Una Tarde Triste

-¿Qué tal Heriberto, cómo está?
-Más o menos Bueno, en realidad, no muy bien.

HUMOR

-¿La vida lo trata mal?
-No me otorgaron la promoción.
-¿Qué promoción?
-La del Consejo, el pase de categoría.
-Hummm…
-Bueno, quizás no se justificaba demasiado.
-¿Por qué se desvaloriza?
-Es la crisis de los cuarenta.
-Qué curioso, otro paciente, un colega suyo, me dijo algo parecido: que hace veinte años que trabaja y que, al fin de cuentas, no hizo nada que valiese la pena.
-Vio que tengo razón.
-Quizás. Pero ¿por qué cree que le rechazaron la promoción?
-Supongo que es porque la comisión no me quiere.
-¿No le parece que se está persiguiendo un poco?
-Tengo evidencias.
-Todos creen tenerlas. Pero eso no demuestra que lo suyo sea algo más que una teoría conspirativa.
-Bueno, en todo caso estoy a tono con la época: soy un insignificante emergente del Zeitgeist.
-¿Y, ahora, qué piensa hacer?
-No sé, estoy viendo. Tengo ganas de largar todo. Podría ponerme de remisero, ganan bastante bien -de hecho, mucho más que yo-
-¿No está un poco gastado eso?
-Bueno, algo, sí. ¿Qué otra me queda?
-¿Por qué no trabaja más, se esfuerza, se juega un poco?
-Ese es el punto, ahí está el asunto. Como su otro paciente, yo tampoco creo que lo que hago valga mucho la pena.
-¿Por qué?, ¿acaso no le gusta su trabajo?
-Si, pero no le veo mucho sentido.
-¿Y qué tendría sentido?
-Haber hecho algo, algo concreto, ¿entiende?, visible, como esas cosas que se hacen en un tallercito y funcionan.
-Bueno, pero hasta ahora viene haciendo carrera, ¿no? Tan malo no ha de ser…
-Seguir en carrera consiste en escribir un par de papers por año y, sobre todo, informes, el informe ¿leyó “Informe para una Academia”?
-No, lo kafkiano me evita. Con Ud. parece que es al contrario…
-¿Qué otra me queda? Es el horizonte de mis días: informes, formularios, pedir subsidios, rendir cuenta de los subsidios, nuevos formularios, más informes. Antes eran de papel, ahora los hacen con diskettes.
-¿No hay nada de lo que hace que le dé placer?
-Sí: tirar placas de Petri contra la pared y ver cómo se hacen añicos.
-Creo que voy a tener que subirle la medicación.
-Fue una fantasía, todavía no estoy tan loco como para hacer eso… aunque, quizás, debería probarlo -lo de romper cosas, digo-.
-¿Quiere romper cosas o quiere romper a alguien?
-Quisiera romperle la crisma al cretino que me convenció de dedicarme a la investigación.
-¿Por qué se quiere hacer daño?
-¿Estoy deprimido, no? Es natural.
-Sí, la culpa es lo más natural del mundo.
-iDale con la culpa! ¿No tiene algo más novedoso en el repertorio? iDesde hace ocho años que viene repitiendo siempre lo mismo!
-Le recuerdo que el repertorio es suyo, Heriberto, no mío.
-Sí, tiene razón. Bueno, el Edipo es monótono: con tres personajes no hay muchas variantes posibles.
-No esté tan seguro, hay muchas variables, eso es lo que hace entretenido esto.
-Estoy harto. Estoy harto de todo.
-Hummm… ¿No está haciendo demasiado escándalo por una promoción que no salió?
-Ya le dije que no es la promoción, es todo, son los años llenos de nada, los espejismos, esta casita de muñecas, este como sí en el que todos juegan los papeles que pudieron conseguir en el reparto.
-Dramático el hombre. Ud., sin duda, se reservó el rol de adolescente tipo Holden Caufield.
-Dejé de leer a Salinger cuando los suplementos literarios de los diarios comenzaron a hablar de él.
-Un rasgo oposicionista y, en el fondo, dependiente. ¿Por qué cree que en su tribu las cosas son peores que en otras partes? ¿No le parece un tanto narcisista eso?
-Quizás, sea una condición necesaria para poder hacer lo que hacemos. La investigación es muy frustrante.
-Una adolescencia muy larga, la suya.
-Larga y muy triste, como todas.
-Ese lugar común lo desmerece, Heriberto. ¿De dónde viene su tristeza?-Se supone que Ud. me lo tiene que decir, para eso vengo acá una vez por semana. iQué se yo! Tengo que conseguir la promoción, el pase de categoría y me lo niegan.
-¿Eso quiere decir que lo van a echar?
-No creo. Que yo recuerde, nunca echaron a nadie.
-Entonces, ¿por qué la exigencia?
-Hace un rato me decía que me rompa el alma, ahora me dice que no me exija, ¿en qué quedamos?
-Yo no le digo nada, sólo pregunto.
-Así es fácil.
-En el fondo, los psicoanalistas no somos gran cosa.
-Pero, por lo menos, intentan hacer algo útil -bueno, por lo menos eso espero-
-No se crea La prueba está en que estamos en franca decadencia.
-Sí, es cierto, la época dorada ya pasó. Hubo buenos tiempos, sin embargo.
-¿Cuáles, Heriberto?
-Me refiero a los mios. Los días en los que pensaba que era posible hacer algo sin morir en el intento.
-Hacer algo, hacer algo, de nuevo…
-Si, hacer algo, el tallercito.
-¿Qué es el tallercito?, ¿qué ilusión hay ahí?
-Es un lugar, en alguna parte, lejos de este pantano. Quizás, tendría que haberme quedado afuera.
-Me parece que el lugar que busca no está afuera, sino adentro…
-Puede ser. La nostalgia de algo mejor. Pude haberlo hecho.
-Si, el paraíso perdido. Pero quizás, todavía, pueda hacerlo.
-Ya no tengo tiempo.
-Tenemos todo el tiempo que tenemos.
-Me gustó eso.
-Gracias. Siempre volvemos a la niñez.
-¿No me criticó hace un rato por ser un adolescente?
-Ud. sabe lo que quiero decir…
-Sí, claro. De todas maneras, esto es una náusea.
-¿Qué es una náusea?
-Esta vida, esta ciudad podrida.
-Si, desde muchos puntos de vista, esta es una ciudad podrida.
-Ve que tengo razón.
-No desde todos. Y, quizás, no haya ciudad que no lo sea.
-No me quiera consolar con frasecitas hechas, lo desmerecen.
-Touché. Pero Ud. tiene bronca, mucha, mucha bronca…
-Sí, mucha…
-Y rompiendo cosas no va a solucionar nada.
-No.
-Y ya sabemos de dónde viene esa bronca.
-Si.
-Estamos lejos del cambio de categoría, ¿no?
-Puede ser. Pero todo esto es muy doloroso. Ud. no tiene que pasar por esto.
-Tengo que hacer otras cosas desagradables.
-Si, como jugar al tenis, por ejemplo.
-Hace mucho que dejamos de hacer eso. Pasó de moda, como todo…
-Bueno, qué lástima, supongo que habrá tenido su encanto.
-Lo tenía.
-Yo todavía tengo que encontrar mi partido de tenis.
-Quizás no tenga que ir muy lejos.
-Estoy cansado.
-Ya va siendo la hora. Nos vemos el lunes.
-El lunes.

Miguel de Asúa

Miguel de Asúa

Doctor en medicina, UBA. PhD en historia, University of Notre Dame. Profesor titular, Universidad Nacional de San Martín. Investigador principal del Conicet.

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