“Es posible pensar la historia desde África”

Entrevista con François-Xavier Fauvelle (Colegio de Francia)

El Colegio de Francia ha creado recientemente una cátedra permanente llamada Historia y Arqueología de los Mundos Africanos. Es la primera cátedra dedicada a la historia de África de la institución, y una buena oportunidad para que su titular, el reconocido especialista François-Xavier Fauvelle, recupere la historicidad que se le ha negado tradicionalmente a este continente.

¿DE QUÉ SE TRATA?
Fauvelle explica los progresos que ha habido en las últimas décadas en los estudios de historia africana a través de sus propias fuentes, tradiciones orales y restos materiales.

La Recherche. ¿Por qué el Colegio de Francia ha esperado tanto tiempo en abrir una cátedra permanente sobre la historia de África?
François-Xavier Fauvelle. De alguna manera, África había ya había entrado en el Colegio de Francia por diversas ventanas. ¡Pero no por la puerta! En el siglo XX, las cátedras sobre África fueron financiadas por las gobernaciones coloniales, pero eran políticamente dudosas. Además, no se ocupaban de la historia de África, sino de la geografía tropical. Sin embargo, desde 1996, el Colegio de Francia había invitado a un investigador marfileño, Harris Memel-Fotê, a ocupar una cátedra anual sobre la antropología y la historia de la esclavitud en el seno de las sociedades de linaje de Costa de Marfil. Poco después se creó la cátedra permanente de la antropóloga Françoise Héritier, especialista de los sistemas de parentesco, sobre el estudio comparado de las sociedades africanas. En 2015-2016, una cátedra anual de creación artística fue confiada al escritor franco-congolés Alain Mabanckou. Otras cátedras se interesaron por África, de una manera más indirecta. El egiptólogo Jean Leclant, por ejemplo, estaba apasionado con el África subsahariana. Pero es cierto que esta cátedra –consagrada a África, toda África y solo a África, y a su historia antigua– es efectivamente la primera.

¿Qué temas serán allí abordados por usted?
Este año [2019-2020], mi curso estará basado en los mundos africanos medievales, un período que se extiende de los siglos VIII a XV. Aspiro a mostrar la diversidad de estos mundos, la variedad de fuentes que nos permiten contar sus historias, y también plantear grandes hitos cronológicos, temáticos, metodológicos. En los próximos años mi foco podrá restringirse o ampliarse. No descarto dar un curso sobre Mali, o bien sobre aquella ciudad perdida que a menudo buscamos y que era, durante la Edad Media, la capital del país. Incluso sobre Etiopía, donde he descubierto junto a otros investigadores la ciudad de Ifat, cuyo califato fue, en el siglo XV, el principal Estado islámico de la región. Además, en mayo de 2020 organizaré un seminario sobre el oro africano, para poner en conjunto las disciplinas y los saberes de todos los países [el seminario fue finalmente reprogramado para mayo de 2021. N. del E.]. Este oro, a partir del siglo VIII, era exportado por los países africanos hacia el mundo islámico.


EL COLEGIO DE FRANCIA

El Colegio de Francia tiene su origen en la decisión del rey Francisco I (1515-1547) de designar seis ‘lectores reales’ en 1530 para que enseñaran griego, hebreo y matemáticas. El objetivo era, bajo patrocinio directo de la Corona, ofrecer cursos abiertos por fuera del control de la Universidad de París. Poco tiempo después, se reunió a estos ‘lectores’ en un ‘colegio’, el cual fue paulatinamente enriquecido con la formación de nuevas cátedras: filosofía, medicina, latín, lenguas orientales. Su actual lema Docet omnia (‘enseña todo’), el cual resume sus aspiraciones, se remonta al siglo XVII. Durante su historia centenaria, fue también conocido como ‘Colegio de las Tres Lenguas’, ‘Colegio Nacional’ y ‘Colegio Imperial’ hasta adoptar oficialmente su nombre actual en 1870, con el establecimiento de la III República. Al día de hoy, el Colegio cuenta con cuarenta y cinco cátedras permanentes, incluyendo tanto ciencias humanas como naturales y exactas. Todos sus cursos son abiertos al público y gratuitos, como en sus orígenes. La cátedra de Historia y Arqueología de los Mundos Africanos es su cátedra más reciente en el área de humanidades y, por este motivo, François-Xavier Fauvelle estuvo a cargo de la conferencia inaugural del año lectivo 2019-2020.

Le Collège Royal, Claude Chastillon (1612). En Topographie françoise ou representations de plusieurs villes, bourgs, chasteaux, plans, forteresses, vestiges d’antiquité, maisons modernes et autres du royaume de France, Boisseau, París, 1655.

Usted ha declarado al diario Le Monde que esta cátedra es ‘una gran responsabilidad frente a la historia de África. Uno de los desafíos es desmentir los equívocos, los clichés que confunden’. ¿Cuáles son estos clichés?
Veo al menos dos. Ante todo, existe en nuestras sociedades contemporáneas una resistencia a la idea de que África tiene una o varias historias. Es la fórmula desafortunada de Nicolas Sarkozy en Dakar: ‘El hombre africano no ha entrado lo suficiente en la historia’. Otra idea recibida: la historia de África no sería accesible, por la falta de fuentes. También se ha sostenido que África no tendría sino una historia relativamente lenta, incluso inmóvil; una historia puramente étnica, en pocas palabras. Esta idea falsa es aún sostenida por los museos de etnografía. Los visitamos paseándonos de etnia en etnia, cada una de ellas siendo supuestamente homogénea y fija, reducida a objetos emblemáticos. Este modo de conocimiento está muy ligado a la historia colonial, que ha utilizado el concepto de etnia para conocer y para dominar. Incluso los reportajes actuales sobre África conservan un enfoque muy victimario o naturalista. ¡Como si el África auténtica fuera un África de parques naturales, y no de sociedades! Como si ese continente permaneciera fuera del curso de una historia que transforma a las sociedades. Ahora bien, las sociedades africanas han sido siempre agentes de sus transformaciones. Han estado siempre en conversación entre ellas y con el resto del mundo. De ahí el título de mi cátedra, que afirma la coexistencia de estos diversos ‘mundos africanos’.

¿Cómo definiría a la ‘Edad Media africana’?
Si bien la noción de Edad Media es de origen europeo, no pertenece a Europa. El término fue inventado durante el Renacimiento por eruditos europeos, para marcar la idea de una renovación inspirada en una Antigüedad gloriosa. Pero se puede ver la Edad Media como una noción más global. Para mí, ese período es una fase de la historia del mundo, entre los siglos VII y XV, marcado por un cierto tipo de intercambios. Mercancías circulan de un punto al otro de un muy largo circuito, sin que los hombres mismos circulen sobre la totalidad de aquel. La porcelana de China llega así hasta el África del Sur y Zimbabue, perlas fabricadas en Indonesia se encuentran en el Mediterráneo, oro extraído del subsuelo de Guinea llega hasta el mundo islámico, donde es convertido en monedas de oro que circulan hasta en Europa. Pero los viajeros mismos no siguen la totalidad de estos caminos. Estos intercambios difieren radicalmente de la mundialización de la época moderna que se inicia en el siglo XV.

Atlas de cartes marines richement illustrées, ca. 1375 (detalle). Biblioteca Nacional de Francia, Departamento de Manuscritos, ‘Espagnol 30’. Se puede acceder a la versión completa con el código QR al final del artículo.

Usted aspira a ‘reencantar la historia medieval del mundo, restituyéndole el rol importante del continente africano’. ¿Cómo procederá?
Yo abogo por que concibamos un mundo medieval como un mundo de provincias, en conversación unas con otras. Y por devolver su voz a los diferentes mundos africanos medievales: los reinos de Sahel, la Etiopía cristiana y musulmana, la Nubia cristiana, etc. ¡Es posible pensar la historia desde África! Lo que me interesa, entonces, es mostrar cómo las sociedades de esta Edad Media africana llevaron a cabo ‘conversaciones’ con otras regiones del mundo. Estas conversaciones pueden ser de naturaleza religiosa: numerosos soberanos o elites se convirtieron al islam, sin que nadie los forzara. Pueden ser arquitectónicas: nuevas formas de construcción fueron adoptadas o adaptadas. Pueden ser comerciales: las sociedades africanas medievales vendieron y compraron productos negociando los términos de estos intercambios y según su gusto. Estas conversaciones pueden ser incluso intelectuales. Describir una Edad Media común, a la escala del mundo entonces conocido –Eurasia y África–, es hacer justicia a estas conversaciones desconocidas y a estas sociedades.

Su obra El rinoceronte de oro (Alma, 2013) revive el África subsahariana de esta época medieval. ¿En qué aspecto testimonia estos ‘siglos de oro’ para África?
Ese libro extrae su título de un pequeño animal cubierto de hojas de oro encontrado en excavaciones clandestinas, en el extremo norte de la actual Sudáfrica, en el sitio de Mapungubwe (‘la colina del chacal’). Estamos en 1932. Jóvenes estudiantes blancos escucharon hablar de un tesoro. Escalan la colina, excavan por todas partes, destruyen las tumbas, saquean objetos preciosos. Uno de ellos, con cierto escrúpulo, le escribe a su antiguo profesor de historia, un afrikáner liberal, quien compra la propiedad en nombre del Estado y lleva a cabo verdaderas excavaciones. El sitio es hoy en día clasificado como patrimonio mundial de la humanidad. Testimonia la emergencia de un poder que, en los siglos XII o XIII, comerciaba con mundos lejanos. En esta pequeña sociedad del reino de Mapungubwe, las elites fueron enterradas en lo alto de una colina, con objetos de oro, porcelanas chinas, perlas indopacíficas. Las excavaciones revelaron también el establecimiento de aldeas, talleres de producción de objetos en marfil y osamentas de felinos. Esto nos permite reconstituir un proceso de complejización social progresiva. Esta sociedad, que vivía bastante lejos de la costa, estaba conectada por diversos intermediarios con otros mundos. Comerciaba con los mercaderes y los habitantes de las ciudades-estado swahilis de las costas de África oriental. A través de ellos, estaba conectada con mundos del océano Índico; más lejos aún, con Indonesia, India y China. Sin embargo, jamás un chino llegó hasta allí; tampoco un habitante del sur de África llegó nunca a China.

¿No hay testimonios de encuentros entre chinos y sociedades africanas en la época medieval?
Hay, en efecto, mapas y escritos chinos sobre los periplos de un gran almirante chino, Zheng He. Durante la dinastía Ming, en el siglo XV, dirigió grandes expediciones al sur del mar de la China y al norte del océano Índico. Estas expediciones servían para impresionar a los poderes extranjeros, pero también para ‘hacer shopping’ para la corte y el harén del emperador. En dos ocasiones, el almirante llegó a las costas africanas, nos indican los documentos. Zheng He desembarca así en las costas de Somalia, de la cual hace una descripción muy sucinta: ¡son las ‘cartas postales’ de la época! Es fascinante, porque está allí el vértigo del encuentro de dos mundos. Pero es también extremadamente frustrante, porque dice muy poco: ‘Las personas habitan casas de dos pisos, sus pozos son accionados por poleas, comen pescado’. Y eso es más o menos todo lo que tenemos. ¡Pero son las únicas relaciones confirmadas entre China y África de esta época!

Diferentes objetos de oro del reino de Mapungubwe (‘la colina del chacal’, ca. 1075–1220), en la frontera de los actuales Sudáfrica, Zimbabue y Mozambique.

¿Qué fuentes registran la historia de los mundos africanos medievales?
Las mismas que en cualquier otro lado. Los documentos escritos, ante todo. Hay sociedades letradas en el África medieval. Etiopía, por ejemplo, produjo decenas de miles de manuscritos desde la llegada del cristianismo, en el siglo IV de nuestra era. Fueron escritos en la corte real o en monasterios, y la mayoría son accesibles a los investigadores. Luego están las fuentes externas escritas. Las fuentes griegas y latinas, primero: por ejemplo, hay un manual griego de navegación anónima, El periplo del mar de Eritrea, fechado alrededor del año 40 de nuestra era. Además, durante un milenio, escritos árabes han descripto las sociedades de África del Este, de Sahel o de las sabanas del oeste, con las cuales árabes y bereberes comercian. A partir del siglo XV, numerosas fuentes escritas europeas (portuguesas, holandesas, francesas, inglesas) han retratado a los países africanos de las costas atlántica e indooceánica. La arqueología es otro precioso registro de fuentes. Así, las excavaciones de sitios mineros nos enseñan mucho sobre las técnicas inventadas o adaptadas por las sociedades africanas para extraer metales, y sus recursos.

¿Cuál es el lugar de las tradiciones orales?
Es una fuente extendida en África, incluso si solo se limita a algunas sociedades. Esta transmisión oral de los saberes está confiada a especialistas, como a los griots en África occidental, que son ‘letrados de la oralidad’ de alguna manera. Y luego están todas las otras fuentes. La epigrafía es una forma de escritura reservada a usos conmemorativos o dedicatorias. La numismática es también esclarecedora. Por ejemplo, las ciudades-estado swahilis de la actual Tanzania forjaron monedas de oro en la Edad Media. Es también el caso de sociedades medievales del Magreb, con el oro venido del África subsahariana. Otra fuente de interés es la genética comparada, que ayuda a rastrear una historia de las poblaciones, de las plantas o de los animales. La lingüística comparada, aplicada a numerosas lenguas habladas de África, nos permite remontarnos a muchos milenios atrás. El examen de técnicas de fabricación de la cerámica, de trabajo de la piedra o de los metales, o incluso el arte rupestre, son para el historiador, en definitiva, preciosas pistas del pasado.

¿Estas diferentes fuentes son siempre coherentes?
Sucede que no son fáciles de conciliar. En el siglo XIV, por ejemplo, un relato de Ibn Battuta (1304-1368/77), viajero musulmán, nos cuenta con mucha precisión sobre el desarrollo de dos días de fiesta en la corte del rey de Mali. ¿Pero dónde se encuentra la capital de este reino? ¡Los sitios arqueológicos no lo han revelado aún! ¿Y cuál era la economía de esta sociedad? Las excavaciones han revelado cerámicas, granos de plantas consumidas, osamentas de animales. Se puede así reconstituir la economía doméstica o alimentaria de este reino. Pero otros aspectos se nos escapan: ¿cómo se organizaban los vínculos sociales, la vida campesina, la administración o la corte de este reino?

El filósofo camerunés Achille Mbembe ha lamentado que esta cátedra, de la cual usted es titular, no recayera en un africano. ¿Qué piensa?
Comprendo esta reacción. Pero no pienso que sea un buen argumento querer ligar una especialidad a un color de piel o a un origen. Si tal fuera el caso, habría que admitir también que la historia de Europa o de la Antigüedad no podría ser hecha sino por blancos. ¡Soy alérgico a esa idea! Ahora bien, hay en África especialistas en la Antigüedad o en la Francia moderna. Hay también, en Estados Unidos, especialistas blancos en historia de África y especialistas negros en la historia de Europa. El verdadero escándalo, para mí, es que no haya investigadores africanos o afrodescendientes en las universidades del norte, en todas las disciplinas, tanto en ciencias humanas como en ciencias duras.

La presente entrevista fue realizada por Florence Rosier y salió publicada en el número 554 (diciembre de 2019) de La Recherche. Su traducción y adaptación estuvieron a cargo de Santiago Francisco Peña.

LECTURAS SUGERIDAS
FAUVELLE FX, 2013, Le Rhinocéros d’or: histoires du Moyen Âge africain, Alma, París.
FAUVELLE FX, 2020, Leçons de l’histoire de l’Afrique, Fayard, París.
GENTILI AM, 2012, El león y el cazador: historia del África subsahariana, Clacso, Buenos Aires.
ILIFFE J, 2013, África: historia de un continente, Akal, Madrid.
Wolf E, 1987, Europa y la gente sin historia, FCE, Ciudad de México.

Para acceder a la versión completa del Atlas de cartes marines richement illustrées, p. 22, escanee el código QR.

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