Agricultura familiar: concepto, polémicas y algunas cifras para la Argentina

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La agricultura familiar representa una fracción relevante de la fuerza productiva agrícola del país. Los desafíos para este sector son diversos y abarcan no solo dimensiones tecnológicas y económicas sino también sociales, ambientales y jurídicas.

El concepto de agricultura familiar se vincula con la producción de alimentos. Aunque la distinción no es taxativa, se asocia a la producción capitalista con la producción de commodities de mayor rentabilidad y a la agricultura familiar con la producción de alimentos básicos, de mayor diversidad. Si bien esta afirmación reconoce importantes diferencias, particularmente ciertas para el caso argentino, la FAO destaca a la agricultura familiar como proveedora de alimentos y con un papel importante en las estrategias de seguridad (y soberanía) alimentaria.

La conceptualización de la agricultura familiar reconoce aspectos culturales, sociales, políticos y agronómicos, y este artículo procurará caracterizar brevemente a los últimos. Es entonces importante rescatar que, aunque se trata de unidades de pequeña escala y algunas familias pueden ser sujetos de políticas sociales, producen bienes agropecuarios y, como tales, son productoras. Así, generan necesidades de investigación agronómica, desarrollo de tecnología y extensión, constituyendo un verdadero desafío para el sistema científico que aún está lejos de ser resuelto.

La generación de tecnología suele tener más incentivos cuando no existen limitaciones de escala ni de capital. Las tecnologías agronómicas de costo cero o intangibles, porque no están corporizadas en un bien comercializable, poseen menos incentivos económicos para quienes las generan, pero tendrán mayor importancia para la agricultura familiar. Su desarrollo requiere, en primer lugar, conocer al sujeto social al que se destinan. En ese sentido, caracterizar la agricultura familiar es el primer paso.

Un concepto, muchas interpretaciones

Aunque las ciencias sociales siempre han tomado en cuenta la heterogeneidad social como problema teórico relevante, para la agronomía su consideración es relativamente reciente. La investigación y la extensión solían organizarse según rubros productivos (maíz, ganadería, etcétera) y solo hace pocos años los estudios se enfocaron en los sistemas de producción. Estudios sobre ‘el sector agropecuario’ como un todo comenzaron a perder vigencia en la medida en que el reconocimiento de esa heterogeneidad y el nivel de detalle aumentaron, pasando de la identificación de unidades productivas heterogéneas hasta la diferenciación de los sujetos sociales que las conducen: capitalistas o campesinos, jóvenes o adultos, varones o mujeres. Así se acentuaron los enfoques de clase, género y etarios para interpretar las estrategias de producción que las unidades productivas desarrollan. Cualquier planteo social, agronómico o ambiental que pretenda cierto nivel de transformación de la realidad debería tener en cuenta esta heterogeneidad.

El concepto de agricultura familiar permite caracterizar la heterogeneidad social agraria. Aunque existía larga experiencia en estudios sobre pequeños productores, el término se instaló en la Argentina durante 2003 a raíz de la solicitud de organizaciones de productores familiares del Mercosur para que la cumbre de presidentes propusiera políticas diferenciadas. Sin embargo, como todo concepto, su construcción no está exenta de discusiones. Tanto desde la vertiente agronómica como desde la socioeconómica y política existen diferencias en torno a qué tipo de productores se incluyen.

Agricultura Familiar

Aunque el eje del concepto está puesto en la participación de la mano de obra familiar, suelen incluirse tanto unidades basadas pura y exclusivamente en el trabajo de los miembros de la familia como aquellas en las que el trabajo familiar resulta predominante, pero no exclusivo. También puede incluir a productores con cierto nivel de capitalización como a aquellos más cercanos a estrategias de subsistencia y venta de excedentes, de perfil campesino. De todas formas, lo relevante es que al estar imbricadas las relaciones familiares y los procesos productivos, el funcionamiento de los sistemas tiene características singulares. Por ejemplo, las decisiones agronómicas están permeadas por las decisiones domésticas porque la unidad productiva y la doméstica se yuxtaponen. En consecuencia, las etapas del ciclo de vida familiar afectarán la organización de los sistemas productivos que dependen de la mano de obra familiar, ya que la superficie o la cantidad de animales que pueden manejarse estarán limitadas por la fuerza de trabajo disponible en cada momento particular.

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Otras discusiones se dan en torno al objetivo que orienta el proceso productivo o ‘racionalidad económica’. Mientras que la economía ortodoxa plantea que para todo agente económico ese objetivo es la maximización de ganancias, para la economía familiar de tipo campesino muchos autores sugieren que existiría otra racionalidad que no es la típicamente capitalista. Esta línea de pensamiento plantea que la unidad campesina busca la satisfacción de las necesidades familiares, la subsistencia y no la ganancia, el balance entre el consumo familiar y la explotación de la fuerza de trabajo. Si bien el productor familiar resume en una sola figura al propietario del capital, la tierra y el trabajo, no siempre recibiría como compensación la suma de la ganancia, la renta y el salario respectivamente. Por diversos motivos, la renta y la ganancia podrían transferirse a la sociedad y el ingreso percibido asimilarse a la compensación por el trabajo. Una empresa capitalista habría desaparecido como tal en esas condiciones, puesto que no maximiza ganancias. La unidad familiar campesina, en cambio, seguiría funcionando.

Más allá de las diferentes posiciones académicas, es importante destacar que existe una conceptualización oficial de la agricultura familiar que tiene implicancias políticas porque establece concretamente los límites para la inclusión de los productores que podrían beneficiarse de políticas diferenciadas. En la Argentina, la Subsecretaría de Agricultura Familiar estableció, en consonancia con la propuesta de la Federación de Organizaciones Nucleadas en la Agricultura Familiar, un límite superior de hasta dos trabajadores permanentes contratados en la unidad productiva. Esta categorización generó ciertas controversias porque podría incluir casos que no requerirían esfuerzos especiales por parte del Estado. De todas formas, lo relevante de esta definición, con relación al tipo de productor que se incluye, es que se basa en la predominancia del trabajo familiar y no en su exclusividad.

Existen, además, diferentes interpretaciones sobre la evolución de la agricultura familiar. Algunos análisis sostienen que tiende históricamente a desaparecer, si bien otros plantean que se mantendrá. En el primer caso se alude a los procesos de concentración del capital, la tierra y la producción que terminarán absorbiendo las diferentes formas de agricultura familiar. Mientras que campesinos y pequeños productores familiares pasarían a ser asalariados rurales o urbanos, algunas unidades podrían capitalizarse y aumentar de escala, y así perder su rasgo familiar. Los procesos de globalización, modernización y urbanización abonan esta idea. En el segundo caso se propone que la agricultura familiar resiste los embates de los procesos de concentración y globalización gracias a su modo de funcionamiento flexible derivado de su racionalidad económica. Esto le permitiría sostenerse aun sin ganancias pero diversificando las estrategias de obtención de ingresos mediante empleos transitorios, planes sociales, remesas de dinero de miembros migrantes, elaboración y venta de artesanías, etcétera.

Agricultura Familiar

Estas discusiones tienen consecuencias en los efectos ambientales esperados y también en decisiones políticas. Por eso, y porque los datos pueden abonar tanto una como otra posición según diferencias regionales, sistemas productivos y perfil de productores considerado, esas discusiones no siempre están saldadas. El viejo debate entre ‘campesinistas’ y ‘descampesinistas’ está enriquecido por el análisis de las estrategias desarrolladas por la agricultura familiar frente a los cambios de contexto nacional e internacional, su reacomodamiento a las condiciones de cada momento histórico particular, y las diferencias locales y territoriales que pueden fortalecer tanto su permanencia como su descomposición.

¿Cuántas son y qué producen las unidades de la agricultura familiar?

Responder a esta pregunta nos remite a otro problema teórico. Seleccionar las variables que permiten cuantificar la agricultura familiar con los datos disponibles no resulta sencillo. Además, algunas definiciones incluyen aspectos culturales difícilmente cuantificables. La Subsecretaría de Agricultura Familiar inició un registro que aún se está ejecutando. Sin embargo, al no seguir un tratamiento estadístico, los datos no son comparables entre sí porque no están registrados en un mismo año base, sino en diferentes años desde que se inicia el proceso. En consecuencia, los datos de los censos agropecuarios son, hasta el momento, la mejor herramienta para determinar el peso total de la agricultura familiar en nuestro país. El estudio más exhaustivo existente utiliza datos del Censo Nacional Agropecuario de 2002 (último disponible hasta la fecha) e identifica que, del total de unidades productivas, el 66% (218.868) son explotaciones de pequeños productores familiares y ocupan el 13% de la superficie agropecuaria del país (23.196.642ha). Para llegar a estos datos se toma en cuenta explotaciones en las que: (a) el productor o socio trabaja directamente en la explotación, aportando su fuerza de trabajo; (b) en la explotación no se emplean trabajadores no familiares remunerados permanentes, y (c) la unidad no posee las formas jurídicas de sociedad anónima o sociedad en comandita por acciones.

Figura 1. Contribución relativa de los establecimientos familiares de la Argentina al total (en cantidad de establecimientos y en la superficie ocupada). En el panel de la izquierda, las porciones superiores de ambas barras muestran el aporte de los establecimientos con hasta dos empleados permanentes y la inferior a los pequeños productores familiares. La suma de ambas categorías conforma la definición oficial. El panel de la derecha muestra la distribución según tipos de productor. Elaborado con datos de Obstchatko et al. 2007 y Obstchatko 2009.
Figura 1. Contribución relativa de los establecimientos familiares de la Argentina al total (en cantidad de establecimientos y en la superficie ocupada). En el panel de la izquierda, las porciones superiores de ambas barras muestran el aporte de los establecimientos con hasta dos empleados permanentes y la inferior a los pequeños productores familiares. La suma de ambas categorías conforma la definición oficial. El panel de la derecha muestra la distribución según tipos de productor. Elaborado con datos de Obstchatko et al. 2007 y Obstchatko 2009.

Si se considera la definición oficial de la agricultura familiar, se suma a la estimación previa 34.248 establecimientos más y 7.401.435ha correspondientes a aquellas unidades que cumplen con las condiciones (a) y (c) anteriores, pero contratan hasta dos empleados permanentes. Al incluir a estas unidades se eleva el peso de la agricultura familiar al 75% de los establecimientos y el 18% de la superficie agropecuaria. A su vez, se diferencian tres estratos dentro de los pequeños productores familiares: el tipo 1 es el más capitalizado y el tipo 3 el más cercano a productores de perfil campesino. El tipo 2 corresponde a situaciones intermedias (figura 1).

La agricultura familiar resulta importante por su peso numérico pero no respecto de la superficie agropecuaria. Sin embargo, la importancia relativa es diferente para diferentes provincias (figura 2). Es particularmente alta en el noroeste y en el noreste. Considerando la definición oficial, las provincias que poseen una proporción de unidades productivas familiares superior al promedio nacional (75%) son Catamarca, Corrientes, Chaco, Entre Ríos, Formosa, Jujuy, La Rioja, Misiones, Salta, Santiago del Estero y Tucumán.

Figura 2. Contribución relativa de las explotaciones familiares en el total de explotaciones (columna verde) y en la superficie agropecuaria (columna violeta). La porción superior de ambas barras indica el aporte de las unidades con dos empleados. En todos los casos se emplea la misma escala para facilitar la comparación entre provincias. Elaborado con datos de Obstchatko et al. 2007 y Obstchatko 2009.
Figura 2. Contribución relativa de las explotaciones familiares en el total de explotaciones (columna verde) y en la superficie agropecuaria (columna violeta). La porción superior de ambas barras indica el aporte de las unidades con dos empleados. En todos los casos se emplea la misma escala para facilitar la comparación entre provincias. Elaborado con datos de Obstchatko et al. 2007 y Obstchatko 2009.

A su vez, también existen importantes diferencias entre departamentos en numerosas provincias (figura 3). En determinadas regiones del país se detectan departamentos (o partidos) en los que la proporción de unidades productivas de la pequeña agricultura familiar es superior al promedio nacional (66%).

La distribución según tipos también brinda información sobre las diferencias en la estructura de la agricultura familiar. Si comparamos, por ejemplo, Buenos Aires con Jujuy (provincia con el mayor peso de la agricultura familiar), podemos comprender que en Buenos Aires predomina un tipo capitalizado mientras que Jujuy representa el caso contrario (figura 4).

Figura 3. Departamentos provinciales con una contribución relativa de explotaciones de pequeños productores familiares superior a la media nacional (66%). Elaborado con datos de Obstchatko et al. 2007.
Figura 3. Departamentos provinciales con una contribución relativa de explotaciones de pequeños productores familiares superior a la media nacional (66%). Elaborado con datos de Obstchatko et al. 2007.
Figura 4. Contribución relativa de cada tipo de establecimiento familiar de la Argentina al total (en cantidad de establecimientos y en superficie) según tipos en dos provincias. 2 tp = unidades con hasta 2 empleados permanentes. Elaborado con datos de Obstchatko et al. 2007 y Obstchatko 2009.
Figura 4. Contribución relativa de cada tipo de establecimiento familiar de la Argentina al total (en cantidad de establecimientos y en superficie) según tipos en dos provincias. 2 tp = unidades con hasta 2 empleados permanentes. Elaborado con datos de Obstchatko et al. 2007 y Obstchatko 2009.

La participación en la producción agropecuaria según grandes grupos de actividades muestra que la contribución a la superficie con producción comercial de semillas (especies vegetales destinadas a la obtención de semillas comerciales para su propagación) es muy pequeña (figura 5). En cambio, representa el 70% de la superficie de cultivos industriales de segunda ocupación (cultivos que requieren algún procesamiento industrial, como yerba mate, algodón, etc., y que ocupan el suelo en la segunda mitad del año agrícola). En las producciones animales, la participación es alta en la ganadería menor, pero baja en la ganadería bovina para carne (figura 6).

El valor bruto de la producción, la suma del valor monetario de todos los bienes producidos, permite conocer el aporte de cada tipo de productor a la producción total. Este valor no refleja el ingreso obtenido por las ventas ya que algunos productos, como el forraje para alimento animal, son bienes que si bien se producen y tienen valor, se consumen dentro del establecimiento. Las mayores diferencias en el valor generado se observan en los promedios por tipo de establecimiento, ya que las unidades no familiares son menos y más grandes, en cambio en los registros por unidad de superficie los datos adquieren otra dimensión, rescatando la importancia productiva de la agricultura familiar (figura 7).

Figura 5. Contribución relativa de la agricultura familiar en la superficie sembrada según grandes grupos de cultivos. La porción superior de cada barra representa el aporte de las unidades con hasta dos trabajadores permanentes. Elaborado con datos de Obstchatko et al. 2007 y Obstchako 2009.
Figura 5. Contribución relativa de la agricultura familiar en la superficie sembrada según grandes grupos de cultivos. La porción superior de cada barra representa el aporte de las unidades con hasta dos trabajadores permanentes. Elaborado con datos de Obstchatko et al. 2007 y Obstchako 2009.

Problemática

Estudios de caso para áreas seleccionadas muestran que en la región pampeana, además de la venta o el achicamiento de las unidades familiares, como consecuencia del endeudamiento de los 90 se produjo una disminución de la cantidad de establecimientos por el retiro de la producción directa familiar, pasando muchos productores familiares a convertirse en pequeños rentistas. En cambio, en provincias no pampeanas se observa un mantenimiento de la agricultura familiar, aunque acosada por problemas de comercialización, ambientales y jurídicos sobre la tierra.

Figura 6. Contribución relativa de la agricultura familiar a las existencias animales. La porción superior de cada barra representa el aporte de las unidades con hasta dos trabajadores permanentes. Elaborado con datos de Obstchatko et al. 2007 y Obstchatko 2009.
Figura 6. Contribución relativa de la agricultura familiar a las existencias animales. La porción superior de cada barra representa el aporte de las unidades con hasta dos trabajadores permanentes. Elaborado con datos de Obstchatko et al. 2007 y Obstchatko 2009.

No resulta fácil resumir la problemática de la agricultura familiar en la Argentina, pero en orden de importancia los diversos problemas asociados a la tenencia de la tierra en áreas extrapampeanas son los que ocupan el primer lugar, porque la tierra sustenta la condición de productores de las familias. Un relevamiento de conflictos de tierra en los que participa la agricultura familiar dio cuenta de cerca de mil situaciones conflictivas en todo el país, sumando una superficie total de más de de 9 millones de hectáreas y afectando a más de sesenta mil familias. Casi la mitad corresponde a casos ocurridos durante la última década, en coincidencia con el avance de la frontera agropecuaria. Aunque la legislación argentina establece la prescripción adquisitiva de dominio (usucapión o prescripción veinteañal) que protege los derechos de los poseedores que ocuparon la tierra por veinte años o más, no siempre resulta fácil (ni barato) demostrar tal condición frente a nuevos inversores.

Figura 7. Valor bruto de la producción anual por establecimiento agropecuario y por unidad de superficie (ha) generado por los distintos tipos de agricultura familiar y por establecimientos no familiares. Valores en pesos de 2004. Elaborado con datos de Obstchatko et al. 2007 y Obstchatko 2009.
Figura 7. Valor bruto de la producción anual por establecimiento agropecuario y por unidad de superficie (ha) generado por los distintos tipos de agricultura familiar y por establecimientos no familiares. Valores en pesos de 2004. Elaborado con datos de Obstchatko et al. 2007 y Obstchatko 2009.

Otro problema relevante es la comercialización de los productos. El recorrido que media entre la producción diversificada y la mesa del consumidor es largo y no siempre se logra cubrir el costo que ese recorrido significa. Una alternativa han sido las ferias francas, pero su generalización requiere todavía de apoyo y promoción para que constituyan una alternativa viable.

Sin ánimo de terminar, es importante señalar la necesidad de desarrollar tecnología apropiada, basada en estudios básicos y aplicados, que involucren desde el manejo de los recursos hasta las estrategias de comercialización. Sin duda, la ciencia tiene un papel fundamental para que la agricultura familiar cumpla con el rol en la producción de alimentos, que la FAO quiere mostrar al mundo en este año particular.

Lecturas Sugeridas

BORRAS SM Jr, 2009, ‘Agrarian change and peasant studies: Changes, continuities and challenges, an introduction’, The Journal of Peasant Studies, 36 (1), Special Issue: Critical perspectives in agrarian change and peasant studies (5: 31).

CÁCERES D, 1995, ‘Pequeños productores e innovación tecnológica: un abordaje metodológico’, AgroSur, 23: 127-139.

GIGENA A, BIDASECA K (dirs.), GÓMEZ F, WEINSTOCK AM, OYHARZÁBAL E y OTAL D, 2013, Relevamiento y sistematización de problemas de tierra de los agricultores familiares en la Argentina, MAGYP, Buenos Aires.

MCMICHAEL P, 2006, ‘Peasant Prospects in the Neoliberal Age’, New Political Economy, 1: 407-418.

OBSCHATKO E, 2009, Las explotaciones agropecuarias familiares en la República Argentina. Un análisis a partir de los datos del Censo Nacional Agropecuario 2002, MAGYP-IICA, Buenos Aires.

OBSCHATKO E, FOTI MDP y ROMÁN ME, 2007, Los pequeños productores en la República Argentina. Importancia en la producción agropecuaria y en el empleo en base al Censo Nacional Agropecuario 2002, PROINDER, Serie Estudios e Investigaciones.

AN DER PLOEG JD, 2013, ‘Peasantdriven agricultural growth and food sovereignty. Conference paper for discussion at: Food Sovereignty: A Critical Dialogue’, International Conference, 14-15 de septiembre.

Marcela E Román

Marcela E Román

Doctora en ciencias agropecuarias, UBA.
Profesora asociada.
Facultad de Agronomía, UBA.
[email protected]

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