Las neurociencias en la Argentina

El comité editorial agradece los aportes de Diego Golombek para la redacción de este editorial.

El presente número de Ciencia Hoy incluye un conjunto de artículos que pueden considerarse parte de una misma disciplina, por lo general designada en plural: neurociencias, un nombre abierto a discusión. En la presentación que antecede a los siete artículos más un glosario que componen el número se dan precisiones sobre qué incluye el concepto al que alude este relativamente reciente vocablo de neurociencias, que para algunos data de la década de 1960. Por ese entonces, los avances del conocimiento de las neuronas y del cerebro abrieron un camino para agrupar en un único corpus virtual capítulos específicos de disciplinas diferenciadas pero interesadas en el estudio del funcionamiento cerebral y del psiquismo humanos. Esas disciplinas incluyen, entre otras, la neurología, los estudios cognitivos y de comportamiento, la biofísica y la bioquímica neuronales, y los estudios celulares y moleculares, las que además buscan la ayuda de ciencias más alejadas, como la física, la química, la computación, la psicología y hasta la filosofía, todas en procura de desentrañar el funcionamiento del cerebro y del sistema nervioso.

Más allá de estas distinciones, el hecho es que a partir de mediados del siglo XX las técnicas usadas para escudriñar al cerebro y la mente iniciaron una carrera sin techo y sin precedentes que posiblemente nos acerque a entender las razones de lo que hacemos, por qué lo hacemos y cómo nos lo explicamos. Produjeron un tremendo aumento de datos e interpretaciones, el cual dio lugar al uso del prefijo ‘neuro’ para dar validez científica a toda clase de ideas, incluidos unos cuantos disparates.

Esta historia tiene algunos lejanos antecedentes de interés en la Argentina –aun sin contar entre ellos una tesis sobre la epilepsia realizada en la escuela de Medicina de la UBA en 1827–, los cuales son bastante anteriores a los señalados en un par de los artículos que siguen. La primera sala hospitalaria orientada a atender las entonces llamadas ‘enfermedades nerviosas’ estuvo a cargo de José María Ramos Mejía (1849-1914), a quien también podemos considerar precursor de la actual divulgación científica, como lo sugiere su libro Las neurosis de los hombres célebres de la historia argentina, publicado en dos partes, en 1878 y 1882 respectivamente.

Hacia 1900, llegó al país el médico bávaro Cristofredo (Christfried) Jakob (1866-1956), contratado para poner en marcha un laboratorio de clínica psiquiátrica y neurológica en el Hospicio de las Mercedes (actual Hospital Borda). Permaneció acá hasta 1910 y, luego de un breve retorno a Europa, regresó en 1913 para no volver a partir y naturalizarse argentino. Además de hacer entre nosotros investigaciones de neuroanatomía, realizó estudios comparados de cerebros animales en colaboración con Clemente Onelli, director del Zoológico, y fue autor de una copiosa literatura científica, publicada en alemán y castellano, que es parte de la tradición de las ciencias biomédicas del país.

Otro caso que se puede citar entre los precursores, aunque su obra más importante es europea y estuvo muy poco tiempo en el Plata pues murió solo un par de años después de llegar, es el de Pío del Río Hortega (1882-1945), médico español que a comienzos de la década de 1940 recaló en nuestras costas huyendo de las guerras europeas. Había trabajado en neurohistología con Santiago Ramón y Cajal y realizado reconocidas contribuciones sobre la microglía, células cerebrales cuya índole explica uno de los artículos del número.

Entre las disciplinas cultivadas en el país, las neurociencias están entre las más reconocidas en el extranjero, como se puede deducir de la cantidad de artículos que publican y, sobre todo, de la importancia de las revistas en que aparecen, que son las de mayor peso internacional. De ahí que los recién doctorados formados por los autores de esos artículos, que buscan terminar su formación en centros extranjeros importantes, no tengan dificultad en ser aceptados en cualquiera que elijan. En este momento todas las grandes áreas de las neurociencias están representadas en la Argentina, aunque no de manera homogénea, ni temática ni geográficamente, como lo muestra un relevamiento realizado por la Sociedad Argentina de Neurociencias, según el cual más del 50% de los grupos de investigación en el tema están en la ciudad de Buenos Aires (véase http://www.saneurociencias.org.ar/mapa-de-la-neurociencia-argentina/).

José María Ramos Mejía, ca. 1900 - Cristofredo Jakob, ca. 1920 - Pío del Río Hortega, ca. 1925. José María Ramos Mejía, ca. 1900 – Cristofredo Jakob, ca. 1920 – Pío del Río Hortega, ca. 1925.

Seguramente nuestros lectores se hayan acostumbrado a encontrar en cada entrega de Ciencia Hoy una variedad de artículos de diversas disciplinas, pues ese es uno de los criterios que aplica el comité editorial a la hora de decidir el contenido de cada número. También procura alcanzar en todos los números algún equilibrio entre las grandes ramas del saber, en especial entre las ciencias exactas y naturales, por un lado, y las humanidades y ciencias sociales, por otro. Vista por los editores, esta política apunta a que todo lector encuentre en cada entrega algo con lo que tenga cierta afinidad y le interese, y quizá, algo que le resulte nuevo pero que, si lo presentamos bien, podría despertar su curiosidad y llegar a interesarle.

Sin embargo, ocasionalmente nos hemos permitido alguna excepción a lo dicho, mayor o menor, según los casos, la primera de las cuales data de los tiempos iniciales de la revista, pues el número 7, de abril-mayo de 1990, estuvo enteramente dedicado a la Patagonia e incluyó artículos sobre su historia geológica, los pueblos indígenas, el pintor Domingo Pronzato (1881-1971), las ballenas francas, el pastoreo ovino, los recursos hídricos de la región, la política energética y la calidad ambiental de Río Turbio. El número tuvo notable éxito, al punto de que se agotó en poco tiempo y hoy solo nos quedan ejemplares de archivo.

En diciembre de 2004-enero de 2005, el número 84 dedicó tres de los cuatro artículos que tuvo a nanotecnología y en octubre-noviembre de 2009, el número 113 estuvo consagrado por completo a conmemorar a Charles Darwin (1809-1882), de cuyo nacimiento se cumplían entonces 200 años, y también 150 de la publicación de su obra El origen de las especies. Llevó 14 artículos y, con 96 páginas, fue el más voluminoso publicado por Ciencia Hoy en toda su historia (algo posible por la obtención de ayuda financiera extra).

Algún tiempo después pusimos en marcha varias iniciativas en dirección similar, que maduraron a distinta velocidad y comenzaron a fructificar este año. La primera en llegar a buen término dio lugar al número 147, de enero-febrero de 2016, enteramente dedicado a la energía y compuesto por 11 artículos. La abundancia del material obtenido nos permitió (interés de un patrocinador mediante) ampliar ese número a 84 páginas, 20 por encima de las 64 habituales.

El número 149, de mayo-junio de 2016, no estuvo centrado en una única área del conocimiento, pero incluyó una sección de cinco artículos dedicados al cambio climático, sobre un total de siete aparecidos en esa entrega. En cambo el número actual adopta nuevamente la fórmula de enfocar la mirada en cuestiones que los especialistas consideran parte de una gran disciplina, la cual tiene para los legos, sin embargo, suficiente diversidad como para permitir, a nuestro juicio, que todos encuentren algo de su interés y que –esperamos– también se vean atraídos por explorar nuevas áreas del conocimiento que los acerquen a comprender el funcionamiento de las neuronas y del cerebro. Es decir, de nosotros mismos.

Para la preparación del número, Ciencia Hoy recibió la valiosa ayuda de Osvaldo Uchitel, investigador superior del Conicet, profesor emérito de la UBA y autoridad reconocida en el área, quien actuó como editor asociado. En tal carácter, definió el abanico de temas, propuso autores y árbitros, revisó los manuscritos y colaboró en las tareas de edición, que incluyeron redactar el texto introductorio, todo lo cual cumplió en coordinación con Omar Coso, quien actuó como enlace con el comité editorial. Quede constancia del reconocimiento de este a la eficiente labor de ambos.

Lecturas Sugeridas

CANO DÍAZ P, 1985, Una contribución a la ciencia histológica: la obra de don Pío del Río-Hortega, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Madrid.

TRIARHOU L & DEL CERRO M, 2006, ‘Semicentennial tribute to the ingenious neurobiologist Christfried Jakob (1866-1956)’, European Neurology, 56: 176-198.

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