Patagónicos y lombrosianos

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Se presenta un ejemplo local de aplicación a rajatabla de las teorías de Cesare Lombroso sobre el hombre criminal, realizada sobre un presunto criminal en la ciudad de Neuquén en 1905.

Cesare Lombroso (1835 - 1909) estudió en las universidades de Padua, Viena y París y luego fue profesor de psiquiatría en la universidad de Pavia y director del manicomio de Pesaro. Posteriormente ocupó sucesivamente las cátedras de medicina legal e higiene, de psiquiatría y de antropología criminal en la universidad de Turín.

Sostuvo que algunos criminales representaban un retroceso a etapas pasadas y más primitivas de la evolución del ser humano. Estos criminales natos eran distinguibles de los seres humanos normales por la presencia de una serie de anomalías físicas y mentales. La teoría de Lombroso gozó de una transitoria influencia, la que fue perdiendo a medida que el énfasis en las influencias ambientales fue reemplazando la hipótesis de las causas hereditarias o congénitas de la criminalidad. La pericia psiquiátrica de un presunto criminal, realizada en la ciudad de Neuquén en 1905, que se describe aquí, es una aplicación a rajatabla de las ideas lombrosianas durante la época de su pleno apogeo.

Adolfo Torres andaba masticando bronca. Los golpes le dolían en cuerpo y alma. Después de tomar unas copas de caña, dio un hondo suspiro y salió a caminar, sin rumbo. En una de las desiertas calles del pueblo vio a un jinete. Era el hijo del hombre que tiempo atrás le había dado a Torres una feroz paliza. Se acercó y le pidió que lo llevara en ancas. El jinete ignoró el pedido y siguió su camino tranquilamente, al paso. Torres le ofreció un cigarrillo. El jinete fingió no haberlo oído. Un poco más adelante, la cincha del caballo se aflojó. El jinete desmontó para acomodar el recado. Torres, que lo seguía a pocos metros, apuró el paso mientras sentía un incontenible deseo de matar. Sacó un cuchillo que llevaba en la cintura, tomó al jinete por los cabellos, y le atravesó la garganta. Cuando vio que estaba bien muerto se alejó caminando, sosegado como la siesta. Tiró el puñal en la calle y se fue a la casa de unos conocidos.

Al día siguiente contó lo que había hecho. Luego, lo arrestaron.

Corría el año 1905 y apenas unos meses atrás, la ciudad de Neuquén, había sido ungida como capital del territorio. Joaquín V. González, por entonces ministro de gobierno de la nación, había asistido a los actos y al pic-nic fundacional. Su presencia no solo había insuflado aires de fiesta, también era un eco de la predominante orientación positivista en la cultura nacional.

Recluido en algún calabozo de la poco amistosa policía territorial neuquina, Torres fue puesto en manos del juez Patricio Pardo quien ordenó una pericia psiquiátrica. La tarea fue encomendada al médico del pueblo Julio Pelagatti, experto en controlar la sanidad de las "chicas" de las casas de tolerancia, y del emigrado colombiano, poeta y liberal Eduardo Talero.

Fernando Lizarraga

Fernando Lizarraga

Secretaría de Extensión Universitaria, Universidad Nacional del Comahue
Leonardo Salgado

Leonardo Salgado

Museo de Geología y Paleontología, Universidad Nacional del Comahue