Factores externos e internos en la crisis de la educación y la ciencia

La juventud vive siempre en trance de heroísmo. Es desinteresada, es pura. No ha tenido tiempo aún de contaminarse. No se equivoca nunca en la elección de sus propios maestros. Ante los jóvenes no se hace méritos adulando o comprando’. La juventud argentina de Córdoba a los hombres libres de Sud América, Manifiesto liminar de la Reforma Universitaria, Córdoba, La Gaceta Universitaria, 21 de junio de 1918.

En los días que corren la situación argentina —es casi innecesario recordarlo— es por demás crítica. Y de esa crisis no están ausentes la educación y la ciencia, como lo ponen de manifiesto algunos graves sucesos ocurridos en los ámbitos de la Universidad de Buenos Aires y el CONICET a los que nos referiremos después de señalar ciertas circunstancias más generales en que se insertan.

En octubre próximo se renovarán parcialmente las cámaras del Congreso nacional. La mayoría de los dirigentes y activistas políticos está actuando en función de su cercanía. Pero parece solo analizar la realidad calculando votos favorables o adversos, sin tomar conciencia de los rasgos alarmantes de la situación económica y social, que van desde el riesgo de la cesación de pagos de la deuda externa hasta la creciente criminalidad. También parece enfrentar con la misma actitud electoralista la corrupción que acompañó en los últimos años y sigue acompañando a la política, como si no advirtieran que se trata de uno de los síntomas de una enfermedad subyacente del tejido social de la que nadie, político o no político, oficialismo u oposición, está libre.

Es cierto que nos vemos inmersos en problemas que también aquejan a otras naciones y que distan de ser sencillos. Y no solo en la Argentina las soluciones no se encuentran con facilidad. La magnitud de las dificultades, sin embargo, es mucho mayor aquí, con un Estado que no actúa en función de los intereses generales sino en amparo de los grupos económicos o sociales que logran obtener privilegios a costa de los demás. La incapacidad del Estado argentino de cumplir razonablemente las funciones que le competen en el mundo moderno es, sin duda, una de las causas más poderosas de la crisis. En nada mejora las posibilidades de acercarse a una solución el contexto actual de menguada autonomía política de los países, contexto debido, entre otros, a los efectos de la llamada ‘globalización’, el que incluso haría necesario buscar un nuevo sentido para el concepto decimonónico de nación. Es probable, también, que el Estado no pueda ponerse hoy a la altura de su cometido mientras la sociedad en su conjunto no aprenda los procedimientos y adquiera los hábitos de tomar decisiones colectivas en función de los intereses generales; es decir, mientras siga imperando la asombrosa incultura cívica que caracteriza a todos los ámbitos de la sociedad argentina.

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