Simulación y engaño

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Entre los tantos mecanismos de selección utilizados por la evolución varios que nos resultan curiosos consisten en adaptaciones que, en las sociedades humanas, llamaríamos simulación y engaño. Así, por ejemplo, hay mamíferos y aves que se alimentan cazando culebras no venenosas, pero no se acercan a las víboras venenosas; correspondientemente, las primeras se ocultan de esos predadores. Una, sin embargo, no lo hace: es la enteramente inofensiva falsa coral, cuyos colores son tan parecidos a la letal serpiente de coral que los predadores la confunden y por eso no la atacan (véase MG del Río y AA Lanteri, 2014, ‘La imitación en la naturaleza’, Ciencia Hoy, 23, 138: 54-60).

Un informe dado a conocer en un reciente número de Current Biology describe un engaño más complejo que beneficia a una planta natural del sur de África llamada en inglés planta sombrilla o paracaídas (Ceropegia sandersonii), polinizada por moscas del género Desmometopa. Estas, por su lado, se alimentan de los fluidos corporales que se desprenden de abejas (Apis mellifera) cuando son mordidas por arañas; por eso se dice que esas moscas son cleptoparásitas y llegan atraídas a las abejas por ciertos compuestos volátiles que se desprenden del insecto mordido.

Los investigadores firmantes del informe sobre la planta sudafricana advirtieron que sus flores atrapan con frecuencia moscas Desmometopa, como lo hacen ciertas plantas carnívoras que apresan insectos. Pero las flores de Ceropegia sandersonii no son carnívoras y las moscas terminan escapándose. ¿Por qué, entonces, las moscas se acercan a las flores? ¿Y por qué quedan primero atrapadas y luego escapan? La hipótesis presentada por los investigadores muestra que las flores emiten los mismos compuestos que las abejas atacadas por arañas. Al quedar apresadas e intentar liberarse, sus cuerpos resultan cubiertos de polen, que transportan a la próxima flor que las atrape cuando quedan libres de la primera. Así este mecanismo de simulación y engaño asegura la polinización de las plantas sombrilla.

Flores de la planta sombrilla (Ceropegia sandersonii). Pueden medir unos 6cm de alto.
Moscas del género Desmometopa (que miden unos 3mm de largo) sobre una abeja Apis melliera atacada por una pequeña araña de la familia Thomisidae. Foto Jon Richfield, Wikimedia Commons.

Lecturas Sugeridas

Henry, BH, ‘To attract pollinators, flower mimics wounded bee’, accesible en http://www.the-scientist.com/?articles.view/articleNo/47214/title/To-Attract-Pollinators–Flower-Mimics-Wounded-Bee/#post143971.

A Heiduk et al. (2016), ‘Ceropegia sandersonii mimics attacked honeybees to attract kleptoparasitic flies for pollination’, Current Biology, 26: 1-7, 24 de octubre, accesible en http://www.cell.com/current-biology/pdf/S0960-9822(16)30879-X.pdf.


Los secretos de los tardígrados

Últimamente se han escuchado en la Argentina críticas a muchas investigaciones por su supuesta ‘inutilidad’, especialmente en las humanidades. Seguramente quienes formulan esas críticas considerarían un derroche de recursos a estudios sobre unos organismos de apariencia insignificante y de alrededor de 1mm de largo denominados tardígrados, pequeños invertebrados que viven en películas de agua sobre musgos, líquenes, plantas, en el suelo e incluso en ambientes marinos o de agua dulce.

Los tardígrados tienen el aspecto de pequeños ositos rechonchos de ocho patas que se mueven con paso lento y bamboleante, lo cual les ha merecido la designación común de osos de agua. De hecho su nombre significa ‘caminadores de paso lento’. Pero la característica que se destaca en ellos es que, ante condiciones desfavorables del ambiente, disminuyen su metabolismo hasta hacerlo indetectable, un proceso llamado criptobiosis. En este estado pueden resistir temperaturas tan extremas como -272ºC (casi el cero absoluto) o +151ºC, la inmersión en solventes orgánicos, o intensidades de radiación varias veces mayores que las que los seres humanos podemos soportar. Son los únicos animales conocidos capaces de sobrevivir en el vacío del espacio interplanetario.

 
Imagen de microscopio electrónico de un tardígrado. La barra que da la escala mide 0,2mm. Global Soil Biodiversity Atlas, Colorado State University.

Durante la criptobiosis se detiene el proceso de envejecimiento del organismo, de manera que su vida se puede prolongar por varias décadas: se ha mencionado que tardígrados encontrados en musgos secos almacenados por ciento veinte años en un museo, al ser humedecidos, volvieron a la vida normal. Hasta donde sabemos, lo anterior no está rigurosamente documentado, pero científicos del Instituto Nacional de Investigación Polar de Japón acaban de anunciar evidencias de una situación parecida con tardígrados encontrados en musgo antártico conservado a -20ºC desde hace treinta años. Tres ejemplares, identificados por los investigadores como Bella Durmiente 1, 2 y 3, fueron capaces de reproducirse, prueba de su total recuperación luego de tan largo período de criptobiosis.

Las anteriores no son las únicas sorpresas que estas pequeñas criaturas tienen para darnos. Hace tiempo se descubrió que, además de la transferencia de genes de padres a hijos que todos conocemos (o transferencia vertical intraespecífica), existe en la naturaleza transferencia de genes entre individuos de especies distintas (o transferencia horizontal interespecífica). Un estudio reciente que secuenció el genoma (estableció la estructura química del conjunto de genes) de un tardígrado constató por primera vez esa transferencia horizontal en estos invertebrados, y en mucho mayor medida que en otros animales, ya que hasta el 17% de sus genes podría provenir de bacterias, algas y hongos, aunque un trabajo posterior indicó un porcentaje menor. El esfuerzo por aclarar esta discrepancia está originando importantes mejoras en las técnicas de estudio de los genomas de los animales.

Se puede apreciar que el estudio en profundidad de estas criaturas, además del placer que produce su conocimiento, puede brindarnos información acerca de mecanismos biológicos tan importantes para nosotros como el envejecimiento y la transferencia horizontal de genes. Esto nos trae a la mente una anécdota –que bien podría ser apócrifa– de un zoólogo que dedicó su vida al estudio de los pepinos de mar. Cuando se le preguntó por la utilidad de sus investigaciones, su irónica respuesta fue: ‘Como mínimo, mantener a mi familia en los últimos veinticinco años”. No se tomó la molestia de explicar la utilidad máxima.

Lecturas Sugeridas

Tsujimoto M, Imura S & Kanda H, 2016, ‘Recovery and reproduction of an Antarctic tardigrade retrieved from a moss sample frozen for over 30 years’, Cryobiology, 72: 78-81

Boothby TC et al., 2015, ‘Evidence for extensive horizontal gene transfer from the draft genome of a tardigrade’, Proceedings of the National Academy of Science USA, 112, 52: 15976-15981.

Alejandro Curino

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