Carta de Lectores

LECTORA ALTERADA

Como lectora y ciudadana me siento ofendida por los conceptos sobre los repositorios nucleares publicados en el número 42, algunos de los cuales hacen pensar que la revista considera a los lectores como receptores huecos. En la nota editorial se mencionan experiencias serias de repositorios en el extranjero, cosa que no es cierta: el controvertido proyecto de Yucca, en los EE.UU., aún no se concretó, precisamente por su delicada peligrosidad. Se dice que los costos operativos de un repositorio, luego de su instalación, son bajos, sin calcular a cuánto asciende el valor del mantenimiento durante miles de años.

Cuando se afirma que las decisiones se deben tomar con aceptable participación colectiva, no se aclara que ello debe acontecer ex ante. Comentar que Chernobyl es un fantasma es restar consistencia al mayor accidente nuclear de la historia, y manifestar que sellar geológicamente los desechos libera a las generaciones futuras de todo riesgo implica una soberbia alarmante. Norberto Ciallella, por su parte, señala que los residuos radiactivos de alta actividad podrian ser eliminados en forma segura, cosa que es una falacia, mientras en los recuadros incluidos en la nota de dicho autor se compara la relación entre radiación de baja actividad y sus efectos con la existente entre brujas y cosechas fallidas, ardid literario de muy mal gusto desde la óptica de aquellos que han sido víctimas del cáncer, leucemia o alteraciones genéticas a causa de las “bajas dosis” que este científico considera inocuas.

Silvana Luján
Buenos Aires

LECTORA PERPLEJA Y UNA RESPUESTA

He leído con sumo interés el informe y los felicito por haberlo publicado. Como era de esperar, la discrepancia entre quienes abordan el asunto desde el punto de vista tecnológico (Ciallella) y quienes tienen una visión ecologista (Montenegro) es notoria. Creo que es importante seguir discutiendo la cuestión en esos términos. Sin embargo, quedé desilusionada con la nota de Emma Pérez Ferreira, ya que no pude entender el mensaje que quiso transmitir. Quien ocupó un cargo de autoridad en el área nuclear debería haber tomado una posición más concreta.

Lilia Samalvide – Victoria

Agradezco la oportunidad que me brinda la carta de Lilia Sama/vide para aclarar mi pensamiento respecto de lo ociosa -o aun casi sospechosa- que resulta hoy una discusión sobre proyectos de magnitud en relación con la disposición final de residuos de alta actividad producidos en la operación de reactores de potencia, ya que con el reto que que los editores practicaron a mi nota original, la conclusión quedó confusa. Decía en mi nota que si hoy, como parece, se ha abandonado hasta la intención de formular un plan energético -los funcionarios responsables del área han mencionado que la instalación de centrales de generación eléctrica debe depender de las leyes del mercado- y si, por otra parte, en materia nuclear sólo se habla de la privatización de las centrales nucleoeléctricas en funcionamiento (y de Atucha II en construcción), la discusión acerca del repositorio nuclear se torna superflua. Más aún, cuando todas las acciones emprendidas para con la Comisión Nacional de Energía Atómica a partir del decreto 1540/94 parecen encaminadas a desmantelar la capacidad alcanzada por esa institución en sus primeros 44 años de vida, proseguir discutiendo la posibilidad de encarar un proyecto de la magnitud de un repositorio hace pensar en la alternativa, nunca antes considerada, de utilizarlo para la disposición de residuos ajenos y no sólo de los escasos propios. Creo, en efecto, que la preocupación que debería inducirse en la sociedad tendría que ser mucho más abarcadora y extenderse -más allá de si deben o no privatizarse las centrales nucleoeléctricas y de la forma de disponer de los residuos de la actividad- a todos los aspectos de la opción nuclear como medio de generación de energía, para cuando el agotamiento de las otras fuentes no permita responder a la demanda.

Emma Pérez Ferreira

Seguramente los lectores estarán interesados en saber que en el número 301, de septiembre de 1997, de la revista de divulgación francesa La Recherche salieron casi al mismo tiempo que en CIENCIA HOY un editorial y un informe prácticamente sobre el mismo tema, aquel con el título Frankenstein, Amédée et les déchets y este con el de Peuton se débarrasser des déchets nucléaires? El dossier consta de las siguientes notas: Jean-Paul Schapira, Le coeur du problème: les déchets à vie longue; Ghislain de Marsily, Le stockage profond exige encore des études complexes; Hervé Nifenecker et al., Quand les déchets deviennent combustibles, y Hervé Kempf, L ‘entreposage, provisoirement définitif? Recomendamos su lectura.

Los editores

DOS DUDAS IMPORTANTES

En el número anterior, CIENCIA HOY publicó como lo había hecho periódicamente en el pasado -unas Instrucciones paro autores. Su lectura llevó a un lector a preguntarse si el nivel de dificultad técnica que los editores definen como el conveniente para la revista es, efectivamente, adecuado. El mismo lector se asombró de que algún artículo haya ocasionado una larga polémica.

Entre otras cosas, escribió Adolfo Jorge Brenman:

[…] compro todos los números de CIENCIA HOY y, cuando tengo tiempo, leo todos los artículos, pero no estoy de acuerdo con las Instrucciones para autores, porque parecen apuntar a lectores con un nivel de entendimiento sumamente bajo, con la mala fortuna de haber puesto que el típico lector “puede ser un profesor del secundario”. No me gustaría leer algo muy simplista…

Por otro lado, si las evaluaciones de la calidad de las notas se hacen seriamente, ¿cómo pueden aparecer cartas y contracartas como las referentes al cloro atmosférico? Si el artículo original tenía vicios graves, ¿por qué fue publicado, para confusión de los lectores?

Las Instrucciones pura autores, que no han variado demasiado desde que comenzó a salir CIENCIA HOY, reflejan la visión de los editores sobre la clase de revista que quieren publicar, la que está a la vista. Dado que tanto las Instrucciones como la publicación ya llevan algunos años, el público puede juzgar los resultados. Rogamos, pues, que se nos manifieste si el grado de dificultad técnica de los artículos resulta aceptable o si se considera inadecuado (por bajo o por alto), y las razones en que se basa cada juicio.Si llegáramos a la conclusión de que la política editorial necesita un ajuste, buscaríamos cómo realizarlo y, correspondientemente, cómo cambiar las Instrucciones. En cuanto a la mención de los profesores del secundario, no esconde una opinión negativa sobre la capacidad de estos sino, justamente, la idea de que las notas deben tener la claridad de ideas, la consistencia de argumentación y buenas ilustraciones como para poder servir de recursos atractivos en el aula. En cuanto a los artículos y cartas que ponen de manifiesto desacuerdos, podemos decir que: a) ello no es frecuente, lo que refleja el hecho de que la mayoría de los científicos coincide acerca de la mayoría de los conceptos de cualquier disciplina, b) en ciertas ramas del saber hay alguna importante discrepancia, generalmente entre un par de corrientes mayores y bien reconocidas de pensamiento (p. ej. la visión del big bang versus la del universo estacionario en cosmología), y c) en muchas disciplinas, hay algunos investigadores cuyos enfoques son escasamente compartidos; así como algunas cuestiones, normalmente novedosas o aún poco investigadas, sobre las que hay reducido acuerdo. Así es el mundo de la ciencia, y así debería presentarlo CIENCIA HOY a sus lectores, con la salvedad de que la revista procura mantenerse dentro de los límites del “conocimiento establecido”, es decir, aquel aceptado por la mayoría de los investigadores (o, por lo menos, por alguna de las corrientes centrales, si hay más de una). La ciencia no consiste en un conjunto de aseveraciones “correctas” e inamovibles sino, más bien, un conjunto de preguntas a las que se ensayan posibles contestaciones, las que casi siempre, tarde o temprano, terminan superadas por contestaciones mejores. El arbitraje al que se someten los artículos para determinar su “calidad técnica” tiene por propósito el establecer si forman parte del mencionado conocimiento establecido y si expresan genuinamente un esfuerzo por crear conocimiento valedero, no si lo que dicen está exento de toda duda.

Los editores

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