Ciencia y fraude: el hombre de Miramar

A partir de 1913, Lorenzo Parodi, un inmigrante genovés redicado en Necochea, halló en Miramar vestigios de industria humana atribuidos a la época terciaria, según describió los hallazgos Eric Boman, del Museo Nacional de Buenos Aires. Es decir, podían haber sido restos de más de 1,8 millones de años de antigüedad, que hubiesen cambiado la visión del origen del hombre en América. Pero pronto la comunidad científica tuvo dudas de su autenticidad y los descubrimientos cayeron en el olvido.

El caso nunca esclarecido de un dudoso hallazgo relacionado con las polémicas de principios de siglo sobre la evolución de la especie humana.

Figura 1. Lorenzo Parodi, sentado en el centro, con una de las comisiones de especialistas destacada para constatar sus hallazgos (fotografía de 1920 conservada en el museo municipal de Historia y Ciencias Naturales de Miramar).
Figura 1. Lorenzo Parodi, sentado en el centro, con una de las comisiones de especialistas destacada para constatar sus hallazgos (fotografía de 1920 conservada en el museo municipal de Historia y Ciencias Naturales de Miramar).

Después de que en 1891 el joven anatomista holandés Eugène Dubois descubriera al hombre de Java –que llamó Pithecanthropus erectus–, se intensificó en todo el mundo la búsqueda de fósiles de los ancestros del ser humano moderno. Entre 1908 y 1912, un jurista, anticuario, coleccionista y geólogo amateur llamado Charles Dawson encontró restos de, aparentemente, el cráneo de un ser humano prehistórico en Piltdown Common, en Sussex, al sur de Inglaterra. Se los llevó a Arthur Smith Woodward, paleontólogo del British Museum, quien anunció en una reunión de la Geological Society de Londres, en diciembre de 1912, el descubrimiento de un nuevo antepasado del hombre, al que denominó Eoanthropus dawsoni, que habría vivido entre 0,8 y 3,7 millones de años atrás. Durante las cuatro décadas siguientes, el hombre de Dawson o de Piltdown fue aceptado como un descubrimiento genuino e incorporado al árbol evolutivo de los seres humanos. Se lo consideró una posible alternativa al Pithecanthropus como ancestro del hombre moderno.

Pero, desde 1930, más hallazgos de Pithecanthropus, el descubrimiento del más primitivo Australopithecus y nuevos ejemplos del hombre de Neanderthal dejaron al hombre de Piltdown completamente aislado en la secuencia evolutiva. Entonces sucedió que estudios minuciosos de las piezas, incluidos análisis químicos y cristalográficos, entre otros, demostraron en 1953 y 1954 que se trataba de un fraude, ya que el cráneo pertenecía a un ser humano relativamente moderno (de no más de 50.000 años) y la mandíbula, deliberadamente adulterada para darle apariencia de fósil, era de un gran mono actual, posiblemente un orangután. Con ello, la trayectoria de la evolución humana quedó limpia de una inexplicable anomalía en el registro fósil. Los métodos utilizados para detectar la falsificación fueron explicados en el boletín del museo de Historia Natural de Londres. Nunca quedó claro quién perpetró el fraude, si Dawson, Woodward, ambos o un tercero. Hasta se mencionaron, entre otros, los nombres de Arthur Conan Doyle, el creador de Sherlock Holmes, que vivía en la región y se interesaba por fósiles, y del paleontólogo jesuita Pierre Teilhard de Chardin, que había acompañado a Dawson y Woodward en alguna excavación que realizaron juntos. Quienes estudiaron el episodio, sin embargo, parecen coincidir en que no se trató de una broma que se le fue a alguien de las manos sino de un deliberado intento, preparado con la minuciosidad necesaria para que pudiese resistir el análisis científico, de tergiversar la historia evolutiva de la especie humana. El episodio de Piltdown sin duda entorpeció el reconocimiento de la importancia de los hallazgos de fósiles realizados en África.

No mucho tiempo después de este suceso, se comenzaron a encontrar antiguos restos humanos en los alrededores de Miramar, en el sur de la provincia de Buenos Aires. El autor de esos hallazgos era un inmigrante genovés radicado en Necochea llamado Lorenzo Parodi (ver recuadro). En septiembre de 1912, las autoridades de la universidad de La Plata preguntaron a Luis María Torres, profesor de esa casa, si durante las vacaciones convenía realizar tareas de campo. Este contestó afirmativamente e indicó que, por la posibilidad de lograr ricas y numerosas colecciones antropológicas y observaciones estratigráficas, sería oportuno hacerlo en Miramar, Monte Hermoso y Valcheta. Con Torres colaboraba el jefe de paleontología del Museo Nacional de Buenos Aires (actual Museo Argentino de Ciencias Naturales Bernardino Rivadavia), Carlos Ameghino, hermano de Florentino e interesado en continuar los trabajos de este sobre la antigüedad del hombre en la Argentina.

Eduardo Tonni

Eduardo Tonni

Facultad de Ciencias Naturales y Museo. Universidad Nacional La Plata, Comisión de Investig. Científicas de la Pcia de Bs As
Ricardo Pasquali

Ricardo Pasquali

Universidad CAECE.Departamento de Biología
Mariano Bond

Mariano Bond

Facultad de Ciencias Naturales y Museo, UNLP

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