Acceso y graduación en la educación superior en la Argentina

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¿Cuán difundida está la educación universitaria en la Argentina? ¿Cuán masiva es la universidad? ¿Cuán exitosa es en la tarea de educar a todos los estudiantes que se le acercan?

En una primera aproximación, podemos decir que la sociedad argentina se caracteriza por un importante grado de escolarización superior, una característica asociada con la aspiración de los sectores medios a la movilidad ascendente. Por otro lado, en las últimas tres décadas hemos asistido a un proceso de masificación de la educación universitaria, impulsado por el crecimiento del número de los egresados de nivel medio y facilitado por un sistema de educación superior con mecanismos de admisión escasamente selectivos en la mayoría de las instituciones, por la gratuidad de los estudios de grado en el sector público y por la fuerte expansión de la oferta universitaria como consecuencia de la creación de numerosas universidades públicas y privadas, y de institutos terciarios no universitarios estatales y privados en distintas zonas del país.

El proceso anterior, sin embargo, no ha obtenido resultados socialmente equitativos, entre otras razones, por las brechas en materia de capital cultural, social y económico que presentan los egresados del nivel medio que llegan a la universidad –o, más precisamente, a las instituciones de enseñanza terciaria, porque esta clase de análisis también incluye entidades no universitarias–, lo cual significa que muchos terminan por abandonar los estudios superiores.

En un clásico libro sobre el abandono universitario citado entre las lecturas sugeridas, cuya primera edición es de 1987, el sociólogo norteamericano Vincent Tinto, profesor emérito de la Universidad de Siracusa, Estados Unidos, señaló que para estudiar ese fenómeno es necesario distinguir entre el abandono definitivo de los estudios universitarios y el abandono de una universidad para seguir en otra, o incluso el cambio de carrera en la misma universidad. En un libro más reciente, denominó retención al porcentaje de los estudiantes ingresados en una universidad que se gradúan en ella, y persistencia al porcentaje de los estudiantes ingresados en una universidad que continúan sus estudios hasta graduarse en cualquier institución universitaria. Normalmente la persistencia es sensiblemente mayor que la retención debido al número de estudiantes que cambian de carrera, de universidad o de ambas. En esta nota concentramos la mirada en la persistencia.

La situación argentina en la comparación internacional

El grado de acceso de la población a los estudios superiores se puede medir por la cantidad de estudiantes universitarios por cada cien mil habitantes. El cuadro presenta datos correspondientes a 2014 publicados por el Instituto de Estadística de la Unesco (accesibles en http://data.uis.unesco.org).

La disparidad de las cifras, cuyo origen reside en los relevamientos que hacen los organismos educativos o de estadística de cada país, puede indicar la existencia de casos en los que no se estaría midiendo el mismo fenómeno, por ejemplo, por usar definiciones diferentes de quién es un estudiante universitario, o qué institución se considera de nivel superior. Así, para la Argentina la cifra resulta de los datos que cada institución de enseñanza superior, tanto universidades como institutos terciarios no universitarios, suministra al Ministerio de Educación, y cada una de esas instituciones puede estar usando padrones de estudiantes sin depurar (entre otras razones, por la conveniencia para la entidad de aparecer con el mayor número posible de alumnos).

Más allá de esta observación sobre la calidad del dato, sin embargo, se puede sostener que en la Argentina la demanda de educación superior es notablemente alta. En ello incide que el acceso a la educación superior se ve facilitado por la gratuidad de los estudios de grado en la universidad estatal y por la debilidad e incluso ausencia de barreras académicas de ingreso en esa universidad y en las privadas.

En contraposición con lo anterior, sin embargo, la proporción de la población adulta argentina con educación superior completa representaba en 2014 aproximadamente el 21% del total, frente al 37% en promedio en los países industrializados que integran la OCDE.

En otras palabras, es claro que, finalmente, una parte considerable de quienes ingresan en la universidad argentina no se gradúa, dado que enfrenta obstáculos diversos que le impiden llegar a esa meta y producen el abandono de los estudios. Las literatura histórica y reciente ha explorado esa compleja trama de obstáculos, que incluyen el entorno socioeconómico y cultural de los hogares, la calidad de la educación media, las políticas de las instituciones de educación superior y otros.

Acceso, abandono y graduación

Como parte de un estudio que contó con financiamiento del Conicet, las autoras construimos indicadores de la magnitud del abandono de la educación superior en la Argentina. Empleamos como fuente de información la Encuesta Permanente de Hogares, que se realiza en forma trimestral sobre muestras representativas del conjunto de la población urbana del país. El cuestionario de la encuesta incluye una pregunta acerca de asistencia a establecimientos educativos de todos los niveles y acerca de la finalización o el abandono de los estudios. Sobre esas bases construimos dos indicadores: la tasa global de graduación y la tasa global de abandono para los estudios de nivel superior por parte de personas de entre 18 y 30 años. Son tasas globales porque reflejan lo sucedido en el sistema de educación superior en su globalidad y no en determinados establecimientos. La tasa global de graduación mide la proporción de quienes lograron graduarse: es el cociente entre quienes, en cada encuesta, indican que son graduados universitarios o terciarios no universitarios y el total de los que dicen que asistieron pero no asisten más a un establecimiento de educación superior, ya sea por haberse graduado o por haber abandonado. Por su parte, la tasa global de abandono es el valor complementario del anterior, pues mide la proporción de los que no lograron graduarse: es el cociente entre quienes, en cada encuesta, indican que abandonaron los estudios, respecto del total de los que dicen que asistieron pero no asisten más a un establecimiento de educación superior, ya sea por haberse graduado o por haber abandonado.Asimismo, calculamos la relación entre la cantidad de estudiantes de educación superior y la población en la edad escolar correspondiente, indicador denominado tasa neta de escolarización.

El cuadro indica, en porcentajes, la tasa neta de escolarización superior, la tasa global de graduación y la tasa global de abandono de la educación superior para el conjunto de la población argentina de entre 18 y 30 años y para subconjuntos de esta.

La estratificación en tres clases se basa en el ingreso familiar per cápita, según los criterios definidos en Estructura social e informalidad laboral en la Argentina (Eudeba, Buenos Aires, 2016), el libro póstumo de Fernando Groisman (1967-2016). La clase baja incluye a los integrantes del 20% de los hogares más pobres; la clase alta, a los del 20% más rico. Los miembros del 60% de los hogares ubicados entre los dos grupos anteriores conforman la clase media. Los valores del cuadro que reflejan la estratificación por clases están en línea con lo que intuitivamente se podría esperar. En cuanto a las cifras que diferencian el comportamiento femenino del masculino, muestran que las mujeres tienen mayor tasa de escolarización superior (44% contra 33%) y mayor nivel de graduación (69% contra 60%) que los varones.

Una limitación de las cifras indicadas es que constituyen una fotografía instantánea de una población en movimiento, es decir, funden en un único valor el comportamiento de doce promociones o cohortes sucesivas de estudiantes, mientras que en la realidad cada promoción puede actuar en forma diferente de las que la precedieron o la siguieron. Por otro lado, puede haber estudiantes mayores de treinta años que se gradúen. En consecuencia, los indicadores del cuadro solo constituyen una primera aproximación. Se obtendría un retrato más certero mediante un estudio del desempeño de cada cohorte a lo largo del tiempo, desde su ingreso en la universidad hasta su graduación o abandono.

Factores asociados con el abandono de los estudios

La literatura especializada identifica algunos factores estadísticamente correlacionados con la persistencia hasta la graduación en los estudios universitarios de grado. Entre ellos sobresalen el nivel socioeconómico de la familia del estudiante, en coincidencia con el segundo cuadro presentado, y el hecho de no pertenecer a la primera generación de la familia que intenta alcanzar un título superior.

Las autoras analizamos con métodos estadísticos los datos proporcionados por la mencionada Encuesta Permanente de Hogares sobre personas entre 18 y 30 años que realizaban estudios superiores y habitaban con sus padres. Estos eran el 62% de los estudiantes universitarios de grado detectados por la encuesta. Ese camino nos llevó a las siguientes conclusiones.

  • A menor ingreso per cápita del hogar, mayor probabilidad de abandonar la universidad: por cada estudiante de clase alta que abandona los estudios de grado lo hacen 1,42 estudiantes de clase media y 1,48 de clase baja.
  • Por cada mujer que abandona los estudios superiores lo hacen 1,42 varones.
  • Por cada estudiante con por lo menos un progenitor graduado de estudios superiores que abandona la universidad lo hacen 2,64 estudiantes con ambos progenitores sin título de nivel superior;
  • Por cada estudiante menor de 25 años que no concluye el ciclo de grado hay 2,78 estudiantes mayores de esa edad que tampoco lo hacen.
  • Por cada estudiante que abandona la universidad luego de haber completado el primer año hay 1,6 estudiantes que lo hacen en primer año.
  • Los estudiantes de entidades reconocidas como universidades tienen mayor probabilidad de abandonar que los que asisten a instituciones terciarias no universitarias.

Si bien en líneas generales los resultados anteriores coinciden con la literatura nacional e internacional sobre el tema, son producto de un análisis que tiene sus limitaciones, porque no toma en cuenta otros factores, como el rendimiento académico y las aspiraciones de los alumnos del secundario. Es probable que ser estudiante universitario de primera generación también signifique haber recibido una educación secundaria más defectuosa y llegar a la universidad, en consecuencia, con menor preparación académica, tener aspiraciones más modestas en cuanto a los estudios superiores y haber recibido escaso asesoramiento en el hogar sobre qué tipo de estudios y qué institución elegir, todo lo cual incrementa las posibilidades de fracaso.

Hay factores menos generalizados en la Argentina, por lo que es difícil abordarlos por el análisis estadístico, que hasta donde se puede advertir por la experiencia disponible, por la evidencia anecdótica y por información de otros países, también tienen una incidencia significativa en el éxito de los estudios universitarios de grado. Entre ellos están las becas para quienes no pueden ser mantenidos por sus familias y los diversos programas de nivelación académica para remediar las deficiencias de la preparación del secundario.

Otra de las limitaciones del análisis a partir de la Encuesta Permanente de Hogares es que el concepto de educación superior que maneja engloba estudios de muy diferente índole, calidad académica y exigencias, pues incluye tanto universidades como terciarios no universitarios, dos grupos que, aun si se consideraran por separado, conforman universos marcadamente heterogéneos. Ello se intuye de la conclusión señalada del mayor abandono en las universidades que en los terciarios no universitarios. En una primera aproximación, se podría pensar que esto es consecuencia de que los estudios universitarios suelen ser académicamente más exigentes y de mayor duración que los de, por ejemplo, institutos terciarios técnicos o de formación docente.

Algunas conclusiones

Lo expuesto induce a reflexionar sobre qué políticas públicas podrían mejorar las actuales tasas de graduación y, en especial, disminuir el abandono a lo largo del primer año. Pero para poder hacerlo con algún fundamento, se requiere disponer de una evidencia empírica más adecuada que la contenida en la Encuesta Permanente de Hogares. Entre otras cosas, necesitaríamos saber más sobre las aspiraciones de las familias y de los jóvenes, sobre las variables culturales del hogar y sobre el rendimiento académico de los estudiantes desde los últimos dos años de la escuela media hasta la finalización de los estudios superiores.

Algunos instrumentos de tipo económico usualmente empleados en distintos países por las políticas públicas, como becas para los sectores socioeconómicos más desfavorecidos, están presentes en el caso argentino, pero carecemos de una buena evaluación de su efectividad para contrarrestar el abandono que ocurre por cuestiones económicas, claramente puesto de relieve por la asociación de abandono y nivel socioeconómico de los estudiantes. Sobre esta cuestión, se puede pensar que las becas, para ser efectivas, deben cubrir no solo los costos directos de la educación para el estudiante –que en la universidad estatal gratuita no son tan elevados–, sino principalmente el ingreso omitido por no trabajar mientras estudia (algo que los economistas llaman costo de oportunidad).

Además de los instrumentos económicos, hay un amplio campo de acciones encaminadas a fomentar tanto el rendimiento académico como una mejor adecuación a la realidad de las expectativas y las aspiraciones de los estudiantes. Algunas de las acciones que se han ensayado con éxito en escala reducida han sido tutorías académicas y de pares que busquen mejorar la integración social y académica de los estudiantes. Las políticas públicas pueden promover el uso de esos instrumentos por parte de las entidades educativas mediante, por ejemplo, incentivos financieros y otros.

Lecturas Sugeridas

FANELLI A y ADROGUÉ C, 2015, ‘Abandono de los estudios universitarios: dimensión, factores asociados y desafíos para la política pública’, Fuentes, junio, 16: 85-106, accesible en http://institucional.us.es/revistas/fuente/16/ABANDONO%20DE%20LOS%20 ESTUDIOS%20UNIVERSITARIOS.pdf.

GILARDI S & GUGLIELMETTI C, 2011, ‘University life of non-traditional students: Engagement styles and impact on attrition’, Journal of Higher Education, 82, 1: 33-53.

PARRINO MC, 2014, ¿Evasión o expulsión? Los mecanismos de deserción en el primer año universitario, Biblos, Buenos Aires.

PIKE GR & KUH GD, 2005, ‘First- and second-generation college students: A comparison of their engagement and intellectual development’, Journal of Higher Education, 76, 3: 276-300.

TINTO V [1987] 1993, Leaving College: Rethinking the causes and cures of student attrition, Chicago University Press.

TINTO V, 2012, Completing College: Rethinking institutional action, Chicago University Press.

Doctora en ciencias económicas, UBA. Magíster en sociología, Flacso. Investigadora principal del Conicet en el Centro de Estudios de Estado y Sociedad.

Doctora en economía, Universidad de San Andrés. Investigadora asistente del Conicet en el Departamento de Economía, UDESA. Profesora asociada, Universidad Austral

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