Homenaje a Ray Bradbury

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Ciencia ficción y divulgación científica

Cuando Ray Bradbury (1920-2012) murió en Los Ángeles, California, el cronista de The NewYork Times que escribió el obituario aparecido en ese diario el 7 de junio de 2012 habló de sus ‘imaginativas y líricas evocaciones del futuro’ y lo presentó como ‘el escritor más responsable de traer la ciencia ficción moderna a la corriente central de la literatura’. Agregó que su nombre aparecería en los primeros lugares de cualquier lista de los mayores escritores de ciencia ficción del siglo XX.

¿DE QUÉ SE TRATA?
¿Por qué CIENCIA HOY incluye en sus páginas a un escritor estadounidense que cultivó entre otros géneros la ciencia ficción, fue traducido a 36 lenguas, y cuya primera obra en castellano salió en 1955 en Buenos Aires?

A los editores de Ciencia Hoy, hacerle un homenaje en el centenario de su nacimiento les ayuda a tener presente que la ciencia ficción de calidad es también un instrumento de divulgación científica, uno particularmente difícil de manejar con maestría por los autores pues hacerlo requiere sumar al talento literario una comprensión esencial de los complejos mundos que exploran las ciencias.

En otras palabras, no hay una sola manera de llevar algo del conocimiento científico a quienes por educación o profesión son ajenos a él. La elegida por esta revista –que los propios investigadores lo transmitan al público en lenguaje no técnico, y que no quieran explicar todo lo que saben sino solo lo que el lector pueda entender– tiene para la mayoría de los autores la gran dificultad de exigirles hacer un uso del idioma al que no están acostumbrados. Otra manera de divulgar la ciencia es la usada por la prensa general y consiste en ponerla a cargo de periodistas profesionales. Estos deben enfrentar el obstáculo inverso: descubrir sin ser científicos la índole y los alcances de las ideas que manejan los investigadores, particularmente las nuevas, que son las que más interesan.

Por su lado, la ciencia ficción, quizá más que una forma de divulgación científica, sea un incentivo o una invitación (por no decir una provocación) a interesarse por esta. Además, como lo señaló el astrónomo y divulgador de la ciencia neoyorquino Carl Sagan (1934-1996): ‘Muchos científicos profundamente comprometidos con la exploración del sistema solar (incluido yo mismo) se encontraron inicialmente apuntados en esa dirección por la ciencia ficción’. Esta, en adición, tiene otra faceta que la distingue: es un camino hacia la apreciación literaria que puede atraer a quienes habitan el mundo de las ideas científicas e ignoran otras formas de aproximación a la realidad. Es una forma de divulgación literaria para mentes científicas. En concordancia con lo anterior, nuestro homenaje no toma la disposición habitual de un artículo o un ensayo sino la de una fotografía, que el lector ve en esta página. Es una alusión directa al libro Crónicas marcianas, publicado en 1950 y cuya primera edición en castellano, de la recién fundada editorial Minotauro, salió en Buenos Aires en 1955 en traducción de Francisco Porrúa y con prólogo de Jorge Luis Borges. Fue el primer libro de Bradbury vertido al castellano.

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