Carta de Lectores

EL ORIGEN DEL HOMBRE

En el artículo “¿Cómo se produjo el origen del hombre?”, firmado por Fernando Ramírez Rozzi y publicado en el número 54 de Ciencia Hoy, hay un error en la figura 9 de la página 41. La leyenda indica que se trata del sistema de venas del cráneo de un niño, pero la imagen (correspondiente a una radiografía) muestra el sistema arterial y no el venoso. Por otro lado, la elucubración acerca del proceso de desarrollo de este órgano de la especie humana (o encefalización), en el que habría tenido una función relevante el mecanismo de enfriamiento del cerebro por las venas emisarias (que conectan la red de venas subcutáneas con otra ubicada en el interior del cráneo), me suena una profunda fantasía.

Ricardo Drut. La Plata

Sistema de venas emisarias craneanas (1,2,3,4 y 5). Se encuentran entre la piel y los huesos y ponen en comunicación la red de venas del cerebro por medio de cambios en el flujo de la sangre. En casos de hipertermia, en vez de fluir la sangre del cerebro a la zona subcutánea, lo hace en sentido contrario. De esa menera, la sangre enfriada por transpiración y vasodilatación en dicha zona disminuye la temperatura del cerebro, mecanismo que, durante la evolución de lo homóínidos, desempeñoun papel de gran importancia en el proceso de encefalización (Referencia: SV: senos venosos).
Sistema de venas emisarias craneanas (1,2,3,4 y 5). Se encuentran entre la piel y los huesos y ponen en comunicación la red de venas del cerebro por medio de cambios en el flujo de la sangre. En casos de hipertermia, en vez de fluir la sangre del cerebro a la zona subcutánea, lo hace en sentido contrario. De esa menera, la sangre enfriada por transpiración y vasodilatación en dicha zona disminuye la temperatura del cerebro, mecanismo que, durante la evolución de lo homóínidos, desempeñoun papel de gran importancia en el proceso de encefalización (Referencia: SV: senos venosos).

La objeción a la figura 9 que salió en la página 41 es fundada. Se deslizó un involuntario error: lo que se reprodujo es, efectivamente, una radiografía del sistema arterial y no del venoso. La ilustración correcta es la que se adjunta en esta página, con su leyenda. En cuanto a la teoría que expuse para explicar el proceso de encefalización en el género Homo, llamada teoría del radiador, no tiene aceptación unánime. La elaboró D. Falk y fue ampliamente discutida en el Journal Behavioural and Brain Sciences (véase en ese órgano, por ejemplo, D. Falk, “Brain evolution in Homo: the ‘radiator’ theory”, 13: 333-381, 1990). Las críticas que se le hacen son variadas y se sitúan en diferentes niveles. Se argumenta que, si bien es cierto que en la evolución de los homínidos debió existir un mecanismo de enfriamiento del cerebro para que este pudiese aumentar de volumen, se duda de que tal mecanismo sea suficiente para explicar la encefalización. Es claro que el cerebro solo pudo haber adquirido volumen si el cráneo que lo alojaba y protegía aumentaba simultáneamente su capacidad, y si el flujo sanguíneo que lo irrigaba se incrementaba correspondientemente. Además, dado que el feto ya presenta un cerebro voluminoso, la pelvis no solo debió permitir la marcha bípeda sino, también, el paso de una cabeza más grande en el parto. Un cerebro voluminoso implica caracteres craneales y extracraneales que deben ser tenidos en cuenta por cualquier teoría que explique el proceso de encefalización. Desde esta perspectiva, la teoría del radiador resulta necesaria pero no suficiente para explicar dicho proceso.

Otras críticas se dirigen a la esencia misma de la teoría en cuestión. A esta clase pertenece la afirmación del lector Drut de que es fantasioso atribuir a la comunicación entre los lechos venosos intra y extra- craneanos la función de contribuir al enfriamiento cerebral. Habría que preguntarse, en otras palabras, si el flujo sanguíneo que pasa por las venas emisarias es suficiente para enfriar el cerebro. La sangre no solo abandona el cerebro por estas venas -que son pocas y pequeñas- sino, también, por los senos venosos, como se aprecia en la figura. Dado que las venas emisarias transportan relativamente poca sangre, serían insuficientes para enfriar dicho órgano. Además, la superficie de la cabeza es pequeña para que la temperatura de la sangre que resulte expuesta pueda descender lo suficiente como para enfriar las zonas interiores del cerebro. Quienes razonan así atribuyen el enfriamiento del cerebro a la transpiración y al sistema de irrigación cutánea de todo el cuerpo, explicación que arrojaría serias dudas sobre la teoría del radiador. Tales consideraciones se basan en estudios clínicos de pacientes sometidos a diversos tratamientos que, probablemente, estén alterando los resultados. Por tal razón, no se puede descartar el cometido de las venas emisarias en el enfriamiento del cerebro (para conocer más sobre lo último puede consultarse a M. Cabanac & H. Brinnel, “Blood flow in the emissary veins of the human head during hyperthermia”, European Journal of Applied Physiology, 54:172-176, 1985, y M. Cabanac & M. Caputa, “Natural selective cooling of the human brain: evidence of its occurrence and magnitude”, Journal of Physiology, 286:255-264, 1979). Tampoco se puede rechazar en este momento la teoría del radiador.

Fernando Ramírez Rozzi. Meudon-la-Forêt, Francia

MARCIANOS, FANTASMAS Y PENSAMIENTO CRÍTICO

Respecto a las Pirámides de Ejipto, no hace mucho escuché que su origen son en base a construcciones que extraterrestres realizaron. Y lo mas enigmático, en la superficie de la Luna se encuentran tres pirámides similares a las de Egipto pero de menores dimenciones. Ambas pirámides, las de Egipto y de la Luna, apuntan a una misma constelacion (Andromeda). Lo cual deja evidencia de la participación de extraterrestres en su construcción. Este mensaje (errores ortográficos y sintácticos incluidos) se difundió no hace mucho entre un grupo dedicado a la discusión por correo electrónico de fenómenos paranormales. Muestra claramente hasta qué punto puede llegar la credulidad de algunas personas.

Es que existen pseudociencias o ciencias falsas; entre ellas el espiritismo, la futurología y la “ufología”, pero también otras menos evidentes como el creacionismo científico, que afirma como una proposición científica (no una creencia religiosa) que Dios creó el mundo literalmente en seis días. La característica común a todas las pseudociencias es que no definen teorías ni comprueban hechos que las soporten. Así, la ufología afirma que somos visitados por naves procedentes de otros mundos, aunque el 95% de los llamados ovnis sean explicados por fenómenos naturales conocidos, lo que deja solo un 5% de casos no explicados (lo que no significa inexplicables). La ufología ha perdurado por más de cincuenta años, a pesar de que en ese lapso nadie ha logrado reunir una prueba irrefutable de la existencia de naves extraterrestres. Las pseudociencias se basan en el rumor, el testigo aislado o la teoría que no se puede comprobar; nunca en experimentos reproducibles o leyes naturales aceptadas. Pero la gente sigue consultando las cartas del tarot, acudiendo a sesiones para hablar con sus muertos y comprando los libros de Charles Berlitz sobre el triángulo de las Bermudas. ¿Por qué?

Tal vez porque las personas necesitan, como dijo Asimov, de unas faldas a las que agarrarse para escapar de sus miserias cotidianas; para ello nada mejor que confiar en seres que traerán la salvación, adivinos que pueden predecir un futuro que tanto aterra. Esto no es nuevo: antes de los extraterrestres estaban los espíritus, antes las brujas y antes aún los dioses de la lluvia y del trigo, las sirenas y los minotauros. Solo que en esta era de tecnología las hadas adoptan nuevos disfraces. También están las pseudociencias, que proporcionan un refugio de los rigores de la ciencia verdadera, tan árida e incomprensible en muchas ocasiones. Aprender ciencia no es fácil y no abundan los buenos divulgadores; para alguien no versado en geología, es más atractivo el mito de la Atlántida que la tectónica de placas. Y no debemos olvidar que el espíritu crítico suele estar ausente en las escuelas y aun universidades: las teorías científicas se presentan como verdades absolutas, sin dar al alumno oportunidad de dudar. Ello acaba convirtiendo a la ciencia en una religión más, con sus creyentes, igual que los de las pseudociencias. Quienes creen que en la Luna hay tres pirámides como las de Egipto están expuestos a creer casi cualquier cosa que les cuente alguien suficientemente convincente. Y a obrar en consecuencia. Ante el avance de la irracionalidad, la mejor arma es el pensamiento crítico. Y recordar que los extraterrestres no han encontrado una vacuna contra la viruela. Pero la ciencia sí.

Carlos M. del Río Chamorro. Maracaibo

SUELOS Y EROSIÓN

En el número 54 de Ciencia Hoy, en el que se publicó mi artículo “Degradación y erosión de los suelos: riesgos para la agricultura en los trópicos” (a su vez adaptación de una nota salida en el Brasil, en Ciência Hoje, en abril de 1999), se puede leer un interesante recuadro titulado “Suelo y biosfera”, de Héctor Morrás. Este cuestiona la expresión “erosión solar” que utilicé para referirme a las consecuencias negativas de la intensa radiación del sol en los suelos tropicales, a las que se ha prestado poca atención, pues los estudios se han centrado principalmente en suelos de regiones templadas y frías. Expliqué en mi nota que el suelo expuesto directamente al sol tropical se calienta a tal punto que ocasiona, entre otras cosas, la muerte de microorganismos, con la consiguiente interrupción del ciclo de transformación de minerales en nutrientes de cultivos. Erosión significa una pérdida del material del suelo como consecuencia de la disgregación y el arrastre; es un proceso físico de pérdida y transporte de materia, sostiene el nombrado, mientras que el fenómeno que describí, en su opinión, es un proceso bioquímico, con pérdida de componentes sobre todo en forma gaseosa [por] incremento de la oxidación, elevación de la temperatura y modificaciones en la microflora y microfauna del suelo.

En alguna medida, la crítica anterior sintetiza el predominio del pensamiento mecanicista en las ciencias del suelo, para el cual el concepto de erosión queda restringido al fenómeno físico de disgregación y arrastre de partículas como resultado de la acción física del viento y las lluvias. Lo anterior, sin embargo, solo explica una parte de la erosión. La disgregación provocada por la radiación solar es realmente de naturaleza bioquímica, se debe a cambios en sustancias que ayudan a mantener aglutinadas las partículas de los suelos y resulta tan importante como la ocasionada por aguas y vientos. Por ello, el enfoque físico es insuficiente para comprender la totalidad de los fenómenos de disgregación de suelos erosionados. Por otro lado, todos los días hay radiación solar intensa en los trópicos, mientras lluvias y vientos ocurren en momentos específicos (no más de la mitad del año en algunas regiones).

Mi nota tuvo como propósito central demostrar que las ciencias del suelo, desarrolladas ante todo en regiones templadas del hemisferio norte, no tienen en cuenta los fenómenos tropicales, que no resultan significativos en esas latitudes. Es así que los factores solares son entendidos como coadyuvantes de la erosión eólica e hídrica, como lo hace Morrás. Es sin embargo fundamental polemizar contra tal visión y, para ello, se recurre a la expresión erosión solar. No es posible entender la realidad de los trópicos a la sola luz de la física.

Cícero Bley Jr. São Paulo

Es de destacar el interés de Cícero Bley por la materia orgánica de los suelos y por los procesos de erosión que los afectan. Sin duda, comparto la mayor parte de su descripción de dichos procesos, con pequeñas salvedades. En primer lugar, si bien la ciencia del suelo comenzó a desarrollarse en las regiones templadas -como, posiblemente, la mayor parte de las ciencias- su evolución se aceleró notablemente con el estudio de los suelos tropicales, por el simple hecho de que en estos los procesos se magnifican, lo que permite comprenderlos con más facilidad. Los investigadores han generado y generan una enorme cantidad de información sobre pérdida de materia orgánica y erosión en el suelo tropical, alguna de la cual es utilizada por Bley en su artículo. Sin embargo, los científicos hacen una diferencia entre procesos de erosión y de degradación. La pérdida de materia orgánica se considera degradación; tiene como consecuencia la disgregación de las partículas del suelo, lo cual, a su vez, posibilita la posterior erosión por el agua y el viento. La ciencia tradicional toma sumamente en cuenta el efecto de la radiación solar sobre la materia orgánica del suelo, pero no lo llama erosión. La pérdida de tal materia por causa de la radiación o por cualquier otra causa posibilita la erosión, pero, en sí misma, no constituye un proceso de erosión. Uno de los problemas de la comunicación es el uso inadecuado de los términos. En la ciencia es necesario que estos sean lo más precisos posible. En definitiva, es importante destacar que coincidimos en que la materia orgánica del suelo es fundamental para la salud de este y para el equilibrio global del planeta. Esto requiere ser comprendido por la sociedad.

Héctor J. M. Morrás INTA, Castelar

UNIVERSIDADES VISTAS POR MARCIANOS

Me resultó esclarecedor el artículo de Philip Altbach publicado a modo de editorial en el número 55 de Ciencia Hoy, en el que un observador externo y extranjero analiza la estructura y funcionamiento de la UBA. Su análisis podría extenderse a otras universidades públicas argentinas. Sugiero que, para tener más elementos de juicio, se publique un escrito similar que enfoque una universidad de los EE.UU. o de Europa vista por ojos ajenos a ella y que se coloquen en un punto de vista similar al del artículo comentado.

Pablo A. Martínez. Universidad Nacional de Mar del Plata

Ciencia Hoy invita a sus lectores a enviar contribuciones que permitan responder a la sugerencia del firmante.

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