Enric Banda, Secretario General de la European Science Foundation

En una entrevista con integrantes del comité editorial de CIENCIA HOY, el físico Enric Banda explica la índole y el modo de funcionamiento de una entidad de la que es secretario general, la European Science Foundation. Está orientada al desarrollo de la ciencia en el largo plazo, data de 1974 y a ella pertenecen 62 organizaciones de 21 países europeos.

ENTREVISTA

En febrero último, la Agencia Nacional de Promoción Científica Tecnológica invitó a Enric Banda a venir a la Argentina a fin de debatir diversas cuestiones relacionadas con la administración y promoción de la ciencia en el país. Fue, entonces, entrevistado para CIENCIA HOY por integrantes del comité editorial de la revista, quienes agradecen a la Agencia (y, en particular, a Francisco de la Cruz) la gentileza de haberlos puesto en contacto con el científico catalán.

Antes de introducirnos en el tema de la Fundación Europea de la Ciencia, sería oportuno comentar, brevemente, su experiencia en materia de administración y promoción de la ciencia.

Empiezo por señalar que, si bien tengo cierta experiencia en la gestión de la ciencia, mi origen profesional no es la administración sino la propia ciencia. Soy un cientifico catalán que, en parte por convicción y en parte por la influencia de circunstancias políticas, participó, durante algunos años, en la gestión científico-tecnológica del anterior gobierno de España. Fui secretario general del plan nacional de investigación y desarrollo tecnológico y, luego, durante un año, secretario de estado de Universidades e Investigación. Antes de eso era físico y me dedicaba a la geofísica, con -creo- razonable éxito. Ahora, me encuentro en camino de hacerme cargo de la secretaria general de la Fundación Europea de la Ciencia, cuya sede se halla en Estrasburgo, donde también sesiona el Parlamento Europeo. De alguna manera, esta nueva responsabilidad resulta de mi actuación como integrante del gobierno en Madrid, que coincidió, parcialmente, con el turno de España en la presidencia de la Unión Europea, durante el último semestre de 1995. Esa presidencia da mucha visibilidad y ocasiona un enorme trabajo, hasta el punto de que yo muchas veces no sabía si mi domicilio era Bruselas o Madrid. Un año más tarde, el secretario general de la mencionada fundación llegó al fin de su mandato, según lo fija su sistema institucional, por lo que se inició una búsqueda de candidatos para sucederlo. Lo habitual, en tales casos, es que los países sugieran nombres. Es decir, que cada uno proponga a alguno de sus ciudadanos, porque aspira a que el país ocupe la plaza vacante. Pero en mi caso no fue así, ya que mí nombre fue sugerido por miembros de la propia fundación, luego de pedir mi conformidad y de averiguar sí estaba dispuesto a pasar una temporada en Estrasburgo. Primero tuve dudas, pero luego acepté y, finalmente, el comité de selección decidió -equivocadamente, con toda probabilidad- que yo era la persona más adecuada de las que tenía en carpeta.

¿Oué es la Fundación Europea de la Ciencia?

Su nombre oficial es European Science Foundation (ESF), que cada uno traduce como puede: Fundación Europea de la Ciencia, algunos; Fundación Europea para la Ciencia, otros. Yo prefiero el primero. Se fundó en 1974, cuando había cierta efervescencia científica en Europa y, al mismo tiempo, se quería avanzar más allá del mercado común en la construcción de la unidad europea, como continuación de los objetivos del tratado de Roma de 1957, esfuerzo que desembocó en la actual Unión Europea. En 1974, se estaba en la época de la Europa de los nueve (los seis signatarios originales del tratado, a saber: Alemania Federal, Bélgica, Francia, Holanda, Italia y Luxemburgo, más Dinamarca, Gran Bretaña e Irlanda, que ingresaron en la Comunidad en 1973). En ese contexto se pensó en la conveniencia de tener un organismo europeo, encargado de la ciencia y la tecnología, y que fuera tan poco gubernamental como resultara posible. Es decir, que operase con el mínimo de formalidades, de injerencia de la política nacional o de partidos y de burocracia. Se lo concibió como un lugar de encuentro de los gestores de la ciencia europea y como un mecanismo para promover actividades comunes. Inicialmente, la ESF tuvo a quince países como sus miembros y, en la actualidad, alcanzó los veintiuno. Es decir, todos los integrantes de la Unión Europea y seis adicionales, que son: Eslovenia, Hungría, Islandia, Noruega, Suiza y Turquía. En realidad, no son los países los que integran la fundación, sino las respectivas agencias, fundaciones, academias o el tipo de agencia que en cada nación tenga la responsabilidad de fijar políticas y asignar fondos para finalidades vinculadas a la ciencia y la tecnología. En otras palabras, la ESF consiste en un club cuyos socios no son los gobiernos sino las entidades especificas del sector científico-tecnológico, de las que puede haber varías por país. De hecho, las que integran la ESF son 62, pertenecientes a dichos veintiún estados. Cada entidad se mueve en la ESF con entera libertad. Para definir con precisión la índole de la ESF es preciso destacar que su estatuto establece, en su primer artículo, que se trata de una asociación internacional, no gubernamental, sin fines de lucro, integrada por organizaciones dedicadas a la promoción de la investigación científica.

¿Cuál es la función actual de la ESF?

Actúa como un catalizador del proceso de desarrollo de la ciencia, pues reúne a los más destacados científicos con las más importantes agencias que financian la discusión, programación y ejecución de las iniciativas pan europeas de investigación y de política científica. Su objetivo principal es el progreso de la investigación científica en Europa, entendida en un sentido amplio, es decir, dando al concepto de ciencia el alcance genérico alemán de conocimiento organizado o Wissenschaft, en vez del significado anglosajón de science, referido a las ciencias de la naturaleza. Es así como la ESF se caracteriza por ser multidisciplinaria, pues cubre todas las disciplinas establecidas, desde la física hasta las humanidades. Concretamente, el artículo segundo de su estatuto, textualmente, sostiene que incluye las humanidades, la jurisprudencia, las ciencias sociales, la economía y las ciencias naturales, médicas y técnicas. Sus otras particularidades notables o fortalezas son: es independiente (es decir, no gubernamental), apunta a la más alta calidad científica (pues reúne a los investigadores y académicos más reconocidos y a las principales agencias financieras para la investigación) y, además, sus estructuras de decisión y funcionamiento son ágiles y flexibles. Ello no significa que se trate de una entidad perfecta. Es necesario señalar, también, sus debilidades. En particular, sus miembros, inevitablemente, se mueven impulsados por intereses diferentes. Para estos es una institución más del sistema europeo que deben atender y operar dentro de límites financieros, los cuales, para muchas cosas, les resultan estrechos. Sea esto como fuere, vale la pena precisar que, según sus estatutos, la finalidad (aim) de la ESF, consiste en promover todas las ramas de la ciencia y la investigación en Europa. Para ello, también de acuerdo con dichos estatutos, la asociación perseguirá los objetivos (objectives) que siguen (libremente traducidos al castellano):

· avanzar la cooperación en investigación básica;
· examinar aspectos de la investigación que revistan importancia estratégica;
· asesorar en cuestiones de política científica;
· promover la movilidad de trabajadores de la investigación;
· ayudar el flujo libre de información e ideas;
· facilitar la cooperación en el uso de instalaciones existentes y en planear y proveer nuevas instalaciones;
· planear, poner en funcionamiento y, en algunos casos, administrar actividades cooperativas de investigación;
· otorgar subsidios a acciones concertadas y programas cooperativos.

¿Cómo se conjugan, entonces, esos grandes objetivos con aquellas más prosaicas limitaciones?

En 1994-1995, la ESF realizó un ejercicio de evaluación de su desempeño y concluyó en que cumpliría mejor su misión si consideraba tres principios:

· constituir un foro europeo de ciencia básica;
· actuar de catalizador de iniciativas pan europeas;
· actuar subsidiariamente con respecto a otras instituciones europeas.

Usando estos tres principios como la guía central de la política de la ESF creo que se puede encontrar un modus operandí que aproveche al máximo las fortalezas y reduzca la incidencia de las debilidades.

Ante la proliferación de las burocracias en todos los niveles, ¿es realmente necesario otro organismo internacional vinculado a la ciencia?

La cooperación internacional, en mi opinión, es más necesaria que nunca para la comunidad científica europea. No sólo para superar las limitaciones financieras con las que la investigación se topa en todos los países, sino, también, porque hay cuestiones que sólo se pueden abordar, razonablemente, en un ámbito plurinacional. Es decir, para los países de Europa, en el marco de la cooperación europea. Me refiero, por un lado, a asuntos puramente científicos, como determinada investigación experimental que requiere instalaciones muy costosas, las cuales ningún país de hoy parece estar dispuesto o hallarse en condiciones de pagar (el ejemplo más obvio, aunque no el único, es el acelerador de partículas que se opera, cooperativamente, en Ginebra, en el CERN, Centre Européen pour la Recherhe Nucléaire). Por otro lado, también pienso en cuestiones de interés práctico o de ciencia aplicada, como las consecuencias de las alteraciones ambientales en la salud.

¿Cuáles son los instrumentos usados en la acción de la ESF y cómo se emplean?

Hay varios, afirmaría que, casi, muchos. Quizá podamos dividirlos en dos grupos: a) los referidos al ejercicio de la ciencia, entre los que cabe mencionar, la organización de conferencias científicas (que, para confusión de muchos, hasta tienen una sigla, como toda actividad internacional que se respete: EURESCO, European Research Conferences); simposios o workshops; programas científicos específicos y redes (networks) de vinculación entre investigadores. En segundo lugar, b) son los grupos referidos a la política científica, entre los cuales citaré las reuniones para discutir orientaciones estratégicas o para ayudar a establecer e implantar prioridades en la investigación, asesoramiento sobre políticas científicas y el fortalecimiento de las relaciones con otras instituciones europeas (Asamblea Europea de Ciencia y Tecnología, Asociación Europea de Rectores, Academia Europea, etc.). Para emplear esos instrumentos, y en general para actuar, la ESF está organizada en comités permanentes. Los órganos superiores de gobierno son la asamblea general de todos los miembros (assembly>, el consejo ejecutivo (executive council )-que corresponde al lo que, en muchas entidades suele denominarse comisión directiva-, el comité ejecutivo (board) -que dirige la marcha cotidiana de la entidad- y el secretario general (secretary general), integrante del último comité y responsable del funcionamiento diario. Pero lo esencial y substantivo del trabajo se halla en manos de los mencionados comités permanentes, algunos de los cuales son disciplinarios (ciencias médicas, ambientales y de la vida, físicas y de la ingeniería, sociales y humanidades) y otros procesales (coordinación de las EURESCO, de redes, etc.). Constituyen ejemplos de la labor de la ESF la creación de un grupo de trabajo para promover y armonizar investigaciones polares y en las ciencias marinas; otro grupo para grandes laboratorios; el intento de mejorar la integración de científicos de Europa central y oriental, y la difusión de los resultados de la investigación y de las actividades científicas. Para organizar mejor el trabajo, la ESF está preparando un plan de acción de cuatro años (1998-2001).

Dejando ahora de lado la ESF; a la luz de lo observado en el poco tiempo que lleva por acá, ¿qué nos puede sugerir acerca del mejor modo de promover la actividad cientifica en la Argentina?

Es cierto que llevo muy poco tiempo acá. Sin embargo, el diagnóstico de la situación me resulta bastante claro. Podría resumirlo en tres grandes cuestiones: mayor inversión en ciencia, ordenar el sistema de apoyo público para la ciencia y hacer cómplice a la propia sociedad de los resultados científicos. Conseguir mayor inversión en investigación científica y desarrollo tecnológico es absolutamente necesario, a los fines del progreso económico de la nación y, también, para conseguir cierta independencia científica y tecnológica de los países más desarrollados. Cuando afirmo “mayor inversión”, me refiero tanto a proyectos como a capital humano. Por otra parte, no sólo estoy aludiendo a incrementar el gasto público, sino también el del sector privado. Es imprescindible mantener un cierto equilibrio entre ambos sectores. En cuanto a ordenar el sistema, me consta que ya se está haciendo un esfuerzo en términos de calidad. Si los fondos son escasos, estos deben utilizarse en apoyar a los mejores grupos de investigadores, lo cual hace inevitable un sistema de evaluación por el juicio de los pares, que evite el despilfarro. Finalmente, me parece necesario que la sociedad simpatice con el trabajo de los científicos. En la ciencia y la tecnología están las claves del desarrollo, del progreso y de la protección del ambiente. Esto debe quedar advertido, claramente, a los ciudadanos, quienes, en un sistema democrático, pueden influir en la transformación del país con sus votos.

Luego de que España salió del aislamiento en que vivió durante la época de Franco (o, por lo menos, durante buena parte de esa época, algo parecido a lo que experimentó la Argentina en muchos de esos años), ¿qué influencia tuvo Europa en el progreso de la ciencia y la técnica españolas?

Tuvo una influencia fundamental. El franquismo nos aisló de Europa y del mundo. La situación española hoy, que no es muy boyante en ciencia y tecnología, lo seria mucho menos sin el acercamiento a Europa y, sin duda, sin la entrada de España en la Unión Europea en 1986. Europa ha significado estimulo, relación, financiación y un cúmulo de otros factores imprescindibles para obtener un sistema razonable de ciencia y tecnología. Con el franquismo, la ciencia española se basaba en individualidades, algunas muy respetables y reconocidas, pero la transición democrática permitió la necesaria apertura. Hoy nos hemos recuperado del atraso que supusieron cuarenta años de dictadura. Sin embargo, todavía nos falta mucho para llegar al nivel que les correspondería a esas actividades, en un país de las características económicas, sociales y culturales de España.

Si la influencia de Europa fue positiva para España, ¿podría decirse lo mismo de la Argentina con relación a América Latina? ¿Podría establecerse un paralelismo entre los casos España-Unión Europea y, pongamos por caso, la Argentina-Mercosur?

Es una pregunta difícil de responder, porque la unificación de Europa se estaba construyendo de cualquier modo y España la aprovechó y se subió a ese carro en movimiento. La situación de la América Latina es muy diferente en cuanto a la organización política y socioeconómíca. En todo caso, el esfuerzo que se efectúa en esta región por tener mercados comunes va por el buen camino, creo yo. Pero el mercado económico no es el único vinculo posible. Del mismo modo son importantes los vínculos sociales y culturales. La respuesta a la pregunta, en definitiva, depende de los avatares políticos de la región. Pero, sea ello como fuere, estamos de todos modos hablando de plazos bastante largos, como puede deducirse del análisis de la experiencia europea.

¿Oué lecciones podríamos sacar en esta región del planeta de la ESF mirándola con una actitud realista, habida cuenta de que, entre nosotros, existe menos experiencia que en Europa, tanto en la investigación científica como en la cooperación internacional?

Por naturaleza, yo soy un optimista. Como tal creo que cualquier acción destinada a la promoción de la ciencia y la tecnología tiene que darse por bien empleada. Por consiguiente, ¿por qué no una organización parecida a la ESF en América Latina? Sin embargo, pienso que no debería abordarse este tema con ligereza. Por una parte, es necesario considerar otras organizaciones, proyectos, instituciones y actividades que ya trabajan en la línea de la cooperación internacional en la región. Me consta que algunos esfuerzos realizados hasta ahora han conseguido avances notables. Por otra parte, una organización paralela a la ESF para América Latina requeriría el compromiso firme de las agencias de financiación de la ciencia y la tecnología, además de los gobiernos, para que el intento no resulte fallido. Al mismo tiempo, los gobiernos deben dotar a esa institución de independencia política. También, habría que cuidar de establecer una entidad que no adquiera los vicios de la burocracia, para que, en cambio, pueda hacer realidad las ilusiones y los esfuerzos en la región. Saben, contestando a esta pregunta me he hecho un escenario mental que puede pertenecer a la utopía. Pero ¿porqué no buscar la utopía?

Los lectores que deseen mayor información pueden explorar la webpage de la ESF: o ponerse en contacto con The Communications Unit, European Science Foundation, 1 quai Lezay-Marnesia, 67080 Strasbourg Cedex, Francia; tel. 33 388 767 125; fax 33 388 370 532.

Patricio J. Garrahan

Patricio J. Garrahan

Ciencia Hoy
José X Martini

José X Martini

Asociación Ciencia Hoy.

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