Las Huellas del Pasado. Pisadas Humanas Prehistóricas en la Costa Pampeana

En 1984 se descubrieron varios sitios arqueológicos cerca de Monte Hermoso (provincia de Buenos Aires). Ellos muestran huellas de pisadas de seres humanos, aves y mamíferos, además de huesos de animales, restos vegetales y artefactos de piedra que quedaron cubiertos hace 7.000 años por el sedimento del fondo de una laguna costera.
El conjunto de restos, en un excepcional estado de conservación, ha permitido avanzar en el conocimiento de las antiguas sociedades que habitaron la región pampeana de la Argentina.

En monte Hermoso, a pocos pasos del mar,
debajo del mar.
Las huellas de niños que paseaban con sus madres
al atardecer están intactas todavía,
como azúcar amarrilla, como miel olvidada.

Arturo Carrera:
El vespertillo de las parcas; 1997

Desde el comienzo de las investigaciones arqueológicas, se ha procurado establecer la antigüedad y las características de las ocupaciones indígenas en la costa de la región pampeana. El tema ha tenido un desarrollo complejo, con grandes controversias e intensos debates, sobre todo a principios del siglo, cuando Florentino Ameghino postuló una antigüedad geológica terciaria para los materiales encontrados en los sitios costeros. Las explicaciones han variado según las posturas teóricas de los diferentes investigadores; para algunos arqueólogos, como Osvaldo Menghin y Marcelo Bórmida, los yacimientos se formaron por la presencia de los indígenas que vivían y explotaban los recursos del litoral; por el contrario, William Holmes y Francisco de Aparicio creían que los sitios eran la evidencia de las periódicas visitas a la costa atlántica de los indígenas que habitaban la llanura pampeana. Sin embargo todos debieron hacer frente a una misma dificultad: en el litoral bonaerense los restos arqueológicos se encuentran sobre la superficie del terreno. Por lo general, los materiales aparecen apoyados en la arena de las hoyadas que forman los médanos o sobre los afloramientos de sedimentos más compactados. Hay dos casos excepcionales de depósitos arqueológicos estratificados: por un lado, están los controvertidos descubrimientos realizados en la década de los veinte por Lorenzo Parodi, que nunca han sido convalidados por los científicos, y por otro, las sepulturas del llamado “Túmulo de Malacara”, que no han podido ser correlacionadas con los abundantes materiales de superficie. Estos son, en realidad, lo poco que ha llegado hasta nosotros de conjuntos mucho más ricos y variados que, de haber estado protegidos bajo la superficie del terreno, no hubieran sufrido el importante deterioro producido por la acción de los agentes naturales: viento, lluvia o sol. Por ejemplo, los materiales orgánicos no se conservan a la intemperie; la piedra y la cerámica, al quedar expuestas, se mezclan permanentemente con los restos de ocupaciones posteriores; en el caso de la alfarería, a pesar de ser un material relativamente resistente, la erosión termina por desintegrarla. Tampoco es posible obtener fechas absolutas mediante la aplicación del carbono catorce pues han desaparecido materias orgánicas com el hueso, carbón vegetal o restos de plantas.

Fig 1. Vista de la playa donde se pueden observar los afloramientos del sitio Monte Hermoso.
Fig 1. Vista de la playa donde se pueden observar los afloramientos del sitio Monte Hermoso.

La situación cambió notablemente en 1984 cuando se descubrió el sitio arqueológico La Olla 1 y, posteriormente, otros cercanos y estrechamente relacionados: La Olla 2 y Monte Hermoso 1. El conjunto ha revelado datos sumamente novedosos para la región, pues se han podido documentar centenares de pisadas humanas, de aves y mamíferos, recuperar restos óseos de varias especies de animales, artefactos de piedra y, además, restos vegetales en un estado excepcional de conservación. Los tres yacimientos mencionados están a seis kilómetros al Oeste de la localidad de Monte Hermoso (provincia de Buenos Aires), donde los depósitos del fondo de una laguna de la época holocénica (unos 7.000 años antes del presente) aflorán en la playa actual y dos veces al dia los cubre la marea. Se trata de sedimentos estratificados de láminas intercaladas de arcilla y arena, que se extienden unos 1.100m a lo largo de la playa (figura 1); en el pasado formaban parte del borde de una antigua laguna litoral, hoy desaparecida, y que durante su proceso de formación fue visitada en varias oportunidades por indígenas cazadores-recolectores pampeanos que acamparon cerca de sus márgenes.

¿Qué se ha conservado y cómo?

Los restos materiales preservados en estos sitios son muy variados. En La Olla 1 y 2 se han recuperado cientos de huesos de lobo marino, guanaco y venado, valvas, caracoles marinos, fragmentos de huevos de ñandú, restos vegetales, artefactos de piedra y un objeto de madera decorado (figura 2). Vicente Di Martino, director del Museo Municipal de Monte Hermoso, descubrió en diciembre de 1983 el yacimiento denominado La Olla 1. Por lo general el sitio está tapado por la arena de la playa y excepcionalmente queda expuesto; en esas ocasiones los materiales arqueológicos se hacen visibles, pues afloran en los sedimentos lagunares más compactados. Cuando la arena lo vuelve a cubrir, es muy difícil excavarlo de manera sistemática: el oleaje continuo y la arena suelta imposibilitan mantener el área destapada. Di Martino y Luis Guzmán, entonces director del Museo “José A. Mulazzi” de Tres Arroyos, pudieron concretar a comienzos de 1984 una excavación rápida. Hubo que esperar hasta 1993 para que el sitio quedara expuesto y hacer una nueva recolección y un estudio más detallado de los perfiles geológicos. En el verano del 1995 los movimientos de arena del litoral dejaron al descubierto un yacimiento de características similares (La Olla 2), pero su exposición fue tan breve que impidió cualquier tipo de trabajo sistemático: sólo se recuperaron algunas piezas óseas de lobo marino y unos pocos artefactos. En ambos sitios de La Olla los huesos de lobo marino pertenecen a las especies de uno y de dos pelos, y hay una alta proporción de restos de los miembros anteriores de los animales, especialmente húmeros y radiocúbitos, mientras que son escasas las partes del esqueleto axial. Esto sugiere que los lobos marinos fueron despostados en el lugar donde los cazaron, probablemente a la orilla del mar, y sólo el cuero y algunos pedazos de carne fueron llevados para preparar y consumir a la orilla de la laguna.

Fig 2. En la fotografía se pueda apreciar la densa concentración de restos en el sitio La Olla 1
Fig 2. En la fotografía se pueda apreciar la densa concentración de restos en el sitio La Olla 1

Para confeccionar los instrumentos de piedra se usaron, principalmente, rodados costeros y, en menor cantidad, cuarcita y arenisca. En algunos casos por talla se redujo la roca a un tamaño y forma convenientes, mientras que otros fueron trabajados por desgaste o pulido, e incluso algunos tomaron forma por el uso. El hallazgo más notable es un instrumento de madera con decoración: se trata de una especie de espátula larga adornada con líneas rectas y en zig-zag incisas. Este espécimen, junto con dos estacas o puntas, son los únicos artefactos arqueológicos de madera conocidos procedentes de sitios pampeanos, y hasta ahora no hay en el Cono Sur registro de objetos similares preservados por el agua del mar.

Fig 3. Pisadas humanas impresas en el barro, cuando el lugar era las márgenes de una laguna
Fig 3. Pisadas humanas impresas en el barro, cuando el lugar era las márgenes de una laguna

En otro sector de la orilla de la laguna, en el sitio Monte Hermoso 1, se ha conservado una notable evidencia de la presencia humana. Se trata de centenares de pisadas humanas (figura 3), de aves (figura 5) y mamíferos, junto con restos de plantas, semillas, algunas estacas o puntas de madera, caracoles, cáscaras de huevo de ñandú y unos pocos huesos de lobo marino. El sitio fue descubierto en 1990 por el geólogo Rodolfo González, quien reconoció las pisadas humanas en los sedimentos consolidados que afloraban a lo largo de 800 metros en la playa actual. Las huellas son claramente visibles en cuatro sectores principales y, por ejemplo, en un área de 420m2 hay impresas más de 400 improntas humanas, 20 de aves y dos de artiodáctilos (Fig 4).

Fig 4. Plano de relevamiento de las pisadas humanas en Monte Hermoso 1, se muestra el sector sobre el que se hizo el análisis estadístico: Grupo 1: Huellas atribuibles a niños (verde) Grupo 2: Huellas atribuibles a adolascentas o mujeres (turquesa) Grupo 3: Huellas de adulto masculino (negro)  Grupo 4: Huellas de individuos corriendo (rojo).
Fig 4. Plano de relevamiento de las pisadas humanas en Monte Hermoso 1, se muestra el sector sobre el que se hizo el análisis estadístico: Grupo 1: Huellas atribuibles a niños (verde) Grupo 2: Huellas atribuibles a adolascentas o mujeres (turquesa) Grupo 3: Huellas de adulto masculino (negro) Grupo 4: Huellas de individuos corriendo (rojo).

En otro sector de la orilla de la laguna, en el sitio Monte Hermoso 1, se ha conservado una notable evidencia de la presencia humana. Se trata de centenares de pisadas humanas (figura 3), de aves (figura 5) y mamíferos, junto con restos de plantas, semillas, algunas estacas o puntas de madera, caracoles, cáscaras de huevo de ñandú y unos pocos huesos de lobo marino. El sitio fue descubierto en 1990 por el geólogo Rodolfo González, quien reconoció las pisadas humanas en los sedimentos consolidados que afloraban a lo largo de 800 metros en la playa actual. Las huellas son claramente visibles en cuatro sectores principales y, por ejemplo, en un área de 420m2 hay impresas más de 400 improntas humanas, 20 de aves y dos de artiodáctilos (Fig 4).

Además, las pisadas quedaron impresas en por lo menos tres superficies antiguas diferentes, es decir que la orilla de la laguna fue transitada por los indígenas pampeanos en tres momentos distintos.

Fig 5. Pisadas de aves
Fig 5. Pisadas de aves

¿Cuándo fue?

La excelente conservación del material orgánico en los sitios ha permitido realizar varios análisis de carbono catorce y, en consecuencia, conocer cuándo ocurrieron los distintos eventos que han quedado registrados en la laguna. Hasta el momento disponemos de siete fechados radiocarbónicos que ubican los acontecimientos entre 6.640 y 7.400 años antes del presente, es decir a mediados del período Holoceno. Para el sitio de La Olla 1 se hicieron dos análisis sobre colágeno (proteína ósea) de fémur de lobo marino, y dio una edad de 7.315 ± 55 años antes del presente (AA-7972) y 6.640 ± años antes del presente (LP-303). En La Olla 2 se utilizó una vértebra también de lobo marino, y el resultado fue de 7.400 ± 95 años antes del presente (AA-19292). Existen cuatro dataciones radiocarbónicas obtenidas de muestras asociadas con las pisadas en el sitio Monte Hermoso 1; una es una semilla de una planta acuática (Ruppia sp.), extraída de las fases arcillosas inferiores y dio una edad de 7.125 ± 75 años antes del presente (AA-7974). De la segunda, hecha sobre una escápula de lobo marino incluida en los bancos de areniscas, se obtuvo una antigúedad de 7.030 ± 100 años antes del presente (LP-271). El tercero y cuarto análisis proceden de los niveles estratigráficamente más altos, se hicieron sobre un fragmento de rama de una especie indeterminada y de unas semillas de Ruppia sp. Las fechas obtenidas fueron 6.795 ± 120 años antes del presente (AA-8699) para el fragmento de rama, y 6.705 ± 80 años antes del presente (AA-8700) para las semillas.

¿Cómo era la laguna hace 7.000 años?

Carlos Zavala fue el responsable de los estudios geológicos que se hicieron para determinar el ambiente, el modo de depositación y la evolución geológica de la laguna. Para esto se definieron y estudiaron los cambios en el aspecto de los depósitos mediante el análisis de las características internas de los cuerpos de roca: estructuras sedimentarias primarias, textura, contactos, color, geometría y contenido paleontológico. Las características cambian a lo largo del perfil, tanto vertical como lateralmente, debido no sólo a las transformaciones ocurridas durante la evolución de la charca y la formación del depósito, sino también a las ligeras diferencias del ambiente en que tuvo lugar la depositación (ver “La laguna y sus orillas”).

Los sedimentos que contienen las pisadas están apoyados sobre depósitos de edad pleistocénica -hace más de 10.000 años- expuestos en la zona intermareal de la playa. La unidad que corresponde al Holoceno se inicia con capas esencialmente arcillosas de color gris claro, laminadas, con delgadas intercalaciones de arenas y restos de peces, roedores y vegetales. Aquí es donde se observa la mayor densidad de pisadas. Por encima se disponen sucesivos bancos de arena, entre los que se intercalan delgadas láminas de arcillas. Es en estos contactos donde se han detectado las pisadas mejor preservadas, que son poco profundas y muchas conservan aún sus rellenos.

La reconstrucción ambiental estuvo a cargo de Silvia Grill y Dina Martínez, investigadoras de la Universidad Nacional del Sur, a través del estudio del polen y de organismos microscópicos acuáticos (ostrácodos). Los análisis sugieren la presencia de una vegetación de dunas costeras y cuerpos lagunares tranquilos de interduna, con abundante material nutritivo y buena oxigenación, que periódicamente sufría episodios de inundación y de retracción. A pesar de situarse muy cerca de la costa, la laguna excepcionalmente tuvo comunicación con el mar. Si bien se ha identificado paleomicroplancton marino (dinoflagelados y acritarcas) en los sedimentos, su pobre estado de conservación sugiere que se trata de material redepositado. Los resultados del estudio del polen señalan que la flora del lugar se caracterizaba por una vegetación herbácea de médanos que coexiste con plantas acuáticas típicas de las depresiones intermedanosas.

La identificación de cuatro taxa de ostrácodos no marinos (Sarsc ypridosis aculeata, Lymnocythere sp1, sp2, Cyprinotus salinus), indican que la laguna era continental aunque salobre. El estado de conservación, el número de especies y la asociación faunística estaría evidenciando un cuerpo de aguas tranquilas. En tanto que la precipitación de carbonatos dentro de las valvas en algunas etapas, es un indicador de importantes episodios de desecamiento y de un ambiente inestable. La estratigrafía indica que además de estas pulsaciones periódicas, la laguna era más grande al principio, y que a lo largo de los siglos paulatinamente se fue reduciendo. Hay indicios de que hace unos 6.500 años la laguna era apenas un cuerpo de agua somero de interduna y que estaba próxima a desaparecer.

¿Por qué se conservaron?

Para que se conserve un registro arqueológico tan frágil como el de las pisadas humanas, deben darse una serie de eventos en un orden adecuado. En el caso estudiado, un ambiente de relativa quietud (de baja energía), como las aguas de una laguna costera, favoreció la preservación.

Fig 6. Impronta de vegetal que muestra la calidad de registro del sitio Monte Hermoso 1, la granulometría fina del sedimento conservó con gran precisión los detalles.
Fig 6. Impronta de vegetal que muestra la calidad de registro del sitio Monte Hermoso 1, la granulometría fina del sedimento conservó con gran precisión los detalles.

El orden de los eventos fue el siguiente:

1.- Debajo del agua se depositó una capa de grano fino que fue importante para registrar los detalles con mayor fidelidad (Fig 6)

2.- El sedimento de las márgenes, al quedar expuesto al aire, perdió parte del agua de los poros y adquirió cierta plasticidad, deformándose parcialmente con el peso de los caminantes.

3.- Luego de impresas las pisadas, el agua debió cubrirlas rápidamente pero con baja energía. Las huellas que se conservaron no quedaron expuestas por mucho tiempo, pues en caso contrario se hubieran borrado. De este modo, perduraron las más cercanas al borde de la laguna, y es lo que determina que los sitios con pisadas estén, casi siempre, en las márgenes de antiguos cuerpos de agua.

4.- Con posterioridad a su enterramiento, el depósito no sufrió grandes transformaciones hasta que fue erosionado por un agente “sutil” como el agua. En este caso, el mar al penetrar entre la huella y su relleno hizo que se separaran dejando a la vista la impronta. Sin embargo, en la medida en que la erosión marina actúa sobre los sedimentos con pisadas, las destruye. Al principio remueve el relleno y la marca del pie queda a la vista; luego, como la acción abrasiva continúa, comienza a afectar la huella hasta que la borra totalmente. Este proceso es casi imposible de detener, pero en la medida en que el mar va erosionando algunas pisadas, deja otras tantas al descubierto.

¿De quién son las huellas?

Se han hecho distintos trabajos para conocer cómo se distribuyen en el sitio las improntas y los restos materiales. Las tareas de investigación se iniciaron en el extremo oriental, porque es el más expuesto a la destrucción. Para un estudio de este tipo, el terreno fue cuadriculado en áreas de 1 metro de lado y luego, tomando el reticulado como referencia, se midieron todas las pisadas. Hubo que tener en cuenta varios datos: si se trataba del pie izquierdo o derecho, el largo, el ancho, la profundidad y la orientación de cada huella. Cuando se reconocía un rastro, es decir una serie de huellas producidas por la marcha de una misma persona, se tomó también la distancia entre los pasos (Fig 7). Sobre la base de estos datos se mapearon todas las pisadas, aisladas o formando rastros (ver Fig 4). Con el objeto de hacer un análisis estadístico que permitiera inferir los grupos de edad que estaban representados, E. Navarro seleccionó un conjunto de huellas que se estudiaron utilizando el análisis multivaríado de componentes principales (ver Fig 4). El análisis quedó restringido a aquellos casos que estábamos seguros de que eran relativamente sincrónicos. El sector elegido fue el área que estaba cruzada por el rastro más extenso y todos estaban impresos en una única superficie. De las huellas, cinco son de pisadas pequeñas (14 a 17cm de largo) que seguramente corresponden a niños; otras cinco están formadas por improntas entre 19 y 23cm, que podrían corresponder a jóvenes o mujeres; sólo una pertenece a un adulto de cierta estatura.

Otra característica importante es que ninguna muestra una dirección determinada, ni son paralelas. Esto indica que el sector de la orilla no fue una senda, sino más bien un área por donde la gente recorría una superficie amplia, no un camino lineal y estrecho.

Fig 7. En muchos casos, las pisadas configuran rastros de varias pisadas atribuibles a una misma persona
Fig 7. En muchos casos, las pisadas configuran rastros de varias pisadas atribuibles a una misma persona

Imágenes del pasado

La interpretación propuesta a partir de los datos actualmente conocidos, es que hace siete mil años esta laguna tranquila de agua salobre, cercana al mar, fue visitada periódicamente por indígenas cazadores-recolectores de la región pampeana. El paisaje costero formaba parte de su territorio y era frecuentemente visitado ya que en las cercanías se podían cazar lobos marinos, recoger rocas para confeccionar instrumentos y, quizás, también recolectar conchas de caracoles para hacer adornos. En distintas partes de la antigua laguna han quedado las evidencias de las diferentes actividades llevadas a cabo. La Olla 1 y 2 muestran los lugares donde se terminaban de procesar los cuerpos de los lobos marinos. Las presas eran capturadas en la costa marítima cercana y acarreadas ya despostadas hasta la laguna. Allí se terminaba con el trozamiento y, en parte, se consumían. La selección de las porciones esqueletarias, las marcas de corte sobre los huesos y los mismos huesos quemados testimonian estas actividades. Es probable que también se procesaran vegetales, lo que se infiere del tipo de instrumental descartado en el lugar: rocas con caras alisadas y pulidas usadas para moler o machacar semillas y frutos. Las pisadas humanas de Monte Hermoso 1 muestran que las orillas de la laguna eran recorridas por niños, jóvenes y, tal vez, mujeres que deambulaban en forma tranquila, sin una dirección definida. El hecho de que sólo este segmento de la población esté representado, es consistente con una actividad de recolección en las márgenes de la laguna para proveerse de los típicos recursos lacustres: plantas, aves, huevos y peces. Entre los cazadores-recolectores esa actividad la desempeñan, precisamente, mujeres y niños. Hasta ahora no se ha podido determinar el emplazamiento del campamento, aunque la gran cantidad de huellas de niño indica que este debía estar próximo pues en esas sociedades los ni-ños no suelen alejarse solos a grandes distancias de la vivienda. Estas evidencias arqueológicas de la costa atlántica han permitido reconstruir algunos aspectos poco conocidos de las antiguas sociedades indígenas de la región pampeana. Sin embargo aún no han aclarado un problema que desde principios de siglo es largamente debatido: ¿estaban estas poblaciones adaptadas a un único ambiente o, por el contrario, la costa constituía un componente dentro de un amplio circuito de nomadismo?

Sitios en peligro

Los yacimientos de Monte Hermoso y La Olla se encuentran en peligro de destrucción porque son sumamente frágiles frente a la acción del mar y de la gente. La erosión marina es constante pues los afloramientos se ven afectados diariamente por la marea, y es aún mayor durante las frecuentes sudestadas. Por el lado de la acción humana, el tránsito de vehículos es el principal responsable de la destrucción, ya que permanentemente circulan por el lugar desde tractores hasta triciclones, y todos ellos de fuerte tracción; así, las láminas que forman el depósito se resquebrajan y el agua encuentra material fácil para erosionar. El mar y los seres humanos se potencian en la destrucción.

OTROS SITIOS CON PISADAS

Desde los comienzos del siglo XIX se conocen en la literatura científica sitios de distintos períodos geológicos con huellas de vertebrados. Sin embargo, las pisadas humanas son poco frecuentes. Las más famosas y, probablemente, más antiguas son las de Laetoli, en Tanzania, al este del África, que corresponden a homínidos que vivieron hace unos 4 a 5 millones de años.

En América hay también huellas humanas pero mucho más modernas; están, por ejemplo, las de Acahualinca, Nicaragua, que fueron dejadas por cazadores-recolectores a comienzos del Holoceno (unos 6.000 años antes del presente) en la orilla del lago de Managua. Una gruesa capa de cenizas volcánicas de varios metros de espesor cubrió las pisadas y permitió entonces una excelente preservación.

Fig 1. Sitio paleoicnológico de Pehuencó, rastrilladas de grandes mamíferos del Pleistoceno.
Fig 1. Sitio paleoicnológico de Pehuencó, rastrilladas de grandes mamíferos del Pleistoceno.

Otra impronta famosa es la dejada por un niño en el piso arcilloso del sitio de Monte Verde en el sur de Chile. Tom Dillehay, arqueólogo de la Universidad de Kentucky (EE.UU.), estima que la antigüedad de esta huella se corresponde con la de la ocupación del sitio: aproximadamente 12.500 años antes del presente. También se han registrado huellas y rastros humanos en la zona de mareas de las costas de Inglaterra, y cuya preservación se debe a procesos similares a los de Monte Hermoso. En Formby Point, estuario de Mersey al noroeste de Inglaterra, se registraron pisadas aisladas y rastros que correponden a dos períodos distintos: unas al neolítico (c. 4.000 a.C.) y otras a la edad del bronce (c. 1.500 a.C.). Asimismo, en el sudeste inglés se han hallado huellas humanas en el estuario de Severn que corresponden al período mesolítico (c. 6.000 a.C.), junto con otras de ganado vacuno: un animal que en los milenios posteriores adquiriría vital importancia para los seres humanos.

En la Argentina, por su parte, la costa del suroeste bonaerense posee un abundante registro de pisadas antiguas y en Pehuencó se ha descubierto el yacimiento paleoicnológico [paleo=antiguo; icno= traza o huella; logos=ciencia] más importante. Este sitio ha sido investigado por S. Aramayo y T. Manera, quienes han registrado centenares de pisadas de mamíferos y aves del Pleistoceno Superior (12.000+/-110 años antes del presente) a lo largo de más de 2km de afloramientos. La fauna representada es notablemente variada y las pisadas son atribuibles, por una parte, a animales que se han extinguido: megaterios, milodontes, gliptodontes, camélidos de gran talla y proboscidios; por otra, a especies actuales como cérvidos, pumas, guanacos, un carnívoro semejante al aguará guazú, ñandúes, flamencos, perdices y aves acuáticas (Figura 1).

LAS PISADAS DE MONTE HERMOSO: ARQUEOLOGÍA Y POESÍA

Por lo general, un informe de investigación está pensado para que se difunda en el medio académico y suele dar origen a otros escritos científicos similares. Sin embargo, el articulo que en 1997 publicaron Cristina Bayón y Gustavo Politis sobre los sitios con pisadas de Monte Hermoso, fue leído por un poeta y estimuló la creación de un libro de singular belleza: se trata de “El vespertilio de las Parcas” escrito por Arturo Carrera. Considerado como una de las figuras más importantes de la poesía argentina contemporánea, Carrera nació hace cincuenta años en la localidad bonaerense de Coronel Pringles, no muy lejos de las huellas de Monte Hermoso. La imagen de los rastros en las márgenes de la laguna le permite recuperar los recuerdos de una infancia signada por la presencia de las mujeres: “Todos mis libros han tocado de un modo u otro los temas de la identidad, la maternidad, la paternidad, los hijos y las relaciones laberinticas con el padre, la representación arcoirizada de la vida cotidiana, etcétera; pero ninguno enfrentó el tema de las mujeres mitológicas, que arman y desarman el rompecabezas de nuestra vida en nuestra infancia. […] Mujeres que marcaron nuestro destino poético o que extendieron el hule de la poesía sobre la mesa como un mapa”. Huérfano de madre antes de cumplir los dos años, se crió al cuidado (cariño) de las dos abuelas y de sus tías quienes le revelaron los secretos de la sencilla ternura cotidiana. Las huellas de hace siete mil años sustituyen, se mezclan y, a la vez, representan a una madre irremediablemente ausente (“esa usura de presencia”): estimulan la búsqueda de lo que nunca podrá ser hallado. Uno se pregunta, ¿por qué las parcas? El texto de Carrera nos responde: “[…] quiero lavar, a mi modo, la idea de muerte que los poetas les atribuyeron a las parcas. Por eso mi libro trabaja sobre esa fuerza de sentido a mi juicio olvidada: la vida que nos insuflan las Parcas por medio de las repetidas historias y del señalamiento. Porque ese dedo índice de las mujeres de nuestra infancia que indicaba un color, un rumor y hasta el silencio de las cosas, es el mismo que propiciaba, en la misma época, nuestro asombro”. El vespertilio -aclara el autor- es un pequeño murciélago que sale a pasear al atardecer, y que suele prenderse de las faldas de las mujeres que caminan al borde de la laguna:

“En Monte Hermoso, a pocos pasos del mar. debajo del mar
Las huellas de niños que paseaban con sus madres al atardecer están intactas todavía, como azúcar amarilla, como miel olvidada que un arqueólogo supo probar y fijar:

o atender, como el pájaro de los Upanishads (mientras el otro pájaro gemelo no se contenta sólo con mirar…);

él mira, calca la huella, le saca fotos
la detiene en otra sospechosa memoria,

¿pero no es ése también el signo de la connivencia, de los amores, de las uniones caligráficas?

¿Qué me une al paseo, qué me une a esas misteriosas mujeres tan pequeñas, tan altas como mi madre?

…que,
sino esos diminutos pasos tras la fugitiva que memoriza un espacio y un tiempo siempre entregado para ella sin materia,
oscuros, en partículas leves que se disipan en residuos desorganizados, intangibles,

eso que alguna vez nos pareció la naturaleza es acaso su Realidad.

…Pero Rodolfo González detuvo ese contorno de polvillo de oro para mí y detiene esa usura de presencia para mí.”

El vespertilio de las parcas
Tusquets
Buenos Aires 1997

Lecturas Sugeridas

BAYON, C. Y POLITIS, G., 1996, “Estado actual de las investigaciones en el sitio Monte Hermoso 1 (Prov. de Buenos Aires)”, en Arqueología (Instituto de Ciencias Antropológicas, Facultad de Filosofia y Letras, Universidad de Buenos Aires), 6:83-116.

POLITIS, G., 1989, “¿Quién mató al megaterio ?”, en Ciencia Hoy; 1,2: 26-35.

Cristina Bayon

Cristina Bayon

Universidad Nacional del Sur
Gustavo G Politis

Gustavo G Politis

Doctor en ciencias naturales, UNLP.
Profesor titular, UNCPBA y UNLP.
Investigador superior del Conicet.
[email protected]

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