Der Einsteinturm. Física, Astronomía, Arquitectura y la Financiación de la Ciencia en la Alemania de Entreguerras

Un testimonio del Berlín de los años veinte, que sobrevivió por más de cinco décadas a los dos totalitarismos germanos de este siglo, expresa las fuerzas y debilidades de la cultura alemana de la primera mitad de la centuria.

En Potsdam, en las afueras de Berlín, un sorprendente edificio levantado en 1920, principalmente con dinero privado, evoca alguna de las facetas de la república de Weimar. La física teórica y la vanguardia artística, unidas en la torre Einstein, construida para servir de observatorio solar, constituyen un testimonio de la cultura de la capital alemana en los años que corrieron entre el fin de la primera guerra y el advenimiento de la barbarie nazi.

Una de las consecuencias más frívolas, pero a la vez más placenteras, de la caída del muro de Berlín y de la disolución del estado socialista alemán es que el visitante extranjero a la Alemania reunificada tiene ahora acceso sencillo a ciudades, monumentos y paisajes a los que antes le resultaba extremadamente difícil llegar. En muchos casos se encuentra con testimonios casi vivos de un pasado que, en el oeste del país, ha desaparecido definitivamente debajo del progreso y la modernización, pero en el este aún forma parte de la atmósfera vagamente atemporal que se percibe -seguramente por no mucho tiempo- en ciudades como Dresden, Leipzig, Dessau o Rostock, y cuyas notas distintivas, si bien posiblemente no se remonten a la época de Goethe, en muchos aspectos lo hacen a los turbulentos tiempos de entre las dos guerras.

Fig. 1. Dispositivo de telégrafo óptico que funcionó entre 1832 y 1848 en la cina del Telegraphenberg, en Potsdam.
Fig. 1. Dispositivo de telégrafo óptico que funcionó entre 1832 y 1848 en la cina del Telegraphenberg, en Potsdam.

No muy lejos del centro de Berlín, en dirección sudoeste, y fácilmente accesible por el S-Bahn o ferrocarril urbano rápido, está la pequeña localidad de Potsdam, en el Land o estado federal de Brandenburg, que en alguna medida participa de las características anteriores. La ciudad es, sobre todo, conocida por sus monumentos y obras de arte barrocos y rococó, de los siglos XVII y XVIII, en especial los ubicados en el parque de Sanssouci, producto de las aspiraciones culturales de los monarcas de Prusia. En Potsdam, también, tuvo lugar a mediados de 1945 la conferencia entre Stalin, Truman y Churchill (reemplazado en el transcurso de ella por Attlee, debido al resultado de las elecciones británicas) en la que se acordaron las condiciones de la rendición alemana que puso fin a la guerra en Europa. Y a corta distancia del centro, en una colina llamada el Telegraphenberg, o monte del Telégrafo, en un predio de 16 hectáreas, tienen su sede el Astrophysikalisches lnstitut (Instituto Astrofísico), que data de los años setenta del siglo pasado, así como un observatorio meteorológico y un instituto geodésico, creados hacia fines de dicho siglo por el estado imperial alemán.

Podría consignarse, a modo de digresión, que fue precisamente en uno de los edificios del Instituto Astrofísico donde, en 1881, un joven norteamericano de 29 años, llamado Albert Michelson, que se desempeñaba entonces como agregado naval de la embajada de su país ante el gobierno alemán, realizó por primera vez un experimento -que repetiría seis años más tarde en los Estados Unidos en colaboración con Edward Morley, de modo que ha pasado a la historia de la física con el nombre de ambos- cuyo ‘fracaso’ constituyó uno de los puntos de partida de la teoría especial de la relatividad.

Fig. 2. Croquis de fachada del edificio principal del Astrophysikalisches Institut de Potsdam, 1890.
Fig. 2. Croquis de fachada del edificio principal del Astrophysikalisches Institut de Potsdam, 1890.

También cabe señalar, de paso, que el nombre de colina del Telégrafo proviene de que, en 1832, se instaló en su cima una de las estaciones del telégrafo óptico (Fig. 1) que transmitía mensajes entre Berlín y Coblenza, utilizado hasta 1848, en que lo substituyó el telégrafo eléctrico de Werner von Siemens.

En el predio en cuestión, con sus pesados edificios finiseculares (Fig. 2), se levantó en 1920 una construcción cuyo propósito principal era constatar determinados fenómenos astronómicos que supuestamente permitirían confirmar predicciones de la teoría general de la relatividad, de la que Einstein había dado a conocer una primera versión en 1911, junto con un llamado a los astrónomos para que procurasen medir los efectos que ella explicaba (en esos años, sólo las mediciones astrofísicas ofrecían la posibilidad de comprobar los extremadamente pequeños efectos relativísticos: véase el recuadro ‘La teoría de la relatividad y la comprobación experimental de sus predicciones’). Dicha construcción terminó llamándose der Einsteinturm, en castellano latorre Einstein.

Fig. 3A Der Einsteinturm, Potsdam, 1920.
Fig. 3A Der Einsteinturm, Potsdam, 1920.

Dejando de lado el cometido que le tocó desempeñar en la historia de la física experimental de este siglo, la estructura llamó la atención por sus características edilicias inusuales para la época y alcanzó las primeras planas de los medios de entonces (Fig. 3).

Tres personas fueron responsables de que se construyera la torre y de que tuviese dichas características. El primero fue el propio Albert Einstein, a quien Max Planck, entre otros, había convencido de que se instalase en Berlín y que, por esos años, era miembro de la Preub ische Akademie der Wissenschaften (Academia Prusiana de Ciencias), director desde 1917 del Kaiser-Wilhelm-lnstitut de investigaciones en física y, sobre todo, una figura influyente en la capital alemana, como lo indica la nota de un semanario berlinés (Fig. 4), que lo calificaba en términos de altísima alabanza.

Fig. 4 : Página de la edición del 14 de diciembre de 1919 del mismo semanario. Leyenda al pie de la foto. Una nueva cumbre de la historia universal: Albert Einstein, cuyas investigaciones significan una completa alteración de nuestro modo de cncebir la naturaleza y equivalen a los conocimientos de un Cópernico, Kepler y Newton.
Fig. 4 : Página de la edición del 14 de diciembre de 1919 del mismo semanario. Leyenda al pie de la foto.
Una nueva cumbre de la historia universal: Albert Einstein, cuyas investigaciones significan una completa alteración de nuestro modo de cncebir la naturaleza y equivalen a los conocimientos de un Cópernico, Kepler y Newton.

El segundo fue Erwin Finlay Freundlich, prácticamente el único astrónomo alemán que respondió al llamado de Einstein de que se comprobaran experimentalmente algunas predicciones de su teoría, y que estaba dedicado a hacerlo como integrante del instituto Kaiser-Wilhelm. Por último, el arquitecto Erich Mendelsohn, para quien esta fue la primera obra que construyó (Fig. 5).

En 1920 los nombrados tenían, respectivamente, 41, 35 y 33 años. Ninguno de los tres había nacido ni se había educado en Berlín -Einstein, venido al mundo en Ulm, se formó en física en Zúrich y fue profesor en la universidad alemana de Praga; Freundlich, natural de Biberich, sobre el Rin, estudió matemática y astronomía en Göttingen, y Mendelsohn, que provenía de Prusia oriental y había estado un tiempo como estudiante en Berlín, obtuvo su diploma de arquitecto en Munich-.

El trío se conoció en la antigua capital imperial, devenida luego capital de esa primera república alemana cuya corta vida se extendió entre el fin de la primera guerra, en 1918, y la toma del poder por Hitler, en 1933. Por un conjunto de circunstancias propicias, a comienzos de los años veinte Berlín era una de las ciudades culturalmente más productivas del mundo y los tres tomaban parte activa de esa vida cultural, incluso de su costado musical (Fig. 6). Esto último fue lo que puso a los dos físicos en contacto con el arquitecto.

Fig. 5. El arquitecto Erich Mendelsohn en 1920 y en la madurez
Fig. 5. El arquitecto Erich Mendelsohn en 1920 y en la madurez

Después de recibirse en 1912, Mendelsohn había permanecido dos años en Munich, una ciudad que, igual que la no muy lejana Viena, se podía considerar a la vanguardia de la arquitectura germana de principios de siglo y, posiblemente, en pie de igualdad con las más renovadoras de Europa. Allí había frecuentado los círculos progresistas, como el grupo artístico conocido por el nombre de blaue Reiter (jinete azul). Su traslado a Berlín con motivo de la guerra contribuyó a traer al panorama edilicio de la ciudad los aires de modernidad que adquirió en los años veinte. Pero Mendelsohn era un desconocido cuando llegó a la capital en 1915 para incorporarse voluntariamente al cuerpo de ingenieros del ejército, como forma de evitar ser reclutado a la infantería.

Sin muchas responsabilidades bélicas por su débil vista, empleaba sus ratos libres en el frente ruso, al que fue enviado en 1917, para trazar en un cuaderno de apuntes croquis de edificios imaginarios, entre otros, un observatorio que su amigo de actividades musicales, Freundlich, le había contado que se proponía erigir. Por correo, este recibía dichos croquis con los comentarios del arquitecto y le contestaba con los suyos y, por ese medio, casi sin proponérselo, Mendelsohn fue definiendo el concepto de un edificio del que aún no sabía nada muy concreto.

Fig. 6. El astrónomo Erwin freundlich tocando el violoncelo. Grabado del pintor expresionista Max Pechstein, 1918.
Fig. 6. El astrónomo Erwin freundlich tocando el violoncelo. Grabado del pintor expresionista Max Pechstein, 1918.

Es interesante ver cómo evolucionaron sus formas imaginarías (Fig. 7), que fueron expuestas al público en 1919, terminada la guerra, en la galería de arte berlinesa de Paul Cassirer, y compararlas con las que concibió cuando, en 1920, recibió realmente el encargo de proyectar la obra (Fig. 8). Lo último sucedió después de que se formara una Einstein Stiftung (fundación Einstein) para recolectar fondos, pues gran parte de los necesarios para erigir el observatorio solar se obtuvo de donantes particulares, gracias a la labor de Freundlich y al crucial respaldo del propio Einstein, a pesar de que este, con todo su prestigio, no era unánimemente apoyado por las cabezas científicas de su país: en esos años el mundo académico alemán -y, consecuentemente, también la opinión pública- se dividía nítidamente en dos campos, los partidarios y los opositores de las teorías einsteinianas.

Podría decirse que el punto de inflexión de la popularidad de estas se situó en 1919, cuando la Royal Society y la Astronomical Society anunciaron en Londres que dos expediciones astronómicas británicas habían realizado mediciones que confirmaban las predicciones de la relatividad. Con tal comprobación, una teoría que para muchos científicos y, sobre todo, para el lego educado, aparecía como esotérica e irracional, capturó la imaginación pública y convirtió a su autor, casi de la noche a la mañana y sin que lo hubiese buscado, en una celebridad internacional. Entre los alemanes, esa popularidad quizá se explique en mucha medida por la satisfacción de una nación derrotada en verse a la cabeza del mundo en producción de conocimiento, y en advertir cómo en países vencedores como Francia, a pesar de su virulenta germanofobia, Einstein era recibido con interés: en 1922 hizo repetidos viajes a París, de los que daba siempre cuenta el Berliner Tageblatt.

Fig. 7. Croquis precursores de la torre Einstein realizados en 1917 por Mendelsohn, movilizado en el frente ruso de la primera guerra.
Fig. 7. Croquis precursores de la torre Einstein realizados en 1917 por Mendelsohn, movilizado en el frente ruso de la primera guerra.

La popularidad de Einstein en su país, sin embargo, se topaba con algunos obstáculos ideológicos y políticos, que también afectaban a FreundIich y a Mendelsohn. En una sociedad crecientemente escindida en dos bandos cada vez más enfrentados, los conservadores y los progresistas -a los que la dinámica de los acontecimientos empujaba casi sin remedio, respectivamente, a posiciones reaccionarias o revolucionarias-, era inevitable que quienes se enrolasen en la renovación de las ciencias o de las artes no sólo tuviesen oposición activa en sus respectivas disciplinas sino, a la luz de cierta unidad esencial de la cultura, también la tuviesen en otros órdenes de la vida social y política.

Por ejemplo, ante el creciente acercamiento de las filas de la derecha al nacionalismo radicalizado (al que se oponía el internacionalismo de la izquierda), no sorprende constatar en los demócratas liberales Einstein y Mendelsohn una completa ausencia de patriotismo alemán militante (sí bien ambos eran entusiastas sionistas).

Fig. 8. Croquis de la torre Einstein realizados en 1920 por Mendelsohn cuando recibió el encargo de proyectar la obra.
Fig. 8. Croquis de la torre Einstein realizados en 1920 por Mendelsohn cuando recibió el encargo de proyectar la obra.

Estos fenómenos también se pudieron constatar en la culturalmente mucho más provinciana Buenos Aires -comparada con París o Berlín-, en ocasión de la visita de Einstein en 1925 (Fig. 9). Muchos científicos locales reconocidos lo recibieron con más escepticismo que interés, por razones académicas relacionadas con una novedosa visión de la física que los obligaba a revisar ideas consagradas. Pero en la comunidad germano-argentina, que permanecía políticamente fiel al Kaiser y rechazaba las ideas republicanas del visitante, en las que veía, sobre todo, el fantasma del socialismo, la resistencia y hasta hostilidad que se advirtieron tuvieron raíces político-culturales y presagiaron los violentos enfrentamientos que sobrevendrían en dicha comunidad en la década siguiente, cuando la barbarie nacionalsocialista se adueñó del poder en Berlín.

Sea ello como fuere, en enero de 1920, cuando la Einstein Stiftung lanzó su campaña de recaudación, dio a conocer un manifiesto firmado por figuras influyentes de la ciencia alemana -entre ellas los premios Nobel Walther Nernst y Max Planck- que, entre otras cosas, señalaba: Las academias de Inglaterra, los Estados Unidos y Francia, con exclusión de Alemania, han constituido una comisión con el propósito de avanzar enérgicamente en establecer los fundamentos experimentales de la teoría general de la relatividad. Es un deber de honor de todos los responsables de la cultura alemana producir los medios para que, por lo menos, en un observatorio alemán, pueda ser posible trabajar en la demostración de la teoría en colaboración directa con su creador.

Fig. 9 Albert Eistein en la biblioteca de La Prensa, Buenos Aires, 1925.
Fig. 9. Albert Eistein en la biblioteca de La Prensa, Buenos Aires, 1925.

El contenido de este mensaje y la necesidad de realizar un llamado público para conseguir fondos indican dos características de la postguerra alemana: la mencionada necesidad de una reivindicación nacional después de la derrota y la penuria económica del estado, que en otras circunstancias hubiese proporcionado los recursos. Además, el lanzamiento del proyecto coincidió con los inicios de la inflación, hasta el punto de que a fines de 1919 se había estimado su costo en 300.000 marcos, valor que en algún momento de 1920 se había ido a 500.000, después alcanzó el millón y medio, luego los 2,5 millones… (como en la Argentina de fines de los ochenta, con la inflación se dejó de poder calcular con algún sentido el costo de la construcción). Ello ocasionó repetidas dificultades a la ejecución de la obra, la que en determinado momento estuvo por ser detenida y sólo pudo continuarse al llegar aportes extraordinarios de donantes (entre otros, los grandes bancos de Berlín y la fundación Pagenstecher, de Nueva York, que donó 200.000 Reichsmark).

El edificio había sido imaginado por Mendelsohn en hormigón armado, como podría deducirse de sus formas redondeadas, más por una voluntad artística que por una comprensión de las características técnicas y de la potencialidad del nuevo material. Los croquis que realizaba en el frente bélico para llenar sus ocios, y que -como el contemporáneo trabajo de varios arquitectos de vanguardia en diversos países- estaban motivados por su preocupación central de renovar la arquitectura, fueron expuestos en Berlín con el título de Arquitectura en hierro y hormigón. El uso de esos materiales y la búsqueda de formas que les fueran apropiadas para reemplazar los estilos tomados del catálogo historicista fueron la respuesta de Mendelsohn al debate del momento sobre la arquitectura ‘moderna’. Igual que el campo de la física con las teorías de Einstein, el de la arquitectura estaba escindido en dos bandos enfrentados: el tradicional, que llenaba casi todas las posiciones oficiales, en especial en la administración pública y las instituciones formales de enseñanza, y el moderno, que, con el resto de la vanguardia artística, ocupaba un espacio más bien marginal en la sociedad burguesa, aunque en algunas ciudades, como Berlín, no carente de influencia. Nótese, de paso, que fue justamente en el clima propicio a los experimentos de vanguardia de la Alemania de Weimar donde nació una institución -el Bauhaus- que, respondiendo a la misma inquietud renovadora de Mendelsohn, cambió los modos de enseñanza de la arquitectura y, a la larga, llevó a la transformación de las escuelas de esta disciplina en todo el mundo (incluida, tardíamente, la Argentina). Pero igual que la física relativista y el experimento de la torre Einstein, el Bauhaus no sobrevivió al advenimiento del nazismo y cerró sus puertas en los tempranos años treinta.

Resulta paradójico advertir que, a pesar de las intenciones del autor de crear un edificio que contribuyera a renovar la arquitectura adoptando formas derivadas de la naturaleza de los nuevos materiales industriales -en una carta de marzo de 1914 Mendelsohn habla de Architektur in Eisen und Beton [als] Baustoff unseres neuen Formwillens des neuen Stils (arquitectura de hierro y hormigón como los materiales con los que buscamos crear las formas del nuevo estilo)-, la torre terminó siendo erigida, principalmente, con ladrillos revocados. La erosión del dinero por la inflación, que llevó a elegir los materiales más baratos, y la escasez de hierro y cemento, que estaban racionados en los años de postguerra, explican en parte la paradoja. También contribuye a explicarla el hecho de que el hormigón había sido elegido principalmente por razones simbólicas, como el instrumento que permitía a Mendelsohn dar a la arquitectura una nueva imagen. Por ello, en última instancia, no era necesario.

El arquitecto se ocupó poco de las características utilitarias o funcionales del edificio, relacionadas con la instalación y uso de los equipos técnicos de observación astronómica: ellas quedaron en manos de ingenieros vinculados con el fabricante de estos o con el contratista de la obra, quienes definieron ciertos aspectos cruciales del diseño, como la altura de la torre (que resultó ser 20m), las especificaciones de la cúpula, las de un laboratorio subterráneo, etc. La preocupación de Mendelsohn por construir un edificio simbólico quizá no sólo se refería a crear una nueva arquitectura sino, también, a rendir homenaje a la teoría de la relatividad, por su doble carácter de construcción científica racional, resultado de un estricto razonamiento deductivo, y de producto de una vanguardia intelectual cuyas obras, incluyendo las artes visuales de avanzada, tenían para el gran público, tanto admiradores como detractores, la fascinación de lo incomprensible. La actitud de Mendelsohn, por otro lado, no era diferente de la de los otros arquitectos alemanes de vanguardia del momento, para quienes las necesidades técnicas de los edificios no formaban parte de los problemas que buscaban resolver y cuya tarea consistía, ante todo, en hacer las obras visualmente atractivas.

Fig. 10A La torre Einstein en el momento de su terminación, 1921.
Fig. 10A La torre Einstein en el momento de su terminación, 1921.

La construcción se comenzó a mediados de 1920 y se concluyó (Fig. 10) en agosto de 1921 -el mismo año en que Einstein recibió el premio Nobel, por un tema completamente distinto-, pero no fue hasta mayo de 1925 cuando se concluyeron de armar los instrumentos encargados a la firma Carl Zeiss, de Jena, en particular los telescopios con objetivos de 200 y 600mm, cuya construcción e instalación costaron 1.375.000 marcos. La torre quedó bajo la responsabilidad de la fundación Einstein, que finalmente terminó pagándola en su mayor parte, ya que el aporte estatal, dispuesto en su momento para cubrir una porción significativa del costo, llegó tarde y reducido a una cifra marginal por la inflación. De todos modos, el estado no se desentendió, y en 1922, en el consejo directivo de la fundación, además de directores de instituciones científicas, figuraba un representante del Kultusministeriums (o ministerio de Cultura) de Prusia, junto con el editor de la revista Naturwissenschaften, un director de la Badischen Anilin-und Sodafabrik, el gerente general de Carl Zeiss y algunos empresarios de Berlín.

Terminada la obra, la fundación buscó financiar los costos de operación con una mezcla de subsidio estatal y donaciones privadas, incluyendo a unos Amigos de la Fundación Einstein (Freie Vereinigung der Freunde der Einstein Stiftung), a los que se les pedía una contribución mínima de cien marcos anuales.

Fig. 10B. Albert Einstein en la entrada de la torre recién terminada.
Fig. 10B. Albert Einstein en la entrada de la torre recién terminada.

La imagen de la torre Einstein, además de haber sido condicionada por las intenciones de Mendelsohn de renovar la arquitectura adaptándola a las características de los nuevos materiales, refleja el mundo y es uno de los mejores exponentes del expresionismo alemán, que se impuso en las artes a principios de siglo y, más que una corriente estética con un programa artístico definido, fue una actitud de rebeldía y liberación de la cultura tradicional y de los valores de la sociedad burguesa. El grupo artístico blaue Reiter, que Mendelsohn había frecuentado en Munich, puede considerarse enrolado en tal corriente, que, por otro lado, era la dominante en el mundo cultural progresista de la primera república alemana, si bien había nacido antes de la guerra, en tiempos del imperio.Igual que a la física relativistíca, estos rasgos del expresionismo ayudaron a acercar a sus cultores a la izquierda política y a convertirlos, con la radicalización política e ideológica, en representantes prominentes del ‘arte degenerado’ (entartete Kunst), según la expresión de los nazis.

Casi desde el momento mismo en que se estaba construyendo, se oyeron voces que se propusieron interpretar la torre Einstein -más allá de la natural coincidencia entre productos culturales que comparten el mismo carácter vanguardista-, como una expresión artística de la teoría de la relatividad y de sus conceptos asociados de geometrías no euclidianas, la cuarta dimensión y el espacio-tiempo. Aunque sin mencionar específicamente la torre, manifestaciones de ese tipo hizo el historiador suizo de la cultura Siegfried Giedion, que trazó una serie de paralelos superficiales y de discutible consistencia entre teorías científicas y movimientos artísticos en sus Charles Eliot Norton Lectures de 1938-1939 en Harvard, las que dieron origen al libro Space, Time and Architecture, publicado por Harvard University Press en 1941 (con no menos de cinco nuevas ediciones y más de una docena de reimpresiones), un título que parafrasea el de la conocida vulgarización de la relatividad por Eddington, Space, Time and Gravitation. Apenas aparecida la obra de Giedion, Mendelsohn (tal vez molesto por no estar mencionado en ella) le hizo llegar -a Princeton- los pasajes pertinentes a Einstein, quien, cansado de que la terminología relativística se aplicara en otros ámbitos disciplinarios, y de que abundaran los malentendidos causados por interpretaciones erróneas de su teoría por periodistas o filósofos, desestimó irónicamente la asociación¹. Más sensata, en todo caso, fue la afirmación de Freundlich, quien en 1969 se refirió a la torre como ein Monument in Erinnerung an die Epochale Bedeutung der Relativitätstheorie in der Entwicklung der Physik (un monumento a la memoria del trascendente alcance de la teoría de la relatividad para el desarrollo de la física), porque, como lo señaló el critico Wolfgang Pehnt, más que un observatorio o un laboratorio, lo que Mendelsohn erigió fue un monumento (Er schuf kein Labor sondern ein Denkmal). Y se sabe que Einstein, según una anécdota conocida, luego de una minuciosa visita al edificio recién terminado, durante la cual se mantuvo en silencio, se acercó al arquitecto y resumió su opinión en una única palabra: orgánico.

Fig. 11. Detalle de la torre Einstein luego de algunas reformas realizadas en 1927, pro las que resultaron algo incongruentemente enfatizadas ciertas aristas por medio de protecciones de chapa galvanizada.
Fig. 11. Detalle de la torre Einstein luego de algunas reformas realizadas en 1927, pro las que resultaron algo incongruentemente enfatizadas ciertas aristas por medio de protecciones de chapa galvanizada.

No es difícil comprender por qué todo lo representado por la torre Einstein -un edificio revolucionario para realizar experimentos orientados a respaldar una teoría que cambiaba la concepción clásica del mundo físico-, lo mismo que sus tres principales responsables, no hayan durado mucho una vez llegado el nacionalsocialismo al poder (para no mencionar el hecho de que Einstein y Mendelsohn eran judíos, lo mismo que el padre de Freundlich, que había abrazado el protestantismo cuando se casó con una inglesa). Como se sabe, Albert Einstein nunca regresó a Alemania luego de que, en el transcurso de una visita a los Estados Unidos en 1933, resolvió quedarse en ese país; aceptó una posición en el Institute for Advanced Study de Princeton y allí permaneció hasta su muerte en 1955. Terminada la segunda guerra, se negó a mantener relaciones con colegas alemanes cuyo comportamiento para con los nazis consideró oportunístico, al tiempo que sufrió cierta marginación de los círculos científicos más avanzados por su resistencia a aceptar los enfoques probabilísticos de la mecánica cuántica y por su falta de éxito en la búsqueda de una teoría unificada de campo.

Mendelsohn también dejó Alemania en 1933. Trabajó un tiempo en Inglaterra, luego pasó a la entonces llamada Palestina y, en 1941, emigró a los Estados Unidos. En 1945 se instaló en San Francisco y al poco tiempo obtuvo la ciudadanía norteamericana. Trabajó con éxito como arquitecto para la comunidad judía estadounidense, en especial construyendo sinagogas, pero, después de su obra berlinesa de los años veinte, dejó de figurar entre los nombres prominentes de la arquitectura contemporánea. Murió en 1954.

Freundlich emigró igualmente en 1933, primero a Turquía, donde, aprovechando el flujo masivo de refugiados políticos alemanes, se había puesto en marcha una reforma universitaria. En 1937 pasó a Praga, pero debió huir nuevamente de los nazis y, por ser hijo de madre británica, se dirigió a la universidad escocesa de Saint Andrew’s. Allí pasó la guerra como instructor de navegación de pilotos de la RAF y luego montó un nuevo telescopio para continuar con sus estudios solares. En 1946 escribió una carta a Mendelsohn en una colorida mezcla de inglés y alemán en la que, entre otras cosas, decía: Recibo muchas cartas de Alemania. El observatorio Einstein opera otra vez como tal […] Aparentemente, los rusos no los han molestado, porque yo nunca los excluí en los años 1920-33 y porque de facto pudieron mantener al hitlerismo fuera del instituto. Una vez me ofrecieron volver; sin embargo, ello está fuera de la cuestión, a pesar de que […] hay actividad cultural en una abundancia tal que uno jamás lo hubiese creído posible después de tan horroroso colapso […] Escocia definitivamente nada tiene que ofrecer a este respecto. En consecuencia, estoy construyendo mi pequeño mundo insular. […] Si bien estoy condenado a un confinamiento solitario en esta desolada prisión de las Highlands, por lo menos tengo la intención de que mi celda sea un poco colorida […]² Cuando se jubiló, a mediados de los años cincuenta, retornó a Alemania y permaneció allí hasta su muerte en 1964.

Fig. 11 Detalle de la torre Einstein luego de algunas reformas realizadas en 1927, pro las que resultaron algo incongruentemente enfatizadas ciertas aristas por medio de protecciones de chapa galvanizada.
Fig. 11
Detalle de la torre Einstein luego de algunas reformas realizadas en 1927, pro las que resultaron algo incongruentemente enfatizadas ciertas aristas por medio de protecciones de chapa galvanizada.

En cuanto al observatorio, en 1933 el gobierno nazi disolvió por decreto la fundación Einstein. El 28 de marzo de ese año, el mismo día en que Albert Einstein renunció a la Academia Prusiana de Ciencias como acto político de protesta, un funcionario de una de las fuerzas de seguridad, la SS, ordenó que se cambiara el nombre de la torre (literalmente escribió: el nombre Torre Einstein debe desaparecer -der Name Einsteinturm muss verschwinden-). El Instituto de Física Solar pasó a depender del Observatorio Astrofísico de Potsdam y Freundlich -que ya se encontraba en el extranjero y que había rechazado por escrito la obligación de usar en el observatorio el saludo del brazo levantado (der deutsche Gruss, decían los documentos)- fue jubilado prematuramente en aplicación de las leyes raciales. El episodio del saludo fue comentado en marzo de 1934 por el diario alemán de Paris (Pariser Tageblatt) con el titulo: También en la torre Einstein rige el saludo hitleriano. Los científicos deben por ello abandonar sus cargos.

Un episodio curioso relacionado con estos hechos se produjo a propósito de un busto de bronce de Einstein que se encontraba en la entrada de la torre, colocado allí en 1929 por el ministerio de Cultura de Prusia como homenaje al científico con motivo de sus cincuenta años. Cuando llegó la orden de retirarlo, el personal de la institución lo puso a buen resguardo y dejó en su lugar, sobre su base, una piedra (ein Stein). Después de la guerra, el busto volvió y hoy se exhibe junto con la piedra que lo reemplazó.

En la torre continuó llevándose a cabo actividad científica, aun durante la guerra. El edificio era considerado inaceptable por los nazis, para quienes era producto de ‘ideas judías’, pero sobrevivió al furor iconoclasta de los círculos nacionalistas, propulsores de imitaciones del arte alemán medieval o de la antigüedad clásica, a pesar de que existieron iniciativas de reformarlo, que seguramente no prosperaron porque las prioridades estaban en el esfuerzo bélico. En 1942, la torre fue pintada con colores marrones y verdosos a modo de camuflaje por los ataques aéreos, que en 1945 destruyeron algunas de las construcciones cercanas pero sólo causaron daños menores a su estructura e instrumental óptico. Terminada la guerra, se repararon los daños y se recomenzaron las observaciones. Para 1950 el edificio estaba totalmente reparado, en 1952 fue pintado de color gris claro y en 1978, al acercarse el centenario del nacimiento de Einstein, pintado de blanco, como había sido en su origen. En 1976, el gobierno de la República Democrática Alemana lo incluyó en la lista de obras protegidas (Denkmalschutz), mientras seguía la tarea científica y formaba parte de uno de los principales centros de investigación del país (y por tal razón, en un régimen autoritario, era inaccesible al público). Con la reunificación alemana, luego de un período en el que las instituciones académicas de la fenecida Alemania oriental fueron evaluadas, se creó en 1992 el Astrophysikalisches lnstitut Potsdam, que reunió en una sola entidad a varias de las instituciones anteriores, entre ellas, el Astrophysikalisches Observatorium Potsdam, el Observatorium für Solare Radioastronomie de Tremsdorf y otro observatorio (Sternwarte Babelsberg). Hoy, con algunas restricciones, la torre puede ser visitada por el público.

La Teoría de la Relatividad y la Comprobación Experimental de sus Predicciones

En 1905 Albert Einstein publicó su teoría de la relatividad especial, basada en el postulado de que la velocidad de la luz es finita y las leyes de la física son invariables en sistemas que se mueven a velocidad constante unos con relación a otros. La relatividad especial quitó al tiempo su carácter de parámetro absoluto y lo colocó en un pie de igualdad con las coordenadas espaciales. No logró, sin embargo, extender sus ideas a sistemas en movimiento acelerado entre sí. En otras palabras, los sistemas inerciales (aquellos en los que se cumplen las leyes de la mecánica) seguían ocupando un lugar de privilegio en la teoría de Newton, cosa que perturbaba al científico, pues significaba que había algo que no funcionaba en las relaciones entre los principios de la relatividad especial y la gravitación universal newtoniana. Ello le hizo consagrar los siguientes diez años de su vida al asunto y lo llevó a construir, finalmente, la teoría de la relatividad general, la que predijo algunos fenómenos astronómicos que se apanaban o contradecían las previsiones de la gravitación newtoniana, en particular:

* un desplazamiento superior al esperado del perihelio de la órbita elíptica de Mercurio;

* el desvío de rayos de luz que pasasen cerca de un cuerpo de gran masa, como el Sol, y

* el corrimiento hacia el rojo de los colores del espectro de luz cuya fuente fuese un cuerpo de elevada masa y, por ende, de fuerte campo gravitatorio, como, nuevamente, el Sol.

Para someter las previsiones relativísticas a comprobación experimental, los científicos buscaron cómo medir la magnitud de esos fenómenos, con el objeto de comparar los resultados que obtuvieran con las predicciones einsteinianas. El primero se conocía desde 1850 y ya había sido medido. Se había constatado una desviación de aproximadamente 43 segundos de arco por siglo, por encima de la explicada por la mecánica clásica: la teoría relativística resultaba notablemente coincidente con ese resultado y lograba aclarar algo previamente inexplicado. Las mediciones por realizar, en consecuencia, se centraron en los otros dos extraños efectos, relacionados con el desplazamiento de la luz por un campo gravitatorio. A fin de diseñar los respectivos experimentos, se pensó que la única masa importante con la que se podía contar era la del Sol.

Fig. I Desvío de un rayo de luz que arriba a la tierra procedente de una estrella por efecto de la gravitación solar, según las previsiones de la teoría de la relatividad general de Einstein. Para el observador terrícola, la estrella aparece desplazada de su ubicación real.
Fig. I
Desvío de un rayo de luz que arriba a la tierra procedente de una estrella por efecto de la gravitación solar, según las previsiones de la teoría de la relatividad general de Einstein.
Para el observador terrícola, la estrella aparece desplazada de su ubicación real.

La comprobación del segundo efecto (Fig. 1) es imposible en circunstancias normales, pues si se desea verificar que la luz procedente de una estrella lejana resulta desviada al pasar cerca del Sol en su camino hacia la Tierra, es obvio que la luz solar impedirá distinguir la de la estrella. Sin embargo, de haber un eclipse total del Sol, en principio tendría que ser factible ubicar una estrella cuya luz nos llegue luego de pasar por las cercanías de este. Si se pudiese entonces establecer la posición aparente de tal estrella y compararla con la real, la diferencia sería la medida del efecto investigado. Es lo que trató de hacer infructuosamente en 1913 Erwin Freundlich, quien primero utilizó sin éxito placas fotográficas de eclipses pasados y, luego, gracias al apoyo del mismo Einstein y con motivo de un eclipse que ocurriría en 1914, participó en una expedición alemana a Crimea, cuyos trabajos quedaron truncos por la guerra. Terminada esta, le correspondería al británico Arthur Eddington realizar la constatación buscada, en 1919, en una expedición al África organizada por la Royal Society. De todos modos, también después de la guerra, el instituto de Potsdam realizó seis expediciones para medir fenómenos de este tipo durante eclipses solares, y pudo igualmente verificar el desvío previsto por la relatividad general en 1929, en Sumatra, en estudios dirigidos por Freundlich y Harald von Klüber. La comprobación definitiva llegó después de 1967, cuando los métodos ópticos se reemplazaron por otros de índole radioastronómica y permitieron, para poco después de 1980, hacer verificaciones con una precisión del orden del uno por ciento.

En cuanto al tercer efecto -para cuya comprobación fue erigida la torre en el Telegraphenberg- el director del instituto de Potsdam, Karl Schwarzschild, había realizado en 1913 unos primeros intentos de medición de la luz solar en la zona violeta del espectro, que fueron retomados en 1920 por Freundlich, en la roja. Pero estos ensayos no dieron frutos, principalmente por falta de instrumental adecuado. Fue así como el último nombrado resolvió ponerse en campaña para que se construyera un telescopio en torre de gran distancia focal acoplado a un espectrógrafo de alta resolución, para que, por un lado, se pudiese medir con seguridad los minúsculos desplazamientos de líneas espectrales solares y, por otro, se garantizase la exacta ubicación de las mediciones con relación al disco solar. Hay que tener en cuenta que la teoría preveía un corrimiento hacia el rojo de las líneas del espectro de una magnitud equivalente a dos millonésimos de su longitud de onda, o un décimo del ancho de la línea, que en un espectro fotográfico alcanza a menos de un décimo de milímetro.

Si bien Freundlich tuvo éxito en lograr que se construyera el telescopio, las mediciones no desembocaron en los resultados esperados y fueron interrumpidas en 1933, cuando tanto el nombrado como Einstein, igual que el arquitecto de la torre, Erich Mendelsohn, tuvieron que abandonar Alemania. Después de la guerra, Freundlich hizo nuevos intentos, esta vez en las universidades de Oxford y St. Andrew’s, donde se había refugiado, pero sólo en 1960, utilizando radiación gama monocromática de alta graduación, se pudo medir con seguridad el corrimiento. Así se logró, finalmente, verificar el tercer efecto relativístico, igual que en el otro caso, con una precisión del uno por ciento.

¹ Einstein respondió con una cuarteta difícilmente traducible: Nicht schwer it’s Neues auszusagen, / wenn jeden Blödsinn man will wagen. / Doch selt’ner füget sich dabei, /daß Neues auch vernünftig sei. (No es difícil proclamar que algo es nuevo, sí se acepta el riesgo de decir tonterías. Pero rara vez sucede que esa declaración de novedad sea también algo razonable.) Y agregó: Es una pedantería sin base racional alguna (Es ist einfach Klugscheißerei ohne jede vernünftige Basis).

² I receive many Ietters from Germany. The Einstein Observatory is again operating as such […] They have apparently not been disturbed by the Russians, because I never excluded Russians in the years 1920-33 and because in fact they had been able to exclude Hitlerism from the Institute.They once offered me to return; this, however, is out of the question, although […] es gibt Kultur in Hülle und Fülle. Auch sonst herrscht ein so geistiges Leben, wie man es nach diesem furchtbarem Zusammenbruch nicht für möglich gehalten hätte. […] Scotland has definitely nothing to offer in this respect. I am therefore building up my own little island-world. […] So, if condemned to solitarv confinement in this bleak Highland camp I at least intend to make the cell a bit colourful…

Lecturas Sugeridas

BANHAM, R., 1960, Theory and Design in the First Machine Age, London; y: 1954, “Mendelsohn”, The Architectural Review, 116, 692.

FREUNDLICH, E.F., 1969, “Wie es dazu kam, dab ich den Einsteinturm errichtete”, Physikalische Blätter, 25.

GAY, P., 1968, Weimar Culture: The Outsider as Insider, New York.

HENTSCHEL, KLAUS, 1992, Der Einstein-Turm, Berlin.

JAMES, K., 1994, “Expressionism, Relativity and the Einstein Tower”, Journal of the Society of Architectural Historians, 53, 4:392-413.

PEH NT, W., 1995, “Der Expresionismus in der Architektur. Erich Mendelsohn vor und nach der Einsteinturm”, en Astrophysikalisches lnstitut Potsdam (ed.), Der Einsteinturm in Potsdam, Ars Nicolai, Berlin.

SHARP, D., 1966, Modern Architecture and Expressionism, London.

STÜRMER, M., (ed.), 1985, Die Weimarer Republik, Athenäum, Königstein.

José X Martini

José X Martini

Asociación Ciencia Hoy.
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