Entrañables microbios

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Es común encontrar avisos publicitarios que presentan a los microorganismos como pequeños monstruos contra los que lucha el ama de casa para proteger a su familia. Lo cierto es que los microorganismos no solo están en el borde del inodoro o en la huella de un perro sobre la alfombra: están en todos lados, y si bien pueden tener efectos perjudiciales, dependemos de ellos para tener una vida saludable.

Nuestro tracto gastrointestinal contiene una enorme colección de microorganismos, la mayoría de los cuales es beneficiosa para el organismo. El intestino es el hogar de alrededor de 1013 bacterias –diez billones de ellas–, conocidas colectivamente como flora intestinal. Tenemos en el cuerpo diez veces más microorganismos que células propias. Si contamos los genes de esa población de microorganismos, nos encontramos con un genoma que supera en más de cien veces el tamaño del genoma humano.

Lo anterior lleva a considerar a esa población de microorganismos o microbiota como un ‘órgano microbial’ del cuerpo, comprometido en diversas funciones, por ejemplo, la defensa contra agentes patógenos o la formación y el mantenimiento de la inmunidad intestinal. La flora intestinal está en íntimo contacto con las células del organismo que la hospeda, ayuda al desarrollo de las microvellosidades intestinales y desempeña un papel fundamental en la digestión, a la vez que provee de nutrientes esenciales a ese organismo. La composición de este complejo ecosistema bacteriano depende de nuestro contacto con los microorganismos del ambiente y varía en función de la calidad y cantidad de los alimentos que ingerimos. A su vez, está relacionado con los desórdenes metabólicos y del sistema inmune.

Un ejemplo de lo dicho es la bacteria Akkermansia muciniphila, que forma entre el 3 al 5% de los microbios en un mamífero saludable, pero en humanos y en ratones obesos (o con diabetes de tipo 2) está presente en números mucho menores. Si se alimentan ratones con una dieta rica en grasas, engordan y muestran síntomas asociados con dicha diabetes, al tiempo que la abundancia de la mencionada bacteria disminuye hasta cien veces en comparación con animales que consumen dietas balanceadas. La disminución puede ser revertida si los ratones obesos ingieren bacterias vivas o alimentos que estimulen el crecimiento de esas bacterias; en ese caso también pierden peso y mejora la actividad de su sistema inmune.

Estos experimentos sugieren la conveniencia de regular la diversidad de las bacterias gastrointestinales y de hacer de nuestras entrañas un ecosistema saludable.

Más Información en Tilg H & Moschen AR, 2014, ‘Microbiota and diabetes: an evolving relationship’, Gut, 63: 1513-1521, y en doi:10.1136/gutjnl-2014-306928.

Federico Coluccio Leskow

Federico Coluccio Leskow

Doctor en ciencias biológicas, UBA. Investigador adjunto del Conicet. Profesor adjunto del departamento de ciencia básicas, UNLU.
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