Acuerdo internacional sobre cambio climático

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Qué es y qué se espera de la próxima conferencia internacional sobre cambio climático.

A comienzos de diciembre del presente año se celebrará en París la 21ª Conferencia de las Partes (designada por la sigla COP21) en el marco de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático. Se trata de una reunión anual de 196 países que procuran tomar acción en esa materia. Se espera que en ella culmine un largo proceso de negociación y se arribe a un acuerdo para combatir dicho cambio.

Generación eléctrica con carbón en Datteln, Alemania. Foto Arnold Paul, Wikimedia Commons.
Generación eléctrica con carbón en
Datteln, Alemania. Foto Arnold Paul,
Wikimedia Commons.

El eje central del esperado acuerdo está dado por compromisos para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, si bien podría incluir otras cuestiones, como financiamiento y transferencia de tecnología. El punto de partida son las reducciones voluntarias ofrecidas por cada país, único camino viable que se encontró para armonizar las distintas circunstancias y los intereses de todos ellos, aunque es probable que este procedimiento resulte insuficiente para enfrentar con éxito los riesgos del cambio climático.

Desde 1990 el mayor crecimiento en las emisiones de gases de efecto invernadero se produjo en los países emergentes, los cuales, sin embargo, emiten considerablemente menos por habitante que los de más alta renta. Además, tienen una gran limitación para reducir el ritmo de expansión de sus emisiones porque, en la etapa de desarrollo en que se encuentran, requieren aumentar su consumo de energía, lo que incrementa dichas emisiones. Esas limitaciones pueden conducir a que no se logre cumplir con el objetivo de mantener el calentamiento global por debajo de 2°C con respecto al período preindustrial, meta explicada a continuación.

Meta de calentamiento

La Convención sobre el Cambio Climático acordó dicha meta en 2009 y la ratificó en posteriores conferencias de las partes; incluso se discute una meta más ambiciosa: 1,5°C. Actualmente se ha alcanzado un incremento 0,8°C por sobre dicho nivel.

Aunque no hay un único umbral de temperatura global a partir del cual todos los sistemas físicos, biológicos y humanos sufrirían severas secuelas, se estima que exceder los 2°C por encima de la temperatura global del período preindustrial tendría serias consecuencias desfavorables. Se entraría en un mundo desconocido, ya que ese nivel de temperatura media global no habría sido alcanzado por la Tierra durante un tiempo prolongado en los últimos 500.000 años.

A partir de ese nivel de calentamiento se podrían iniciar procesos autosostenidos de cambios que generarían mayor calentamiento y podrían llevar al punto en que el conjunto de seres vivos (o biosfera) deje de acumular carbono y se convierta en fuente de emisiones a la atmósfera. En particular, la selva amazónica estaría en peligro de convertirse en sabana, con mucho menor almacenamiento de carbono que la selva actual, cosa que podría ocurrir también en bosques de las latitudes altas por la sustitución de especies. También el derretimiento del manto de hielo de Groenlandia tendría características irreversibles, lo que daría lugar a un aumento del nivel medio del mar de unos 7 metros en este milenio, y se acentuarían tanto los riesgos de pérdida de ecosistemas únicos como la mayor frecuencia de olas de calor extremas y de inundaciones ocasionadas por lluvias intensas.

Emisiones acumuladas de dióxido de carbono

Como se advierte en la tabla 1, el dióxido de carbono (CO2) emitido por la quema de combustibles fósiles, principalmente para uso energético, es la principal fuente de gases de efecto invernadero y el origen de casi todo el crecimiento de esas emisiones entre 1990 y 2010. Si a ello se suman las emisiones de CO2 por deforestación, este gas explica alrededor de la tres cuartas partes de las emisiones antropogénicas del período.

Tabla 1. Emisiones antropogénicas de gases de efecto invernadero clasificadas por tipo de gas. Para poder sumar y comparar se ha tomado para los otros gases cantidades equivalentes de CO2. Las unidades son gigatoneladas (109t) anuales de CO2 equivalente.

Gases de efecto invernadero 1970 1990 2010
Gt % Gt % Gt %
CO2 por combustión de hidrocarburos fósiles 15,2 55,2 22,2 58,7 32,0 64,8
CO2 por deforestación 4,7 17,2 6,0 15,9 5,4 10,9
Metano 5,2 19,0 6,7 17,7 7,9 16,0
Óxido nitroso 2,2 8,0 2,7 7,1 3,1 6,3
Gases fluorados 0,1 0,4 0,2 0,5 1.0 2,0
Total 27,4 100,0 37,8 100,0 49,4 100,0

Mientras el metano perdura en la atmosfera por unas pocas décadas, casi el 50% del CO2 persiste por más de cien años, es decir, se va acumulando a lo largo de un siglo. Otro 50% es absorbido, por lo menos hasta ahora, por el océano y la biosfera. El porcentaje de los otros gases que perduran en la atmosfera tanto o más que el CO2 es apenas del 4%. De esta forma, para un horizonte temporal del orden de un siglo es una buena aproximación considerar que las concentraciones de gases de efecto invernadero están básicamente determinadas por las emisiones acumuladas de CO2 y, por lo tanto, que estas determinan aproximadamente la temperatura media global. En este análisis se descartan otras posibles causas de cambio climático global, por ser irrelevantes en plazos de hasta unos pocos siglos.

La correspondencia entre temperatura global y emisiones acumuladas de CO2 permite establecer un cupo admisible de emisiones de este gas para cada nivel de incremento de esa temperatura. Así, conociendo el monto acumulado de emisiones hasta el presente, se puede determinar cuántas emisiones serían posibles en el futuro sin superar la temperatura que se elija como tope.

La meta de no superar los 2°C de calentamiento con respecto al período preindustrial implica que las emisiones acumuladas no deben exceder unas 2900 millones de toneladas (o megatoneladas) de CO2, casi dos tercios de las cuales, es decir, 1860Mt, ya habían sido emitidas en 2010. Por ende, para no superar dicha meta de 2°C de calentamiento global, solo quedaría disponible un cupo de 1040Mt de CO2 para emitir en el futuro.

En el hipotético y optimista caso de que las emisiones de CO2 quedaran congeladas en los niveles actuales, es probable que el cupo de emisiones compatible con no superar los 2°C se agote antes de treinta años, lo que explica la urgencia de un acuerdo universal como el que se intenta concretar este año en París.

Tendencia de las emisiones de gases de efecto invernadero

Hasta hace unas pocas décadas, la mayor parte de esas emisiones eran generadas por los países desarrollados o de alta renta por habitante. Esa responsabilidad histórica fue reconocida por la Convención, lo mismo que el principio de que todos los países comparten la responsabilidad de la lucha contra el cambio climático, pero de modos diferenciados según su contribución a este y su capacidad para afrontarlo. Esto, sin embargo, ya no es tan cierto como antes de 1990.

Lo más relevante de los últimos treinta años es la creciente participación de los países emergentes o de renta media alta en las emisiones. Como lo indica la tabla 2, en 2010 sus emisiones prácticamente habían igualado las de los países desarrollados. Las emisiones del conjunto de los países en desarrollo alcanzaban el 60% del total. El aumento en los países emergentes se produjo fundamentalmente por su mayor uso de energía y por la expansión del transporte y la industria, reflejo de su vigoroso crecimiento económico. Ese fenómeno fue muy importante en China, pero también en otros países asiáticos y de América Latina. Las emisiones causadas por la deforestación y la agricultura no sufrieron cambios importantes desde 1970 en ninguno de los grupos de países.

Tabla 2. Emisiones antropogénicas de gases de efecto invernadero clasificadas por el nivel de renta de los países emisores. Las unidades son gigatoneladas (109t) anuales de CO2 equivalente.

Grupo de países por renta 1970 1990 2010
Alta 14,4 18,3 18,7
Media alta 5,9 9,8 18,3
Media baja 3,4 5,6 7,9
Baja 3,2 3,5 3,4
Transporte internacional 0,5 0,6 1,1
Total 27,4 37,8 49,4

Es discutible si corresponde asignar las emisiones para producir bienes transables internacionalmente a los países productores o a los consumidores. La tabla 2 las atribuye a donde se produce la emisión, habitualmente los productores. Si se optara por el otro criterio, el peso relativo de los países de renta alta aumentaría, pero no tanto como para cambiar el hecho de que las actuales emisiones de estos han sido superadas por las del resto del mundo, y que los países emergentes son el mayor origen del actual aumento de las emisiones globales.

Dos factores explican esta situación: el menor crecimiento de los países de alta renta comparado con el del mundo (cuyas economías se han expandido a tasas que superan el doble de las de los países desarrollados) y la diferente demanda energética en los estadios más bajos de desarrollo. En las economías desarrolladas el mayor crecimiento se produce hoy en los sectores terciarios, como la salud, la educación, la cultura, las comunicaciones, las finanzas y la informática, y solo en menor medida en la industria y el transporte, sectores que demandan mucha energía. En los países en desarrollo, en cambio, el crecimiento tiene una fuerte componente de estos últimos sectores.

Así, en los países de la OCDE, el PBI per cápita se duplicó entre 1970 y 2010, pero el uso de energía per cápita solo aumentó 10%. En los ex países socialistas de Europa oriental sucedió algo similar. Distinto fue el caso de regiones menos desarrolladas en las que un fuerte crecimiento del PBI estuvo acompañado de un también fuerte crecimiento del consumo de energía. Mientras el PBI per cápita de Asia entre esos mismos años se multiplicó por diez, su demanda de energía per cápita lo hizo por cinco. En América Latina, el PBI y el uso de energía per cápita se duplicaron en el mismo lapso.

Para cumplir con las metas de control del cambio climático, el crecimiento económico de los países en desarrollo no debería basarse en los hidrocarburos, como sucedió en los países desarrollados. Ello hace necesaria una sustancial revolución tecnológica y económica global que haga competitivas las fuentes de energía que no contribuyen a incrementar los gases atmosféricos de efecto invernadero. Ello permitiría, asimismo, reducir las emisiones de los países desarrollados. De no ser así, será muy difícil frenar el aumento del consumo de energía fósil, y consecuentemente las emisiones, y que se cumplan dichas metas.

La equidad

Las responsabilidades por las emisiones antrópicas de gases de efecto invernadero son muy diferentes entre países: los desarrollados emiten mucho más por habitante que los que están en vía de desarrollo. Además, han sido los principales emisores en el pasado y, por consiguiente, los mayores responsables de los cambios climáticos ya acaecidos y de sus consecuencias. Por esto, el cambio climático plantea la cuestión de la equidad entre países que han provocado y provocan emisiones muy diferentes, tanto totales como per cápita. Las diferencias económicas y la distinta responsabilidad sobre el cambio climático existen también entre los distintos grupos sociales de cada país.

Otra dimensión de la equidad se plantea por el hecho de que la respuesta climática a las emisiones antrópicas tiene consecuencias locales y regionales que no son proporcionales a las emisiones de las respectivas localidades o regiones. Además, la debilidad institucional que caracteriza a las sociedades menos desarrolladas y su falta de recursos humanos y materiales para afrontar las consecuencias del cambio climático las hace más vulnerables a este. Sucede así que algunos de los que tienen menor responsabilidad por el cambio climático pueden ser los que más se perjudiquen por el fenómeno.

También suscita cuestiones de equidad el hecho de que las economías en desarrollo necesiten hacer uso creciente de energía y, por lo tanto, emitir más gases de efecto invernadero para lograr su crecimiento, mientras que ese ya no es el caso de las economías desarrolladas. Ello implica que las restricciones en materia de energía para enfrentar el cambio climático condicionarían mucho más el crecimiento de los países en desarrollo que el de los más ricos.

¿Qué se espera de la conferencia de París?

En primer lugar, llegar a un acuerdo vinculante entre los países por el cual cada uno reduzca sus emisiones en el período 2020-2030 de manera voluntaria. Y, en segundo lugar, reiterar la meta establecida en anteriores conferencias de mantener el calentamiento global por debajo de 2°C con respecto al período preindustrial. ¿Resultará compatible el cumplimiento de esa meta con la suma las propuestas nacionales?

Los países desarrollados se están comprometiendo a reducir sus emisiones. La Unión Europea ofrece disminuirlas 40% con respecto a 1990. La propuesta de los Estados Unidos es menos ambiciosa: en 2025 emitir 27% menos que en 2005, año en que sus emisiones alcanzaron el máximo. Pero aun ese menor compromiso genera gran resistencia interna, particularmente en el Partido Republicano.

Los países en desarrollo, incluidos los emergentes, no se comprometen a reducir sus emisiones con respecto a algún nivel alcanzado en años recientes, sino a hacerlo con relación a los niveles que alcanzarían en algún momento de la próxima década. Esas propuestas varían desde el 20% al 40% y no son, en realidad, reducciones netas de las emisiones presentes, pues estas seguirán aumentando, aunque con menor rapidez. China ofrece que sus emisiones lleguen a un máximo en 2030, pero no especifica cuánto será ese máximo. Los ofrecimientos de los países en desarrollo se basan en el principio de responsabilidades comunes pero diferenciadas formulado en la Convención sobre Cambio Climático y, en última instancia, en su imposibilidad de realizar reducciones efectivas en sus circunstancias actuales.

Con estos compromisos, entre 2010 y 2030 los países en desarrollo (sin incluir a China) agregarían emisiones cercanas a 300Mt de CO2 y los desarrollados, otras 200Mt. Se estima que China, que encontrará muy difícil revertir el enorme crecimiento de sus emisiones, haría un aporte no menor a 250Mt, lo que llevaría el total agregado a 750Mt.

En resumen, de las 1040Mt de CO2 que se podrían emitir sin superar la meta de un calentamiento que no exceda 2°C, solo quedarían a partir de 2030 unas 290Mt. Esto indica que con las propuestas voluntarias no se lograría dicha meta a menos que se generara un nuevo acuerdo más exigente, que posiblemente se concrete en la próxima década si los perjuicios del cambio climático se tornan manifiestamente graves. Este nuevo acuerdo podría contener restricciones más fuertes a las emisiones de los países emergentes y, por consiguiente, afectaría seriamente a la Argentina si no planifica desde ahora el futuro de sus emisiones.

Las emisiones de gases de efecto invernadero en la Argentina

En 2012 esas emisiones alcanzaron el 0,9% del total mundial. Los Estados Unidos emiten el 16% de ese total, pero muchos países desarrollados, entre ellos Dinamarca, Bélgica, Holanda, Grecia, Portugal, Finlandia y Suecia, son menos emisores que la Argentina, mientras las emisiones de Italia y Francia rondan el 1% del total mundial y España no emite mucho más que la Argentina. En el ranking mundial de emisiones, la Argentina ocupa la posición 19.

En el mismo año, las emisiones argentinas per cápita fueron 10,1t de CO2 equivalente, por encima del promedio mundial de alrededor de 7t, y también por encima de varios países desarrollados, como Francia e Italia, pero por debajo del promedio de los países de la OECD que alcanzó las 15t. Entre 1990 y 2010, las emisiones argentinas aumentaron el 90%, casi el triple del promedio mundial, el cual ascendió al 31%. Esta tendencia es compartida por muchos países emergentes y probablemente se mantendrá en las próximas décadas.

En síntesis, carece de fundamento la afirmación de que las emisiones argentinas no son importantes y que, por ello, el país no está obligado a compartir el esfuerzo mundial por morigerar el cambio climático. Esa actitud aislacionista tendría costos de todo tipo, muy superiores a los que se evitarían con ella. Solo si la opinión pública comprende la real situación de la Argentina con respecto al cambio climático, será posible que se logre diseñar y aplicar las políticas públicas necesarias para que el país asuma su responsabilidad en la lucha contra el cambio climático.

Doctor en meteorología, UBA.
Investigador superior del Conicet.
Profesor emérito, UBA.

Vicente Barros
Doctor en meteorología, UBA. Investigador superior del Conicet. Profesor emérito, UBA.

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