico acercamiento a la Tierra de un planeta grande o una conjunción planetaria, seria posible -a la luz de la hipótesis de los aerosoles volcánicos- prever con mucha anticipación no sólo las grandes erupciones sino, también, cambios climáticos ligados con ellas, como falta o exceso de lluvias en determinadas regiones. Los meteorólogos no pueden descartar esta posibilidad, porque deben tener siempre presente que la Tierra es un sistema biofísico abierto, sujeto a numerosas perturbaciones internas y externas, y que su clima proviene de la acción conjunta de esas perturbaciones.

Como la mayor parte de la masa continental de Sudamérica está en la región tropical, el período en que la acción de los aerosoles sería más efectivo, por estar en fase con los cambios de temperatura, es el que va de septiembre a febrero. Así, erupciones producidas entre febrero y julio en el hemisferio sur en áreas vecinas al ecuador, igual que la presencia de aerosoles provenientes de erupciones acaecidas en la misma época en regiones cercanas del hemisferio norte, determinarían que la estación de las lluvias -entre octubre y mayo fuese menos intensa en la Amazonia.

En la segunda mitad de 1991 (después de la erupción del Pinatubo), las regiones que evidenciaron mayor reducción de la radiación solar fueron la Amazonia, el Congo y las franjas ecuatoriales de los océanos Atlántico y Pacífico. Durante 1992, la temperatura de la troposfera (esto es, la capa más baja de la atmósfera, hasta 12km de altura) fue inferior a la media. El autor de esta nota predijo que, si las concentraciones de aerosoles permanecían altas, la estación de lluvias de 1993 se vería afectada, lo que ocurrió: la sequía del 1993 fue una de las peores del siglo en el nordeste brasileño. Debe tenerse en cuenta que, si simultáneamente se produce un fenómeno ENOS -que de por si suele reducir en entre un 30% y un 40% las lluvias en el cinturón tropical-, será difícil estimar los efectos directos de los aerosoles sobre la reducción de las lluvias en la región.

Lo descripto hasta aquí permite plantear una hipótesis para explicar las intensas lluvias y sequías que afectan al territorio brasileño. La presencia de concentraciones elevadas de aerosoles en latitudes cercanas al Ecuador hace que, en términos relativos, la zona inferior de la troposfera y la superficie de la Tierra resulten más frías, sobre todo en el altiplano boliviano. También conduce a que sea menor la humedad del aire y a que aumente la presión atmosférica sobre la Amazonia y el nordeste del Brasil. Lo último resulta igualmente favorecido por la concomitante aparición de un fenómeno ENOS, y por la subsidencia de masas de aire en el Atlántico sur, asociada con la zona de Convergencia de América del Sur (ZCAS), que abarca desde el sudoeste de la Amazonia al sudeste del país, y en la cual se produce el encuentro de los vientos alisios con los frentes fríos provenientes del sur. Los fenómenos de la ZCAS son más marcados durante la estación cálida e incluyen una característica banda de nubes que se extienden sobre el Atlántico, desde el sur de Brasil, en dirección sudeste.

La ZCAS esta frecuentemente asociada con fuertes lluvias en el centro-oeste brasileño y en el sur de la región amazónica, y con la extinción de frentes fríos provenientes de latitudes más altas (Fig. 7). La presencia de un fenómeno ENOS intensificarla la fase descendente de la llamada célula de Walker (un movimiento de circulación que se inicia con el ascenso de masas de aire caliente en la Amazonia, su desplazamiento en dirección al Africa, su enfriamiento y su descenso sobre el Atlántico sur y el nordeste del Brasil). La subsidencia que tiene lugar en el Atlántico sur, a su vez, estabilizaría aún más las zonas más bajas de la troposfera y reducirla las lluvias sobre el norte y el nordeste del mencionado país.

FIG 7 REPRESENTACION ESQUEMATICA DEL EFECTO DE AEROSOLES VOCANICOS SORE EL CLIMA DE BRASIL. ZCAS: ZONA DE CONVERGENCIA DE AMERICA DEL SUR. ZCIT: ZONA DE CONVERGENCIA INTERTROPICAL A. EN SITUACION DE ENOS (O DEL NIÑO), LLUEVE MUCHO EN EL CENTRO-OESTE, SUDESTE Y SUR DEL PAIS, INCLUYENDO LA ZCAS, Y SE PRODUCE SEQUIA EN EL NORDESTE Y LA AMAZONIA (LA MENOR DIFERENCIA DE PRESION ATMOSFERICA ENTRE EL ECUADOR Y EL POLO HACE MAS LENTO EL DESPLAZAMIENTO DE LOS FRENTES FRÍOS. B. CON LA NIÑA LA SITUACION SE INVIERTE, SE PRODUCE SEQUIA EN EL CENTRO-OESTE, SUDESTE Y SUR DEL PAIS Y LLUEVE MUCHO EN EL NORDESTE Y A AMAZONIA (EL DESCENSO DE LA PRESION ATMOSFERICA SOBRE LA ULTIMA REGION DESPLAZA LA ZCIT HACIA EL SUR Y LA ZCAS HACIA LA REGION ECUATORIAL)
FIG 7
REPRESENTACION ESQUEMATICA DEL EFECTO DE AEROSOLES VOCANICOS SORE EL CLIMA DE BRASIL.
ZCAS: ZONA DE CONVERGENCIA DE AMERICA DEL SUR. ZCIT: ZONA DE CONVERGENCIA INTERTROPICAL
A. EN SITUACION DE ENOS (O DEL NIÑO), LLUEVE MUCHO EN EL CENTRO-OESTE, SUDESTE Y SUR DEL PAIS, INCLUYENDO LA ZCAS, Y SE PRODUCE SEQUIA EN EL NORDESTE Y LA AMAZONIA (LA MENOR DIFERENCIA DE PRESION ATMOSFERICA ENTRE EL ECUADOR Y EL POLO HACE MAS LENTO EL DESPLAZAMIENTO DE LOS FRENTES FRÍOS.
B. CON LA NIÑA LA SITUACION SE INVIERTE, SE PRODUCE SEQUIA EN EL CENTRO-OESTE, SUDESTE Y SUR DEL PAIS Y LLUEVE MUCHO EN EL NORDESTE Y A AMAZONIA (EL DESCENSO DE LA PRESION ATMOSFERICA SOBRE LA ULTIMA REGION DESPLAZA LA ZCIT HACIA EL SUR Y LA ZCAS HACIA LA REGION ECUATORIAL)

Con la ZCAS estacionada sobre el centro-oeste brasileño y el sur de la Amazonia, las lluvias aumentan en esas regiones e incrementan el caudal de los afluentes de la margen derecha del Amazonas, con lo que el río alcanzaría al año siguiente un caudal máximo superior al promedio (la demora de un año se debe a la extensión de la cuenca que recoge el exceso de precipitaciones). Se verificó el fundamento físico de esta hipótesis comparando series históricas (desde 1903) de registros de la altura del río en el puerto de Manaos y otros sobre erupciones volcánicas. Se identificaron así dieciocho posibles casos, sucedidos entre 1913 y 1992, y otros tres entre 1903 y 1912, periodo para el cual hay pocos datos climatológicos. Diecisiete de los veintiuno coinciden con erupciones cuyo IEV era igual o mayor que 5 y que acontecieron uno o dos años antes de la crecida del río; los otros cuatro se Corresponden con erupciones caracterizadas por un IEV inferior a 4, pero que diseminaron grandes cantidades de 502 en la atmósfera, según se deduce de cálculos de la acidez de las lluvias de la época, basados en estudios de capas de hielo generado en esos momentos. Siempre, en los años anteriores a las grandes crecidas ocurrieron episodios ENOS, en los que la intensidad de las lluvias en el norte amazónico y el nordeste de Brasil fue inferior a la normal y hubo exceso de precipitaciones en el centro-oeste, el sudeste y el sur del país. Lo anterior requiere una corroboración estadística más rigurosa, pero parece fundamentar la idea de que la presencia de aerosoles volcánicos sobre zonas vecinas al ecuador en el hemisferio sur aumenta la posibilidad de sequías en la Amazonia y en el nordeste brasileño (Fig. 7A).

La situación descripta en los párrafos anteriores constituye una de las dos posibles consecuencias de la presencia de aerosoles volcánicos en latitudes cercanas al ecuador. La otra es que tengan lugar fenómenos de características opuestas, que ocurrirían cuando los aerosoles volcánicos sólo se encontraran sobre sitios alejados del ecuador, en las altas latitudes. En lugar del Niño sobrevendría la Niña, con lluvias exageradas en la Amazonia y el nordeste y sequías en el centro-oeste, el sudeste y el sur (Fig. 7B).

LOS VOLCANES CONTRIBUYEN A DESTRUIR LA CAPA DE OZONO

Si no fuese detenida en la estratosfera por el filtro natural que forma el ozono, la radiación ultravioleta proveniente del Sol sería fatal para la vida en la Tierra. Debido a la presencia del ozono, la mayor parte de esa radiación no alcanza la superficie terrestre. Las moléculas de ozono están constituidas por tres átomos de oxigeno y se forman mediante reacciones fotoquímicas durante las cuales se absorbe radiación ultravioleta. Si bien el ozono está presente en toda la atmósfera, se concentra principalmente en la estratosfera, entre los veinticinco y treinta kilómetros de altura. Esa región es llamada capa de ozono.

En esta década, los estudios de Mario Molina y Sherwood Rowland indicaron que dicha capa se estaba destruyendo a un ritmo de entre 1,3% y 4,1% cada diez años, debido a la contaminación atmosférica con compuestos clorofluorocarbonados (CFC), gases fabricados por el hombre para usarlos como propelentes de aerosoles domésticos, en la manufactura de plásticos y en equipos de refrigeración. Según los mencionados autores, que en 1995 recibieron el premio Nobel de química por sus estudios de este problema, al llegar a la estratosfera, las moléculas de CFC resultan destruidas por acción de la radiación solar; quedan así libres átomos de cloro, flúor y bromo, que reaccionan con el ozono y lo destruyen (véase ‘Los clorofluorcarbonos y el ozono estratosférico, un problema global’, Ciencia Hoy, 36:51-61, 1996).

Sin embargo, la cantidad de cloro liberado a la atmósfera por acción del hombre es ínfima, comparada con la originada en fuentes naturales. En 1991, la producción total de CFCs en el mundo fue de 1,1 millones de toneladas, lo que incluyó 750.000 toneladas de cloro. De ellas, según las estimaciones de Molina y Rowland, cerca del uno por ciento, esto es, 7500 toneladas, escapa a la troposfera baja y, con el tiempo, asciende a la capa de ozono (o se transforma antes en substancias inocuas). Según los nombrados, una molécula de CFC demora cerca de cinco años en llegar de la atmósfera inferior a la estratosfera. La troposfera baja recibe cerca de 600 millones de toneladas de cloro de los océanos, y solo los volcanes difusivos diseminan otros 36 millones de toneladas anuales en forma de ácido clorhídrico ( este ultimo valor, el mas aceptado, responde a una estimulación baja o prudente: algunos autores lo llevan a 200-250 millones de toneladas por año), mientras que los volcanes explosivos pueden lanzar directamente a la estratosfera, de una sola vez, algunos millones de toneladas. La mayor parte del cloro de origen volcánico, sin embargo, no llega a la estratosfera, porque regresa a tierra lavada por las lluvias.

Los modelos matemáticos elaborados, entre otros, por Arnold Tabazadeh y Robert Trucco (1993) sugieren que solo el 1% del cloro expulsado por los volcanes explosivos llega a la estratosfera. Sobre esa base, puede calcularse que la erupción del Pinatubo habría lanzado a la estratosfera 4,5 millones de toneladas de ácido clorhídrico, esto es, seis veces el cloro proveniente de los CFCs en un año. En el año siguiente a la erupción (1992), se observaron reducciones de entre 9% y 14% en la concentración de ozono de algunas zonas, con una media diaria global 2% a 3% inferior a la mínima recogida por observaciones satelitales en los últimos trece años. Pasado el efecto de la erupción, a comienzos de 1994 las concentraciones de ozono estratosférico retornaron a los valores anteriores a aquella. A pesar de ello, algunos científicos no aceptan que el Pinatubo fue el responsable del fenómeno.

Se ha mencionado que en épocas anteriores la actividad volcánica fue mas intensa que hoy, y que, consiguientemente, hubo mayor diseminación de cloro en la estratosfera. Si la fotoquímica de la estratosfera fuera tan simple resulta de algunos de los de modelos matemáticos elaborados, la erupción del Tambora, en 1815, que fue algunos cientos de veces mayor que la del Pinatubo, hubiera destruido totalmente la capa de ozono mucho antes de la existencia de CFCs. En realidad, no se advierten evidencias de una reducción de la capa de ozono en serie temporales prolongadas de datos sobre su concentración en la atmósfera, como las obtenidas en Escandinavia, en Tromsoe (69ºN) y en Abisko (68ºN), desde 1926, que fueron analizadas y publicadas en 1950 por Randolph Pendorff, el primer investigador que hablo de agujeros en la capa de ozono. Sus datos solo registran variaciones consideradas naturales en la concentración del ozono atmosférico, que dependen, entre otros factores, de la actividad solar y de las cantidades de cloro, flúor y bromo diseminado en la estratosfera precisamente por volcanes.

En el periodo entre 1935 y 1955, la actividad solar fue creciente y la volcánica, decreciente. Ello aumento la cantidad de radiación ultravioleta que llego a la atmósfera y produjo un incremento de la capa de ozono. Esta comenzó a ser controlada con algunos cuidados desde la superficie terrestre a fines de 1950; desde entonces se verifico un aumento de la actividad volcánica, una disminución de la actividad solar y una reducción de dicha capa.

El fenómeno que ha recibido más comentarios en los últimos años es el agujero de la capa de ozono sobre la Antártida, que las teorías prevalecientes en la actualidad atribuyen a los CFCs. Sin embargo, ya en 1960, cuando no era común el uso de los CFCs, Sir Gordon Dobson demostró existencia de dicho agujero y atribuyó a las condiciones meteorológicas especiales del continente Antártico.

El invierno antártico se caracteriza por la ausencia de irradiación solar, por las bajisimas temperaturas que se registran en la estratosfera ( inferiores a 80ºC bajo cero) y por el hecho de que soplan vientos de mas de 200 kilómetros por hora, los cuales rodean al continente y aíslan su atmósfera, lo que impide la penetración del ozono formando en los trópicos, que llegaría a los polos por acción de otros vientos. En tales condiciones, no se renueva el ozono progresivamente destruido.

La Antártida posee doce volcanes activos. Sólo uno de ellos, el monte Erebus, que es del tipo difusivo-explosivo, tiene cerca de 4000m de altura, hecho importante si se tiene en cuenta que, en invierno, la estratosfera de la Antártida comienza a los 5000m de altura. El Erebus expulsa, en promedio, 1230t de cloro y 480t de flúor por día; por lo tanto, disipa anualmente en la atmósfera antártica cerca de 450 millones de toneladas de cloro, sesenta veces las liberadas por el uso de CFCs. A pesar de ello, la capa de ozono vuelve a la normalidad sobre la Antártida cuando los vientos invernales mencionados -el llamado vórtice circumpolar- desaparecen al comenzar la primavera austral.

Hemos argumentado que la actividad volcánica afecta al clima. Los modelos explicativos de los cambios climáticos que dejan de lado el vulcanismo fueron incapaces de predecir el Niño de 1993. La presencia en la estratosfera, en latitudes bajas, de aerosoles provenientes del monte Pinatubo provocó un Niño con sequías en la Amazonia y en el nordeste, y exceso de lluvias en el centro-oeste, sudeste y sur de Brasil. En el período entre 1869 y 1930, en que la actividad volcánica fue más intensa, el número de fenómenos ENOS, fuertes o moderados, alcanzó los veinte (vale decir, uno cada tres años), mientras que entre 1931 y 1992, cuando la actividad volcánica fue menor, ocurrieron trece, a razón de uno cada casi cinco años.

La hipótesis de que los aerosoles volcánicos aumentan la frecuencia de bloqueos atmosféricos e intensifican la ZCAS también se verificó al comprobar que, en junio de 1993, en el puerto de Manaos, el río Negro alcanzó una altura de 28,77m, la decimotercera mayor crecida en los 91 años para los que se dispone de registros, a pesar de que en el año anterior hubo un ENOS.

Ya antes de la erupción del Pinatubo se habían detectado aerosoles en latitudes bajas, que posiblemente proviniesen de las erupciones del monte Redoubts, ocurridas en diciembre de 1989 a 68º de latitud norte, en Alaska (IEV 4 ), y de las del mote Unzeen, acaecidas en noviembre de 1990, a 32º de latitud norte, en el Japón (IEV 2). Podrían haber tornado negativos los IOS antes de la erupción del Pinatubo y favorecido los efectos de esta. Fenómenos de este tipo ya habían ocurrido antes; por ejemplo, algunos investigadores afirman que la erupción del Chinchón no contribuyó a iniciar el ENOS de 1982-83, y arguyen que este ya estaba en progreso cuando ella ocurrió. Sin embargo, antes del ENOS, en diciembre de 1981, habla sobrevenido la del volcán Nyamuragira, que podría explicar lo observado sin necesidad de abandonar la hipótesis de su origen volcánico.

La teoría de Handler sobre la participación de los aerosoles volcánicos en el clima debe ser considerada una contribución más que ayude a acercarse a la previsión de los fenómenos ENOS y de otras catástrofes climáticas. Permite predecir con nueve a doce meses de anticipación las características de las estaciones de lluvias en el Brasil, en especial en su nordeste. Esa anticipación puede a veces ser mayor, según en qué fase del ciclo anual de temperatura aparezcan los aerosoles y según la posición geográfica de estos. La antelación en el pronóstico mejoraría si fuera posible vaticinar la erupción de los grandes volcanes, en particular los situados en vecindad del ecuador, entre los 20ºN y 10ºS de latitud.

Traducido y adaptado de Ciencia Hoje, 20, 120:24-33, 1996. Los cambios al texto original son exclusiva responsabilidad de Ciencia Hoy.

Lecturas Sugeridas

HANDLER, P., 1989, ‘The effect of volcanic aerosols on global climate’, Int. Volcanol. Geotherm. Res., 57:233-249.

HANDLER, P. & ANDSAGER, K., 1989, Volcanic aerosols. El Niño and the Southern Oscillation, Uníversity of Illinois, Urbana-Champaign.

MINNIS, P., HARRISON, E.F., STOWE, L.L., GIBSON, G.G.., DENN, F.M., DOELLING, D.R. & SMITH Jr, W.L., 1993, ‘Radíative climate forcing by Mount Pinatubo eruption’, Science, 259:1411 – 1415.

MOLION, L.C.B., 1990, ‘Climate variability and its effects on Arnazonían hydrology’, Revista GeoFísica, 32:181-196.

SEAR, C.B., KELLY, P.M., JONES, P.D. & GOODESS, C.M., 1987, ‘Global surface temperature responses to major volcanic eruptions’, Nature, 330:365-367.

TABAZADEH, A. & TRUCCO, R.P., 1993, ‘Stratospheric chlorine injection by volcanic eruptions. HCL scavenging and implications for ozone’, Science, 260:1082-1086.

Luiz Carlos Baldicero Molion

Luiz Carlos Baldicero Molion

Departamento de Meteorología – Universidad Federal de Alagoas – Brasil

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