Carta de Lectores

Tomas Buch, de INVAP S.E., escribió desde Bariloche sobre ¿Etica de la ciencia o deontología profesional?
Quiero hacer llegar algunos comentarios acerca de la mesa redonda sobre ética e investigación (CIENCIA HOY 33). Debatir estos temas es muy útil y oportuno en las circunstancias actuales de nuestro sistema de ciencia y tecnología, al que las penurias económicas y los manejos politicos han llevado a una situación en extremo preocupante, que multiplica las tensiones éticas. Después de todo, es más fácil ser virtuoso con el estómago lleno. Los decididos a morir por la verdad no abundan; por algo Sócrates se hizo tan famoso que hasta el Presidente lee sus obras…

El quehacer científico se describe habitualmente para el público como la búsqueda pura de la Verdad, una especie de gesta del Santo Grial, en la cual los científicos son los caballeros sin tacha de la mesa redonda. Se trata de un mito corporativista a menudo negado por la historia. Con frecuencia, los motivos de los científicos son tan mezquinos como los del resto de los humanos; sin embargo, quien valora ante todo el poder o el dinero. difícilmente seguirá una carrera científica, más apta para la búsqueda del prestigio, que ocupa entre nosotros el lugar de aquellos. De todos modos, se cometen muchas transgresiones a la deontología profesional rigurosa. El gran Galileo estaba tan celoso de Kepler que nunca mencionó su obra, nunca contestó sus ruegos de que le facilitara un telescopio e insistió en las órbitas circulares, aunque consta que conocía la obra kepleriana. Seguramente Galileo ‘mejoró’ los datos experimentales que obtuvo, pues afirmó que en sus experimentos con el plano inclinado todas las mediciones del tiempo habían arrojado siempre el mismo valor, cosa estadísticamente imposible.

Aunque históricamente condicionada, la ética de la investigación científica es un bien preciado, que deberíamos defender con uñas y dientes, al punto de expulsar inmediatamente a sus violadores. No lo hacemos, y reproducimos en nuestra escala la impunidad que reina en la sociedad, la cual premia el éxito mundano y no el rigor intelectual. Sí bien no es siempre practicada, la ética de la búsqueda desinteresada de la verdad es un móvil ideal que. si se pierde, posiblemente conduzca a la desaparición de la ciencia tal como la conocemos, de manera semelante a como, en determinado contexto, apareció hace unos pocos siglos. La creciente apropiación privada de los resultados de la investigación científica marca un avance en esa dirección.

Ahora algunas criticas. Me parece grave que los expositores hayan mezclado faltas a la deontología profesional con problemas éticos encontrados en el ejercicio de la actividad científica y con crímenes legales, sin discriminar entre las tres categorías. No distinguieron entre transgresiones de muy diferente gravedad, y no diferenciaron entre delitos, contravenciones y pecadíllos. Por ejemplo, ocultar datos adversos a lo que se quiere probar o inventar resultados experimentales son faltas gravísimas, porque afectan al conocimiento mismo. Firmar trabajos en los que no se ha hecho una contribución genuina es ciertamente condenable, pero sólo es un acto de abuso de poder. Subdividir un articulo para engrosar el curriculum, negarse a prestar un equipo en desuso y aumentar artificialmente los montos de los pedidos de subsidio son pecados relativamente veniales. Y los casos de mala praxis médica o la adulteración de un producto químico, más que transgresiones a la ética son delitos tipificados en el código penal.

La ética de la investigación se aplica a cuestiones de índole completamente diferente, como sí es lícito experimentar con embriones humanos; sí se pueden patentar especies vivas creadas mediante la ingeniería genética; sí está mal hacer pasar hambre a ratas de laboratorio o dar placebos a enfermos de grupos de control que crean estar tomando un remedio. La bioética está tratando de resolver problemas nuevos con una moral basada en principios que tienen miles de años. Pero ello merecería otra mesa redonda. Finalmente, hay un tema que no se tocó: el posible cuestionamiento al postulado de la neutralidad ética de la ciencia.

Guido Pastorino, del departamento de Paleozoogía de Invertebrados, del Museo La Pata, escribió:
Parece que me voy a convertir en el lector crítico número uno de CIENCIA HOY, aunque quisiera aclarar que mí crítica responde al interés de mejorar la calidad de la revista y que, por más que sea cáustica, es constructiva (o por lo menos, esa es mi intención, que es lo que cuenta).

Hace varios meses se cambió la diagramación. He criticado el nuevo diseño, pero creo que se ha hecho oídos sordos a mis reclamos, los cuales, a juzgar por comentarios de mis colegas, reflejan el sentir de muchos. Todavía estoy tratando de entender el porqué de esa diagramación caprichosa del índice (Contenidos), que hace sumamente difícil relacionar el título del trabajo con el de la sección y la ilustración correspondiente. Tampoco logro comprender qué evento celestial ilumina la inspiración del ‘artista’ que diseña las tapas. Desde aquel número que, con objetivo poco claro, tenía un increíble burro, estoy esperando ver alguna tapa que tiente a comprar la revista. Lo más lamentable es que, dentro de ella, hay muchas y muy buenas fotografías que reflejan el contenido de los artículos. El número 33 es un claro ejemplo de lo que estoy tratando de decir. Nadie que tenga una visión normal puede sentirse atraído por semejante diseño de tapa, con una gráfica lamentablemente patética.

¿Por qué las cartas de lectores están antes del Contenido? ¿O es que no forman parte del contenido de la revista? Veo que hay cierto favoritismo para con algunos autores, que, a diferencia de otros, firman sus trabajos en el Contenido. Tal vez el excelente articulo sobre fármacos naturales no esté patrocinado por un laboratorio y esa sea la razón del olvido. Por otro lado, me alegro de poder decir algo bueno: los editoriales mantienen siempre su claridad meridiana, al igual que los artículos, que me hacen disfrutar con la información que traen; lógicamente, no todos tienen la misma calidad, pero alcanzan una base mínima común. Brindo por ello.

CIENCIA HOY agradece la carta del lector Pastorino y se siente muy complacida de tener lectores críticos aunque no le resultaría fáciI dirimir a quién de ellos le correspondería el primer puesto, pues sería un concurrido y disputado certamen. Quizá fuera esta una cuestión a someter al juicio de los pares, siguiendo el pensamiento de nuestros recientes editoriales, una sección que parece satisfacer al nombrado, Con el mismo sentido constructivo que profesa la carta, los editores desean comentar dos cuestiones. La primera se refiere a la diagramación o, en términos más amplios, al diseño de la revista.

Desde que comenzó a aparecer, CIENCIA HOY fue diseñada por especialistas. En determinado momento, el diseño original sufrió un ajuste y nada excluye nuevos cambios (por ejemplo, se ha reemplazado el papel brillante por uno mate). La función del comité editorial es lograr que los diseñadores encuentren soluciones que se adecuen a las necesidades de la revista y de sus lectores. En ese sentido, las observaciones acerca de dificultades de comprension debido a la manera de diagramar resultan útiles, pues constituyen un dato objetivo y demostrable; los comentarios o sentencias dogmáticas que simplemente adjetivan en tono positivo o negatovo (nadie que tenga una visión normal puede sentirte atraído…) son una de las tantas opiniones que nos llegan, las que además de numerosas suelen ser variadas y hasta muy opuestas.

El segundo comentario se refiere a la mención de autores en el índice, El criterio empleado (que hemos resuelto cambiar, en parte porque la crítica nos pareció acertada) fue reservar esa mención a artículos que se refieran a resultados de investigación propia y original, lo que excluye a secciones como Aquí Ciencia, Ciencia y Sociedad, etc. La nota sobre fármacos naturales pertenece a la segunda categoría. No hay, pues, favoritismos o, mucho menos, pagos encubiertos.

Además de su tarea de divulgación científica, la Asociación CIENCIA HOY y su revista siempre se han propuesto promover una conducta ética en el mundo académico, como lo evidencian los 35 editoriales publicados y, en general, el modo de obrar de la institución. La existencia de favoritismos con relación a los autores o el aceptar dinero para propósitos que no se puedan exhibir en público constituyen comportamientos reñidos con la ética tal como la entiende esta entidad.

Recibimos por correo electrónico (en la dirección [email protected] ) unos comentarios de Diana Jerusalisky, investigadora independiente del CONICET y profesora regular asociada en la UBA, que resumimos a continuación:

Muchas veces he querido hacer comentarios o preguntas sugeridos por la lectura de CIENCIA HOY, pero, por diferentes motivos, no lo hice. Ahora me voy a permitir escribir lo más frecuentemente que pueda. No sé bien a quien dirigir esta nota, pero creo que los comentarios y preguntas son para los autores de artículos.

El tema de los priones, tratado en un articulo que me pareció muy bueno y completo en el número 32, me hizo reflexionar sobre dos cuestiones. Una es la evolución de la materia. Cuando estudiaba cómo evolucionó esta en etapas prebióticas, parecía necesario postular la existencia de una molécula informacional -como los ácidos nucleicos- que tuviera un sistema de reproducción o duplicación, necesario para que pudiesen aparecer nuevos ‘organismos’ a imagen y semejanza de los que les dieron origen. Tal duplicación es requisito para considerar que hay materia viva. Ahora me pregunto si, cuando fueron surgiendo las primeras proteínas debido a las condiciones imperantes en la Tierra, con su atmósfera primitiva, cuando los pequeños espejos de agua se secaban por las altísimas temperaturas y se formaban estructuras casi cristalinas con proteínas (?) o polisacáridos (?) o diferentes polimeros(?) que se habían ido formando sobre las arcillas, podría haber ocurrido que algunos de esos cúmulos de cristales proteicos se estabilizaran -por ejemplo, con glicosilaciones, dando lugar a algo así como placas (¿amiloides?)- y, luego, al cambiar las condiciones, actuaran como semillas, dando origen a los primeros mecanismos de reproducción. ¿Habrá alguien que me oriente en estas disquisiciones? El otro tema se relaciona con los priones y el tejido nervioso. ¿Existen priones que ataquen otros tejidos? ¿Cuáles? Se me ocurrió que el tejido nervioso tiene una peculiaridad que lo puede hacer muy susceptible a enfermedades de este tipo: es muy rico en proteínas, las que, además, son muy específicas y diferentes en distintas células, y pueden estar altamente concentradas (¿casi cristalinas?) en algunas estructuras, como en la membrana subsináptica, asi como en las placas que aparecen en ciertas patologías o con la edad avanzada. ¿Podría ocurrir algo semejante en el tejido hepático o en el muscular?

Me pareció excelente la entrevista a V. Penchaszadeh sobre las consecuencias éticas del estudio del genoma humano y considero excelente la revista.

Los editores de CIENCIA HOY se sienten halagados por los conceptos de la doctora Jerusalinsky, que agradecen, pero más los halagan las dudas que le ha despertado la lectura de la revista. Con relación a los interrogantes acerca de las macromoléculas que habrían dado origen a la materia viva, remitimos a la lectora al artículo ‘El origen de la vida’ (CIENCIA HOY, 1), en el que se plantea la hipótesis más aceptada hoy en día de que las moléculas originarias de la vida fueron los ácidos ribonucleicos, debido a que poseen simultáneamente capacidad catalítica y la habilidad de copiarse a sí mismos. En cuanto a los priones, no hay evidencias de que existan fuera del sistema nervioso central: puesto que parecen ser la forma anormal de una proteína, la PrP, que sólo está presente en las membranas de las células de dicha parte del sistema nervioso, las enfermedades que causan sólo atacan a tales células.

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