El 10 de enero de 2020, solo diez días después de los primeros casos reportados de coronavirus, científicos de China y Australia ya habían descifrado y depositado la secuencia genética del genoma del virus causante de la COVID-19 en GenBank, un repositorio abierto de datos genómicos. La posibilidad de acceder al genoma de forma abierta y gratuita permitió que científicos de todo el mundo pudieran comenzar a estudiar el virus y, en consecuencia, a diseñar vacunas. El 22 de enero, científicos estadounidenses utilizaron la información del genoma para demostrar que este virus guardaba similitudes con el que había causado la epidemia que afectó a más de 26 países entre 2002 y 2003, el SARS-CoV-1 (siglas que obedecen a Severe Acute Respiratory Syndrome, síndrome respiratorio agudo severo), y en consecuencia, se lo denominó SARS-CoV-2. Estos resultados fueron publicados en BioRxiv, un repositorio de manuscritos científicos que los publica con acceso abierto y previamente a su evaluación por pares. Al mismo tiempo, el Centro de Sistemas de Ciencia e Ingeniería de la Johns Hopkins University utilizó bases de datos abiertas para construir un mapa online que rastrea la dispersión diaria del virus. Pronto, grupos de científicos empezaron a compartir en plataformas como...
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