La naturaleza de la guerra en la Edad Media

Versión disponible en PDF.

La guerra es un fenómeno indisociable de la civilización, a la cual acompaña desde su origen y a la cual acompañará hasta su extinción (quizá, incluso, la cause). Sin embargo, hay muchas formas de guerra. Aunque su denominador común sea el uso de la violencia organizada para la resolución de conflictos, su naturaleza cambia de acuerdo con cada sociedad. Es conveniente estudiar la historia de los conflictos humanos no solo por el estudio en sí mismo de estos –que es un objetivo absolutamente válido– sino también porque nos permite comprender los mecanismos de los conflictos presentes. Después de todo, la guerra es un producto de la acción racional de los seres humanos.

¿DE QUÉ SE TRATA?
La guerra medieval tiene su evolución y sus transformaciones. Este artículo refiere a la importancia de sus recursos materiales y humanos, sus agentes y su tecnología

La Edad Media es un período muy largo de la historia de Occidente. Tradicionalmente, se fecha su inicio en 476 y su finalización en algún momento entre 1453 y 1517. La discusión acerca de los límites cronológicos de esa fase histórica escapa a este escrito, pero debe quedar claro que son límites artificiales. Para facilitar la comprensión del fenómeno de la guerra medieval, en principio dejaremos de largo el período que hoy en día es conocido como Antigüedad Tardía (los siglos IV al VII), un subperíodo en sí mismo. Baste con señalar que es el período en el que desaparece el ejército romano del Occidente europeo y, con este, la presencia imperial romana en ese extremo del continente euroasiático. Después de todo, el Estado romano es en gran medida el ejército romano. En este escrito, nos centraremos en los siglos medievales comprendidos entre el siglo VIII y el XV, o sea desde c. 700 hasta c. 1500. La necesaria brevedad de este artículo solo permite presentar los rasgos fundamentales que tomó el ejercicio de la armas en la Edad Media. Para ordenar y facilitar la lectura y la comprensión, subdividiremos el período en tres: la guerra en la Alta Edad Media (siglos VIII-XI), la Edad Media Central (siglos XII-XIII), la Edad Media Tardía (siglos XIV-XV).

La guerra en la Alta Edad Media (siglos VIII-XI)

La guerra en la Alta Edad Media está atravesada por un primer gran fenómeno: la toma del poder de la dinastía carolingia en el Reino de los Francos y la expansión pacífica o a través de las armas de este reino, que en su momento de mayor extensión llamamos tradicionalmente Imperio carolingio. La disolución de este imperio llevará a la conformación de una sociedad señorial –el feudalismo de los manuales de historia–, al surgimiento de nuevos reinos y, en la mitad oriental, al surgimiento del Sacro Imperio Romano Germánico bajo la dinastía de los otónidas primero y de los salios después.

Uno de los principales problemas para levantar un ejército en ese período fue la desaparición del fisco romano. La máquina militar tardo-romana estaba sostenida por el cobro de impuestos que permitían la producción estatal de armas y equipos militares y el mantenimiento de las legiones en forma permanente y en campaña. Esto desaparece entre los siglos VI y VII. Para movilizar un ejército (algo que se hacía casi todos los años entre fines de la primavera y el verano), los líderes carolingios tuvieron que idear un nuevo sistema.

Se atribuye a Carlos Martel –célebre sobre todo por su victoria contra los musulmanes en la batalla de Poitiers en 732– la creación del sistema de vasallaje para asegurar su control sobre la élite del reino, que es ante todo una élite guerrera. A cambio de la fidelidad de sus seguidores, el mayordomo les concederá honores, esto es, el control de tierras, títulos y cargos tanto seculares como eclesiásticos. La nobleza guerrera, descendiente de la vieja élite germano-romana, conformará el núcleo ‘profesional’ de los ejércitos altomedievales.

Sin embargo, es muy poco lo que sabemos acerca de la guerra en la Alta Edad Media tanto en el Imperio carolingio (siglos VIII y IX) como en el Sacro Imperio Romano Germánico bajo los otónidas (siglos X-principios del XI). La guerra era un elemento constitutivo fundamental del rey altomedieval. Carlomagno peleó victoriosamente guerras de conquista contra numerosos pueblos, incluidas las del Reino de los lombardos y de Sajonia.

La naturaleza de la guerra en la Alta Edad Media sigue siendo un campo de controversia. Hay un problema central que es el tamaño de las guerras en ese subperíodo. Conocemos dos corrientes principales. Por un lado, ciertos medievalistas consideran que los ejércitos carolingios en campaña eran muy poco numerosos, de apenas unos 5000 efectivos combatientes aproximadamente. Otros autores consideran, en cambio, que tenemos que pensar en ejércitos al menos unas diez veces más grandes. Es una gran diferencia y una discusión que va más allá de la historia de la guerra, puesto que depende, en realidad, de la historia de la economía.

La cuestión es simple: si la economía de la Alta Edad Media era solo de subsistencia, entonces los ejércitos movilizables tenderían a ser muy pequeños. Sin embargo, hoy en día sabemos que la economía europea ya estaba en pleno crecimiento al menos desde principios del siglo VIII, por lo cual era mucho más productiva de lo que se suponía hace treinta o cuarenta años. Esta realidad permite concebir ejércitos mucho más grandes.

Los ejércitos altomedievales se componían de elementos provenientes de muchos lugares distintos que confluían en un punto de reunión prefijado. Los grandes del reino (condes y otros honores), pero también las sedes episcopales y las grandes abadías, debían colaborar enviando guerreros equipados. Ya en este período, la guerra se vuelve cada vez más compleja y el equipamiento militar, más caro. El campesino libre que iba a la guerra llamado por su rey habría desaparecido entre los siglos VIII y IX.

Esto nos lleva al siguiente problema: la caballería. En efecto, la imagen del caballero es, en nuestro imaginario, un elemento fundamental de la Edad Media y de la guerra en ese tiempo. Esta imagen ya aparece en los manuscritos ilustrados carolingios: el guerrero es un guerrero a caballo. Sin embargo, es probable que se trate de un espejismo. El guerrero aparece a caballo porque la alta nobleza carolingia va a la guerra a caballo y esas ilustraciones están hechas para ella y pagadas por ella. ¿Había infantería? Si la teoría de grandes ejércitos era real, debía haberla. No podemos ir mucho más allá de estas conjeturas. ¿Quiénes la componían y cuál era su uso en batalla? Poco nos dicen las fuentes. Algo es claro, no obstante: la aristocracia laica se veía a sí misma como una élite guerrera a caballo ya en el período carolingio, aunque la principal forma de guerra fuera la guerra de sitio y, para ello, se necesitara infantería.

La Edad Media Central

La Edad Media Central es el subperíodo ‘clásico’ de la Edad Media. Es la época de las catedrales góticas, de los grandes castillos, de las novelas de caballería artúricas, de los trovadores y de la universidad escolástica. Es, además, el momento de auge de la caballería. Sin embargo, la caballería significa muchas cosas: es una forma de vida, es un código de conducta válido entre caballeros, que une a la alta nobleza con la baja nobleza.

Lo primero a tener en cuenta es que se trata de un período en el que hay pocas batallas campales. Contrariamente a la lógica napoleónica, que sigue impregnando nuestra idea moderna de la guerra, en esta época los líderes guerreros no buscaban las batallas campales decisivas. Son pocas las que se puede mencionar: Civitate (1053), Hastings (1066), Los Cuernos de Hattin (1187), Las Navas de Tolosa (1212), Bouvines (1214). Por otro lado –probablemente con la excepción de Hastings–, somos nosotros quienes las vemos como decisivas, porque podemos medir sus consecuencias en el mediano y largo plazo. Luego de Civitate, el dominio normando del sur de Italia fue indiscutido. Hattin implicó la pérdida definitiva del dominio cristiano sobre Jerusalén. Las Navas de Tolosa fue el punto de quiebre después del cual los musulmanes norafricanos e ibéricos no pudieron recuperar su hegemonía en Al-Ándalus. Bouvines, por su parte, señaló el comienzo del ejercicio verdadero del poder real por la dinastía de los Capetos en Francia.

Batalla de Hastings. Sección del tapiz de Bayeaux. Siglo XI. Wikimedia.org

Hastings es un caso aparte. La conquista normanda de Inglaterra significó la aniquilación del ejército sajón y la posterior desaparición de la aristocracia guerrera sajona. Era muy raro en Occidente que una aristocracia (la normanda) destruyera por completo a otra (la sajona). Podría compararse, tal vez, con las consecuencias de las cruzadas contra los albigenses en el sur de Francia, pero en ese caso se trató más bien de una sucesión de campañas que se extendió por buena parte del siglo XIII.

La Edad Media Central, como decíamos, es el momento de auge de la caballería. Los conflictos se dirimían generalmente en combates de pequeña escala entre señores y sus séquitos de guerreros a caballo. En algunos casos, sabemos que eran grandes séquitos, como en Bouvines. Sin embargo, la infantería nunca estuvo ausente. De hecho, era el arma necesaria para sitiar y tomar castillos, fortalezas y ciudades, un trabajo arduo y agotador.

No es menos cierto que la historia de las guerras, las expediciones y los combates sigue siendo contada por y para la élite guerrera, que iba a la guerra a caballo, momento en que la caballería se convertía en fuerza de choque. La imagen del caballero en su armadura de cota de malla o de cuero con placas de hierro cosidas cargando frontalmente contra el enemigo surge en este período. De la infantería, que fue fundamental para que Guillermo el Conquistador triunfara en Hastings, sabemos poco.

La Edad Media Central fue también el momento de las Cruzadas, que son tanto las expediciones que llevan, por ejemplo, a la conquista de Jerusalén en 1099, como un movimiento constante de individuos que van de peregrinación a Tierra Santa y combaten como parte de su penitencia. Es en este contexto cuando se dan dos fenómenos que parecen extraños –y es que lo son– dentro de una religión como la cristiana que, sin ser pacifista, es pacífica. Se trata, por un lado, de la aparición del concepto cristiano de guerra santa, como evolución de la idea clásica de guerra justa, pero con el agregado de la asimilación del muerto en combate en cruzada con el mártir y, por lo tanto, con la promesa de salvación automática y vida eterna.

La cruzada fue también el mayor proyecto de un papado en busca de mecanismos para la instauración de una teocracia papal sobre la cristiandad occidental. Un proyecto que, hoy sabemos, fracasaría. La figura de san Bernardo de Claraval fue fundamental tanto para la fundamentación teórica de la idea de guerra santa y, sobre todo, de caballero cristiano, como para la afirmación de otro de los extraños fenómenos guerrero-religiosos de esta época: las órdenes militares.

Al final de la Edad Media Central podemos ver la aparición casi súbita de la infantería pesada derrotando en una formación cerrada con escudos y lanzas las cargas de la caballería. Esto sucedió en Courtrai en 1302, cuando el ejército francés de Felipe IV, el Hermoso, fue derrotado en una batalla campal. Fue una gran noticia en su momento: una milicia urbana aguerrida y con experiencia de combate, pero compuesta por comerciantes y artesanos a pie, derrotaba a la caballería pesada francesa al presentar contra esta un dispositivo cerrado de infantería pesada, escudos y lanzas largas.

La Baja Edad Media o Edad Media Tardía

Los siglos XIV y XV son los siglos finales de la Edad Media, y percibimos que la práctica de la guerra se transformará mucho en ese período. Las causas de este cambio veloz son también múltiples. La más significativa probablemente sea la progresiva centralización de la autoridad monárquica en algunos de los reinos de Europa, que ya se había iniciado en el siglo XIII, pero que en estos siglos implicará el nacimiento de los Estados tardomedievales, muchos de los cuales serían las bases de las primeras monarquías modernas. La aparición del poder monárquico centralizado y centralizador, primero en Portugal, Castilla, Aragón, Francia e Inglaterra, es otro gran y complejo tema, pero a nosotros nos importa una cuestión en particular: la configuración de un fisco real cada vez más eficiente.

Es muy difícil hacer una historia del desarrollo de la fiscalidad en Occidente a fines de la Edad Media, pues son historias muy diversas y cambian con cada reino. Por ejemplo, la fiscalidad de Castilla era la más eficiente del período y anterior a la de los demás reinos europeos. Nos interesa aquí que la capacidad de cobrar impuestos por parte de los reyes alimentaba la capacidad de movilizar ejércitos y que, a su vez, la guerra aumentaba la capacidad de cobrar impuestos. Los impuestos establecidos para financiar la guerra de los Cien Años, por ejemplo, están en la base de la moderna fiscalidad francesa. Asimismo, el impuesto ‘de cruzada’ se convertiría en parte de la fiscalidad real que se seguía cobrando, aunque en este período los reyes no fueran ya casi nunca de cruzada.

El ocaso de la Edad Media es un tiempo de crisis económicas, religiosas –cisma de Occidente–, demográficas (por la peste negra, principalmente), pero también de guerras endémicas. El más célebre de estos conflictos puede que sea la llamada guerra de los Cien Años (1337-1453), que no es una sola sino más bien una sucesión de guerras que por momentos afectaron no solo a Francia e Inglaterra sino también a la península ibérica.

Donjon o torre del homenaje del castillo de Vincennes, cerca de París, construida entre 1340 y 1410. Foto del autor

Aunque menos reproducido por la memoria histórica, en aquellos años se produjo también el conflicto que enfrentaría en el sur de Italia y en el Mediterráneo occidental a aragoneses y angevinos. Las guerras entre ciudades italianas eran constantes y continuarían en el siglo XVI. Estos conflictos son particularmente importantes porque nos legaron la figura del condottiero. Los condottieri eran compañías de mercenarios al mando de un capitán, que firmaban un contrato (condotta) y luchaban al servicio de una ciudad determinada. Aunque no fueran una gran novedad en sí, puesto que los ejércitos de mercenarios habían ya formado parte de la guerra medieval en el pasado (en el ejército normando en Hastings, por ejemplo, así como entre las fuerzas francesas e inglesas en la guerra de los Cien Años), esta vez había una importante diferencia: algunas de esas compañías firmarían contratos año tras año y se convertirían de facto en ejércitos estables de las ciudades italianas. En Italia –donde todo parece suceder antes– podemos ver, entonces, el origen del ejército profesional permanente moderno.

La aparición de una fiscalidad cada vez más amplia y más o menos eficiente que alimentaba la guerra y era, a su vez, alimentada por ella, la profesionalización –aunque fuera parcial–, la aparición de masas de infantería pesada fueron todos elementos que hicieron de los ejércitos fuerzas cada vez más grandes, más eficientes y mucho más destructivas. Contrariamente al presupuesto ilustrado de una Edad Media brutal, anárquica y en guerra permanente, cuanto más nos acercamos a la Modernidad la guerra se vuelve un fenómeno mucho más grande y más destructivo.

El final de la Edad Media y los inicios de la Modernidad están marcados por uno de los fenómenos históricos más importantes de Occidente: la revolución militar. Este fenómeno fue producto de los elementos mencionados en el párrafo anterior, al que debemos sumar la aparición de la pólvora y las armas de fuego. Aunque los primeros testimonios del uso de la pólvora en Europa datan del siglo XIII, en verdad su uso militar efectivo se da entre principios y mediados del siglo XV. Aunque no es la única razón militar y estratégica, se puede decir que la artillería de pólvora desplegada por el rey de Francia le permitiría tomar los puntos fuertes ingleses del continente, particularmente en Normandía (reconquista finalizada luego de la batalla de Formigny en 1450), con una velocidad nunca vista.

La artillería de sitio obligaría a los ejércitos a abandonar la protección de los muros de piedra de los castillos y las fortalezas medievales, por cuyo control se luchaba, y a arriesgarse a pelear batallas campales. Las consecuencias de este cambio en la organización militar y estatal serán inmensas. El sitio había sido el eje fundamental de la guerra medieval, pero la pólvora cambiaría definitivamente las condiciones. Por otro lado, la última batalla campal de la guerra de los Cien Años sería la primera cuyo desenlace se decidiría por el uso de armas de fuego. Básicamente, los ingleses tuvieron la idea equivocada de atacar frontalmente a la artillería de sitio francesa en Castillón (1453), que diezmó sus fuerzas; aun así, fue la caballería francesa quien terminó el trabajo. La guerra medieval, que era ante todo guerra de sitio, pasaba a ser, como decíamos, guerra a campo abierto. De ahí que la batalla campal, mucho más sangrienta, será la nueva forma de combate.

Todas las tácticas tradicionales debieron reformularse en función de este cambio, pero esto tuvo, también, consecuencias en el plano estratégico. Solo aquellos Estados centralizados y con una fiscalidad eficiente serían capaces de pagar los carísimos trenes de artillería de sitio, como los utilizados por los Reyes Católicos para conquistar los puntos fuertes del Reino de Granada en 1492 y adquirir el control cristiano total de la península. En Italia –siempre antes, ya lo dijimos–, por su parte, se inventaría otra nueva forma de arquitectura militar: la traza italiana, que va a producir esas magníficas –y carísimas también– fortalezas y fuertes en estrella que están regados por toda Europa y América, pero todo esto es ya historia de la guerra en la Modernidad.

LECTURAS SUGERIDAS

Bachrach B, 2002,Warfare and Military Organization in Pre-Crusade Europe, Ashgate, Londres.

Contamine P, 1984, La guerra en la Edad Media, Labor, Barcelona.

Keen M (ed.), 2005, Historia de la guerra en la Edad Media, Océano, Madrid.

Nicholson H, 2003, Medieval Warfare: Theory and Practice of War in Europe 300-1500, Palgrave, Nueva York.

Parker G (ed.), 2005, Historia de la Guerra, Akal, Madrid.

Doctor en historia, Universidad de París y UBA.
Profesor asociado de Historia Medieval, UNIPE.
Investigador adjunto en el Conicet.

Alfonso Hernandez Rodriguez
Doctor en historia, Universidad de París y UBA. Profesor asociado de Historia Medieval, UNIPE. Investigador adjunto en el Conicet.
Artículo anterior
Artículo siguiente

Artículos relacionados