¿Deben existir los Zoológicos?

Los jardines zoológicos se remontan a tres mil años atrás. A lo largo de su extensa historia, han visto modificar sus funciones : de parques de sabiduría a simples exhibiciones; de muestras de poderío económico a colecciones de especies exóticas, y de lugares populares a instalaciones científico-educativas. Hay opiniones encontradas acerca de la necesidad de que existan zoológicos: algunos los califican de campos de concentración, mientras que otros los consideran arcas para la conservación.

¿Qué sentido tienen los zoológicos en el mundo de hoy? ¿Son campos de concentración de animales? ¿Son el único recurso que permitiría salvar de la extinción a ciertas especies amenazadas, como ya sucedió en varios casos?

¿Son instituciones cientifico-educativas o sólo centros de esparcimiento?

Los jardines zoológicos son, por definición, parques públicos en los que se exhiben animales cautivos, principalmente para recreación y educación. El cautiverio de animales salvajes data de la antigüedad. Hace 3000 años, el emperador chino Wen Wang hizo construir un gran “parque de la sabiduría”, donde exhibía rinocerontes, tigres, ciervos, antílopes, aves y serpientes. Su lejano sucesor, Kublai Khan, en el siglo XIII de nuestra era, continuó con la tradición de construir jardines zoológicos, que fueron conocidos por Marco Polo, el viajero veneciano que descubrió el Oriente para los occidentales.

En el siglo IV a.C., las expediciones de Alejandro Magno llevaron animales de numerosas especies a Grecia. Los romanos continuaron con la costumbre de mantener colecciones zoológicas, pero con el objetivo de proveer animales a espectáculos circenses. El entusiasmo por estos era tal que los primeros tigres llevados a Roma, regalo de un rajá indio a Cesar Augusto, terminaron muertos en la arena. El emperador Trajano celebró la conquista de Dacia con 123 días consecutivos de juegos, durante los cuales se sacrificaron 11.000 animales (leones, tigres, elefantes, rinocerontes, hipopótamos, jirafas, cocodrilos y serpientes). Estos “deportes” eran tan populares que casi todas las ciudades romanas poseían una arena y animales para abastecería.

Desde la edad media hasta el siglo XVII, los monarcas y señores feudales también reunieron colecciones de animales, como signo de poder. Una de las principales de Europa era la ménagerie de Chantilly, en Francia, que persistió por dos siglos y fue destruida durante la revolución francesa. Durante el Renacimiento, el interés por los jardines zoológicos aumentó porque, con la conquista del nuevo mundo, llegaron a Europa numerosas especies desconocidas. Los españoles conocieron en México un espectacular grupo de animales tropicales reunidos por el emperador Moctezuma en Tenochtitlán.

Los primeros jardines zoológicos modernos fueron instalados en Viena, Madrid y París, en el siglo XVIII. En 1793 se estableció en París el Jardin des Plantes, acondicionado más tarde según los principios de la revolución francesa, que lo convirtió en el primer zoológico popular. Lo siguieron el Regent’s Park Zoo de Londres (Figs. 1 y 2), creado en 1826, y el zoológico de Berlín, construido en el siglo XIX. En los Estados Unidos, a fines del siglo XIX se inauguraron numerosos jardines zoológicos: el Central Park Zoo de Nueva York (1864), el de Chicago (1868), el de Philadelphia (1874), el de Washington (18870 y el Bronx Zoo de Nueva York (1889).

Izq: Fig 1 Boleto de entrada al zoo de Londres, fines del siglo pasado. Der. Fig 2 Casa de los reptiles del zoo de Londres (1883) Izq: Fig 1 Boleto de entrada al zoo de Londres, fines del siglo pasado. Der. Fig 2 Casa de los reptiles del zoo de Londres (1883)

En la Argentina, los principales zoológicos fueron instalados en Buenos Aires, La Plata, Córdoba y Mendoza. El primero data de 1888 y su creación se debió a Carlos Pellegrini, quien escribió al intendente de la ciudad de Buenos Aires desde Europa, en 1883: No hay ciudad de mediana importancia que no tenga un zoológico, que es el punto favorito de reunión de las multitudes. Luego de unos años, la municipalidad porteña creó uno en Palermo y designó como su primer director al naturalista Eduardo Ladislao Holmberg. Inicialmente, a la usanza de la época, los recintos destinados para los animales eran pequeños, como celdas carcelarias, mientras la mayor parte del espacio estaba destinada a los visitantes. Tenían características arquitectónicas que evocaban libremente el país de origen de los animales; con el tiempo, esas construcciones adquirieron valor histórico y, donde se conservan, añaden un interés cultural a la visita al zoológico. A partir de la gestión de su segundo director, Clemente Onelli, el zoológico de Buenos Aires no sólo avanzó en jerarquía científica sino que también adquirió un sentido didáctico, con la colocación de carteles explicativos, que hicieron aumentar notablemente el número de visitantes -pasaron de 1500 a 15.000 en un año-. Luego de una larga historia como zoológico municipal, en 1991 pasó a ser dirigido por manos privadas, las que iniciaron una serie de cambios promisorios basados en el concepto de eliminar las rejas y convertir los grandes recintos en ambientes más parecidos a los naturales.

En el mundo hay actualmente más de quinientos zoológicos -sólo en los Estados Unidos alcanzan los ciento cincuenta-, los que albergan a más de medio millón de animales de unas 3000 especies de vertebrados (principalmente, mamíferos y aves) y reciben más de veinte millones de visitantes por año. La institución zoológico fue cambiando conceptualmente con el tiempo, y con ella variaron sus instalaciones, incluyendo la organización del predio, la arquitectura, la señalización, etc. En las primeras décadas de este siglo, los zoológicos tenían pequeñas jaulas, con carteles que proporcionaban escasa información acerca de los animales encerrados. El zoológico se concebía como un sitio de entretenimiento, concepción que fue evolucionando hasta llegar a la actual, según ella los zoológicos constituyen verdaderos centros recreativos, educativos y científicos. La nueva concepción otorga a los animales mejores condiciones de vida, tiende a eliminar de modo progresivo las jaulas, les concede más lugar y busca crear ambientes que se asemejen a sus hábitat naturales.

Muchos zoológicos actuales, luego de definir para sí una nueva imagen global, han puesto en práctica programas de comunicación institucional con el público, para informarlo y persuadirlo, con lo que han entrado en el mercado para competir por los favores de la gente, como lo hace la mayoría de las empresas. Con el propósito de adquirir esa imagen renovada que los zoológicos desean tener, procedieron, principalmente, a rediseñar sus espacios, ordenándolos según distintos criterios, para lograr identidad y diferenciación. Algunos apelaron al orden taxonómico, es decir, agruparon a los animales según su clasificación zoológica y parentesco; así, pusieron juntos a los félidos (leones, tigres, leopardos, jaguarundis y otros gatos), a los grandes simios (gorilas, chimpancés y orangutanes), etc. Otros los ordenaron por su distribución geográfica (la fauna de Sudamérica, de Oceanía, etc.) o por los grandes patrones ambientales (animales de selvas, desiertos, bosques de coníferas, etc.). Estos esfuerzos clasificadores buscan ante todo educar y entretener al visitante, e incitarlo a realizar una visita activa, para la cual los zoológicos recurren a una señalización que sugiere la manera de recorrerlos.

Fig 3 Algunos pictogramas que permiten ubicar a los animales en el zoológico de Washington Fig 3. Algunos pictogramas que permiten ubicar a los animales en el zoológico de Washington

Algunos -por ejemplo, el zoo de San Diego -proponen la simulación de viajes o safaris por ambientes naturales, realizados mediante variados medios de transporte en los que el público, conducido por un guía que relata cómo conviven las distintas especies, recorre grandes extensiones con animales que habitan en condiciones cercanas a las de la vida silvestre (se dice que están en semicautiverio o semilibertad).

Además de las características visitas guiadas, los zoológicos actuales ofrecen toda una gama de servicios para hacer más grata la estadía de los concurrentes y, a la vez, generar recursos económicos: folletos, que se otorgan o venden al ingresar, con un plano que permite definir el itinerario y encontrar a los animales favoritos; nomencladores dispuestos en lugares estratégicos, reforzados por señales diseminadas por los senderos, que orientan y ayudan a localizar las especies; pictogramas de animales o siluetas simplificadas de fácil reconocimiento por los niños (Fig. 3), que indican, por ejemplo, una cebra o un oso panda (como existen en el zoológico de Washington).

Fig. 4 Espectáculo con lobos marinos (Otaria flavescens) en el jardín zoológico de Buenos Aires.
Fig. 4 Espectáculo con lobos marinos (Otaria flavescens) en el jardín zoológico de Buenos Aires.

También hay casos en que en los caminos se han simulado coloridas huellas de animales, que conducen directamente a ellos (como en el zoo de Minnesota). Para ilustrar acerca de cada animal, se suelen colocar carteles que consignan su nombre científico, nombres vulgares, clasificación zoológica, hábitat, alimentación, comportamiento, distribución geográfica, si la especie corre peligro de extinción, etc. Dispersos por el zoológico, los visitantes encuentran puestos o locales de alimentación, bebidas, libros, recuerdos diversos, etc., y pueden comprar bolsas con alimentos específicos para cada animal, que tienen también la función de proporcionar más datos al interesado. Uno de los instrumentos más importantes de la comunicación de los zoológicos con el público es el diseño gráfico, que usa formas, colores, tipografías, estructuras, materiales, etc., para transmitir distintos mensajes y generar la mencionada imagen global.

Volviendo al titulo del artículo, ¿deben existir los jardines zoológicos? Las opiniones están divididas. Hay cuatro argumentos principales a favor de una respuesta afirmativa: entretenimiento, educación, investigación científica y preservación de especies en peligro de extinción. Hay uno en contra: los humanos no tienen derecho a privar a los animales de su libertad.

El entretenimiento fue una de las razones del establecimiento de los primeros zoológicos modernos y hoy persiste como una de sus funciones. La mayoría de la gente que visita un zoológico lo hace para entretenerse, por lo que hasta las más respetadas instituciones ofrecen algún espectáculo con animales entrenados (Fig. 4).

Pero a pesar de que la capacidad de divertir a los concurrentes puede ser una importante cualidad de los zoológicos, es para algunos un débil argumento para justificar su existencia. Muchos rechazan la idea de que la recreación sea el objetivo principal de los zoos, aunque la aceptan como un medio para atraer al público y así brindarle educación.

El propósito educativo fue fundamento principal de creación de los zoológicos modernos. Sin embargo, en 1979 Stephen Kellert realizó una serie de encuestas cuyos resultados muestran que los concurrentes a los zoológicos conocen mucho menos de animales que los cazadores, pescadores o simples aficionados, y sólo saben un poco más que quienes declaran no tener interés alguno en ellos. El público que visita los zoológicos no pierde ciertos prejuicios generalizados acerca de determinados animales, por ejemplo, las serpientes. Dichas encuestas mostraron que el 73% de la gente no modificó sus creencias después de haber recibido información sobre las beneficiosas relaciones de las serpientes con los ecosistemas naturales.

Otro estudio realizado por Edward Ludwig, en el zoo de Buffalo, reveló que en ocasiones los guías se sentían frustrados por la indiferencia de la gente a sus esfuerzos educativos; para ellos, el típico visitante adulto se mueve rápidamente entre las jaulas, sólo se detiene para ver las crías de ciertos animales o para fijarse en algunas especies que considera raras, y no encuentra otras palabras que “qué lindo” o “qué sucio” para referirse a esos ejemplares (Fig. 5). Por ello, muchos zoológicos modernos han destinado espacios para que los niños interactúen con los animales mansos y pequeños, o para que conozcan y pierdan el temor a ciertas especies, incluidos los invertebrados como las arañas e insectos, raramente presentados en los parques zoológicos. Si recordamos que los invertebrados (en especial, los insectos) dominan numéricamente a los seres vivos, concluiremos que sería necesario que los zoológicos se ocupen de ellos, para que el público los conozca y aprecie su fundamental importancia en el medio natural. Si los zoológicos sólo exhiben vertebrados, que son una ínfima parte del total de las especies animales, los visitantes saldrán con una idea distorsionada de la biodiversidad.

Si el argumento educativo es importante para justificar la existencia de los zoológicos, ¿qué esperamos que enseñen acerca de los animales? ¿Su fisiología? ¿Su comportamiento? ¿La conservación de especies en extinción? ¿Compasión hacia los animales? Quizá se podrían también lograr estas metas con documentales, conferencias y salidas guiadas a ambientes naturales. En este sentido, el zoo del Bronx deja jaulas vacías y señala que sus antiguos habitantes fueron devueltos a sus hábitat originales, como parte de un plan de conservación.

Izq: Fig 5 Cría del caimán (Caiman latirostris) en el zoológico de Buenos Aires. Der: Fig 6 Paloma coronada (Goura cristata), originaria de Nueva Guinea, criada en el zoológico de La Plata. Izq: Fig 5 Cría del caimán (Caiman latirostris) en el zoológico de Buenos Aires. Der: Fig 6 Paloma coronada (Goura cristata), originaria de Nueva Guinea, criada en el zoológico de La Plata.

La investigación científica es otro argumento usado para justificar los zoológicos, ya que la promueven y unos pocos la realizan; algunos financian estudios de campo, muchos emplean científicos y en otros se tienen a mano animales de difícil acceso, que pueden así ser estudiados. Pero los que efectúan investigaciones científicas son, en realidad, un número muy pequeño, y más escasos son los que tienen científicos dedicados por completo a la investigación. La que se realiza en zoológicos se refiere, sobre todo, al comportamiento y la anatomía normal y patológica, pero la primera es controvertida, porque -se sostiene- poco se puede aprender de animales que viven en las condiciones artificiales de los zoológicos. Los estudios anatómicos tienen por objetivo primordial mejorar las condiciones de los animales cautivos, para que vivan por más tiempo y se reproduzcan más frecuentemente; contribuir a la salud humana por el camino del suministro de especímenes para la experimentación, e incrementar el conocimiento de los animales salvajes. El primero de estos propósitos no puede usarse para justificar la existencia de los zoológicos, por la circularidad del argumento, ya que es precisamente consecuencia de que los zoológicos existan. El segundo es más sólido, pero en la práctica poco realista, por el elevado número de ejemplares que se requiere para tales actividades. Finalmente, el tercer objetivo tiene un valor innegable, aunque debe discutirse si resulta aceptable hacerlo a costa del cautiverio de animales silvestres.

El último de los argumentos a favor de los zoológicos se refiere a preservar especies en peligro de extinción. Dado que la destrucción de los hábitat naturales se está acelerando considerablemente, y que en determinados casos (como el de los grandes mamíferos) los programas de conservación en el medio natural no parecen tener buenas perspectivas, este argumento quizá sea el más sólido de los cuatro. Los éxitos notables logrados en algunos zoológicos, sin los cuales el ciervo del padre David (véase “El ciervo del pére David”), el caballo de Przewalski (Equus caballus przewalskii), el bisonte europeo (Bison bonasus) y la paloma coronada (Goura cristata) se habrían extinguido, le confieren enorme peso (Fig. 6)

Fig 7. Cóndor (Vultur gryphus) del zoológico de La Plata, parte de un ambicioso plan de cría y reintroduccion de la especie en sus hábitat naturales.
Fig 7. Cóndor (Vultur gryphus) del zoológico de La Plata, parte de un ambicioso plan de cría y reintroduccion de la especie en sus hábitat naturales.

Es cierto que la manera más eficaz de conservar la biodiversidad es establecer áreas naturales protegidas. Sin embargo, la cantidad de espacio que en el mundo de hoy se puede destinar a reservas tiende a ser muy reducida, y la posibilidad de crear nuevas reservas, muy remota. Además, muchas veces la protección de ciertas zonas no es factible, o el espacio disponible resulta demasiado pequeño para permitir la supervivencia de poblaciones animales genéticamente viables. Otro obstáculo es el creciente comercio ilegal de fauna viva, que moviliza importantes sumas de dinero y ocasiona una gran mortandad, por las condiciones aberrantes a que generalmente son expuestos los animales. Por ello, los programas de conservación realizados en jardines zoológicos buscan preservar la mayor cantidad posible de especies animales, lo que permite la propagación de las verdaderamente raras y la posterior reintroducción en sus hábitat naturales (Fig. 7).

La existencia de zoológicos ha permitido imaginar estrategias variadas para salvar especies en riesgo de extinción (véase “Estrategias de conservación empleadas por los zoológicos”).

Izq: Fig. 8 Ciervo europeo (Cervus elaphus) tras las rejas del zoológico. Der: Fig. 9 Tigre (Panthera tigris) en una recreación de su ambienta natural Izq: Fig. 8 Ciervo europeo (Cervus elaphus) tras las rejas del zoológico. Der: Fig. 9 Tigre (Panthera tigris) en una recreación de su ambienta natural

Debido a que las poblaciones de muchas especies resultan fragmentadas y aisladas en la naturaleza, los individuos tienen dificultad en hallar parejas apropiadas, por lo que la intervención humana puede ser aconsejable. Debe recordarse que una población pequeña puede eventualmente encontrarse en peligro debido a fenómenos como una catástrofe localizada -un incendio o una inundación-, enfermedades o un desequilibrio de los sexos. La preservación del material genético de cada especie es clave para asegurar la biodiversidad. Por ello, es deseable que se perfeccionen técnicas de cría y manejo en cautiverio de animales raros o amenazados, entre ellas, la tecnología de manipulación genética, incluida la donación, hoy tan debatida, pues podrían resultar de alta utilidad para la conservación. El uso de tales tecnologías en los programas de conservación permitiría ayudar a preservar la variabilidad genética de las poblaciones cautivas. Ello es muy importante si se miran las cosas en el largo plazo, pues la pérdida de diversidad genética podría limitar el potencial de una población para adaptarse a nuevos ambientes y dificultar su reintroducción en el medio natural.

Pese a los notables avances realizados por los zoológicos en esta materia, se advierte que dichos programas tienen algunos inconvenientes (véase “Los chimpancés en los zoológicos”).

Fig. 10 Oso de anteojos (Tremarctos ornatus) único representante de la familia Ursidae en Sudamérica, especie vulnerable en cuanto a su conservación.
Fig. 10 Oso de anteojos (Tremarctos ornatus) único representante de la familia Ursidae en Sudamérica, especie vulnerable en cuanto a su conservación.

La falta de diversidad genética es, sin duda, uno de ellos: en ciertas especies la mortandad de las crías con fuerte consanguinidad es seis a siete veces la normal. Otro inconveniente es que generan un número de individuos indeseables, ya que para criar determinados animales, como ciervos, leones y cebras, se necesitan menos machos que hembras. Los machos pueden ser vendidos, pero los compradores a menudo carecen de medios apropiados para mantenerlos. Algunos zoológicos “reciclan” el exceso de animales, eufemismo que, en buen romance, significa que los matan y usan para alimentar a otros (Fig. 8).

En síntesis, existen hoy instituciones modelo que ejecutan programas de conservación para propagar especies en peligro de extinguirse y permitir que luego sean reintroducidas en sus hábitat naturales (Fig. 9). También hay otras donde reina la desidia, en las que los animales son víctimas de falta de recursos y de malos tratos, por no decir de la omnipotencia humana (Fig. 10).

¿Qué juicio le merece ahora, amigo lector, la existencia de los zoológicos?

Las fotografías fueron tomadas par Adrián Fortino

Lecturas Sugeridas

BENDINER, R., 1981, The FaII of the Wild, the Rise of the Zoo, E.P. Dutton, New York.

GRUEN, L. & JAMIESON, D., 1994, Reflecting on Nature: Readings in Environmental Philosophv, Oxford University Press, New York.

MARSHALL, A. D., 1994, Zoo, Random House, New York.

MCNEELY, J.A., MILLER, K.R., REID, W.V., MITTERMEIER, R.A. & WERNER, T.B., 1990, Conserving the World’s Biological Divensity. IUCN et al., Washington.

PRESCOTT, J., 1993, “From exhibition of animals to environmental action”, Global Biodiversity, 3(1):12-15.

WENDT, H., 1982, El descubrimiento de los animales: de la leyenda del unicornio hasta la etología, Planeta, Barcelona.

WILSON, E.O., (ed.), 1988, Biodiversity, National Academy Press, Washington.

Juan J. Murgio

Juan J. Murgio

Laboratorio de Sistemática y Biología Evolutiva, FCN y Museo, UNLP
Adrián Fortino

Adrián Fortino

Laboratorio de Sistemática y Biología Evolutiva, FCN y Museo, UNLP

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