Carta de Lectores

Aunque no soy muy afecto a leer cartas de lectores, lo hice en el número 48, lo que me movió a escribir en apoyo de las opiniones de Eduardo Felizia y Gustavo Herren. En especial adhiero a la iniciativa de publicar un cursillo en sucesivas entregas sobre estadística, pero preferiría que, sin perder rigor, fuera poco avanzado en lo matemático. También sería interesante abordar el campo de la inforrnática (para mi gusto, con énfasis en lo electrónico). Les deseo muchas felicidades en el décimo aniversario y espero que continúe la excelente calidad de publicación que, a pesar de ello, mejora con cada entrega.

Eduardo L. Piñero
La Plata

Quiero, en primer lugar, felicitarlos por la calidad editorial y científica de la revista. En segundo lugar, agradecerles su puntual envío (me llega porque soy una de las ganadoras del concurso). También, agregar un comentario tranquilizador. Me imagino que los editores se preguntarán: ¿qué hace la gente con la revista?, ¿la tira?, ¿la regala?, ¿la usa para poner debajo de la pata de algún mueble? Pues en mi caso es leída y atesorada para posterior uso, en particular con mis alumnos. Finalmente, un comentario: en el número 49 leí la frase .. algún sistema de unidades, por ejemplo g/cm3 o kg/dm3… ¿No debería decir, ya que se está hablando de peso específico? Me despido con una frase de Newton: Nos asemejamos a niños que juegan en la playa y de vez en cuando recogen un alga curiosa, mientras ante ellos se extiende el inmenso océano de la verdad. ¡Gracias por acercarnos el océano!

Silvia Beatriz Gil
Capital Federal

La lectora tiene razón. En el artículo se habla de peso específico (peso por unidad de volumen) pero las unidades corresponden a densidad (masa por unidad de volumen). La diferencia entre ambas proviene de la aceleración de la gravedad local. Así, a un gramo de masa (1 g) le corresponde el peso (que es un vector) de un gramo fuerza.

Quiero felicitar a CIENCIA HOY por la encuesta que realizó y publicó en el número 48 en materia de las opiniones de la gente acerca de la ciencia y la tecnología. Es un primer y muy importante paso para intentar que dichas actividades se consideren parte de nuestra cultura: que un científico sea reconocido, por lo menos, como lo son escritores, músicos, bailarines y otros artistas, y que no se los trate como personas raras y difíciles sino igual que al resto de la población. Nuestros gobiernos y empresas no consultan a los investigadores, salvo para algo extraordinario o de urgencia nacional. De la actividad política y administrativa cotidiana del país, los científicos están esencialmente ausentes. El famoso exabrupto que se vayan a lavar los platos, proferido por un intelectual que ocupaba el ministerio de Economía, no sólo fue una falta de consideración para con las personas sino, también, un indicador de ignorancia acerca del cometido de la ciencia y la tecnología en la vida del país y de la función social de los investigadores. También expresó la división existente en las mentes entre ciencias naturales y sociales, ya que muchos representantes de las segundas (economistas, sociólogos, juristas) son consultados por el gobierno.

En cuanto a los resultados de la encuesta, me llamó la atención cómo la gente define a un científico, pues manifiesta cierta valoración o respeto por la actividad, aunque es notable la diferencia entre las opiniones de los jóvenes y las de quienes tienen más de cuarenta, algo que también se palpa cotidianamente en las aulas.

De todas formas, para los encuestados la ciencia y la tecnología tienen poca relación con el desarrollo social y sus necesidades y sólo constituyen un juego elitista, el lujo de unos pocos. Afortunadamente la educación es importante para la mayoría. Los científicos, definidos por sus cualidades, se caracterizan por su esfuerzo, su dedicación, etc.: son imaginados como estereotipos, a la manera de los héroes de las películas argentinas de los años 40 y 50.

Acerca de los efectos de la ciencia en la sociedad, los jóvenes son escépticos y desconfiados: creen que deshumaniza y que tiene múltiples efectos nocivos, opinión a la que conviene prestar especial atención, para no aumentar la brecha actual entre científicos y sociedad. Sin embargo, el 96% de la gente está de acuerdo con la afirmación de que los efectos de la ciencia sobre la sociedad dependen de la aplicación que se dé a aquella. Ello revelaría comprensión de la necesidad de que el público participe de ciertas decisiones. Me pregunto si la manera de formular la pregunta no llevó a esa respuesta. Salud y comunicaciones son las dos áreas más mencionadas como aquellas en las que la investigación ejerce mayor influencia. ¿Tiene esa respuesta relación con la actividad científica efectivamente realizada en la Argentina? ¿Habrá pesado la importante tradición local en el área biomédica? Pienso que la asociación con la salud responde a lo que cotidianamente se ve en los diarios y la televisión, que refleja avances internacionales, así como a las preocupaciones e intereses de cada uno en cuanto a su salud. Sobre comunicaciones puede valer en parte lo anterior, pero creo que la respuesta refleja también los cambios que tuvieron lugar en el panorama argentino en los últimos años. Las opiniones sobre la ciencia en la sociedad argentina conforman la parte más rica y original de la encuesta. Convendría estudiar con profundidad las respuestas. La gente piensa que la ciencia y la tecnología son muy importantes, pero que la calidad de lo que se hace en el país en la materia es regular o mala; que no son actividades prioritarias y que se produce poco conocimiento científico. El 62% sostiene que la ciencia es poco importante para la sociedad. Creo que en estas respuestas se está reflejando una realidad (aunque nos duela): lo que se produce en nuestros laboratorios no es conocido por el público -pues casi nadie lo hace conocer adecuadamente- y las instituciones sólo rara vez aprovechan los resultados que allí se obtienen. El conocimiento de buena calidad se difunde principalmente en el extranjero, la mayor parte de las veces bajo la forma de un artículo en una revista de circulación internacional, pero aquí no agrega valor a la producción de bienes y servicios. No sorprende, pues, el desconocimiento de las instituciones que promueven y financian la ciencia, ni que la Fundación Favaloro sea casi tan conocida como el CONICET; o que la Fundación Campomar, sinónimo de investigación para la ciencia argentina, sea mencionada sólo por el 8% de los interrogados. Ello es coherente con la ignorancia de los nombres de científicos activos, pues quien recibe el mayor número de menciones es el cardiocirujano Favaloro (19% de los interrogados) y sólo el 10% es capaz de nombrar al premio Nobel Cesar Milstein, quien, de todos modos, fue el segundo en el orden de las menciones. En una pequeña encuesta realizada por el suscripto a estudiantes de ciencias sociales de la UN Quilmes, el 12% mencionó a Milstein. De paso agregaré que el 83% desconocía la biotecnología, y que se puso de manifiesto un alto respeto por los científicos y las universidades. Las revistas eran la principal fuente de información de esos estudiantes sobre temas de ciencia y la tecnología. ¿De quién es la responsabilidad de la ignorancia del público en esta materia? Sin duda hay varios responsables. Pero las instituciones de ciencia y tecnología y los investigadores deben acercarse a la sociedad y lograr que esta cambie su apreciación. Debemos lograr que ese 97% que piensa que en el país hay científicos capaces tome la actitud de promover que se utilice el conocimiento que ellos generan. En esta encuesta veo por primera vez mencionado el hecho de que la falta de importancia dada por los políticos a la ciencia constituye uno de los obstáculos para su desarrollo. En nuestra adolescente democracia, los políticos (y en algunos casos, sus familiares y amigos) ocupan los puestos de gobierno, dictan las leyes, nombran funcionarios, establecen reglamentaciones, obtienen créditos y financiamiento externo, etc Constituyen para toda la comunidad científica, pues, el objetivo (por no decir el target) de un trabajo esforzado de educación. Además, son quienes más aparecen en los medios masivos de comunicación y podrían, por añadidura, educar sobre estos temas. Dadas las diferencias de las respuestas según la edad del interrogado, las instituciones de ciencia y tecnología deben preocuparse especialmente por los jóvenes, como lo hacen los fabricantes y vendedores de productos de consumo.

Alberto Díaz
Universidad Nacional de Quilmes

ERRATAS DEL NUMERO 49

En el artículo “Malezas comestibles” aparecieron dos errores:
En la tabla de la página 37 donde dice “valores en gramos por m2” debe decir “valores en gramos por 1/4m2”
En la primera línea de texto de la página 38 donde dice “.. .los que indica la tabla a la izquierda” debe decir “…los que indica la tabla de la página anterior”.
En el artículo “La esfera, el velador y el sofá”, en la página 47 (segunda columna, segundo párrafo), donde dice “como una serie geométrica de razón_…” debe decir como una serie geométrica de razón 1/2 …”. Dos renglones más abajo se repite el error y debe reemplazarse (_) por (1/2).
En el artículo “Una verificación experimental de la relatividad general a escala terrestre” se deslizaron tres errores. En la página 62, en la primera línea de la sección “El efecto Lense-Thirring”, debe reemplazarse “octubre” por “abril”. En la misma página, (tercera columna último párrafo), donde aparece en tres oportunidades el símbolo “[“, debe reemplazárselo por la letra griega “m “. Este error se repite en el segundo párrafo, de la primera columna de la página siguiente.

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