Estudiar a los vascos
Estudiar la inmigración vasca es una tarea compleja. Se trata de un sujeto histórico afecto a la movilidad geográfico-ocupacional, saltando entre polos laborales, decodificando puertas y compuertas sociales que se le presentaban. Alquimistas mezclando lo viejo y lo nuevo, recurso inevitable en un espacio a medio construir, una geografía tan distinta de la suya como hostil, sin caminos, sin madera para viviendas y para enfrentar el duro invierno.
Tenemos pocas huellas documentales para seguir el derrotero de nuestro objeto de estudio, envuelto en sociedades dinámicas, disperso, en muchos casos alejado de maquetas imaginarias como un barrio porteño. Vasco y nómada son palabras que van de la mano desde siempre. Si hace siglos fue por el atún a mares lejanos o a las montañas por pasto para sus ovejas, en la pampa eligió la periferia de un poblado, el océano infinito de la ruralidad pampeana. Haciendo visera con su mano en Buenos Aires, no dudó en escoger el margen de un país en formación, el interior pampeano, más allá del río Salado, penetrando incluso en territorio indígena.
Rastreamos documentación que complementa el pasado oral en el que el vasco se movió con soltura, esos pocos papeles legados por un Estado...
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