Cartas de lectores

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¿El litio es energía?

Leí con mucho interés en el número 180 de la revista la nota de Ernesto Calvo sobre los métodos directos de extracción de litio en nuestra puna. El tema del litio me preocupa porque siento que es un recurso energético que, afortunadamente, tenemos en abundancia pero que si no somos cuidadosos puede ser extraído y exportado sin que nuestro país se beneficie de él. ¿Pueden nuestros científicos ayudar en este empeño?

Alberto Galván
(Santa Fe)

Hay algo importante en la consulta del lector que debe ser aclarado. El litio no es un recurso energético. No puede ‘quemarse’ litio para obtener energía como sí puede hacerse con el petróleo, el gas, el carbón o el uranio. El litio es un elemento indispensable para construir artefactos de almacenamiento de energía (léase baterías) que las hace de mayor capacidad, mejor rendimiento y sin ciclos de ‘memoria residual’, pero no puede usarse para obtener energía. Es importante remarcar esto para evitar caer en comparaciones vis à vis con fuentes verdaderas de energía y atribuirle propiedades que no tiene. Aclarado esto, la ciencia juega en la extracción del litio un papel destacado ya que es la que da origen a las tecnologías que después se usan para optimizar los procesos y el uso de los recursos. El caso de los métodos directos enunciados por Calvo ilustra muy bien este punto. Por supuesto, no es solo ciencia lo que se necesita, ya que hay factores económicos y geopolíticos que afectan la toma de decisiones.

El legendario kraken

El artículo sobre los cefalópodos del número 180 me ha ilustrado sobre los antecedentes culturales, históricos y artísticos de esta figura que leí por primera vez (y aquí mi aporte) en el increíble libro en cuatro tomos de Dan Simmons Ilion I y II, y Olimpo I y II, saga que pone en clave de ciencia ficción a la Ilíada (y que es incomprensible si no se ha leído esa obra, más La tempestad de Shakespeare y algo de Proust, aunque parezca una mezcla caótica). Allí, los kraken son cefalópodos hambrientos en los mares helados de Europa, luna de Júpiter (abajo, un fragmento). Altamente recomendable como obra de ciencia ficción, esa relectura de la Ilíada explica algunos cabos sueltos que nos dejó Homero y te tiene en vilo a lo largo de sus cuatro tomos.

Allí fue donde leí por vez primera la existencia de algo llamado kraken, que ahora entiendo de dónde proviene. Gracias por la nota, es muy lindo hacer revisiones históricas. La disfruté.

El sumergible moravec de Mahnmut el europano iba tres kilómetros por delante del kraken y ganaba terreno, lo cual debería haberle dado un poco de confianza a la diminuta criatura robo-orgánica, pero como el kraken solía tener tentáculos de cinco kilómetros de largo, no lo hacía. Era un agravio. Peor que eso, era una distracción. Mahnmut casi había terminado su nuevo análisis del Soneto 117, estaba ansioso por enviarlo por e-mail a Orphu en Io, y lo último que necesitaba era que se tragaran su sumergible. Estudió el kraken, verificó que la enorme, hambrienta y gelatinosa masa continuaba persiguiéndolo, y se interfaceó con el reactor lo suficiente para añadir otros tres nudos a la velocidad de su nave. El kraken, que estaba literalmente fuera de pie tan cerca de la región de Conamara Caos y sus filones abiertos, no pudo mantener el ritmo. Mahnmut sabía que, mientras ambos estuvieran viajando a esa velocidad, el kraken no podría extender por completo sus tentáculos para envolver al sumergible; pero si su pequeño sub se encontraba con algo (digamos un montón grande de algas iridiscentes) y tenía que frenar, o peor aún, se quedaba atrapado en los brillantes filamentos de basura, entonces el kraken caería sobre él como un… –Oh, bueno, maldita sea –dijo Mahnmut, abandonando cualquier intento de buscar un símil y hablando en voz alta al silencio zumbante de la estrecha cavidad medioambiental del sumergible.

Silvana Bujan
(Mar del Plata)

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