Carta de Lectores

OTRA VEZ EL CLOR ATMOSFÉRICO

En el número 38, en el marco del convenio entre CIENCIA Hoy y su homónima brasileña CIÉNCIA HOJE, nuestra revista publicó una nota de Luiz C. Baldicero Molion, que había salido en portugués en el Brasil, titulada “Los volcanes afectan el clima del planeta” En un recuadro de ese articulo, el autor afirmó que la destrucción de la capa de ozono sobre la Antártida se debe, principalmente, a la acción del cloruro de hidrógeno que emana de volcanes en erupción. En el 40 salió una carta del lector Roberto Fernández Prini, quien cuestionó tal afirmación e indicó que el cloro volcánico, por formar parte de un compuesto inorgánico, no destruye el ozono atmosférico, efecto que sólo se produce si el cloro llega a la estratosfera incorporado en moléculas que lo unan a cadenas hidrocarbonadas, es decir, a moléculas orgánicas, como es el caso de los compuestos clorofluorocarbonados, más conocidos como CFCs (a pesar de que la cantidad de cloro así incorporado en la atmósfera es considerablemente menor que el de origen volcánico). A este argumento, el autor de la nota contestó, mediante una carta publicada en el número 41, sosteniendo que son los átomos de cloro los que destruyen el ozono, y no los CFC. Así lo prueban el que no se hayan encontrado grandes concentraciones de estos en la zona de la atmósfera donde se forma el ozono (entre 25 y 40km de altura) y el hecho de que después de la erupción de los volcanes Pinatubo y Hudson, en 1991, el ozono se redujo entre 14% y 19%. Concluyó que “la variación en la capa de ozono no es inducida por las actividades humanas” y que “no hay evidencias científicas de que la capa se esté destruyendo”. A esto, el doctor Fernández Prini comenta:

He leído la carta respuesta a mi carta de lectores. Creo que es muy interesante lo que dice, porque, evidentemente, el firmante no parece creer que los efectos antropogénicos contribuyan de manera importante a la destrucción del ozono estratosférico. Desde el punto de vista científico, su argumento adolece, en mi opinión, de la deficiencia de sostener que un átomo de cloro, independientemente de las características de la molécula que forma, puede colaborar en la destrucción del ozono. Pero para demostrarlo utiliza una ecuación que sólo puede ocurrir si el cloro integra un compuesto -como son los CFCs- susceptible de dar lugar a radicales y átomos libres por acción de la radiación ultravioleta. El ion cloruro no podría generar esas especies. En efecto, la reacción química que detalla el doctor Molion en su respuesta a mi carta de lectores, a saber:

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es una confirmación de la necesidad de que, para destruir la capa de ozono, el cloro se encuentre formando un compuesto susceptible de generar átomos libres de cloro por efecto de dicha radiación. En cuanto a las evidencias del efecto de los CFCs sobre la capa de ozono, el premio Nobel otorgado a Molina, Rowland y Crutzen, en 1995, y el protocolo de Montreal me parecen suficientemente elocuentes.

Roberto Fernández Prini

LA CREACIÓN DE CONOCIMIENTO EN LAS SOCIEDADES
CONTEMPÓRANEAS: EDITORIAL DEL 41

El extenso editorial es interesante y esencialmente correcto. Hubiera servido como base de discusión para ayudar a la SECyT a producir algo mejor que el llamado Libro Blanco, con el cual elaborar una política nacional de ciencia y tecnología. En realidad, tendría que haber escrito: “podría haber servido” pero dudo de que hubiese sido así, ya que mucha gente no parece interesada en otra cosa que en protestas individuales, a menudo de tono subido, y no se da cuenta de que sólo las opiniones ampliamente compartidas tienen peso en una mesa de negociación Lo que se aprovechó del dichoso libro fue la idea de instaurar un gabinete de Ciencia y Tecnología, que es lo único concreto que contiene y ni siquiera es una iniciativa original, pues constituye un remedo del Consejo Nacional de Ciencia y Técnica (CONACIT), cuya historia otros deben conocer mejor que yo. Nunca funcionó demasiado y lo poco que hizo se desconoce, pues operaba en absoluto secreto, aunque tenía una secretaria que era dependencia directa de la presidencia de la Nación. Supongo que algo parecido sucederá con el nuevo “engendro”, pues en la Argentina -lo mismo que en muchos otros países- los altos funcionarios no suelen conocer ni interesarse por la ciencia y la tecnología, salvo cuando tienen que preparar algún discurso. Lo previsible seria que, si el consejo o gabinete llegara a ser convocado con alguna regularidad, sus integrantes se hicieran representar por un funcionario de menor jerarquía. La excepción, por supuesto, sería el secretario o ministro de Ciencia y Tecnología (si lo hubiere). Si no recuerdo mal, en el actual gabinete el secretario del ramo tiene voz, pero no voto. Supongo que, en tal caso, actuaría como secretario de los subsecretarios y directores que representarían a los ministros y a otros secretarios de estado No estoy tratando de hacer humor sardónico sino de expresar mi pesar porque, una vez más, se pierde la oportunidad de poner en marcha un sistema de ciencia y tecnología acorde con lo que el país necesita para llegar al primer mundo. No creo que por este nuevo fracaso pueda reprocharse a nadie en particular Faltó el interés de los investigadores, que no quisieron molestarse ni arriesgarse a debatir ideas, o que prefirieron limitarse a hacer reclamos personales. Muy pocos se dieron cuenta de que todavía falta crear conciencia, entre gobernantes y gobernados, de que la ciencia y la tecnología son instrumentos esenciales para lograr el desarrollo. Hay que demostrar más claramente lo que la ciencia puede hacer por el país, y sólo cuando se haya logrado el apoyo popular y la concienciación de los políticos, habrá llegado el momento de reclamar lo que el país puede hacer por la ciencia. Es lo que sucede normalmente en las democracias avanzadas, aun cuando funcionen con los pequeños defectos que nunca faltan en una obra humana. Lo peor para los científicos, ciertamente, es que una sola voluntad tome todas las decisiones, por más que ellas favorezcan a algunos. Habrá, pues, que hacer otro esfuerzo, pero en esa ocasión difícilmente estaré disponible: gracias a la ciencia, este año cumplo mis primeros ochenta y no creo poder seguir en servicio activo mucho más.

Alfonso Castronovo

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