Ficciones Sobre los Concursos en los Departamentos de Física

El poderio (fracaso) de la Física reside fundamentalmente en su capacidad de predicción (desacierto). Un físico teórico anticipa el Lamb Shift y un experimental puede verificarlo con seis cifras significativas (Phys. Rev Lett., 75, 2470, 1995). Sin embargo, no somos capaces ni siquiera de estimar el resultado de un concurso de los Departamentos de Física. El estudio de estos concursos (selecciones, evaluaciones o como se llamen) resulta fascinante, mucho más que cualquier tema de nuestra propia actividad. ¿Por qué, entonces, preocuparse por la sexta cifra? Este tema es fundamental; con sólo estimar el orden (una cifra), resultaría un éxito histórico. En lo que sigue, ensayaré algunas interpretaciones y definiciones que nos permitan introducirnos en este complejo laberinto. Me referiré a tres temas: el jurado, el destino y la métrica.

HUMOR

A. EL JURADO. UN ESTUDIO ZOOLÓGICO

Existen, a mi entender, tres tipos de jurados, a saber:

1) Los místicos. Creen tener un DON especial para percibir la energía potencial que emana de los candidatos. Reconocen con inmediatez a sus pares. Ni siquiera requieren de un currículo detallado: con sólo referencias obtenidas de otros colegas, generalmente amigos, pueden determinar a distancia la magnitud del áurea. Quienes poseen ese DON -que sólo sería dado por Dios a través del Consejo de los Místicos, y que sería compartido por un grupo de amigos son capaces de discernir la potencia de tales emanaciones y calificar hasta medio centenar de candidatos sin titubeos. Asimismo, hay fe de ello.

2) Los numerólogos. Son aquellos que asocian a cada candidato un (y sólo un) número: lo que se llama una verdadera correspondencia biunívoca. Utilizan las leyes del álgebra a rajatabla y dicen estar amparados por el método científico. El grave problema que tienen es la definición de la métrica (algo así como una escala de valores), tema al que me referiré más adelante.

3) Los alquimistas. Pertenecen a una secta mística, pero se disfrazan de numerólogos. Buscan desesperadamente una métrica que verifique su intuición mística y que posea sólidas bases numerológícas. Emplean en forma inexorable las leyes de la alquimia, y aseguran que hay una (y sólo una) métrica -denominada filosofal- que transforma a cualquier lista mística en una numerológicamente aceptable a los mortales. (Los mortales son personas que nunca pertenecieron ni pertenecerán a la especie de los jurados.) A los místicos se los encuentra, en general, donde se reparte la riqueza y se adaptan a cualquier signo político. Se recomiendan unos a otros con el fin de estar siempre en posiciones de privilegio. Su objetivo es preservar su especie (instinto darwiniano). Nuevos místicos jóvenes deben ser detectados e iniciados con el objetivo futuro de seleccionar a otros y así sucesivamente. No saben para qué existen, ni por qué, ni cuál es su utilidad.

Los numerólogos tampoco saben para qué existen, buscan la precisión del número como un fin en si, y dejan tras sí cuantiosas experiencias numéricas. Su utilidad es la búsqueda.

Los alquimistas se desempeñan en general, como testaferros de los místicos y proponen justificaciones numéricas a los mortales. El constante ocultamiento de su verdadera identidad mística les provoca un estado de esquizofrenia. Son emocionalmente inseguros. Uno de ellos ha confesado que logra la paz cuando, en la intimidad, se mira al espejo y ve cómo irradia energía positiva, con lo que verifica su verdadera identidad.

B. EL DESTINO. UNA DISCONTINUIDAD TEMPORAL

Dada una métrica y un jurado, uno esperaría que, si tiene lugar un concurso en el tiempo t, el orden obtenido por los mortales que se hubiesen presentado debería ser similar al que adquirirían en el tiempo t+dt (es decir, un lapso dt posterior), siempre que dt fuese pequeño. Ello no ocurre cuando dt es del orden de algunos meses, pues en tal caso se observa que los resultados varían bruscamente. Tal discontinuidad temporal se conoce como DESTINY EFFECT (algo así como efecto del destino) y se le atribuye un origen casual (por tal razón, se la denomína popularmente BINGO; aunque, en realidad, la designación también se refiere a la elección del jurado, tema que no abordaré aquí). Este efecto se magnífica cuando el jurado tiende a definir un perfil del candidato y se concentra en un rango muy pequeño de estos. Adviértase que las publicaciones de los mortales, cruciales en los concursos, se pueden representar en un gráfico de tiempo por una suma de funciones delta (instantes), por lo cual puede deducirse que su integración (suma) parece originar el mencionado efecto. Retomaré más adelante este contenido para proponer una explicación causal y no casual, como es frecuente.

Así es como los mortales acuñaron la palabra BINGO, a fin de englobar estos incontrolados fenómenos no lineales o caóticos. Tal es el caso paradigmático del compaginador del Physical Review, en NuevaYork, que comete el desliz de publicar un artículo en el primer número del año entrante, en lugarde hacerlo en el último del que concluye. Ello implica que a 10.000km de distancia, en la Argentina, un físico puede ganar un concurso de regular (o sea, de por vida), que vivirá en la opulencia económica, como el personaje de El Ciudadano -incentivos mediante- y que pasará sus últimos días en un castillo pronunciando la palabra rosebud. Otro, por el contrario, terminará en la pobreza total -luego del cierre del CONICET-, vendiendo muñecas en la cancha de fútbol y morirá aplastado por un colectivo. Y todo debido a un insignificante desliz del ignoto compaginador (quien, para colmo, morirá sin saber el drama que ocasionó).

La determinación del dt no sólo nos permite clasificar al jurado, sino también dar la fundamentación causal al caótico destino. Los jurados reaccionan según su especie: un numerólogo se pregunta: ¿cuál debe ser el valor mínimo de dt? (es decir, el lapso de validez de un orden determinado). Y arriesga, dt 4 años, y lo justifica sosteniendo que es el tiempo que tarda un buen alumno en terminar la tesis de doctorado. Media tesis no hace un doctor y, por lo tanto, verifica la condición de indivisibilidad requerida para ser usada como unidad. Otro numerólogo arriesga, dt = 6 años, porque es lo que tarda un buen alumno en terminar la carrera. Cuatro años no hace un licenciado, y así sucesivamente. Esta disparidad en determinar el lapso de validez de una decisión por parte de los numerólogos es aprovechada por los místicos que sentencian: me importa un pito el dt; el concurso debe ser ganado por Fulano. El alquimista hace la pregunta: ¿cuál es el valor de dt para que gane Fulano? Encuentra que el dt filosofal es un infinitesimal alrededor de la publicación de Fulano. Así, entonces, los mortales son convencidos de que fueron víctimas del DESTINY EFFECT.

Los mortales podrían ensayar una estrategia para neutralizar dicho efecto, a saber, publicar los artículos en resonancia con los concursos por venir. Es decir, estudiar las demoras de impresión y dilatar o contraer las discusiones con los árbitros, de modo de embocar la mayor cantidad de trabajos en el blanco temporal del concurso de su interés. Para afinar la puntería, pueden recurrir al viejo truco de incorporar una NOTE ADDED IN PROOF que demorará su aparición un número.

C. LA METRICA. EN BUSQUEDA DEL COEFICIENTE PERDIDO

Hace ya muchos años, solía compartir el café con un grupo de “postdocs” extranjeros que me iniciaron en el culto de la calificación de físicos, hoy denominado la métrica. Como si fuesen apóstoles, me transmitieron los conocimientos del cálculo, que actualmente están plasmados en el decálogo de los numerólogos. En sus albores, estos conocimientos formaban parte de un juego y no de una religión, como hoy en día. Por ese entonces, no había ni santos ni mártires. Como reconoci ciertas ecuaciones apócrifas, me veo en la obligación de transmitir las escrituras originales. La métrica rezaba así: a la labor de un cierto físico f, se asocia un número real positivo R{f}. Esa labor es proporcional a la suma sum{j} de los j artículos publicados, multiplicados por la relevancia de la revista relev{j} (que por entonces era el tema más discutido>, por su impacto, representado por otra suma sum{l,k}, etc. Quiero dejar sentado que, en la ecuación original, la suma total se dividía por N{j}, el número de autores en el artículo j. Puede demostrarse inmediatamente que si no dividimos por N{j}, no se satisfacen las relaciones de clausura, y se producen indeseables e incontrolados efectos inflacionarios .

¿Dónde, cuándo y por qué se perdió N{j}? De las muchas explicaciones recibidas, una resulta la más probable: hace algunos años un jurado integrado por alquimistas encontró que el valor filosofal de N{j} debía ser 1. Desde entonces, no se ha corregido. Se me dijo que el verdadero valor de N{j} será restituido en algún otro concurso o evaluación, cuando los alquimistas de turno lo encuentren necesario.

A MODO DE PROFECÍA

Confieso que me hubiera gustado pertenecer al despotismo ilustrado sostenido por los místicos, pero no nací con el DON divino; me miro al espejo y no veo salir emanación alguna. Soy mortal y debo unir mi destino a ellos. A nosotros los mortales, sólo nos queda un camino: unirnos a nuestros aliados de turno, los numerólogos, para hacer que su búsqueda del número se transforme en nuestro objetivo: el exterminio de los místicos y de todas sus sectas.

La alianza mortales-numerólogos debería crear una institución que reconstituya los parámetros originales y que es-té formada por evaluadores severos (aunque en un comienzo pequen de inquisidores>, para sentar las bases de una sólida escuela numerológica. Se ocuparía no sólo de transmitir la métrica sino, también, de incorporar nuevos coeficientes correctivos, como por ejemplo:

B{self} :
E{ex} :
l{boss} :
H{expa} :
F{f} :
A{agen} :
M{f} : inbreeding
foreign-country effect
only idea of the boss y viceversa
expansión del número de artículos
friendship effect
Beaty effect
mysterious effect (por las dudas)

Además, aunque se haya propuesto el M{f}, nunca estará de más agregar cualquier otro que resulte conveniente para una evaluación más acertada. Debemos pensar que este trabajo es monumental (y no exento de sinsabores), y también requerirá de una gran cantidad de evaluadores. Pero será aconsejable que no haya más de un evaluador por físico. Asimismo, convendría pensar en crear otra institución para evaluar a los evaluadores. Y así sucesivamente hasta llegar al Evaluador Supremo (un Papa), de tal manera que no sobreviva ningún místico.

Entonces, cuando el paganismo de los místicos quede desterrado por los inquisidores numerológicos, sólo sobrevivirán los números y una religión monoteísta basada en la métrica. Luego vendrán los agnósticos agobiados por tantos números y tantas evaluaciones, y efectuarán la ultima y aterradora pregunta: ¿para qué sirve un físíco?

Benigno Fernández

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