La Supervivencia del más apto

La Universidad de Buenos Aires, ¿un modelo para el futuro?

A principios del año pasado se publicó en International Higher Education una nota sobre la UBA que, algunos meses después, circuló también entre los integrantes de algunas listas locales de discusión electrónica de la política científica y universitaria. Su autor, Philip G. Altbach es J.Donald Monan professor of Higher Education en el Boston College de los Estados Unidos y director del Center for International Higher Education de la misma institución.

Consultado por Ciencia Hoy, el nombrado comentó: no tengo relaciones con la UBA. Estuve en Buenos Aires participando en un programa de postgrado sobre educación superior realizado con el apoyo de la UNESCO. Me entrevisté allí con colegas de distintas universidades y con expertos argentinos en el tema. De ese modo aprendí algo sobre dicha universidad y luego escribí un pequeño articulo que debe tomarse como las reflexiones de un observador externo frente a una situación para él novedosa.

Ciencia Hoy tradujo y reproduce en su página editorial el escrito en cuestión por considerarlo una contribución valiosa y muy original al necesario y postergado debate sobre la estructura y funcionamiento de nuestra universidad pública. El lector argentino encontrará algunas afirmaciones erróneas en el texto de Altbach -como desconocer que determinados cursos de postgrado están hoy arancelados-, las cuales, sin embargo, no afectan el contenido conceptual del ensayo, como tampoco lo hace el que haya sido escrito antes de las elecciones de octubre de 1999.

La Universidad de Buenos Aires, la mayor y más prestigiosa institución de educación superior de la Argentina, ha instaurado un modelo educativo que, de un modo perverso, encierra lecciones para la política sobre educación superior en cualquier lugar del mundo. La UBA es una institución con más de 180.000 estudiantes. Ha sido configurada por las ideas educativas de la reforma de Córdoba de 1918 -un movimiento originado en la Argentina y con profunda influencia en toda Latinoamérica-, ideas que se han calcificado en rígidas políticas. Entre esos principios está la “autonomía”, que asegura independencia del control gubernamental directo, a pesar de que el gobierno proporciona prácticamente todos los recursos.

Los estudios en la UBA se basan en el principio darwiniano de supervivencia de los más aptos: todos pueden ingresar pero solo una pequeña minoría de los alumnos inscriptos llega a graduarse -y a menudo lo hace por pura persistencia-. El modelo UBA debería resultar atractivo a los planificadores del Banco Mundial y a otros recortadores de presupuestos, pues proporciona acceso a muchos y una educación aceptable a unos pocos, todo con un bajo gasto per capita. El costo por graduado puede ser alto, pero el gasto por estudiante es reducido en la mayoría de las facultades. La infraestructura es terrible, como lo evidencia la pobreza de sus bibliotecas y laboratorios, pero la institución procesa grandes números de estudiantes.

Las siguientes son algunas de las características esenciales del modelo de Buenos Aires:

* El ingreso es totalmente abierto. Cualquiera que posea un titulo secundario puede inscribirse en cualquier facultad, sin restricciones, ni siquiera en medicina o arquitectura. A diferencia de la mayoría de los países europeos con sistemas igualmente abiertos, en la Argentina no hay un examen riguroso de fin del secundario, ni existen trabas al ingreso en campos como el de la medicina, en los que no limitar el número afecta directamente la calidad de la preparación.
* La UBA es completamente gratuita, sin aranceles ni derechos para estudiar en cualquier nivel.
* La mayoría de los profesores tiene dedicación parcial: dicta uno o dos cursos por cuatrimestre por una paga simbólica. En la mayoría de las facultades, los profesores full-time son menos del 20% del claustro. Pero aun estos no tienen dedicación exclusiva a la universidad, dado que sus salarios son bajos (en promedio, alrededor de 24.000 dólares anuales para un profesor de la categoría superior). Esto significa que incluso los profesores con dedicación exclusiva deben tener otro trabajo. Hay pocas restricciones a tales empleos adicionales.
* No existe estabilidad en el cargo ni seguridad laboral. Los profesores full-time son evaluados cada siete años en concursos abiertos en los que otros candidatos pueden presentarse a competir por sus cargos. La mayoría logra conservar su puesto. Los concursos sufren frecuentes demoras por causas financiaras o administrativas, pero el ideal del competir por los cargos académicos es parte de la tradición de la reforma de 1918.
* Las instalaciones son completamente inadecuadas para estudiantes y profesores. Los docentes con dedicación parcial no tienen dónde reunirse con alumnos o preparar sus clases. Muchos profesores full-time tampoco tienen oficina propia. El acceso a computadoras y la disponibilidad de otros recursos son mínimos.
* Las bibliotecas son penosamente inadecuadas. Los equipos de los laboratorios son igualmente pobres. Tanto estudiantes como profesores dependen de sus propios recursos para obtener libros o acceder a la Internet.
* El índice de deserción es muy alto. Los estudiantes que completan sus estudios tardan mucho en hacerlo. La mayoría de los alumnos trabaja mientras estudia y pocos dedican toda su atención a la universidad. En algunas facultades, como medicina, el índice de deserción es cercano al 90 por ciento; en otras se gradúan proporciones algo mayores.
* Existe un año inicial de algo parecido a educación general (el ciclo básico común o CBC) para todo ingresante. Los cursos están sobrepoblados, son dictados por docentes con dedicación parcial y, según todos los indicios, no resultan atractivos para la mayoría de los estudiantes. El sesenta por ciento de quienes inician el CBC deserta o no aprueba los exámenes, por lo que se le permite ingresar en una de las facultades.
* La mayoría de los alumnos prácticamente carece de contacto con un profesor hasta bien avanzados sus estudios. El CBC actúa como aparato de enfriamiento para todos menos los más persistentes.

Pero la Universidad de Buenos Aires sigue siendo la más prestigiosa del país. A pesar de que está perdiendo terreno ante varias de las nuevas instituciones privadas, sus graduados gozan de un considerable status. Incluso quienes no llegan a terminar sus estudios son tenidos en alguna estima. La gente tiene clara conciencia de que los graduados de la UBA han logrado mucho simplemente por haber sobrevivido en un ambiente académico hostil durante suficiente tiempo como para obtener un título.

Lo anterior implica que en la UBA las condiciones de trabajo de los académicos full-time dejan mucho que desear. Sus múltiples obligaciones incluyen dar clase en todos los niveles, supervisar a estudiantes graduados y dirigir programas de investigación. Debido a estas condiciones y al ambiente de tensión el que trabajan, hay escasa comunidad intelectual entre los profesores. A pesar de ello, la mayoría de los académicos argentinos con visibilidad internacional enseña en la UBA, aunque ahora se está produciendo algún éxodo hacia varias de las nuevas universidades privadas. Los docentes con dedicación parcial están contentos de dar uno o dos cursos por el prestigio que confiere un nombramiento en la UBA.

La universidad se ocupa muy poco de sus estudiantes. No ejerce control sobre la calidad ni el número de quienes ingresan. Su único poder consiste en eliminar alumnos mediante exámenes, abandono o desatención. Los estudiante exitosos tienden a pertenecer a familias de buena posición económica, lo que indica que la universidad contribuye a la desigualdad social a pesar de su ideología igualitaria. El sistema educativo argentino, por lo general, opera en contra de los pobres: la mitad de los que ingresan en el secundario no lo completa y la gran mayoría de los que sí lo hace y entra en la UBA no termina.

Los estudiantes que completan sus estudios en este sistema darwiniano son notablemente inteligentes y perseverantes. Tienen que serlo. Cuando expresé preocupación sobre la calidad de los médicos argentinos, producidos por un sistema tan poco selectivo, se me respondió que no me inquietara: la pequeña minoría que a la larga se gradúa de las escuelas médicas es inteligente, altamente motivada y bien entrenada. Son los sobrevivientes, personas que fueron adoptadas y conducidas de la mano por los profesores hacia el final de sus estudios.

La situación en otras facultades es similar aunque quizá no tan notable. El gobierno gasta poco en educación publica superior y es especialmente duro con la UBA. La educación superior está altamente politizada desde hace mucho en la Argentina y, tradicionalmente, la UBA ha sido leal al partido radical, ahora en la oposición. El peronismo gobernante naturalmente no se siente inclinado a apoyar a sus enemigos políticos y ha cortado el presupuesto de la UBA, lo que afectó aún más la calidad. La próximas elecciones pueden cambiar este panorama, aunque con seguridad el nivel general de apoyo a la educación superior permanecerá bajo. No solo muchas de las universidades públicas tienen determinadas lealtades partidarias: el sistema de gobierno instaurado por la reforma de 1918 politizó todavía más el medio académico. Entronizó la participación de alumnos y personal no docente en el gobierno de la UBA y de toda la educación superior pública. Estudiantes, secretarias, otros empleados y profesores votan todos cuando deben elegirse el rector y otros funcionarios superiores. Frecuentemente los candidatos compiten por esas posiciones académicas sobre la base de su afiliación política. La política partidista afecta a las decisiones universitarias tanto como a las elecciones gubernamentales.

Pero, funciona? Sí, de modo extraño y a su manera, es un sistema académico que funciona. Ofrece acceso a muchos y educación de calidad a pocos. Los que desertan antes de graduarse no parecen estar resentidos ni con la universidad ni con el gobierno. La UBA actúa como masiva playa de estacionamiento para jóvenes que, de otra manera, tendrían dificultades en encontrar empleo en el difícil mercado laboral argentino. La universidad absorbe demanda laboral y atenúa potencial descontento social.

La UBA mantiene bajo el costo. Es cierto que va contra la tendencia internacional al proveer enseñanza gratuita, pero es relativamente eficiente al proporcionar acceso a muchos de manera barata. Lo hace por la vía de proporcionar un servicio mínimo a los estudiantes, pagar mal a los docentes full-time y reclutar un gran numero de docentes con dedicaron parcial que están contentos de pertenecer a la UBA. Se ahorra dinero al no invertir en bibliotecas, laboratorios y tecnología informática. En la UBA “educación a distancia” significa que estudiantes y docentes recorren largas distancias para ocupar aulas hacinadas.

El statu quo resulta fortalecido por una combinación de poderosas fuerzas que hacen difícil el cambio. Las tradiciones de la UBA, algunas de las cuales están consagradas en el estatuto universitario o en sistema jurídico argentino, permanecen fuertes. Como se dijo, incluyen ingreso irrestricto, inexistencia de aranceles, falta de seguridad laboral para los profesores y la idea de “autonomía”. En la Argentina, como en gran parte de América latina, autonomía implica que la universidad goza de protección legal contra la interferencia directa del gobierno en muchas de sus actividades. Hasta hace poco, la universidad no debía rendir cuentas a nadie. Un reciente sistema de acreditación y evaluación, a cargo del gobierno, traerá aparejada alguna rendición de cuentas.

La Universidad de Buenos Aires puede proporcionar un modelo útil a quienes predican los evangelios de educación postsecundaria de bajo costo y acceso para el mayor número. También la UBA es digna de estudio por parte de gobiernos que busquen maximizar el acceso sin tener en cuenta la calidad. Sin duda, el modelo de la UBA sería aún más atrayente a los recortadores de presupuesto si pudieran cobrar aranceles. Darwin hubiese estado orgulloso de la Universidad de Buenos Aires.

La UBA no es muy diferente de otras grandes universidades públicas “autónomas” de América latina, incluyendo la UNAM, la Universidad Nacional Autónoma de Méjico, que con unos 250.000 estudiantes quizá sea la universidad más populosa del mundo. Estas instituciones fueron moldeadas por la reforma de Córdoba y prácticamente no han cambiado su estructura y su ideología en casi un siglo. Muchos observadores consideran a estas instituciones dinosaurios mal equipados para afrontar los desafíos del siglo XXI.

Un nuevo sector privado, sin embargo, se están expandiendo tanto en la parte superior del sistema, con la creación de nuevas universidades selectivas y de alto prestigio (también caras), como en la inferior, con la aparición de instituciones ágiles y especializadas, a menudo de indiferente calidad. Pronto en América latina la educación superior se encontrará en una encrucijada que planteará severos desafíos a mastodontes como la UBA.

Quien desee conocer más sobre el autor y Boston College puede recurrir al website: http://www.bc.edu/bc_org/avp/soe/SOEFaculty.html

Philip G. Altbach

Philip G. Altbach

Lynch School of Education, Boston College

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