Carta de Lectores

MÁS SOBRE EL CLORO ATMOSFÉRICO

En el número anterior Ciencia Hoy publicó en esta sección unos comentarios de Roberto Fernández Prini al articulo de Luiz Carlos Baldicero Molion: “Los volcanes afectan el clima del planeta”, a su vez, aparecido en el número 38. No se pudo dar a conocer la reacción del autor de la nota, pues llegó después del cierre de la edición y, por ello, se la incluye aquí. Dice el autor brasileño:

vLa teoría de Mario Molina y Sherwood Rowland afirma que el átomo de cloro destruye el ozono y no la molécula CFC. Este, por ser un compuesto muy estable, sólo transportaría el cloro hasta la estratosfera. Tomemos el caso del freón 12 (CCI2F2). En forma simplificada, las reacciones ocurrirían siguiendo la secuencia: CCI2F2 + uv ® (Cl + CCIF2)

El átomo de cloro liberado se combina con una molécula de ozono (O3) para formar una molécula de monóxido de cloro (ClO) y oxígeno molecular (O2).
Cl + O3 ® ( ClO + 02 )

Como de acuerdo con la teoría el monóxido de cloro también es altamente reactivo, se combina rápidamente con el (naciente) oxigeno atómico, y libera otra molécula de oxígeno y un átomo de cloro.
CIO+O ® (CI+O2)

En su articulo en la revista Physics Today de julio de 1988, los nombrados decían: El resultado es que las moléculas de ozono son removidas de la estratosfera y los átomos de cloro quedan libres para repetir el proceso. Un átomo de cloro libre puede así destruir centenas de millares de moléculas de ozono durante su tiempo de permanencia en la estratosfera. Es importante notar que estas reacciones se hicieron en el laboratorio, que jamás fueron observadas en la naturaleza y que sufren severas críticas de los especialistas en química de la estratosfera.

Por lo tanto, según la teoría el villano es el átomo de cloro y no los CFC. A pesar de haber hecho varios vuelos en la estratosfera, los aviones-laboratorio de la NASA jamás encontraron grandes concentraciones de CFCs en la región en la que se forma el ozono, entre los 25 y 40 km de altura. Por otro lado, después de la erupción del volcán Pinatubo, en junio de 1991, en la Filipinas, seguida por la del monte Hudson en Chile, en agosto de 1991, se observaron reducciones en la capa de ozono del orden de 14% a 19%, lo que dejó en claro que las inyecciones directas en la estratosfera de cloro, bromo y dióxido de azufre (SO2) interfieren dramáticamente en la formación de ozono. Las fuentes naturales de cloro -océanos y volcanes- lo producen en cantidades algunos órdenes de magnitud superiores a las antrópicas. Además, la actividad solar es responsable de la variación del flujo de radiación ultravioleta, que disminuye un 20% durante los períodos en que es mínima y, por tanto, reduce la formación global de ozono. En la Antártida, sin ir más lejos, hay doce volcanes activos, entre los cuales se cuenta el Erebus, que lanza 1230 toneladas de HCI y 480 de HF por día, según Philip Kyle y sus colaboradores.

Adicionalmente, los fenómenos meteorológicos contribuyen a disminuir el transporte de ozono hacia la región polar, como lo describieron Van Loon y Tourpali en la Revista Meteorológica (20,1-2, 1995) del Centro Argentino de Meteorólogos. Estos hechos observados -y no una mera teoría o hipótesis- nos llevan a concluir que la variación en la capa de ozono no es inducida por las actividades humanas. Concuerdo con el doctor Fernández Prini en que, en materia de cambios globales, es difícil separar los efectos naturales de los causados por el hombre; pero en el deterioro de la capa de ozono, la naturaleza parece ser la principal causa. La capa fluctúa con el tiempo. Cuando se utilizan series históricas largas, como la de Tronsoe, en Noruega, iniciada en 1924, se advierten fluctuaciones evidentes antes del uso de los CFC. No hay pues evidencias científicas de que la capa se esté destruyendo.

Desgraciadamente, como con cualquier fenómeno geofísico, sólo el tiempo demostrará que la teoría de Molina y Rowland no tiene base sólida.

RESIDUOS RADIOACTIVOS

En respuesta a una carta de lectores aparecida en el número 37 reclamando que se trate el tema de los residuos radiactivos, los editores informaron que pidieron sendas notas a personas que pueden expresar los puntos de vista técnico, ecológico y político. La presente tiene por objeto insistir en la importancia de que sean publicadas con brevedad, por cuanto ya se ha aprobado la ley nuclear y en breve podría legislarse sobre el asunto, de modo que una contribución de Ciencia Hoy en estos momentos no podría ser más oportuna.

Seria deseable que se trataran los fundamentos éticos de las propuestas, así como sus consecuencias para la política de investigación y desarrollo del área, aspectos descuidados en el debate público local (no así en el internacional). Lamentablemente, no ha tenido mucha difusión entre los científicos ni entre el público el hecho de que este año se firmará un convenio internacional sobre gestión segura de los residuos radiactivos, instrumento legal análogo al que rige sobre la biodiversidad o la protección de la atmósfera. Confío en que Ciencia Hoy haga su aporte a la divulgación y discusión de ese convenio, para que la sociedad tenga la más amplia participación en las decisiones sobre su aplicación local.

Roque Pedace

Las notas llegaron y ya comenzó la compleja tarea de su procesamiento editorial, con la intención de poder publicar el material en el número 42. Los editores.

OTRA VEZ LA CORECCIÓN IDIOMÁTICA

El anónimo Observador cuya carta publicamos en el número 39 ha vuelto a escribir. Creemos interesante dar a conocer un par de párrafos de su nueva carta.

Como etimologista diletante siento el irresistible impulso de corregir un término que se repite en Ciencia Hoy, igual que en innumerables textos de biología, medicina, etc. Es ovocito, híbrido derivado del latín ovum, huevo, y del griego kúroc, célula. El vocablo correcto es oocito, formado por el griego wóv, huevo. Los términos híbridos, formados por una mezcla de raíces griegas y latinas o de otras lenguas, se deben considerar barbarismos. Existen cientos de ellos en la literatura científica y, debido a su uso extensivo, resulta ya imposible eliminarlos.

En el número 39 se lee la expresión huevo fertilizado. Aunque los embriólogos del siglo XVIII llamaban huevo al óvulo antes de la fecundación, ahora debe decirse óvulo fecundado o, simplemente, huevo para designar al producto de la unión de los gametos masculino y femenino. El término fertilizar se aplica al proceso de aplicar abono a la tierra. También se emplea el adjetivo anucleada para referirse a una célula que fue privada del núcleo, lo que es incorrecto, pues ello significa una célula sin núcleo. Debió decir célula enucleada.

CUESTIÓN DE LATITUDES

Otro lector anónimo expresó su complacencia con la revista e indicó que, en la nota “Esta noche en el cielo”, aparecida en el número 40, no se dejó constancia de la latitud a la que corresponden las figuras. Le agradecemos los elogios y el haber señalado, con todo acierto, la importante omisión. Debió haberse consignado que se trataba de imágenes de cielo en Buenos Aires.

Artículos relacionados