Los cefalópodos y su genealogía imaginaria: del emblema minoico al monstruoso Kraken

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Los cefalópodos forman parte de nuestro imaginario desde tiempos muy antiguos. Su presencia cotidiana en nuestras vidas, en nuestro arte, en nuestra dieta, invita a preguntarnos cómo han evolucionado nuestras percepciones sobre ellos. Veremos que pasaron por momentos de reverencia, de trivialidad, de olvido y de fascinación, y cada uno de ellos nos permite reconstruir su genealogía imaginaria.

Su aparición en la historia se la debemos, naturalmente, a aquellas civilizaciones que más cercano y propio sentían el ecosistema marítimo. El encanto suscitado por las criaturas que emergían de las profundidades inspiraba testimonios que, con un grado mayor o menor de fidelidad o fantasía, configuraban un imaginario. En lo que al mundo occidental respecta, las primeras representaciones de cefalópodos se remontan a la talasocracia minoica, entre el cuarto y el segundo milenio antes de nuestra era, el período más temprano de la civilización griega hasta donde los registros nos permiten discernir.

Es de esperar que los griegos conocieran tan bien a pulpos y calamares, pues la pesca, en cuanto una de las actividades económicas básicas de los marinos del Mediterráneo, el Jónico o el Egeo, los ponía en contacto regular con estos animales. Así lo indica un mosaico encontrado en la isla de Lesbos –datado probablemente en un período bastante posterior, durante la dominación romana sobre Grecia y el Mediterráneo oriental–, que muestra un episodio tal vez cotidiano pero muy significativo como fuente histórica: la captura de un cefalópodo. Esta realidad material tal vez permita comprender mejor por qué las representaciones de estos seres gozaban de ese grado de precisión y cómo alimentaban la inspiración artística.

¿DE QUÉ SE TRATA?
El imaginario occidental sobre los cefalópodos tiene su historia, atravesada por diversas tradiciones que parecieran compartir un denominador común: la fascinación con la criatura gigante.

Vinculada con esta simbología mítica, quizá tengamos que considerar también la posibilidad de que el monstruo homérico Escila, cuyo ataque diezmó a la tripulación de Odiseo en el estrecho de Messina, también haya estado inspirado en los rasgos anatómicos de los cefalópodos. Escila era descripto como una mujer cuyos miembros inferiores se parecían a tentáculos o colas de peces. Sin embargo, la figura tendía a identificarse más bien con los cangrejos o los perros, pues eran precisamente figuras caninas las que atacaban a las tripulaciones que intentaban atravesar sus dominios.

Los cefalópodos y su genealogía imaginaria: del emblema minoico al monstruoso Kraken
Detalle de la cara A de una crátera de campana ática con figuras rojas, c. 450-425 a. e. c. Museo del Louvre, París, CA 1341.
Los cefalópodos y su genealogía imaginaria: del emblema minoico al monstruoso Kraken
Mosaico de Escila en Frigidarium, Ostia Antica, 5. IV, Tav. CXXXV, c. siglo I e. c.

Observamos representaciones similares en otra de las grandes civilizaciones del mundo antiguo: Roma. Entre los célebres mosaicos de Pompeya y Herculano, conservados tras la erupción del volcán Vesubio del año 79, también encontramos majestuosos cefalópodos. En el caso de Pompeya, percibimos un motivo que pronto se convertiría en un topos del imaginario occidental: el cefalópodo que combate en las profundidades con otros monstruos marinos (veremos en próximos números cómo su rival más frecuente sería el cetáceo gigante). Asimismo, en el detalle de un fresco romano observamos el tópico del combate en las inmensidades oceánicas.

Los cefalópodos y su genealogía imaginaria: del emblema minoico al monstruoso Kraken
Mosaico con peces. Pompeya, Casa del Fauno (VI, 12, 25), habitación 35. 1.175 l., 1.173 h. Wikimedia Commons
Los cefalópodos y su genealogía imaginaria: del emblema minoico al monstruoso Kraken
Casa de Lucio Aelio Magno, Pompeya. Museo Nacional de Arqueología, Ná- poles. MANN 120177 3.

En la ciudad vecina de Herculano, hallamos mosaicos protagonizados por Tritón, divinidad marina hija de Poseidón (o Saturno, según la nomenclatura romana) y Anfitrite (o Salacia). En este caso, los miembros inferiores del dios se asemejan a tentáculos, aunque se distinguen sutilmente de aquellos del cefalópodo que tiene a su lado por la ausencia de ventosas. En cualquier caso, es evidente la centralidad que estas criaturas habían adoptado ya en las representaciones simbólicas del mundo romano.

La mención a Pompeya y Herculano nos conduce a señalar tal vez la primera mención concreta a la existencia de grandes cefalópodos, capaces de atacar y hundir embarcaciones. Nos referimos a la Naturalis historia de Plinio el Viejo, compuesta en el siglo I, interrumpida precisamente por la muerte de su autor durante la catástrofe volcánica. Estamos frente a lo que podríamos considerar tal vez como el primer bestiario del que se tenga registro en nuestra civilización. Reproducido sistemáticamente durante los dos milenios posteriores, no es de extrañar que sus descripciones de cefalópodos gigantes (XLVIII, XXX) estuvieran destinadas a permanecer en el imaginario occidental.

Los cefalópodos y su genealogía imaginaria: del emblema minoico al monstruoso Kraken
Mosaico fauna marina, Porto uviale di San Paolo. Museo Nazionale Roma- no, c. 125-150 e. c., inv. 463Z4.

Sin embargo, a medida que nos adentramos en el mundo medieval, nos encontramos con que los cefalópodos (y los moluscos en general) se ven relegados o bien no aparecen siquiera en los bestiarios. A diferencia de Plinio, el Physiologus (compuesto originalmente en griego, en el siglo II de la era cristiana) ni siquiera hace referencia alguna a los cefalópodos. El Medioevo, que se sirve de este bestiario como modelo, no parece incorporarlos tampoco más allá de algunos ejemplos marginales y aislados. Hay una hipótesis que, aunque insuficiente, es tentadora: el Occidente latino tiende a ser, durante la Edad Media, una civilización más anclada en tierra firme, menos propensa a la exploración marítima (veremos cómo la tradición escandinava marcará el cambio de rumbo en la percepción de las criaturas marítimas). Las representaciones de fauna acuática poco se asemejan a nuestros cefalópodos, aunque algunas de ellas pudieran sugerir cierta familiaridad, como se observa en las figuras extraídas de un bestiario neerlandés del siglo XIII, el Der naturen bloeme de Jacob van Maerlant.

Los cefalópodos y su genealogía imaginaria: del emblema minoico al monstruoso Kraken
Los cefalópodos y su genealogía imaginaria: del emblema minoico al monstruoso Kraken
Mosaico de Escila en Frigidarium, Ostia Antica, 5. IV, Tav. CXXXV, c. siglo I e. c.

La expansión ultramarina, que se acelera en los siglos XV y XVI, significó una ampliación de horizontes geográficos y mentales sin parangón. Este contexto tal vez explique el regreso de los cefalópodos al imaginario en todo su esplendor. Sin embargo, como decíamos, es preciso atender una línea genealógica particular en el desarrollo de este imaginario: los mitos nórdicos, siempre vinculados a los mares y a las percepciones, los sentimientos y las creencias de los navegantes.

Los cefalópodos y su genealogía imaginaria: del emblema minoico al monstruoso Kraken
Jacob van Maerlant, Der naturen bloeme, c. 1340-1350, f. 108.
Los cefalópodos y su genealogía imaginaria: del emblema minoico al monstruoso Kraken
Obsérvese el dibujo de un cefalópodo. Cicerón, Paradoxa stoicorum. Berkeley, Bancroft Library, BANC MS UCB 085, Italy, c. 1350-1400.

Por eso no es casual el lugar central en esta narrativa de la Carta marina (1539) del sueco Olaus Magnus. Allí vemos numerosas criaturas marinas, entre las cuales parece revelarse una figura destinada a convertirse en el arquetipo del cefalópodo gigante: el Kraken. En realidad, las fuentes escandinavas referían a un monstruo llamado Hafgufa, al que le atribuían numerosos naufragios por su propensión a englutir embarcaciones, navegantes y hasta otros seres vivos del mar. Aunque la anatomía de la criatura representada por Magnus solo parcialmente puede ser identificada con un cefalópodo (se asemeja más bien a un cetáceo), la genealogía imaginaria nos invita a prestar atención a esa familiaridad, esto es, los aparentes tentáculos que rodean su cabeza. Más preciso sería decir que se vincula con el Ceto, figura legada de la tradición grecorromana, la cual ha recibido diferentes formas, más cercanas generalmente a las ballenas, de ahí el origen del vocablo ‘cetáceo’. Sin embargo, ya una fuente noruega del siglo XIII, el Konungs skuggsjá o Espejo del rey (1250) utilizaba la palabra Kraken como sinónimo de Hagfufa, entre otros nombres como Aale tust, Anker-trold, Horv, Kolkrabbi, Krabbe, Kraxen, Sciu-crak o Sa-horven.

Los cefalópodos y su genealogía imaginaria: del emblema minoico al monstruoso Kraken
Olaus Magnus, Carta marina et descriptio septemtrionalium terrarum ac mirabilium rerum in eis contentarum diligentissime, 1539. Múnich, Bayerische Staatsbibliothek. Mapp. VII,1

Representaciones casi idénticas del Kraken encontramos en la Cosmographia (1544) de Sebastian Münster y en el libro IV de las Historiae animalium (1555-1558) de Conrad Gessner, donde el autor lo identifica efectivamente como un ‘Ceto barbado’. La obra de Gessner en particular es significativa no solo por su zoología fantástica, sino también, y sobre todo, por su zoología naturalista. Allí encontramos efectivamente algunas de las primeras representaciones gráficas fieles de cefalópodos en la modernidad. Este tipo de exploraciones estrictamente naturalistas seguirían su curso en el siglo XVII, como lo demuestra el polímata polaco Jon Jonston en sus Historiae naturalis (1657).

En efecto, durante la modernidad, la profundización del mito no obstaculizó –es probable incluso que haya potenciado– las observaciones naturalistas de grandes cefalópodos, que alcanzan altísimos grados de precisión. Veamos como ejemplo curioso el Visboek (1580) o Libro de los peces, de Adrian Coenen. Sus páginas nos muestran extraordinarias y coloridas representaciones de cefalópodos, signos del contacto estrecho de los marinos del norte con estos animales y del maravillamiento que estos últimos producían. Un destalle llama nuestras atención: a pesar de que Coenen no era, hasta donde sabemos, especialmente un erudito sino un pescador alfabetizado y curioso, notamos el efecto imitativo, la repetición de formas anatómicas y expresivas de representaciones heredadas que comienzan a convertirse en arquetipos.

Los cefalópodos y su genealogía imaginaria: del emblema minoico al monstruoso Kraken
Conrad Gessner, Historiae animalium. Fráncfort, Andrea Cambieri, 1600, p. 494.
Los cefalópodos y su genealogía imaginaria: del emblema minoico al monstruoso Kraken
Conrad Gessner, Histo- riae animalium, Fráncfort, Andrea Cam- bieri, 1600, p. 739.
Los cefalópodos y su genealogía imaginaria: del emblema minoico al monstruoso Kraken
Jon Jonston, Historiae naturalis: de exanguibus acuaticis et ser- pentibus, Fráncfort, Mattheus Merian, 1657, p. 5.

El mito del Kraken se consolidaría en el resto de Europa durante el siglo XVIII, en principio a partir de los testimonios del explorador italiano Francesco Negri, quien lo mencionara en su diario de viaje por el mar del Norte y el Báltico (Viaje septentrional, 1700), y del anticuario danés Erik Pontoppidan, quien lo describiera como un ser realmente existente en su Historia natural de Noruega (1752). Sin embargo, puede advertirse la siguiente curiosidad: la representación más habitual del Kraken es probablemente resultado de un malentendido, o más bien de un desplazamiento paradojal. La imagen la encontramos en la Histoire naturelle générale et particulière des mollusques (1802), de Pierre Denys de Montfort, quien así continuaba la monumental Histoire naturelle, générale et particulière (1749-1804) de Buffon y Lacépède. Lo cierto es que la famosa imagen que encontramos en su obra no es precisamente el Kraken sino una representación de un ‘pulpo colosal’ atacando una nave. Montfort se inspiró en testimonios de marinos y, particularmente, en una imagen que encontró en 1801 en una pequeña iglesia de la Bretaña francesa, donde se reflejaba la experiencia de unos marineros en el Atlántico Sur frente a un inmenso animal marino con las evidentes características anatómicas de los cefalópodos. En efecto, Montfort intentaba sostener científicamente la existencia no solo del Kraken sino también de otra criatura igual de voraz a la cual llamaba ‘pulpo colosal’.

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A. Coenen, Visboek, 1580, f. 257 r.
Los cefalópodos y su genealogía imaginaria: del emblema minoico al monstruoso Kraken
A. Coenen, Visboek, 1580, f. 276 r.
Los cefalópodos y su genealogía imaginaria: del emblema minoico al monstruoso Kraken
A. Coenen, Visboek, 1580, f. 348 v.

Montfort fue duramente criticado por sus exageraciones y desprolijidades metodológicas, especialmente por Georges Cuvier, cuyas descripciones anatómicas son probablemente las más precisas de las que se tenga registro en el mundo preindustrial. Sin embargo, la obra de Montfort contribuyó a consolidar el mito del Kraken, que se difundió y se popularizó definitivamente en Occidente, hasta el punto de haberse convertido en un arquetipo literario de los grandes monstruos marinos que acechan a los navegantes. Sus ejemplos más célebres probablemente sean Moby Dick (1851), de Herman Melville, y Veinte mil leguas de viaje submarino (1871), de Julio Verne, donde esta criatura actúa como un verdadero villano de las profundidades.

Durante el siglo XIX y hasta nuestros días, encontramos cada vez más rastros de la existencia de cefalópodos gigantes menos como productos de nuestra imaginación que como seres vivos reales, materiales, vecinos. Su complejidad parece incluso superar las expectativas del imaginario milenario que hemos rastreado. En definitiva, este recorrido nos ha invitado a reconocer los modos en que los cefalópodos han participado de nuestras conciencias y horizontes simbólicos desde los inicios de nuestra civilización. Con este primer número del Bestiario, intentamos reivindicar su majestuosa presencia en nuestras vidas.

Los cefalópodos y su genealogía imaginaria: del emblema minoico al monstruoso Kraken
Georges Cuvier, Mémoires pour servir à l’histoire et l’anatomie des mollusques, París, Deterville, 1817, p. 55.
Los cefalópodos y su genealogía imaginaria: del emblema minoico al monstruoso Kraken
Pierre Denys de Montfort, Histoire naturelle générale et particulière des mollusques, París, Duffart, 1802.
Los cefalópodos y su genealogía imaginaria: del emblema minoico al monstruoso Kraken
Alphonse de Neuville y Édouard Riou, 1871.

Agradecimientos a María Belén Daizo por la colaboración en la recopilación de iconografía antigua, y a José Burucúa y Nicolás Kwiatkowski por su asesoramiento.

LECTURAS SUGERIDAS

BARRÈRE F, 2012, Une espèce animale à l’épreuve de l’image: essai sur le calmar géant, L’Harmattan, París.

ELLIS R, 1998, The Search for the Giant Squid: The world’s most mysterious and elusive creature, its biology and mythology, Lyons Press, Nueva York.

HEUVELMANS B, 1958, Dans le sillage des monstres marins: le Kraken et le Poulpe colossal, Plon, París.

NIGG J, 2013, Sea Monsters: The Lore and legacy of Olaus Magnus’ marine map, The University of Chicago Press, Chicago.

WILLIAMS W, 2011, Kraken: The curious, exciting, and slightly disturbing science of squid, Abrams, Nueva York.

Doctor en historia, Université Paris-Sorbonne y UBA.
Profesor adjunto, UNIPE.
Investigador asistente, Conicet.

Santiago Peña
Doctor en historia, Université Paris-Sorbonne y UBA. Profesor adjunto, UNIPE. Investigador asistente, Conicet.

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